Asociación Ronda80. Voluntariado

Blog para los voluntarios de la Asociación Ronda80 y público en general.
Contiene la agenda de actividades para voluntariado organizadas por esta asociación y una recopilación semanal de cinco noticias de interés que se envía por e-mail.

Calendario

viernes, 30 de octubre de 2009

Jenkins y el cristianismo en Europa


Comentario de diego contreras / www.laiglesiaenlaprensa.com /

domingo 25 de octubre de 2009

Lo que se ha perdido en la mayor parte de Europa no es el cristianismo, sino el sentido de que sea, de modo evidente, la religión de todos, una especie de 'religión automática'.

Las Iglesias no pueden ya pensar que vendrá gente automáticamente a las funciones dominicales. Pero de eso a proclamar la muerte del cristianismo en Europa hay una gran diferencia”. Es más, en países como Inglaterra, Dinamarca u Holanda se está mirando con nuevo interés a las raíces cristianas de las ideas que han construido la sociedad. Lo afirma Philiph Jenkins, experto en “Religious Studies” y profesor universitario, en una entrevista publicada por el diario Avvenire (con motivo de la publicación de su nuevo libro, "God's Continent").

Según Jenkins, en Europa sucede que nos encontramos al final de un gran “monopolio, crecido de modo perezoso porque carente de competidores y olvidadizo de sus objetivos principales.

Cuando se rompe un monopolio, quien se dedica al comercio debe aprender de nuevo a conquistar clientes, a ganarse su confianza”. Así pues, las confesiones cristianas “deben trabajar de modo más fuerte en un libre mercado de ideas (…). Deben mirar a Europa como un continente de misión. En ese sentido, deben trabajar mucho para presentar una perspectiva cristiana de temas sociales y políticos, como las biotecnologías”.

Para el estudioso norteamericano, en el Viejo Continente se produce con frecuencia la esquizofrenia de ver al cristianismo como símbolo rancio de Europa, pero al mismo tiempo es el cristianismo quien nos ofrece los valores de los que depende nuestra cultural, como las ideas de justicia, libertad o progreso. Jenkins, de religión episcopaliana (versión USA del anglicanismo), presta una especial atención en sus estudios históricos y sociológicos a la Iglesia católica. Fue autor, hace unos años, de un conocido artículo polémico en el que sostenía que “el anti-catolicismo es el último prejuicio aceptable” en Estados Unidos.

Empanada de laicidad


Artículo de josé apezarena /religión confidencial /viernes 23 de octubre de 2009

Pilar Rahola no figura entre mis personajes preferidos, la verdad. A pesar de ser periodista (y eso podría suponer de entrada algún punto a favor), discrepo de sus planteamientos […] Lo cual no quita para que, dada su condición de integrante de tertulias periodísticas, aprecie alguna de sus intervenciones, que llevan detrás bastante sentido común. Lo mismo que determinados artículos que firma.

Este largo preámbulo viene a cuento de una columna que Pilar Rahola publicaba el martes en La Vanguardia, con el mismo título que encabeza estas líneas: “Empanada de laicidad”. Creo que merece ser comentada.

Tras confesar que en su “agenda vital” no tiene cita con Dios, “quizás porque amo mis dudas y mis miedos”, reconoce que en su casa monta un magnífico pesebre. Explica que sus hijos, educados en una escuela laica, conocen el simbolismo católico. “Cantan villancicos, se divierten preparando los Pastorets, y saben que Montserrat es, para una mayoría de los catalanes, una montaña de intenso contenido sacro. La “nadala del Rabadà”, cantada por los niños, es un momento álgido de nuestra Navidad familiar, que celebramos con dedicación. Nuestro comedor de casa convive, pues, en sana armonía entre una educación laica y una tradición católica, lo que somos y de dónde venimos, y en la suma de la identidad milenaria que nos acoge, y los valores modernos que nos atañen, está la ecuación que nos define: laicos de cultura católica. Por supuesto, forma parte de esos valores respetar otras religiones y culturas. Pero hay una enorme diferencia entre dejarse seducir por mundos nuevos, y no saber de qué mundo venimos. Y si Catalunya tiene mil años, su tradición católica los acompaña”.

Rahola continúa: “Todo esto que he escrito no parece suficiente para algunos comisarios de la tontuna políticamente correcta. La nueva religión, impuesta a golpes de una alarmante empanada ideológica, quiere borrar de un plumazo la tradición de siglos e imponer un libro de estilo, cuyos parámetros no son ni históricos, ni identitarios, sino estrictamente ideológicos. Tenemos que ser multiculturales por decreto, no fuera caso que millones de personas vinculadas a una historia de siglos molestaran a los ciudadanos que vienen de fuera. ¿Qué somos culturalmente católicos? Pues a borrarlo del mapa, para ser un poco musulmanes, judíos, budistas o seguidores de la bruja Lola y así, no siendo nada, somos de todo el mundo. La Arcadia feliz, en versión pijoprogre.

O lo que es lo mismo, la desnaturalización de una cultura, por la vía de la imposición política. El último ejemplo de esta tendencia a capar nuestra identidad cultural lo ha protagonizado el Consell Escolar de Catalunya, que acaba de aprobar una propuesta para cambiar el nombre de las vacaciones de Semana Santa y Navidad, por las de invierno y primavera. Para ir haciendo boca, algunas escuelas públicas ya han eliminado los pesebres y Els pastorets, y no sé si hacen el Ramadán para acabar de ser solidarios.

En fin, he escrito a menudo que me preocupa el relativismo ético de nuestra sociedad. Y así es. Pero no sé si me preocupa aún más la tontuna ideológica”.

Y el artículo termina así: “Porque entre los que "tanto me da", y los que me da tanto, que saco las tijeras, capo la cultura de siglos e impongo un paternalismo estúpido, vamos mal por ambos lados. Del tantsemfotisme, al pijoprogresismo, la pregunta es quién resulta más peligroso para una sociedad. Y la respuesta es fácil: ambos son igual de letales”.

Considero que el sentido común más elemental fluye en esas líneas que, escritas por quien las suscribe, me parecen relevantes. Espero y deseo que las hayan leído en Barcelona y en Cataluña.

Mary Ann Glendon y la cultura provida, el mayor movimiento de base de nuestra época [sin el dinero de los ricos]

Artículo en www.aceprensa.com /fuente: first things/ jueves 22 de octubre de 2009

Mary Ann Glendon ha sido galardonada con el Proudly Pro-Life Award por su labor intelectual en defensa de la vida. En el discurso que pronunció, la célebre jurista de Harvard destacó la fuerza pacífica del movimiento pro-vida, nacido de la gente y sostenido por ella.

Mary Ann Glendon renunció el pasado abril al galardón que le iba a dar la Universidad de Notre Dame. Con este gesto, la profesora se negaba a avalar la concesión del doctorado honoris causa en la misma ceremonia al presidente Obama. A su juicio, una universidad católica no debería dar honores a un político partidario del aborto y de la investigación con células madre embrionarias (cfr. “Mary Ann Glendon planta a Notre Dame y a Obama”, Aceprensa, 28-04-2009).

Por el mismo motivo que rechazó ese premio, Glendon acepta ahora encantada el Proudly Pro-Life Award: “No hay ningún galardón que pueda significar tanto para mí como éste que me entregan mis compañeros de lo que mi amigo Richard John Neuhaus llamó ‘el movimiento de base más grande de nuestro tiempo’”.

Después de trabajar durante más de tres décadas en la causa pro-vida, Glendon tiene claro esto: “No podemos subestimar el poder de la cultura de la muerte. Durante todo este tiempo hemos aprendido que lo que es inimaginable un día, puede ser realidad al día siguiente”.

“Hace treinta años, ¿quién podía imaginar algo semejante al aborto por decapitación (partial birth-abortion)? Cuando me pregunto por qué hay tanta gente que no se da cuenta de que las atrocidades de hoy pueden convertirse en las rutinas de mañana, suelo llegar a una respuesta: en parte, el problema está en no comprender que las decisiones persisten”.

“Cada vez que decidimos hacer una política sobre el aborto, la eutanasia o la investigación con embriones humanos, estamos cambiando la ecología moral de nuestro país. Podemos estar contribuyendo a la cultura de la vida o a la cultura de la muerte. De nada sirve que los elitistas medios de comunicación, las poderosas fundaciones, o las rentables industrias del sexo y del aborto traten de ocultar la realidad”.

Sin el dinero de los ricos

“Lo que convierte al movimiento pro-vida en ‘el movimiento de base más grande de nuestro tiempo’ es su empeño por seguir adelante aunque no tenga el apoyo de los ricos y poderosos. Este movimiento avanza gracias a la dedicación de tantas mujeres y de tantos hombres –procedentes de todos los ambientes–, que nunca han dejado de testimoniar la verdad”.

Para Glendon, la caída del apoyo al aborto que se ha dado este año en Estados Unidos (cfr. “EE.UU.: crece la tendencia hacia la postura pro-vida en un año”, Aceprensa, 13-10-2009) pone de manifiesto que los esfuerzos de la gente corriente en defensa de la vida están dando frutos. “Estamos ganando la batalla de los corazones y de las ideas”.

Glendon atribuye este cambio de opinión hacia la postura pro-vida, el mayor que se ha registrado desde 1995, a la coherencia de las personas que integran este movimiento: “Nuestra defensa del no nacido es inseparable de la compasión con la que ayudamos a las mujeres, que son con frecuencia las segundas víctimas del aborto”.

“A diferencia del movimiento que se considera a sí mismo pro-choice, el movimiento pro-vida ha reflexionado mucho sobre la elección. Sabemos que las opciones duran. Sabemos que las decisiones individuales nos transforman en un tipo de persona, y que las decisiones colectivas nos transforman en un tipo de sociedad”.

Ver el discurso original publicado en First Things.

El síndrome de Simón: soltería, inmadurez y éxito


articulo de enrique rojas / escritor y catedrático de psiquiatría / www.elmundo.es / viernes 9 de octubre de 2009

El mundo se ha psicologizado. Los psiquiatras nos hemos convertido en los médicos de cabecera. Recuerdo cuando yo tenía 12 o 13 años, que en el colegio me decían mis com­pañeros: «Tu padre es el doctor de los lo­cos, qué terrible. ¿Cómo ha podido escoger esa especialidad?». Yo entonces no enten­día nada y pensaba que los estudios que había elegido mi padre eran demasiado duros. En la actualidad, los psiquiatras he­mos pasado de ser los doctores de los lo­cos, de los nervios, de los que están mal de la cabeza, a ser los de la conducta, auténti­cos médicos de cabecera. En esa trayecto­ria se resume lo que ha ocurrido con la psi­quiatría en los últimos 30 o 40 años en el mundo occidental.

Al mismo tiempo, estamos descubriendo enfermedades o trastornos psicológicos nue­vos que no existían hace unos años. Citaré tres como ejemplo: la anorexia / bulimia, que es la obsesión por no engordar, sufrida como una tiranía contra la comida, siempre cerca de la báscula. Otro nuevo mal es el pánico de los profesores a dar clase en los colegios pú­blicos: al haberse derrumbado el concepto de autoridad, por un lado, y al venir los alumnos asilvestrados de sus casas, el profesor tiene auténtico terror a dar clase ante la posibili­dad de ser agredido física o, lo que es peor, psicológicamente. En tercer lugar quiero exponer el caso del síndrome de Simón, que también es relativamente recien­te y que voy a tratar de definirlo de entrada y de especificarlo con detalle, de salida.

Se trata de un hombre, de 28 a 38 años aproximadamente, solte­ro o separado que pasa por solte­ro; inmaduro desdé el punto de vista sentimental -solo quiere pasar un rato con las mujeres, en plural- divertirse y jugar como un donjuán que sale y entra. Pe­ro no busca una mujer, sino que se busca sí mismo. Está obsesio­nado con el éxito -quiere triunfar, alcanzar una cota profesional al­ta y es capaz de sacrificarlo casi todo por esta subida de peldaños en su trabajo-. Y es finalmente un gran narcisista que se mira continuamente en el espejo. Se divide en cuatro modalidades de conducta.

1.-) Soltero. Para muchos la sol­tería es como un solar en el centro de una gran ciudad, que siempre puede venderse y que, a medida que pase el tiempo, se revaloriza. Tengo que hacer una crítica sobre este concepto: sólo quien es realmente libre es capaz de comprometerse. Perder la soltería por un amor fuerte, sólido, atrayente, suges­tivo, indica vida, fuerza y capacidad de arriesgarse. Muchos de estos jóvenes para­petados detrás de ese estatus se exhiben frente a las chicas buscando mostrarse, des­filar por la pasarela de los que «están libres» y después que puje la que más fuerza tenga para llevarse el trofeo.

2.-) Inmaduro. Los sentimientos son estados de ánimo, positivos o negativos, que nos con­ducen a acercarnos o a alejarnos del objeto que aparece delante de nosotros. Son la vía regia de la afectividad, el camino trillado más frecuente. Voltaire era racionalista y Rousseau, sentimental. Leibniz decía que tout sentiment est la perception confuse de une vente, es decir, que todo sentimiento consis­te en la percepción confusa de la verdad.

El sentimiento es la forma habitual y ordi­naria de vivir los afectos. Son bloques infor­mativos que nos orientan en la vida. Son una vía de conocimiento y un termómetro de nuestra vida privada. Son como un ordena­dor que evalúa y nos da la cuenta de resulta­dos de nuestra vida y milagros, de nuestra afectividad. El principal sentimiento es el amor, que se abre en abanico, repleto de ma­tices: amar, desear, querer, sentirse atraído, buscar, tener en la cabeza, necesitar, estar to­do el día pensando en alguien... El análisis esta lleno de dificultades.

Tener madurez sentimental significa ser capaz de estar abierto a dar y recibir amor, a la posibilidad de descubrir otra persona a la que entregarle los papeles del tesoro escon­dido, dándose por entero a ella y elaborar un proyecto común. Enamorarse es crear una mitología privada con alguien. Hay dos no­tas esenciales: tener admiración y sentir una fuerte atracción. Es decirle a alguien: «No entiendo mi vida sin tí, eres parte funda­mental de mi proyecto».

En el síndrome de Simón nos encontramos con una persona que puede tener una ade­cuada madurez profesional -ama su trabajo, lo cuida, lo cultiva-, pero que no tiene madu­rez afectiva: no sabe qué es el mundo senti­mental, ni expresar sentimientos, ni que el amor es un trabajo de artesanía psicológica, desconoce que los sentimientos hay que tra­bajarlos con dedicación y esmero, porque si no se volatilizan. El inmaduro no sabe dar ni recibir amor y sobre todo no sabe cómo man­tenerlo.

En estas características del paciente Simón asoma, emerge, salta y se levanta huracana­do otro cuadro clínico que se desgaja de este y que remata la faena del siguiente modo: commiment panic syndrom, el síndrome del pánico a comprometerse con otra persona. Me decía un joven de 35 años que lleva sa­liendo dos años con una chica, de su mismo nivel sociocultural, que ella le había propues­to casarse después de esos dos años de anda­dura y él respondió: «He tenido ansiedad, pe­llizco gástrico, dificultad respiratoria, pelliz­co en la tripa y un gran miedo, porque yo creo que no estoy pre­parado y que lo que quiero es se­guir por el momento así, hasta que pase el tiempo. No me veo en condiciones adecuadas para dar un paso tan serio»Se han multiplicado los hom­bres que se adscriben a este te­rror al compromiso con otra per­sona. La sociedad actual ha ido fabricando cada vez más hom­bres inmaduros -que no muje­res-, que viven centrados en sus trabajos, en sus amigos, salir y entrar, algo de cultura y pasarlo bien. Son los tiempos que corren. La mujer sabe mucho más de los sentimientos que el hombre y quiere buscar un amor verdade­ro, auténtico, para siempre, pero se ha producido en los últimos tiempos lo que yo llamaría una cierta socialización de la inma­durez sentimental en el hombre, divertida y escandalosa, jugueto­na y dramática, banal y kafkiana. Esto es lo que hay.

3.-) Obsesionado con el éxito:

La prioridad de esa persona es fundamentalmente encontrar una posición económica adecua­da. Y sacrificarlo todo por ese objetivo. Hago una enmienda a la totalidad: es evidente que es importante trabajar el proyecto profesio­nal, pero que ése sea el único elemento fun­damental parece pobre, flaco, poco consis­tente. La parte tomada por el todo.

Hay otro factor escondido tras esta obse­sión, que es el culto al cuerpo. Es algo que provoca en muchos casos una cierta fobia al tipo corporal propio e incluso a las partes fa­ciales -a esto se le llama clínicamente dismorfofobia- Esto lo saben bien los médicos de cirugía estética, pues buscan una inter­vención quirúrgica que palie esa impresión subjetiva.

4.-) Narcisista: el narciso es una planta exó­tica con hojas largas, estrechas y puntiagu­das que crece en la cercanía de los lagos y se inclina como si se mirara en el espejo que el agua le ofrece. Plotino hablo del mito del narciso: cuidar tanto la fachada^ la portada o la apariencia lleva a producir una idolatría de lo exterior.

Narcisista es el que tiene un amor y una preocupación desordenado hacia si mismo, y que vive en, por, si, sobre, tras la cima de una autoestima cada vez mas grande. El narcisis­ta gira permanentemente sobre sí mismo, siempre preocupado por causar una buena impresión a la gente que le rodea y además reclamando elogios, admiración y reconoci­miento. El patrón de conducta se vertebra en torno a la necesidad de reconocimiento por parte de la gente de su entorno.

De esta secuencia descriptiva asoma el complejo de superiori­dad. Es un sentimiento que hace que ese sujeto se vea muy por en­cima de los que le rodean, hay una seguri­dad y una arrogancia enormes. El narci­sista es vanidoso y sus afirmaciones pre­tenden siempre imponerse al resto. Se trata de una persona muy pagada de sí misma que necesita cada vez más elogios y todo le parece poco en ese sentido, pretenciosa, creída y petulante. Y cuando se le pregunta su opinión por alguien tiende a la descalifi­cación inmediata y rotunda del otro. Los narcisistas suelen ser tipos hipermimados y superprotegidos. Están muy acostumbra­dos a recibirlo todo de palabra y de hecho, a no ser corregidos ni criticados por sus progenitores.

¿Qué criterios se siguen para diagnosticar a un narcisista? Representan un patrón ge­neral de grandiosidad, necesidad de admira­ción, sufren falta de empatia con los demás, fantasías de éxitos ilimitados y son fatuos y engreídos. Siempre esperan recibir un trato de favor especial y si este no se da, decae su interés por esas personas.

Esta tetralogía -soltero, inmaduro, obsesi­vo y narcisista-, constituye una sinfonía de instrumentos desafinados, un tipo de hom­bre que ha construido su personalidad con unos materiales de poca solidez, pero que de lejos brilla, suena, asoma e interesa, aun­que de cerca sea una modalidad nueva del hombre light, una versión de los albores del siglo XXI.

Lo psiquiatras somos perforadores de su­perficies, nos metemos debajo de la conduc­ta para descubrir qué se esconde tras ella y desenmascarar a la persona para captarla en su realidad. Y en la otra cara de la moneda está la mujer soltera, sana y normal, que quiere encontrar un hombre adecuado, con el que compartir su vida, un amor para siempre, sin fecha de caducidad.

Veo cada vez más a muchas mujeres de­sencantadas ante este tipo de hombre, que me dicen lo siguiente: «Yo busco un tío que venga con los deberes hechos, no quiero un adolescente que tenga que educar como si fuera su madre». Este síndrome fue descrito por un médico americano, Mark Gorney, ci­rujano práctico.

Todos tenemos tres caras: lo que yo pienso que soy (autoconcepto), lo que otros piensan de mi (imagen) y lo que realmente soy (la verdad sobre mi mismo).

¿Qué educación sexual deseo para mis hijos?


artículo de la psiquiatra miriam grossman, extraído de www.aceprensa.com / fuente: www.imfcanada.org / miércoles 9 de septiembre de 2009

Tras ejercer durante doce años como psiquiatra en la UCLA (University of California, Los Angeles), Grossman comprobó el desconcierto con que se mueven la mayoría de los jóvenes en el ámbito de la sexualidad. Ella misma se sintió frustrada al ver cómo, paciente tras paciente, se repetían los mismos errores que terminaban en enfermedades de transmisión sexual, trastornos emocionales e incluso infertilidad.

“No podía hacer mucho por ellos. Eran jóvenes que estaban muy bien informados y que se preocupaban activamente por su salud. Cuidaban la alimentación, hacían ejercicio, evitaban fumar y tantas cosas. Pero en el terreno de la sexualidad asumían todo tipo de riesgos. Así que empecé a preguntarles sobre la educación sexual que recibían en clase”.

A partir de estos testimonios, Grossman llegó a la conclusión de que los jóvenes estaban prácticamente desprotegidos. Este fue el título de su primer libro: Unprotected: A Campus Psychiatric Reveals How Political Correctness in Her Profession Harms Every Student. En el que ahora acaba de publicar analiza el material pedagógico que utilizan los alumnos: páginas webs, libros, folletos, guías, vídeos…

Lo primero que sorprendió a Grossman es la falta de conocimiento sobre los fundamentos del desarrollo evolutivo de niños y jóvenes, así como de los últimos descubrimientos de la neurobiología. “Los profesores de educación sexual insisten en que los adolescentes tienen, al igual que los adultos, la madurez suficiente para tomar decisiones responsables. El problema, añaden, está en que les falta la información suficiente y no utilizan preservativos”.

“De manera que la propuesta de estos ‘expertos’ para reducir las enfermedades de transmisión sexual y el número de embarazos adolescentes es: más información y más condones. Pero las investigaciones recientes de la neuropsicología no respaldan esta postura. Ahora sabemos que las malas decisiones de los adolescentes proceden no de la falta de información sino de la falta de criterio. Y sólo hay una cosa que cura esto: el tiempo”.

Otro dato básico que omiten la mayoría de los manuales sobre educación sexual es la mayor vulnerabilidad biológica de las chicas a las enfermedades de transmisión sexual. Tampoco se dice a los chicos que el sexo oral suele ir asociado al cáncer de garganta. “No hace falta repetir que se trata de una información de vida o muerte; ocultar estas cosas es el colmo de la irresponsabilidad”.

En lugar de informar sobre los riesgos, algunas organizaciones americanas como Planned Parenthood o SIECUS (Sexuality Information and Education Council of the US) “se limitan a repetir que la adolescencia es el tiempo idóneo para explorar nuevas prácticas sexuales, o que los niños tienen derecho a expresar su sexualidad en cualquiera de las formas que se les ocurra”.

Para Grossman, “este mensaje promueve el libertinaje sexual, no la salud sexual. Es pura ideología, no ciencia. Y cuando el libertinaje sexual pasa a primer plano, la salud sexual se resiente. Ahí están, para demostrarlo, las alarmantes cifras de Estados Unidos sobre enfermedades de transmisión sexual, infecciones por VIH, embarazos adolescentes y abortos”.

El enfoque ideológico de la educación sexual se observa también en el papel que los educadores atribuyen a los padres. Grossman dice que en este punto hay mucha doblez: “Cuando los educadores hablan ante los medios o en los materiales destinados a los padres, siempre destacan que la educación sexual empieza en casa y que los padres son los principales educadores en este terreno. Sin embargo, los materiales didácticos que utilizan los niños trasmiten un mensaje muy diferente”.

“El 90% de los padres quiere que sus hijos retrasen las relaciones sexuales, y confían en que quienes imparten la educación sexual les van a ayudar a reforzar ese mensaje. Hay organizaciones como SIECUS que se comprometen a difundirlo, pero luego no lo hacen”.

Aunque la situación que describe Grossman es bastante cruda, su libro también transmite esperanza. “La buena noticia es que todos estos problemas de salud sexual pueden ser evitados en el 100% de los casos. Los padres pueden hacer mucho por sus hijos. Cada vez más, sabemos que los hijos se sienten muy influidos por los valores y las expectativas de sus padres. En el libro recojo numerosos estudios que demuestran el efecto positivo que tiene en los hijos un estilo educativo que sabe combinar la comprensión con la autoridad”.

----------------------

NOTAS

You’re Teaching My Child What?: A Physician Exposes the Lies of Sex Ed and How They Harm Your Child, Regnery Publishing. Washington, DC (2009).

jueves, 22 de octubre de 2009

Identidad eclesial


artículo de jose ramón villar / decano de la facultad de filosofía de la universidad de navarra y consultor de la conferencia episcopal española para relaciones interconfesionales / miércoles 21 de octubre de 2009

Desde hace años, amplios grupos de ministros y de fieles anglicanos habían manifestado sus dificultades con las decisiones y la praxis de su Comunión Anglicana sobre la ordenación de mujeres, la ordenación de personas con homosexualidad activa, etc. Tras estas cuestiones sufrían un serio problema de identidad eclesial. Esos fieles anglicanos (grupos y comunidades, parroquias, etc.) tomaron la iniciativa de solicitar su plena incorporación a la Iglesia católica. Por otra parte, la Santa Sede ha querido actuar con gran delicadeza hacia la Comunión Anglicana, como se deduce del largo tiempo que ha llevado el proceso. Es muy significativa la nota conjunta del arzobispo católico de Westminster y del primado de la Iglesia de Inglaterra, el arzobispo de Canterbury, publicada con esta ocasión.

Lógicamente la incorporación a la Iglesia católica es una decisión individual. Lo novedoso de este caso es que no se trataba sólo de peticiones individuales, pocas o muchas. Lo nuevo era el deseo de estos fieles ex anglicanos de incorporarse a la Iglesia católica manteniendo comunitariamente aspectos de la identidad anglicana en la que han recibido y vivido la fe cristiana. Esos aspectos son principalmente de carácter litúrgico (celebraciones) y espiritual (oraciones, etc.). La Iglesia católica, como se ve, no ha tenido inconveniente en aceptar ese deseo, pues siempre han existido en ella, y existen actualmente, distintas tradiciones litúrgicas (rito bizantino, rito copto, rito latino etc.) y espirituales, o diversidad de disciplina canónica (latina u oriental), etc. Esta diversidad es una riqueza compatible con la unidad en la común fe católica.

Para responder a ese deseo, el Papa, según afirma el cardenal Levada, «ha introducido una estructura canónica que provee a una reunión corporativa a través de la institución de Ordinariatos Personales, que permitirán a los fieles ex anglicanos entrar en la plena comunión con la Iglesia católica, conservando al mismo tiempo elementos del especifico patrimonio espiritual y litúrgico anglicano».

La fórmula institucional de un Ordinariato Personal es parecida, sigue diciendo el cardenal Levada, a los Ordinariatos Militares. Los católicos que son militares, como es sabido, reciben la atención pastoral de la diócesis donde viven, o también de la pastoral castrense, debido a las situaciones profesionales en que a menudo se encuentran. Análogamente, este Ordinariato Personal permitirá que esos fieles sean «unos más entre los demás católicos» de sus diócesis, si vale la expresión, y a la vez con una estructura pastoral que les permita cultivar unas tradiciones legítimas en el seno de la Iglesia católica.

Nota sobre el paso de fieles anglicanos a la Iglesia católica

cardenal joseph levada, prefecto de la congregación para la doctrina de la fe / fuente: vatican information service (Vis) /martes 20 de octubre de 2009

El cardenal William Joseph Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y el arzobispo Joseph Augustine Di Noia, O.P., secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, explicaron esta mañana durante un encuentro con periodistas la nota sobre los Ordinariatos Personales para los anglicanos que entran a formar parte de la Iglesia católica.

El cardenal Levada comentó una nota informativa de su dicasterio en la que se dice que "la Iglesia católica responde con una Constitución Apostólica a las peticiones dirigidas a la Santa Sede de grupos de clérigos y fieles anglicanos de diversas partes del mundo, que desean entrar en la plena y visible comunión con ella".

"En esta Constitución Apostólica -dijo-, el Santo Padre ha introducido una estructura canónica que provee a una reunión corporativa a través de la institución de Ordinariatos Personales, que permitirán a los fieles ex anglicanos entrar en la plena comunión con la Iglesia católica, conservando al mismo tiempo elementos del especifico patrimonio espiritual y litúrgico anglicano. Según el tenor de la Constitución Apostólica, la atención y la guía pastoral para estos grupos de fieles ex anglicanos será asegurada por un Ordinariato Personal, del que el Ordinario será habitualmente nombrado por el clero ex anglicano".

"La Constitución Apostólica, que está a punto de publicarse, representa una respuesta razonable e incluso necesaria a un fenómeno global, ofreciendo un único modelo canónico para la Iglesia universal adaptable a diversas situaciones locales, y en su aplicación universal, equitativa para los ex anglicanos. Este modelo prevé la posibilidad de la ordenación de clérigos casados ex anglicanos, como sacerdotes católicos. Razones históricas y ecuménicas no permiten la ordenación de hombres casados como obispos, tanto en la Iglesia católica como en las ortodoxas. Por tanto, la Constitución determina que el Ordinario pueda ser o un sacerdote o un obispo no casado. Los seminaristas del Ordinariato se prepararán junto a otros seminaristas católicos, pero el Ordinariato podrá abrir una casa de formación para responder a necesidades particulares de formación en el patrimonio anglicano".

"Esta nueva estructura -continúa la nota- está en consonancia con el compromiso en el diálogo ecuménico, que sigue siendo una prioridad para la Iglesia católica, en particular a través de los esfuerzos del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos". En este sentido, el cardenal Levada señaló que "la iniciativa proviene de varios grupos de anglicanos que han declarado que comparten la fe católica común, como expresa el Catecismo de la Iglesia Católica, y que aceptan el ministerio petrino como un elemento querido por Cristo para la Iglesia. Para ellos ha llegado el tiempo de expresar esta unión implícita en una forma visible de plena comunión".

El purpurado subrayó que "Benedicto XVI espera que el clero y los fieles anglicanos deseosos de la unión con la Iglesia católica encuentren en esta estructura canónica la oportunidad de preservar aquellas tradiciones anglicanas que son preciosas para ellos y conformes con la fe católica. En cuanto expresan en un modo distinto la fe profesada comúnmente, estas tradiciones son un don que hay que compartir en la Iglesia universal. La unión con la Iglesia no exige la uniformidad que ignora las diversidades culturales, como demuestra la historia del cristianismo. Además, las numerosas y diversas tradiciones hoy presentes en la Iglesia católica están todas enraizadas en el principio formulado por San Pablo en su carta a los Efesios: "Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo".

"Nuestra comunión -concluyó el cardenal Levada- se ha reforzado por diversidades legítimas como estas, y estamos contentos de que estos hombres y mujeres ofrezcan sus contribuciones particulares a nuestra vida de fe común".

En una declaración conjunta, los arzobispos de Westminster y Canterbury, respectivamente Vincent Gerard Nichols y Rowan Williams, afirman que el anuncio de la Constitución Apostólica "acaba con un período de incertidumbre para los grupos que nutrían esperanzas de nuevas formas para alcanzar la unidad con la Iglesia católica. Toca ahora a los que han cursado peticiones de ese tipo a la Santa Sede responder a la Constitución Apostólica", que es "consecuencia del diálogo ecuménico entre la Iglesia Católica y la Comunión Anglicana".

"El actual diálogo oficial entre la Iglesia Católica y la Comunión Anglicana -subrayan los prelados- sienta las bases para que prosiga nuestra cooperación. Los acuerdos de la Comisión Internacional Anglicano Católica (ARCIC) y de la Comisión Internacional Anglicano Católica para la Unidad y la Misión (IARCCUM) establecen con claridad el camino que seguiremos juntos".

"Con la ayuda de Dios y de la oración -concluyen- proclamamos nuestra determinación para reforzar el mutuo compromiso actual y la consulta sobre éste y otros argumentos. A nivel local, con el espíritu de la IARCCUM, quisiéramos adoptar el modelo de reuniones entre la Conferencia de Obispos Católicos de Inglaterra y Gales y la Cámara Episcopal de la Iglesia de Inglaterra, centrándonos en la misión común".

Nadadores a contracorriente

artículo de juan manuel de prada / www.abc.es / sábado 17 de octubre de 2009

Escribía Chesterton que sólo quien nada a contracorriente sabe con certeza que está vivo. Se trata, desde luego, de un ejercicio nada plácido, pues la energía que el nadador a contracorriente emplea en cada brazada no se corresponde con un avance proporcional; y basta con que flojee en su ímpetu para que la tentación del desistimiento haga mella en él. Quien nada a favor de la corriente, en cambio, no tiene que molestarse en bracear; y ni siquiera es preciso que esté vivo, pues la corriente seguiría arrastrándolo como si tal cosa. Las grandes batallas del pensamiento, las conquistas que han ensanchado el horizonte humano, siempre se han librado a contracorriente; y, con frecuencia, quienes se atrevieron a protagonizarlas fueron contemplados por sus contemporáneos como retrógrados, incluso como peligrosos delincuentes. Pero, junto al rechazo o incomprensión de su época, estos pioneros que osaron contrariar el «espíritu de los tiempos» pudieron proclamar con orgullo que estaban vivos; y con su sacrificio irradiaron vida en un mundo acechado por la muerte, convocaron a la vida a quienes por cobardía, por estolidez, por conformidad con las ideas establecidas nadaban a favor de la corriente.

Así debió ocurrir con los primeros patricios que, en la época de máximo esplendor del Imperio Romano, empezaron a manumitir esclavos, como aquel Filemón que, siguiendo las instrucciones de San Pablo, decidió acoger a su esclavo Onésimo como si de un «hermano querido» se tratase. Cuando Filemón manumite a Onésimo, la esclavitud no era tan sólo una institución jurídica plenamente reconocida, auspiciada y protegida por la ley; era también el cimiento de la organización económica romana. Según establecía el derecho de gentes de la época, los esclavos eran individuos que, aun perteneciendo a la especie humana, no eran «personas» en el sentido jurídico de la palabra, sino «bienes» sobre los que sus amos podían ejercer un «derecho» de libre disposición. Los nadadores a contracorriente como Filemón alegaron entonces que, más allá de los preceptos legales, existía un estado de naturaleza que permitía reconocer en cualquier ser humano una dignidad inalienable; y que tal dignidad era previa a su consideración de ciudadano romano. Aquella subversión del sistema legal establecido ponía en peligro el progreso material de Roma; y quienes entonces nadaban a favor de la corriente se emplearon a fondo en el mantenimiento de un orden legal que favorecía sus intereses.

Tan a fondo se emplearon que la abolición de la esclavitud aún tardaría muchos siglos en imponerse; y no lo hizo hasta que el ímpetu pionero de nadadores a contracorriente como Filemón propició una metanoia social, un cambio de mente que antepuso ese meollo irrenunciable de humanidad que nos permite distinguir la dignidad inalienable de cualquier persona sobre los indudables beneficios económicos de la esclavitud. Y en el largo camino que condujo a esa conquista muchos Filemones fueron señalados como retrógrados, perseguidos y condenados al ostracismo.

Como ocurriera hace dos mil años a los primeros patricios romanos que empezaron a manumitir esclavos, ocurre hoy a quienes se oponen al aborto. Los nadadores a favor de la corriente los anatemizan y escarnecen, los calumnian presentándolos como detractores de los «derechos de la mujer», los caracterizan como sombríos «retrógrados» que amenazan el progreso social.

Pero, como aquellos primeros patricios romanos que reconocieron en cualquier persona una dignidad inalienable, quienes hoy se oponen al aborto no hacen sino velar por ese meollo irrenunciable de humanidad que nos constituye, que nos permite reconocer como miembro de la familia humana a quien aún no tiene voz para proclamarlo, que nos impone proteger la vida gestante, la más desvalida e inerme, como garantía de nuestra propia supervivencia moral, para que no nos ocurra lo que Marcel Proust denunciaba, al describir el clima de corrupción en el que se desenvolvían sus personajes: «Desde hacía tiempo ya no se daban cuenta de lo que podía tener de moral o inmoral la vida que llevaban, porque era la de su ambiente.

Nuestra época, para quien lea su historia dentro de dos mil años, parecerá que hubiese hundido estas conciencias tiernas y puras en un ambiente vital que se mostrará entonces como monstruosamente pernicioso y donde, sin embargo, ellas se encontraban a gusto».

El día en que nos encontremos a gusto en un ambiente vital que consagra el aborto como «derecho» habremos dejado de merecer el calificativo de humanos; porque simplemente habremos dimitido de la razón, que es -según nos enseñaba Aristóteles- capacidad de discernimiento sobre lo que es justo y lo que es injusto. Y cuando el hombre se desprende de la razón es como cuando las ramas se desprenden del árbol, que no les aguarda otro destino sino amustiarse. Cuando el aborto se acepta como una conquista de la libertad o del progreso, cuando se niega o restringe el derecho a la vida de las generaciones venideras, nuestra propia condición humana se debilita hasta perecer; y entonces nos convertimos, irrevocablemente, en esos nadadores a favor de la corriente que, sin advertirlo, aceptan su propia muerte con tal de no bracear. Porque muertos están quienes por cobardía, por estolidez, por conformidad con las ideas establecidas defienden el aborto; y también quienes con su silencio o indiferencia lo amparan, quienes con su anuencia sorda respiran sus miasmas, fingiendo que no les contagian.

A los soldados aliados que, en su avance hacia Berlín, liberaban los campos de concentración donde durante años se habían hacinado prisioneros famélicos, puras radiografías de hombre despojadas de su dignidad, no les estremecía tanto el espectáculo dantesco que se desplegaba ante sus ojos como la pretendida ignorancia de los lugareños vecinos, que habían visto llegar trenes abarrotados de presos al apeadero de su pueblo, que habían visto humear las chimeneas de los hornos crematorios, que habían visto descender la ceniza de los cadáveres incinerados sobre sus tierras de labranza y, sin embargo, habían fingido no enterarse de lo que estaba sucediendo ante sus narices.

Con esta nueva forma de holocausto que es el aborto ocurre lo mismo: llegará el día en que las generaciones venideras, al asomarse a los cementerios del aborto, se estremezcan de horror, como hoy nos estremecemos ante las matanzas que ampararon los totalitarismos de hace un siglo (sólo que, para entonces, las cifras del aborto serán mucho más abultadas, vertiginosas de tan abultadas); pero se estremecerán, sobre todo, ante la complicidad tácita de una sociedad que, dimitiendo de su humanidad, prefirió volver el rostro hacia otro lado cuando se trataba de defender la vida más inerme, que incluso aceptó el aborto como un instrumento benéfico, entronizándolo en la categoría de «derecho».

A esas generaciones futuras les consolará, sin embargo, saber que, mientras muchos de sus antepasados renegaba de su condición humana, acatando la barbarie y bendiciéndola legalmente, hubo unos cientos de miles de españoles que el sábado 17 de octubre de 2009 salieron a la calle para gritarle a una sociedad que yacía agusanada en la tumba: «Levántate y anda». Y, agradecidos, comprobarán que, con su gustoso sacrificio de nadadores a contracorriente, aquellos cientos de miles de españoles irradiaron vida en un mundo acechado por la muerte.

Cada manifestante importa


Artículo de ignacio aréchaga / www.aceprensa.com/lunes 19 de octubre de 2009

Las estimaciones de los asistentes a la manifestación son, como de costumbre, tan dispares como interesadas. Desde el millón doscientos mil que dice la Comunidad de Madrid a los 265.000 según cálculos de El País. Pero, incluso aun en la estimación más baja, serían muchísimos, pues equivaldría a sacar a la calle toda la población de capitales como La Coruña o Granada.

En cualquier caso, se reconoce que ha sido la mayor protesta social contra el gobierno desde 2004, y una de las mayores manifestaciones de la democracia en España.

Por eso, más que la tarea imposible de contar los manifestantes, lo más significativo de la “demanda social” en este asunto es ver la capacidad de movilización de los adversarios y de los partidarios de la ley. El sábado 17 en la calle de Alcalá de Madrid desfilaron cientos de miles de personas, venidas de toda España, de lugares tan distantes como Cádiz y Lleida, después de fatigosos viajes en autobús, con críos de la mano y mochilas repletas. Gente que no era acarreada con viaje y comida gratis, como los que se llevan a los mítines de los partidos, sino que se pagaron el viaje de su bolsillo. No habían sido conducidos en masa, sino movilizados familia a familia, conforme al lema de la manifestación “cada vida importa”.

Los convocantes tampoco contaban con el apoyo y el dinero de los poderes públicos ni de los grupos mediáticos. Eran expresión de una iniciativa pro vida de la sociedad civil, surgida desde la base, y a menudo ninguneada desde arriba.

Si el gobierno está tan convencido de que la ley del aborto cuenta con un gran respaldo social, podría demostrarlo convocando una manifestación a favor, a ver cuántos venían. Como botón de muestra, hace unas semanas hubo una concentración de grupos feministas con esa intención, y solo reunieron el escaso número que puede caber en una foto de cerca para enviar a la prensa.

Un gobierno que asegura que la reforma de la ley del aborto va a añadir un nuevo derecho a la mujer, no puede ignorar que la manifestación estaba llena de mujeres que pedían apoyo para las madres con embarazos conflictivos, pero no un derecho a desembarazarse del niño.

Un gobierno que quiere que jóvenes de 16 y 17 años puedan abortar a espaldas de sus padres, debe tomar nota de la masiva y animada presencia de jóvenes, que se manifestaba en contra de la ley junto a sus padres.

Este gobierno, que hace gala de que ante la crisis económica no quiere dejar a nadie en la cuneta ni facilitar el despido, debería explicar porqué quiere abaratar el “despido libre” de ese ser indefenso que es el feto.

En vez de considerar el problema del aborto bajo el prisma ideológico de unos grupos radicalizados en su defensa de la libertad sexual, debería atender a esa demanda social más representativa que se manifestaba bajo los balcones del Ministerio de Igualdad.

sábado, 17 de octubre de 2009

La cultura del sexo de pago y la visión de la sexualidad

Artículo de ignacio arechaga/ www.aceprensa.com/miercoles 23 septiembre de 2009

¿Abolir o regular la prostitución? Periódicamente vuelve al escenario político español el debate sobre la prostitución, convertida en un fenómeno cada vez más abierto y extendido.

Los partidarios de la reglamentación consideran que se trata de un mal inevitable que más vale regular, para mejorar la situación de las prostitutas y erradicar el comercio sexual en la calle. Pero la experiencia de países que han optado por esta vía –Holanda, Alemania– indica que la situación de estas mujeres no ha mejorado y el comercio sexual se ha extendido.

Para los abolicionistas, una actividad degradante como esta no se puede regular laboralmente, porque va contra la dignidad de la persona y es una forma de explotación de la mujer. Incluso, las feministas más aguerridas dejan de ser “pro choice” en este caso, y aseguran que no hay prostituta voluntaria y que aquí no vale “mi cuerpo es mío y hago con él lo que quiero”. Lo de que el Estado no debe entrar en la alcoba deja de tener vigencia si se trata de la alcoba de un burdel. Y aunque sea un trato entre dos adultos que consienten, habría que echar mano del Código Penal para perseguirlo.

Un debate clásico y recurrente. No olvidemos que ya en 2007 una comisión Congreso-Senado, después de escuchar a un centenar de expertos, concluyó que la prostitución no debía considerarse un trabajo regulable, pero tampoco un delito si no es consecuencia del proxenetismo y del tráfico de personas. Así que sigue siendo un comercio ni prohibido ni regulado.

Cliente más joven

La única novedad es la “normalización” y extensión del fenómeno. La Policía Nacional estima que hay 2.500 clubs de alterne en España. Sobre el número de “trabajadoras del sexo” hay estimaciones muy variadas, pero todas se miden en decenas de miles, en un 90% extranjeras. Con este amplio abanico de oferta y a bajo precio, no falta clientela: según el Instituto Nacional de Estadística, el 27% de los varones de 18 a 49 años admite haber pagado por sexo alguna vez, y seguro que otros “saben pero no contestan”.

Tal vez el aspecto más revelador es que el cliente de la nueva prostitución es más joven, según mostraba un significativo reportaje en El País (15-01-2008). Si antes el cliente habitual era un varón casado y con cargas familiares, mayor de 40 años, ahora abundan los jóvenes de más de 20 años, con una media de edad de 30.

Son gente crecida en el desinhibido clima de la revolución sexual y convenientemente adoctrinada en la igualdad entre hombre y mujer. Pero no por eso hace ascos al sexo de pago. Cuando saltaron los tabúes sexuales en Mayo del 68, se nos decía que nuestra generación iba a tener la suerte de no hacer el debut sexual con prostitutas, sino con la novia o la amiga, gratis et amore; vamos, que los burdeles tenían los días contados. Pero una vez más la resaca de la revolución sexual nos ha devuelto a playas inesperadas, donde el sexo de pago y el de ligue no se excluyen.

Antes, o a la vez, de debatir sobre la regulación de la prostitución, habría que preguntarse qué visión de la sexualidad ha llevado a que el comercio sexual haya pasado de la marginalidad a la oferta masiva. Desde luego, no es una novedad en la historia, pero lo llamativo es que se haya normalizado cuando las condiciones socioeconómicas y culturales son más favorables para su retroceso.

La normalización

En el citado reportaje se observa la concepción del sexo que tienen los usuarios jóvenes de la prostitución, y que responde a ideas que están en el clima de la época. El sexo de pago ya no es un desfogue ocasional, sino una opción de ocio, normalizada y lúdica. Puede ser el modo de acabar la fiesta tras la discoteca, puede ser la moda de las despedidas de soltero o de las cenas de empresa, puede ser otro modo de seguir de copas. Tras colocar el sexo en el capítulo de diversiones, como hacen hasta algunos manuales escolares, no es extraño que haya gente dispuesta a pagar por ella.

Además esto responde a la cultura de la inmediatez, a la voluntad de obtener la satisfacción de forma rápida y sin esfuerzo, tan arraigada en el perfil de una generación no acostumbrada a esperar. La idea de que no hay sexo sin cortejo se queda para los urogallos. “Ligar cuesta mucho trabajo y además no tienes ninguna garantía de éxito”, dice un universitario en el reportaje. “Así que vamos al puticlub, pagamos y ya está. Es mucho más sencillo”.

Tan sencillo que no les preocupa en absoluto en qué circunstancias está la mujer que les presta el servicio. Explotada o voluntaria, es asunto suyo. Se saben de memoria el discurso sobre la igualdad y la dignidad de la mujer, pero en esos momentos la mujer es un objeto, mucho más que para las generaciones precedentes.

Si a esto añadimos el equívoco mensaje de series de televisión sobre el glamour de la prostitución de lujo o las páginas de anuncios de contactos y “chicas morbosas e inolvidables “ en la prensa más seria, no es extraño que esta actividad se haya “normalizado”. La prensa puede aducir la excusa –tan propia de prostitutas– de que las circunstancias económicas no le permiten dejarlo. Para condenar la prostitución ya están los editoriales, y siempre hay que respetar el muro entre redacción y publicidad.

Nadie piensa que el oficio más viejo del mundo vaya a desaparecer por decreto ley. Pero deberíamos plantearnos si la visión dominante de la sexualidad no está creando las condiciones mentales para que sea un negocio próspero.

El Sínodo de África y la (poca) información


Comentario de diego contreras / www.laiglesiaenlaprensa.com /

miércoles 14 de octubre de 2009

La primera semana de trabajo del sínodo africano ha mostrado que para buena parte de la prensa occidental África solo es tema de conversación cuando se trata de sida y preservativo, según la rigurosa perspectiva de una cierta mentalidad dominante occidental. Una muestra de ese silencio casi generalizado fue el escaso eco de la denuncia de mons. François Xavier Maroy Rusengo, arzobispo de Bukavu (R.D. del Congo), quien anunció que se veía obligado a abandonar el sínodo para regresar a su tierra, donde una parroquia acababa de ser incendiada, varios sacerdotes maltratados y otros secuestrados. “La Iglesia ha quedado como el único apoyo, que se pretende reducir al silencio, de un pueblo terrorizado, humillado, explotado, dominado.”

A pesar de esa deficiencia informativa, la segunda asamblea especial para África del sínodo de los obispos, que se inauguró en Roma el pasado 4 de octubre y concluirá el 25, está siendo una ocasión para reflexionar sobre los problemas y esperanzas de este continente, donde los católicos casi se han triplicado en los últimos treinta años, pasando de los 55 millones de 1978 a los 164 millones de hoy.

Muestra de esa vitalidad es también el hecho de que desde que celebró la primera asamblea africana, en abril de 1994, el episcopado del continente (528 obispos) se ha renovado casi por completo, y en la inmensa mayoría de los casos con obispos procedentes del clero local. El dato dramático es que en ese mismo periodo de tiempo han sido asesinados más de 520 misioneros, lo que indica que la tarea evangelizadora no se desarrolla siempre en medio de un clima favorable.

¿Se puede matar a uno para salvar a otro?


entrevista a robert spaemann /catedrático de filosofía en heidelberg y stutgart / www.almudi.org / miércoles 1 de octubre de 2008

La clonación humana se mueve en el terreno de la Biotecnología. Esto desata una vehemente discusión acerca de la legitimidad de las intervenciones sobre seres humanos. A continuación, transcribimos una conversación con Robert Spaemann, uno de los más destacados defensores de la vida, conducida por Susanne Kummer, publicada en el periódico austríaco "Die Furche" y traducida del alemán por el profesor José María Barrio Maestre, profesor de la universidad Complutense

En la discusión sobre la clonación terapéutica entra en juego la ponderación de los respectivos bienes. ¿Es defendible, desde el punto de vista ético, matar embriones a cuenta de la posible curación de enfermedades?

Todas nuestras acciones están sujetas a la ponderación de los bienes en juego. Pero ciertas omisiones son indispensables porque hay acciones que nunca deben ser realizadas. Si alguien me cuenta, por ejemplo, de un campo de concentración en el que se tortura, entonces ya no tengo que preguntar quién es torturado y por qué motivo, sino que puedo decir sin más que eso que ha sucedido es malo.

Si afirmamos que los embriones son seres humanos, entonces está claro que no puede haber motivo alguno para intervenir sobre ellos empleándolos como objetos auxiliares para otros hombres. Sin embargo, hay quien asevera que no puede atribuirse al embrión la dignidad humana.

¿Qué autoriza a atribuir el carácter espiritual al embrión, y con ello considerarle acreedor de la dignidad humana?

La experiencia de que cada hombre ha empezado de esa manera. Si el mundo sólo estuviera compuesto, por una parte, de hombres adultos que nunca fueron embriones y, por otra, de embriones que nunca crecerán, entonces podríamos afirmar: cabe prescindir de los embriones. Salta a la vista que carecen en sí mismos de la aptitud para desarrollar un ser inteligente. Pero esto sin duda no es así. Desde nuestro comienzo biológico ya somos seres espirituales. Todo hombre dice: he nacido en tal o cual fecha.

Y la madre habla al hijo de lo que le ocurría «cuando tú pataleabas en mi vientre». Para quienes sólo reconocen el ser personal a partir del comienzo de la actividad autoconsciente, este modo de expresarse resultaría completamente equívoco. Ellos deberían decir: «en aquel momento nació un organismo que más tarde llegaría a ser el sustrato de una autoconciencia, a saber, de la mía». La propia formulación nos muestra lo artificial que resulta la disección de cuerpo y alma. Es como si primero hubiera una máquina carente de espíritu en la que éste se introduce en un momento dado.

Vd. ha discutido duramente la tesis del ex-ministro alemán de Cultura Nida-Rümelin, para quien la dignidad de la persona humana está asociada a su capacidad de autoestima...

Si así fuera, tal como argumenta el Sr. Nida-Rümelin, habría que concluir que el hombre, aunque haya nacido, todavía no posee ningún derecho humano, ya que en el momento de nacer carece de autoconciencia y no es capaz de autoestima alguna.

Cabría incluso matar a niños de un año. Algunos han propuesto tomar como límite el momento del nacimiento. Mi objeción es la siguiente: ¿qué sucede entonces con un parto prematuro? ¿No merece ser protegido en el seno materno un niño de siete meses? En ese caso, el lugar más peligroso para el ser humano sería el seno materno, y sólo cabría desear que en lo posible todos vengamos al mundo mediante un parto prematuro. Esto es perverso.

Todavía está prohibido el diagnóstico preimplantatorio, pero se está abogando por él. ¿Existe algún derecho a tener un hijo sano?

Existe el justo deseo de tener un hijo sano, pero derecho propiamente no hay. Aquí se emplea un lenguaje torticero. «Derecho a un hijo sano» es una fórmula sugestiva con la que se discurre como si existiera la posibilidad de convertir en sano a un niño enfermo. En principio esto suena fantástico, pero en realidad la cuestión es completamente otra: ¿está permitido matar a un niño enfermo para tener uno sano? Naturalmente, este derecho no existe.

Muchos argumentan que la praxis del aborto elimina de facto la protección al embrión, de suerte que ya no es necesario apelar a ella. ¿Cómo juzga Vd. esta línea argumental?

En una sentencia todavía en vigor, el derecho constitucional alemán ha establecido que la vida humana debe ser protegida desde el primer momento de la concepción. En todo caso, en lo que se refiere a lo que el Tribunal Constitucional desarrolla en torno a las disposiciones jurídicas relativas al aborto, hoy ya no puede darse una seguridad completa. Hoerster ha señalado, con razón, esta contradicción.

Sin embargo, a mi juicio es inadmisible apelar a dicha contradicción para concluir que se debe renunciar a la primera premisa, es decir, la que se refiere a la protección de la vida, puesto que las disposiciones legales más recientes no están en consonancia con ella. ¿No será precisamente al revés? No es falso el principio de la protección a la vida, sino justamente las regulaciones legales posteriores.

¿Acaso no está el médico en peligro de entrar en un dilema moral si se opone a determinadas terapias?

La cuestión de hoy es la siguiente: ¿cómo entienden los médicos su propio trabajo? ¿Continúan firmemente sujetos a la ética médica tradicional según la cual deben ayudar a promover la vida, y no a destruirla? Hablar de dilema induce a error. No se trata de si el médico puede ser culpable o no. No hay ninguna culpabilidad necesaria. Si yo no presto una ayuda que no puedo prestar, entonces no soy culpable. Si yo sólo puedo ayudar a un hombre matando a otro, desde luego no puedo ayudarle. No soy culpable si no lo hago. No soy alguien como Dios, que pueda responder de todo.

¿Existen en su opinión omisiones necesarias?

Sí. En la historia de la ética europea, ya desde los griegos existe la convicción de que al hombre no le está permitido hacer ciertas cosas; de que hay acciones que no admiten deliberación. Esto siempre nos lleva a aquella sencilla fórmula: el fin no justifica los medios.

Nos hemos hecho a un concepto hipertrofiado de la responsabilidad, como si alguien pudiera ser responsable de todo lo que sucede. Esto no es cierto. Sólo somos responsables de lo malo que nosotros mismos hemos hecho, o de lo que nosotros hubiéramos podido impedir con medios lícitos.

La llamada a la ética hoy es más sonora que nunca. Sin embargo, no pocos piensan que la ética va renqueando, o en todo caso que mira siempre hacia atrás en vez de ir por delante...

Pienso que esa demanda de ética es incluso peligrosa. En realidad, se trata de una llamada a los especialistas en ética. Éstos deben decir hasta dónde se puede llegar. A mi juicio se ha producido una cierta perversión de lo que entendemos por ética. El ethos es algo que impregna y sostiene al hombre, lo que mantiene una comunidad humana. El ethos no se puede construir. Me parecen sin sentido fórmulas como, por ejemplo, la empleada por Hans Küng: «proyecto de ética mundial» (Projekt Weltethos). El ethos no puede ser un proyecto, puesto que se necesita para poder elaborar cualquier proyecto.

El problema ante el que hoy nos enfrentamos estriba en que el ethos tradicional se compone de normas de actuación que, a la vista de las nuevas situaciones, no parece que se puedan sostener. En tales casos hay que volver a las intuiciones fundamentales que sirven de base a nuestra actuación. No necesitamos un nuevo ethos, sino nuevas normas de aplicación de aquel que siempre nos ha servido para saber lo que era bueno o malo. No necesitamos médicos y expertos en moral; lo que hace falta es que haya médicos con moralidad.

¿Está Vd. entonces en contra de la bioética como rama especial de la ética?

La bioética no puede ser algo diferente que la aplicación de las intuiciones éticas fundamentales a situaciones cada vez más complejas. En esto, desde luego, hace falta gente especialista. Pero es importante no equivocarnos aquí: sólo porque haya gente que se ocupa de bioética no quiere decir que puedan saberlo todo. Si parten de un supuesto falso, obtendrán conclusiones igualmente falsas.

¿Qué recomendaciones daría Vd. al legislador?

Hay reglas muy sencillas. El legislador debe atenerse al principio fundamental de que no se debe matar seres humanos al comienzo de su existencia con el fin de que otros seres humanos puedan vivir mejor. El argumento de que al fin y al cabo esto ya pasa en el extranjero está muy gastado. Del hecho de que realmente lo malo suceda no puede inferirse que nosotros también tengamos que hacerlo. La dignidad humana no constituye el mal como imposible sino como injusto.

Por otra parte, el legislador debería impedir de manera estricta toda iniciativa de programar la identidad de las generaciones futuras.