Asociación Ronda80. Voluntariado

Blog para los voluntarios de la Asociación Ronda80 y público en general.
Contiene la agenda de actividades para voluntariado organizadas por esta asociación y una recopilación semanal de cinco noticias de interés que se envía por e-mail.

Calendario

miércoles, 26 de diciembre de 2007

312

Ronda80

Siena newsletter

Cinco tendencias de actualidad para tus argumentos públicos

AÑO VII N 312 del 24 al 1 de enero de 2008


1

"El Belén de la globalidad"

artículo de josé garcía román en ideal granada

domingo 23 de diciembre de 2008

EN ciertas barriadas de la sociedad, el villancico y el belén han sido declarados 'no gratos' en nombre de la libertad. Los hacen culpables de la situación de gentes sin rumbo, domeñadas, que frecuentemente callan para medrar. El villancico y el belén están bajo sospecha, pues ofenden al espíritu de una civilización que aboga por desprenderse de ataduras que tengan que ver con pasados y presentes impropios de un progreso de panderos aduladores y ritmos agitados, de sonrisas perpetuas, temperaturas alocadas y medioambiente enfermo. Los que han descubierto que algunas herencias pueden dañar la libertad de los que no dejan pasar ni una en el belén de la vida se estrellan cada diciembre contra las niñadas y bagatelas del mundo del villancico, de la inocente fantasía que construye anacronismos para unos días, sin destruir la naturaleza.

El belén es una representación de la solidaridad, un microcosmos de ilusión que imaginamos todos los inviernos, inventando decorados y atmósferas para vestir la desnudez, ayudar al necesitado, dar calor al que pasa frío y alegría a quien sufre tristeza. La maldad la instalamos en la montaña -con vigilante guardia pretoriana-, como nota discordante en el entramado soñado, no exento de magia. El río, las cascadas, los minifundios, las rocas, la nieve, los árboles y las pequeñas figuras se orientan por las señales de la estrella que indica la dirección de la verdadera progresía, cuyo albor, custodiado por ángeles, es mimado por dos animales adelantados que ofrecen su aliento a la ternura encarnada.

Los belenes han reflejado las diferentes zonas de la clase social, del mismo modo que ocurre en todos los regímenes políticos. Ha habido y hay belenes lujosos, envueltos en bienestar y prosperidad, y belenes desamparados y desahuciados, contrahechos o de papel, al abrigo de un brasero de picón, que denuncian graves desigualdades y una excesiva ventura, vestida de destellos.

Hoy se ha impuesto la meteórica modernidad que, con sarcasmo y asesorada por el fingimiento, opta por un belén 'alejado' de hipocresías y dobleces, porque se entiende que los belenes de nuestra niñez deforman la mente y son representaciones de añoranzas que expresan afectos vanos, ideas rancias en una realidad agresiva, hiperproductiva, competitiva y desafiante que dice evitar servidumbres y vínculos inadecuados. El belén de nuestro tiempo es pragmático: en el portal han colgado el cartel «se vende» (como bajo comercial es más rentable). Los caminos están poblados de yerbajos. Los ríos -secos- se pierden entre la maleza. Han muerto el tomillo y el romero. En los montes proliferan las torretas de acero, los plásticos de invernadero, las heridas de canteras, los macizos de cemento. Las nieves se han marchado, siendo suplidas por la 'innivación'. Las estrellas han sido ahogadas por la luz del progreso. Se alquilan las copas de los árboles. Los animales han desaparecido de su hábitat: se encuentran hacinados en campos de concentración. Sólo pastan los hombres en los pocos pradales que quedan. Los reyes, que vienen de todos los puntos cardinales del mundo a apoderarse de cuantos tesoros encuentran y a colocar a sus pajes para cobrar comisiones y abusivos tributos, siguen la estrella de la guerra, imponiendo un sistema que conduce a la destrucción del Planeta. El castillo de Herodes es el nuevo 'portal' que alberga el 'misterio'. Sus embajadores anuncian la buena noticia oficial y sitúan vallas para poner orden en la gente que lleva los dones de la sumisión y el vasallaje, rodeada de canes que avisan de los límites del sendero, por lugares que presumen de posadas de cinco tenedores y portales de cinco estrellas, con orquestas y directores asombrosos que arrancan sones vibrantes de metales que rugen en un cielo de esplendores y refulgencias de fiesta. El dispendio y la penuria, bien cogidos de la mano, disfrutan del belén de la injusticia social, de la especulación privilegiada, de los juegos saturnales, de las fiestas de los solsticios de invierno, del sol invicto. Por todas partes se oye el mismo cantar: ¿Gloria al poder en las alturas y paz a los hombres de la globalidad!

Pero este no es mi nacimiento, ni el que yo hubiera montado la semana pasada con los 'deshechos' de la humanidad, la 'escoria' del mundo, la 'vergüenza' de la progresía, el 'bochorno' de la modernidad, rodeado de animales famélicos, montes dinamitados, ríos contaminados, aunque con pastorcitos valerosos y generosos. No. El mío sigue siendo de barro, de ingenuidad artesanal y cabal, donde llueve y nieva, y no hay contaminación. Mis pastores son de verdad, como mi ganado, mi paisaje, mis ríos, mis montañas, mis olores, mis luces, mi cielo. En tan pocos metros no cabe la desfachatez ni la mentira, mas sí un nacimiento alejado de estruendos de banalidades en el que los ojos dirigen su mirada de fantasía a una pequeña 'luz' que podrá convertirse con el paso del tiempo en el 'sol' que ciegue opresiones y frene arrogancias. La ilusión hecha barro camina hacia el portalico donde un pesebre es esperanza para una sociedad débil, falta de calor. Un belén en el que las voces celestes son protagonistas y el pregón brota del corazón de «los hombres de buena voluntad», que nos recuerdan que la Navidad es una revelación personal que cada año debemos hacerla realidad.

El nacimiento es una vuelta a nuestra niñez de guantes de lana, de sonrisa de ángeles, de afinadas y argentinas campanas y frío invernal, de palabras heladas al contacto con el aire acariciado por el humo de las chimeneas. Dijo Hamilton Wright Mabi (nadie sabe quién es) que la Navidad «une a todo el mundo en una conspiración de amor». Ése es el belén que intentamos montar en el umbral del invierno, aunque sepamos que la unión se producirá en la última Navidad de la Tierra, cuando finalice el carnaval y desaparezcan las máscaras.

SUMARIO

2

"Y habitó entre nosotros"

articulo de ignacio sánchez cámara en la gaceta de los negocios

lunes 24 de diciembre de 2008

No hay error más desastroso que la creencia de que la fe religiosa se opone a la razón

Nada de irracional hay en la entraña de la Navidad ni, en general, en el mensaje cristiano. No es la fiesta sentimentaloide con la que intentan confundirnos: es la fiesta de la fe racional, de la esperanza inteligente, del amor infinito. De entre todas las religiones, todas ellas respetables expresiones del hambre humana de Absoluto, sólo una expresó la gran verdad: Dios se hace hombre. Eso es lo que millones de cristianos y de hombres de buena voluntad que buscan al Dios único y verdadero (y buscarlo es haberlo encontrado ya) celebramos la próxima madrugada. El logos (razón, palabra) se hizo carne en Belén de Judea "y habitó entre nosotros". La razón hecha humanidad. Así, lo que vino al mundo el día de Navidad fue la esperanza. Desde entonces, de nosotros depende que sobreviva en nuestro interior. Muy bellamente lo expresó Charles Péguy: "La fe que amo más, dice Dios, es la esperanza. La caridad no me sorprende. Lo que me admira es la esperanza. Esa pequeña esperanza que parece de nada. Esa niñita esperanza. Inmortal. La Fe es una Esposa fiel. La Caridad es una Madre. Una madre ardiente, toda corazón. La Esperanza es una niñita de nada. Que vino al mundo el día de Navidad. Esa niñita de nada, sola, llevando a las otras, atravesará los mundos". A la esperanza acaba de dedicar su segunda y magistral encíclica Benedicto XVI, cuyas primeras palabras son de la Carta de san Pablo a los Romanos: "en esperanza fuimos salvados". Y Cristo es la esperanza.

Pero, ¿quién fue (es) Cristo? En su libro Jesús de Nazaret, el Papa menciona tres expresiones en las que Jesús oculta y desvela al mismo tiempo el misterio de su propia persona: Hijo del hombre, Hijo, Yo soy. Las tres, profundamente enraizadas en el Antiguo Testamento. También declaró que era el Camino, la Verdad y la Vida, y el Cristo, el hijo de Dios vivo, el Mesías que esperaba el pueblo de Israel, el Salvador del mundo. Entonces, la persona de Jesús de Nazaret nos sitúa ante una alternativa en la que se juega nuestra propia existencia: o dijo la verdad, o es un farsante o un loco. Pero no existe otra alternativa. Lo único imposible es el Cristo "progre". Lo único que no puede ser Jesús es un hombre admirable que predicó un maravilloso mensaje moral de amor y liberación. Lo que no puede ser Cristo es un reformador o revolucionario político y social. No puede ser sólo un gran hombre ni tampoco el fundador de una gran cultura ni de una nueva civilización. O es Dios, o fue un loco o un farsante. Ahí reside la elección. Y es natural que la más radical verdad no resulte evidente. La convicción de que con Él sucedió algo realmente extraordinario y el testimonio de sus discípulos es un poderoso argumento a favor de la fe. Por otra parte, la sobrehumana grandeza del mensaje testimonia en contra de la hipótesis del loco y del farsante. Pero nadie ha demostrado que lo extraordinario y misterioso sea irracional. No es racional admitir sólo lo que podemos captar a través de los sentidos. Lo racional y lo empírico no se identifican. Por lo demás, sin Dios no sólo se desvanece el fundamento de nuestra esperanza sino también la posibilidad de comprender el fundamento del mundo. Si Dios no existiera, todo sería absurdo. Más aún, nada sería. No hay más desastroso error que la creencia de que la fe religiosa se opone a la razón. Bastaría acaso para mostrar ese error la comprobación de que la mayoría de las más poderosas inteligencias filosóficas y científicas y de los genios artísticos han creído que Jesús era el Hijo de Dios.

Podemos preguntarnos: ¿Cuál es la relación entre el cristianismo y nuestra civilización occidental? ¿Forma aquél un ingrediente esencial de ésta? En cierto modo, sí, y en otro no. Si Cristo no limitó su obra salvadora a los judíos, tampoco podía limitarla al ámbito de una civilización. Es un mensaje universal. Serán cristianos quienes lo acepten y no lo serán quienes lo rechacen. La cultura europea y la occidental pueden exhibir grandes logros, precisamente porque acertaron a hacer suyas grandezas ajenas, como la filosofía griega, el derecho romano y la religión cristiana. Somos más testigos y depositarios de esas grandezas que sus autores y creadores. Una vez realizado ese ejercicio de modestia y de verdad, cabe huir de todo acomplejamiento y de todo relativismo. La verdad es patrimonio de todos los hombres. Si Cristo no nació para liberar políticamente a Israel, tampoco lo hizo para fundar una cultura.

En cualquier caso, no existe ninguna inferioridad filosófica en el cristianismo. La malintencionada afirmación de que el cristianismo es un platonismo para el pueblo encierra, sin embargo, cierta verdad. Lo que el platonismo entraña de verdad filosófica accesible sólo a unos pocos, el cristianismo lo hace verdad y vida para todos. Ser como niños no significa volverse necios. Sólo una época ignorante y que camina entre tinieblas, puede pensar que la esperanza es ilusoria y la fe, fruto de la ignorancia y de la superstición y enemiga de la libertad. No puede haber sabiduría más alta y profunda que la cristiana si es verdad que Cristo es el logos eterno que se hizo carne y habitó entre nosotros.

SUMARIO

3

"El negocio de la vida"

articulo de juan manuel de prada en abc

15 de diciembre de 2007

LAS informaciones que diariamente nos suministra ABC nos permiten hacernos una idea del negocio cochambroso que se esconde detrás del aborto. Tras el escándalo de los mataderos barceloneses, ahora le toca el turno a Madrid. Fetos descuartizados y arrojados al contenedor de la basura, informes en blanco con la firma de psiquiatras inescrupulosos, historias clínicas de abortos clandestinos destinadas a la trituradora de papel... Puro estajanovismo al servicio del crimen industrial. Y, detrás de tanta ignominia, una procesión incesante de mujeres demolidas saliendo de los mataderos, expoliadas de la vida a la que prestaban su sustento, huérfanas del hijo que habían concebido, marcadas para siempre por una decisión que no habrían tomado si no las hubiese atosigado la necesidad o el miedo insuperable, perseguidas para siempre por la sombra de un crimen que no habrían cometido si alguien les hubiese hecho saber que no estaban solas, que el hijo que crecía en sus entrañas era valioso y único, que en la supervivencia de ese hijo se cifraba nuestra supervivencia social.

La inspección de sanidad de la Comunidad de Madrid ha cerrado algunos de estos mataderos «por considerar la existencia de un riesgo grave para la salud de las personas». Es una medida administrativa loable, pero insuficiente. Pues de lo que se trata no es de cerrar tal o cual matadero porque incumpla tal o cual normativa sanitaria, porque arroje a la basura los cadáveres de esos niños nonatos en lugar de arrojarlos a la incineradora. De lo que se trata es de que ninguna mujer sea empujada a abortar. Y para ello hace falta algo más que un riguroso cumplimiento de la normativa sanitaria. Hace falta que esas mujeres que abortan se tropiecen con el abrazo de una sociedad que las acompaña samaritanamente en su difícil trance, que se compromete en su desdicha, que se compadece de su sufrimiento porque esa vida de la que son portadoras es dueña de un destino inalienable. Hace falta que la tragedia de esas mujeres sea la tragedia de la sociedad entera: hace falta que ellas lo sepan y que cada uno de nosotros lo sepamos.

La herida que el relativismo moral nos ha infligido, bien lo sé, es profunda y no cesa de sangrar. El egoísmo y la cobardía se han aliado con la basura cósmica del feminismo progre para justificar o condescender con tanta bestialidad. Pero quiero pensar que aún hay personas que se rebelan contra lo que consideran un crimen de lesa humanidad. Y quiero pensar que esas personas buenas también se cuentan entre quienes nos representan; quiero pensar que aún existen al frente de nuestras instituciones personas que sienten cómo su conciencia se revuelve ante el espectáculo de tanta vida arrojada al vertedero, que se sienten un poco más muertos cada vez que una de estas vidas nos es arrebatada, cada vez que una de estas vidas no alcanza a cumplirse. Quiero pensar que esas personas existen; sé que existen, porque a veces he hablado con ellas, he compartido con ellas mi inquietud y mi rabia, que son las suyas.

Por un momento, mientras me desayunaba las informaciones de ABC sobre el turbio negocio del aborto en los mataderos de Madrid, he pensado que Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón podrían ser dos de esas personas. Y he pensado que quizás ellos también se hayan desayunado esa cochambre; he pensado que tal vez algo se haya revuelto dentro de ellos mientras lo hacían, algo que incumbía al fondo de su humanidad. Y he pensado que acaso, después de sentir cómo el frío helador de la muerte se inmiscuía en su aliento, se han telefoneado y se han dicho: por fin hay una causa en la que podemos emplear nuestros esfuerzos de consuno, por fin hay una causa que nos interpela a ambos y en la que ambos podemos actuar como vanguardia de humanidad. Y he pensado que ambos podrían salir a la palestra para garantizar a cualquier mujer residente en sus respectivas demarcaciones que se haya quedado embarazada un compromiso firme de la sociedad que representan: el compromiso de que esa vida de la que son depositarias alcance su destino, el compromiso de que no habrá necesidad ni miedo que puedan cercenar ese destino. Si se decidieran a asumir ese compromiso, habrían hecho el negocio de su vida.

SUMARIO

4

" La cuestión del aborto"

artículo de archivo de julián marías publicado en abc

1994

LA espinosa cuestión del aborto voluntario se puede plantear de maneras muy diversas. Entre los que consideren la inconveniencia o ilicitud del aborto, el planteamiento más frecuente es el religioso. Pero se suele responder que no se puede imponer a una sociedad entera una moral «particular». Hay otro planteamiento que pretende tener validez universal, y es el científico. Las razones biológicas, concretamente genéticas, se consideran demostrables, concluyentes para cualquiera. Pero sus pruebas no son accesibles a la inmensa mayoría de los hombres y mujeres, que las admiten «por fe»; se entiende, por fe en la ciencia.

Creo que hace falta un planteamiento elemental, accesible a cualquiera, independiente de conocimientos científicos o teológicos, que pocos poseen, de una cuestión tan importante, que afecta a millones de personas y a la posibilidad de vida de millones de niños que nacerán o dejarán de nacer.

Esta visión ha de fundarse en la distinción entre «cosa» y «persona», tal como aparece en el uso de la lengua. Todo el mundo distingue, sin la menor posibilidad de confusión, entre «qué» y «quién», «algo» y «alguien», «nada» y «nadie». Si se oye un gran ruido extraño, me alarmaré y preguntaré: «qué pasa?» o ¿qué es eso?». Pero si oigo unos nudillos que llaman a la puerta, nunca preguntarés «¿qué es», sino «¿quién es?».

Se preguntará qué tiene esto que ver con el aborto. Lo que aquí me interesa es ver en qué consiste, cuál es su realidad. El nacimiento de un niño es una radical «innovación de la realidad»: la aparición de una realidad «nueva». Se dirá que se deriva o viene de sus padres. Sí, de sus padres, de sus abuelos y de todos sus antepasados; y también del oxígeno, el nitrógeno, el hidrógeno, el carbono, el calcio, el fósforo y todos los demás elementos que intervienen en la composición de su organismo. El cuerpo, lo psíquico, hasta el carácter, viene de ahí y no es rigurosamente nuevo.

Diremos que «lo que» el hijo es se deriva de todo eso que he enumerado, es «reductible» a ello. Es una «cosa», ciertamente animada y no inerte, en muchos sentidos «única», pero al fin una cosa. Su destrucción es irreparable, como cuando se rompe una pieza que es ejemplar único. Pero todavía no es esto lo importante.

«Lo que» es el hijo puede reducirse a sus padres y al mundo; pero «el hijo» no es «lo que» es. Es «alguien». No un «qué», sino un «quién», a quien se dice «tú», que dirá en su momento «yo». Y es «irreductible a todo y a todos», desde los elementos químicos hasta sus padres, y a Dios mismo, si pensamos en él. Al decir «yo» se enfrenta con todo el universo. Es un «tercero» absolutamente nuevo, que se añade al padre y a la madre.

Cuando se dice que el feto es «parte» del cuerpo de la madre se dice una insigne falsedad porque no es parte: está «alojado» en ella, implantado en ella (en ella y no meramente en su cuerpo). Una mujer dirá: «estoy embarazada», nunca «mi cuerpo está embarazado». Es un asunto personal por parte de la madre. Una mujer dice: «voy a a tener un niño»; no dice «tengo un tumor».

El niño no nacido aún es una realidad «viniente», que llegará si no lo paramos, si no lo matamos en el camino. Y si se dice que el feto no es un quién porque no tiene una vida personal, habría que decir lo mismo del niño ya nacido durante muchos meses (y del hombre durante el sueño profundo, la anestesia, la arteroesclerosis avanzada, la extrema senilidad, el coma).

A veces se usa una expresión de refinada hipocresía para denominar el aborto provocado: se dice que es la «interrupción del embarazo». Los partidarios de la pena de muerte tienen resueltas sus dificultades. La horca o el garrote pueden llamarse «interrupción de la respiración», y con un par de minutos basta. Cuando se provoca el aborto o se ahorca, se mata a alguien. Y es una hipocresía más considerar que hay diferencia según en qué lugar del camino se encuentre el niño que viene, a qué distancia de semanas o meses del nacimiento va a ser sorprendido por la muerte.

Con frecuencia se afirma la licitud del aborto cuando se juzga que probablemente el que va a nacer (el que iba a nacer) sería anormal física y psíquicamente. Pero esto implica que el que es anormal «no debe vivir», ya que esa condición no es probable, sino segura. Y habría que extender la misma norma al que llega a ser anormal por accidente, enfermedad o vejez. Y si se tiene esa convicción, hay que mantenerla con todas sus consecuencias; otra cosa es actuar como Hamlet en el drama de Shakespeare, que hiere a Polonio con su espada cuando está oculto detrás de la cortina. Hay quienes no se atreven a herir al niño más que cuando está oculto -se pensaría que protegido- en el seno materno.

Y es curioso cómo se prescinde enteramente del padre. Se atribuye la decisión exclusiva a la madre (más adecuado sería hablar de la «hembra embarazada»), sin que el padre tenga nada que decir sobre si se debe matar o no a su hijo. Esto, por supuesto, no se dice, se pasa por alto. Se habla de la «mujer objeto» y ahora se piensa en el «niño tumor», que se puede extirpar como un crecimiento enojoso. Se trata de destruir el carácter personal de lo humano. Por ello se habla del derecho a disponer del propio cuerpo. Pero, aparte de que el niño no es parte del cuerpo de su madre, sino «alguien corporal implantado en la realidad corporal de su madre», ese supuesto derecho no existe. A nadie se le permite la mutilación; los demás, y a última hora el poder público, lo impiden. Y si me quiero tirar desde una ventana, acuden la policía y los bomberos y por la fuerza me lo impiden.

El núcleo de la cuestión es la negación del carácter personal del hombre. Por eso se olvida la paternidad y se reduce la maternidad a soportar un crecimiento intruso, que se puede eliminar. Se descarta todo uso del «quién», de los pronombres tú y yo. Tan pronto como aparecen, toda la construcción elevada para justificar el aborto se desploma como una monstruosidad.

¿No se tratará de esto precisamente? ¿No estará en curso un proceso de «despersonalización», es decir, de «deshominización» del hombre y de la mujer, las dos formas irreductibles, mutuamente necesarias, en que se realiza la vida humana? Si las relaciones de maternidad y paternidad quedan abolidas, si la relación entre los padres queda reducida a una mera función biológica sin perduración más allá del acto de generación, sin ninguna significación personal entre las tres personas implicadas, ¿qué queda de humano en todo ello? Y si esto se impone y generaliza, si a finales del siglo XX la Humanidad vive de acuerdo con esos principios, ¿no habrá comprometido, quién sabe hasta cuándo, esa misma condición humana? Por esto me parece que la aceptación social del aborto es, sin excepción, lo más grave que ha acontecido en este siglo que se va acercando a su final.

SUMARIO

5

" Benedicto XVI felicita la Navidad a la Curia Romana"

información del vis

21 de diciembre de 2007

CIUDAD DEL VATICANO, 21 DIC 2007 (VIS).-Esta mañana, en la Sala Clementina, tuvo lugar el tradicional encuentro del Santo Padre con los cardenales, arzobispos y obispos y miembros de la Curia Romana para el intercambio de felicitaciones navideñas.

El Papa afirmó al inicio de su discurso que la curia era "una comunidad de trabajo, consolidada por vínculos de amor fraternal que las fiestas navideñas refuerzan".

Después, el Santo Padre recordó como primer evento significativo del año que está a punto de acabar su viaje a Brasil para encontrarse con los miembros de la V Conferencia general del episcopado de América Latina y el Caribe y "con la Iglesia en el vasto continente latinoamericano".

Hablando de su encuentro con los jóvenes en el estadio de Sao Paulo, Benedicto XVI dijo: "Hay manifestaciones de masa que tienen solo el efecto de una afirmación de sí mismos, donde arrollados por la embriaguez del ritmo y los sonidos, se llega sólo a la autocomplacencia. Allí, en cambio, (...) la profunda comunión que se instauró espontáneamente entre nosotros, en estar unos con otros, nos llevó a ser unos para los otros. No fue una fuga de la vida cotidiana, sino algo que nos dio fuerzas para aceptar la vida de forma nueva".

A continuación el Papa recordó la canonización de Frei Galvao, y subrayó que "cada santo que entra en la historia constituye ya una pequeña porción del retorno de Cristo, un nuevo ingreso de Cristo en el tiempo que nos muestra su imagen de forma nueva y nos da la seguridad de su presencia. Jesucristo no pertenece al pasado y no está confinado en un futuro lejano. (...) Junto a sus santos está siempre en camino hacia nosotros, hacia nuestro hoy".

En la Fazenda da Esperança, donde "las personas caídas en la esclavitud de la droga encuentran la libertad y la esperanza", el Santo Padre sintió "la fuerza sanadora de la creación de Dios". "Tenemos que defender la creación -dijo- no solamente pensando en su utilidad para nosotros, sino por sí misma, como mensaje del Creador, como don de belleza, que es promesa y esperanza", porque "el ser humano tiene necesidad de la trascendencia".

Refiriéndose a su encuentro con los obispos brasileños en la catedral de Sao Paulo, Benedicto XVI aseguró que "la experiencia de la colegialidad efectiva y afectiva, de la comunión fraternal en el ministerio común" hizo que sintieran "la alegría de la catolicidad. Más allá de todos los confines geográficos y culturales, somos hermanos, junto con Cristo resucitado que nos llamó a su servicio".

En Aparecida, el Papa presidió la V Conferencia general del episcopado de América Latina y el Caribe, centrada en el tema "Discípulos y misioneros de Cristo; para que en Él tengan la vida". Benedicto XVI se hizo eco de las posibles objeciones que podría haber ocasionado el argumento. "¿No era quizá un paso decisivo hacia la interioridad en un momento en el que los grandes retos de la historia, las cuestiones urgentes acerca de la justicia, la paz y la libertad requieren el compromiso pleno de todos los seres humanos de buena voluntad y, en particular de la cristiandad y de la Iglesia?".

Para responder a esa objeción, prosiguió el Santo Padre, "es necesario comprender bien el tema en su verdadero significado. (...) La palabra clave es encontrar la vida (...) y con eso, el tema supone que este objetivo (...) se alcanza en el discipulado de Jesucristo, como también en el compromiso por su palabra y su presencia".

El Papa señaló que ser discípulos de Cristo significa "en primer lugar, llegar a conocerlo", mediante la escucha de su Palabra, pero el encuentro con El "exige la respuesta en la oración y en poner en práctica lo que nos dice".

"El discípulo de Jesucristo -continuó- también debe ser "misionero", mensajero del Evangelio". En este punto -dijo-, también se puede objetar si es lícito todavía hoy "evangelizar". Todas las religiones y concepciones del mundo -preguntó- ¿no deberían más bien convivir pacíficamente y tratar de hacer juntas, cada una a su modo, lo mejor para la humanidad? Es indiscutible que todos debemos convivir y cooperar en la tolerancia y en el respeto recíprocos".

Benedicto XVI recordó en este contexto la carta que le enviaron los 138 líderes religiosos musulmanes "para testimoniar su compromiso común en la promoción de la paz en el mundo". En la respuesta, afirmó, "manifesté mi convencida adhesión a estos nobles objetivos, subrayando al mismo tiempo la urgencia de un compromiso común para la tutela de los valores del respeto recíproco, del diálogo y de la colaboración. El reconocimiento compartido de la existencia de un único Dios (...) es el requisito para una acción común en defensa del efectivo respeto de la dignidad de todas las personas para construir una sociedad más justa y solidaria".

"Quien ha reconocido una gran verdad, quien ha hallado una gran alegría debe transmitirla -subrayó-; no puede guardársela. (...) Para llegar a su cumplimiento, la historia tiene necesidad del anuncio de la Buena Nueva a todos los pueblos, a todos los seres humanos. De hecho es muy importante -constató- que confluyan en la humanidad fuerzas de reconciliación, de paz, de amor y de justicia, (...) que frente a los sentimientos y a las realidades de la violencia y de la injusticia que amenazan a la humanidad, se susciten y se consoliden fuerzas antagonistas!".

El Santo Padre puso de relieve que "esto es lo propio de la misión cristiana. Mediante el encuentro con Jesucristo y sus santos" la humanidad obtiene "aquellas fuerzas del bien sin las que todos nuestros programas de orden social no se cumplen, ya que -frente a la presión superpotente de otros intereses contrarios a la paz y a la justicia- se quedan únicamente en teorías abstractas".

Respondiendo definitivamente a la pregunta planteada antes, el Papa afirmó que en Aparecida fue muy indicado "dar prioridad al discipulado de Jesucristo y a la evangelización" y esto no supuso un "encerrarse" en modo equivocado en la interioridad". Precisamente, explicó, "porque mediante el nuevo encuentro con Jesucristo y su Evangelio -y sólo así- se suscitan las fuerzas que nos capacitan para dar la respuesta justa a los desafíos del tiempo".

Benedicto XVI se refirió posteriormente a la carta enviada el pasado mes de junio a los fieles de la Iglesia católica en la República Popular China, en la que indicó "algunas orientaciones para afrontar y para resolver, en espíritu de comunión y de verdad, los delicados y complejos problemas de la vida de la Iglesia en China. También señalé la disponibilidad de la Santa Sede para un diálogo sereno y constructivo con las autoridades civiles para lograr una solución a los diferentes problemas concernientes a la comunidad católica. (...) Espero que, con la ayuda de Dios, produzca los frutos esperados".

Al final del discurso, el Papa mencionó brevemente su visita a Austria en septiembre y el encuentro con los jóvenes en Loreto (Italia) a principios de ese mes, que fue "un gran signo de alegría y de esperanza".

El Santo Padre afirmó que no había que "engañarse, ya que los problemas que plantea el secularismo de nuestro tiempo y la presión de las presunciones ideológicas a las que tiende la conciencia secularista con su pretensión exclusiva de la racionalidad definitiva, no son pequeños". Sin embargo, terminó, "tenemos la certeza de que el Señor mantiene su promesa: "Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo".

No hay comentarios: