Asociación Ronda80. Voluntariado

Blog para los voluntarios de la Asociación Ronda80 y público en general.
Contiene la agenda de actividades para voluntariado organizadas por esta asociación y una recopilación semanal de cinco noticias de interés que se envía por e-mail.

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viernes, 14 de diciembre de 2007

Siena 310

Ronda80
Siena newsletter
Cinco tendencias de actualidad para tus argumentos públicos
AÑO VII N 310 del 10 al 16 de diciembre de 2007



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"La barbarie silenciosa (el aborto libre en España)"
artículo de josé antonio zarzalejos, director de abc,
en abc domingo 9 de diciembre de 2007

Los decapitan, les succionan la masa cerebral, [...] y esa vida arrasada bárbaramente queda sin rastro. Así se practican abortos en unas clínicas de Barcelona a criaturas prácticamente a término -siete y ocho meses de gestación- y a otras cuyo derecho a vivir, aun no siendo viables fuera del claustro materno, está amparado por el artículo 15 de la Constitución española y por una ley natural inderogable y de vigencia universal.

En España -hay que afirmarlo desde el más básico conocimiento jurídico- abortar es delito. La ley de 1985 sólo -y ya es demasiado- despenalizó unos determinados supuestos. El tercero de ellos -riesgo real para la vida o la salud de la embarazada- ampara más del 97 por ciento de los abortos que se practican. Es obvio que se trata de un fraude de ley de proporciones incalculables y que, de hecho, está permitiendo que Cataluña en particular y España en general se hayan convertido en un macabro paraíso abortista al que acuden en sangrienta peregrinación miles de extranjeras en cuyos países de origen las leyes no son -como aquí ocurre- meros ornamentos legislativos.

Como bien recordaba el pasado viernes un lector de ABC, Julián Marías consideró la aceptación social del aborto como «el máximo desprecio de la vida humana en toda la historia conocida, y a la vez la negación de la condición personal». Así es. Una destructiva mentalidad sedicentemente liberal y progresista está usurpando el inicio de la vida y su final -mediante el aborto y la eutanasia activa- a sus propios titulares, imponiendo una abominable cultura de la muerte.

Ni existe un derecho de la mujer a su propio cuerpo para deshacerse de la vida que ella en un acto voluntario -sea o no imprudente, esa es otra cuestión- ha creado, ni tampoco se da facultad por parte de nadie para acortar de manera activa la vida de un enfermo o de un anciano aunque la esperanza de supervivencia haya desaparecido o resulte del todo improbable. Hay tramos de la existencia -la inicial y la terminal- a los que hay que aproximarse con un respeto ignífugo frente a las llamaradas insensibles que para, hipócritamente, superar la barbarie silenciosa descubierta ahora en Barcelona proponen una nueva ley de plazos que nos conduciría, ya sin eufemismos, a un sistema de aborto libre.

La circunloquialmente denominada «interrupción voluntaria del embarazo» es, hoy por hoy, o sigue siéndolo, motivo de abierto debate en todas las sociedades conscientes de la necesidad de preservar determinados valores cívicos. No es una estratagema «conservadora», como con manifiesta indigencia ética se trata de relativizar este asunto; tampoco la oposición al aborto es una imposición moral de carácter confesional -en este caso del catolicismo y, en general, del cristianismo-, y mucho menos se trata de una incomprensión inhumana hacia muchos dramas personales y familiares que conducen a mujeres indefensas, engañadas, solas y abandonadas a esas clínicas de exterminio.

Lo que se dilucida con el debate sobre el aborto es el modelo de sociedad y de convivencia que queremos construir; cuáles son los valores que debemos proteger mediante leyes justas y morales y qué medidas deben adoptarse para que el aborto no se convierta -como ahora ocurre- en una brutalidad de perfiles tan repugnantes que muchos medios de comunicación y la mayoría de los ciudadanos prefieren eludir para no enfrentarse a esa realidad que desafía a la conciencia colectiva.

Nada de lo que estamos conociendo tiene sentido social ni moral cuando existen medios anticonceptivos no abortivos para evitar la fecundación y cuando en España se mantiene una demanda abundante y constante de adopciones. Habrá, pues, que informar masivamente para evitar los embarazos indeseados y ofrecer métodos de barrera -desde luego nunca abortivos- cuyo coste sea mínimo o, a ser posible, gratuito. Y habrá que reconducir las peticiones de adopción, ahora dirigidas a terceros países, para facilitarla en España, aunque ello conlleve circunstancias emocionalmente más duras para la madre biológica y los padres adoptivos. Y habrá que invertir cuanto dinero sea necesario en una y otra iniciativa para evitar la lacra del aborto libre que -se admita o no- se ha instalado al amparo de un supuesto de despenalización que se ha comportado como cobertura para perpetrar demasiados desafueros.

Y habrá que aplicar la ley, lo que ahora no se hace. Hacerlo corresponde al Estado y, en particular, a los tribunales, que requieren de la alerta permanente de las fuerzas y los cuerpos de seguridad -tanto centrales como autonómicos-, pero también de los colectivos implicados, especialmente el de los médicos, que con aplastante mayoría se comportan conforme a las exigencias de su juramento hipocrático y se amparan masivamente en la objeción de conciencia.

La práctica del aborto se ha convertido, además, no sólo en una inmoralidad ontológica, sino también en un pingüe negocio. En las clínicas de exterminio desmanteladas en Barcelona, la tarifa que habían de abonar las embarazadas por deshacerse de su criatura aumentaba al mismo ritmo que el tiempo de gestación: feto de seis meses, seis mil euros; de siete meses, siete mil euros; y de ocho meses -sí, de ocho meses-, ocho mil euros.

Se calculaba, al parecer, el trabajo de la trituradora y, seguramente, el esfuerzo del verdugo cuando decapitaba a su víctima. Verdaderamente repugnante. Y sorprendente que la finísima piel de tantos colectivos cívicos se motee con urticarias por atentados ecológicos, culturales o sexuales y, en cambio, su epidermis parezca paquidérmica cuando ahí al lado, en la zona alta de la Ciudad Condal, y en tantas otras, se perpetra una barbarie que requeriría de un Truman Capote redivivo para relatarla con el énfasis de su legendario «A sangre fría».

No recurramos como paliativo a esta imperturbabilidad mediática y social ante estos crímenes a la perplejidad que causan o la atribución del ánimo escandalizado a una pulsión confesional. No hablamos de creencias -que también vendrían al caso-, sino de decencias; no hablamos de moral religiosa, sino de conciencia cívica; no escapemos de este macabro asunto por el portillo del drama personal de las embarazadas que abortan, porque de lo que estamos hablando es de los carniceros que las explotan y de la inacción con la que se olvida a las madres y la impunidad con la que actúan los victimarios.

España -recordaba en estas páginas el Secretario de Estado del Vaticano, Tarsicio Bertone, hace unas semanas- ha sido un «faro de civilidad» por los valores que, como sociedad, ha sabido proteger y aprehender en su convivencia. Los estamos perdiendo a una velocidad suicida y necesitamos una reposición de nuestra identidad colectiva con más urgencia que nunca.

El vanguardismo relativista y permisivo en que en estos años nos hemos enfangado no sólo merma nuestro crédito de solvencia común, sino que, además, nos comienza a restar autoestima. Los crímenes abortistas de Barcelona tendrían que constituir un aldabonazo en la conciencia social porque la brutalidad y vesania de esos carniceros no deja de ser un signo del despiadado momento en el que discurre nuestro convivir.

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"De la fe por nacimiento a la fe por elección. El caso de Suecia"
articulo de alejandra lemmo en www.aceprensa.com,
malmöe (suecia), martes 11 de diciembre de 2007

Aunque el luteranismo dejó de ser la religión oficial en Suecia hace ya siete años, sigue siendo la mayoritaria, con un 75% de la población, es decir, 6,9 millones de personas. En términos relativos ha perdido un 1%. Pero los que experimentan una conversión religiosa suelen sentirse atraídos por una fe menos desvaída, como la que se vive en el islam, el catolicismo o el judaísmo.

No hay estadísticas fiables de los conversos a distintas religiones o de los que vuelven a la original, pero sí se puede observar la atracción que produce el islam en los suecos nativos. Algunas de las cifras que se manejan son, por ejemplo, que alrededor de 3.500 personas han dejado la Iglesia sueca por el islam desde los años 60, cuando llegaron los primeros musulmanes a estas tierras. A partir de los 70 hubo sólo una decena de conversiones para luego continuar en aumento.

La causa de esta tendencia se encuentra lógicamente en la inmigración. Cuando se estudia en qué circunstancias un sueco nativo se hace musulmán, por lo general se trata de alguien cuya novia o novio es de esta religión. Son suecos que tienen amigos o novias musulmanes, y que quieren vivir como ellos, y se sienten identificados con reglas como las de no comer carne de cerdo o no beber alcohol. Un recién converso al Islam comentaba en una entrevista que lo que le llamó la atención definitivamente fue ver cómo los musulmanes viven la religión en su vida diaria. Actualmente hay unos 100.00 musulmanes en el país.

Un experto en sociología religiosa constata que muchos jóvenes actualmente buscan rituales o necesitan sentirse vinculados a una "comunidad". Buscan orden y seguridad, y encuentran un apoyo en la religión, ya sea el islam, el catolicismo o el judaísmo.

La responsable de prensa de la Iglesia católica en Suecia comenta que reciben por lo menos 100 conversos por año, la mayoría de los cuales provienen del luteranismo. Son personas que no están a gusto con el liberalismo de la Iglesia sueca, y que sienten a Dios más cercano en el catolicismo.

También hay conversiones al judaísmo, del orden de 10 a 20 personas al año.
De los musulmanes que se convierten al cristianismo rara vez se habla. Sin embargo también los hay. Y uno de ellos comenta que el mundo cristiano ha conseguido más desarrollo y no es tan autoritario, y desde su conversión ha encontrado mucha más libertad.

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"Afectividad: no busque la abstinencia, busque el amor"
articulo de meldy pelejo, en www.aceprensa.com
manila (Filipinas), miercoles 12 de diciembre de 2007

Un congreso internacional confronta programas dirigidos a educar mejor la afectividad juvenil. La capital filipina ha sido la sede del II Segundo Congreso Internacional sobre Educación en el Amor, Sexo y Vida (19-22 de noviembre), que reunió a un millar de personas que trabajan en la formación del carácter, provenientes de doce países y de diferentes sectores y religiones. El encuentro fue organizado por la Fundación EDUCHILD, Developmental Advocacy for Women Volunteerism, e Intermedia Consulting, entidad con sede en Roma.

Durante la reunión fueron presentadas una selección de iniciativas que han ayudado a los jóvenes a reducir y evitar comportamientos sexuales de riesgo.

La efectividad de estos programas ha probado que los jóvenes están dispuestos a escuchar y cambiar si padres, profesores y educadores trabajan de la mano. Entre estos programas se incluyen Protege tu Corazón (México), Educarse (Chile), Sex Respect ( EE.UU.), Choicez Media (Australia), Women's Foundation for World Peace (Taiwan), True Love Waits (EE.UU. y Filipinas), y I Am Strong (Filipinas).

En el congreso, bajo el eslogan "I Keep Love Real" ("Mantengo auténtico mi amor"), se ha lanzado una campaña dirigida a proteger a los jóvenes asiáticos de los elevados índices de embarazos de adolescentes, sexo antes del matrimonio y otros problemas asociados a comportamientos sexuales de alto riesgo.

Manuel Escueta, presidente de la Fundación EDUCHILD, explicó los métodos de esta iniciativa, que durará en principio cinco años. Durante los tres años siguientes al congreso se iniciarán o continuarán planes como los presentados. Los participantes podrán copiar cualquiera de los programas que consideren de mejor aplicación en sus países. En Taiwán y Hong Kong, por ejemplo, se pondrán en marcha sendas iniciativas inspiradas en I Am Strong. Además, se llevarán a cabo estudios e investigaciones que sirvan para conocer mejor a la juventud actual, y se evaluará continuamente cada programa para introducir mejoras.

Algo más que abstinencia sexual
Antonio Torralba es decano de la facultad de Ciencias y Letras de la Universidad de Asia-Pacífico en Manila. Como uno de los encargados del programa I Am Strong, explicó el énfasis en educación del carácter: "La educación en la castidad no se construye en el vacío. Tiene como premisa el esfuerzo personal para adquirir muchas otras cualidades: fortaleza, templanza, perseverancia, incluso un sentido de justicia social, y prudencia".

En cuanto a los programas basados en la abstinencia sexual que se centran solo en ayudar a los jóvenes a "evitar riesgos", dijo que "una posible razón por la que la educación en la abstinencia falla, cuando falla, es que está centrada en el sexo y basada en negaciones antes que en afirmaciones".

No por casualidad, el eslogan "I Keep Love Real" defiende la educación de los afectos y la voluntad como elementos esenciales de la educación del carácter. A lo largo del congreso, varios ponentes subrayaron el papel crucial de padres y madres para formar el carácter de sus hijos, para educarlos en la castidad y especialmente en el amor y la fidelidad de por vida.

Patrick Fagan, del Family Research Council (Washington), presentó unas estadísticas que mostraban que castidad y matrimonios estables están directamente relacionados. Un análisis de una encuesta nacional entre mujeres norteamericanas concluyó que de aquellas que solo habían tenido una pareja sexual en su vida, el 80% formaban parte de una relación estable. El porcentaje se reduce en el caso de aumentar el número de parejas sexuales, habitualmente previas al matrimonio.

La influencia de los padres
El papel de la religión en la familia para educar a los jóvenes no puede pasarse por alto. En la medida en que una madre practica más su religión –católica, protestante, musulmana o judía–, mejor es la relación con el marido y los hijos prosperan más. Cuando ambos padres practican, mejor es la relación y la mejora de los hijos, observó Fagan.

La relación con los padres también influye en la castidad adolescente. Otra encuesta entre adolescentes de EE.UU. señala que chicas y chicos que proceden de familias casadas intactas tienen menor número de parejas sexuales que sus compañeros que proceden de familias rotas.

Por ello, Thomas Lickona, profesor de Educación en la State University de Nueva York, afirmó que "los jóvenes necesitan sistemas adecuados de apoyo si se comprometen consigo mismos para ser castos. En un mundo hostil a una vida casta, familias, amigos, escuelas y comunidades deberían ofrecer a los jóvenes el ambiente para vivir la castidad".

Se recordó que es vital hacer ver a los jóvenes el cuadro completo de motivos por los que deben rechazar el sexo antes del matrimonio. Colleen Mast, fundadora de Sex Respect, dijo que ese marco es el amor. Educar a los jóvenes en el amor es más que decir no al sexo fuera del matrimonio. Más bien, requiere una profunda comprensión de la persona humana, del conocimiento del sexo opuesto, y del valor del compromiso y el matrimonio.

Se puede ayudar a los jóvenes a madurar en el amor enseñándoles a pensar críticamente frente a la simple respuesta a los impulsos. Los jóvenes quieren respuestas sobre el amor, la vida y el sexo, como reveló una encuesta entre jóvenes filipinos presentada en el congreso. Además, quieren que sus padres les orienten.

La juventud filipina
La encuesta se hizo con 4.000 bachilleres y universitarios de 13 a 24 años –con una media de edad de 17– de centros educativos públicos y privados. El 80% de los jóvenes filipinos encuestados consideran el sexo como un regalo especial para la persona con quien compartirán sus vidas. En otras palabras, quieren reservar el sexo para el matrimonio. De hecho, tres cuartas partes de los encuestados no habían tenido relaciones sexuales. Y una gran mayoría –80%– quieren saber cuándo están preparados para empezar a salir con jóvenes del otro sexo y cómo tener una cita sin contacto sexual, cómo pueden conocer mejor a su chico o chica, cómo manejar sus sentimientos, y cómo distinguir entre deseo, atracción sexual y amor.

Los resultados del estudio confirman la necesidad de desarrollar programas para la población joven basados en educación del carácter y no solo en información biológica. "Con demasiada frecuencia las políticas referidas a sexualidad adolescente están basadas en la agenda sobre planificación familiar de entidades internacionales", afirmó el Dr. Torralba, codirector del estudio. Pero la agenda de "sexo seguro" no responde a la educación para el amor que reclama la juventud filipina.

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" El actual imperio de la ausencia"
articulo de vicente verdú, ensayista y crítico, en el país,
lunes 26 de noviembre de 2007

La huera condición de la política, la banalización del sexo, la indiferencia del arte y la trivialización del saber tiñen a nuestra época de una atmósfera de vacío. La existencia tiende sólo a durar más y mejor

La fascinación del público por la desaparición de Madeleine, la creciente valoración del trabajador de "lastre cero", sin compromisos, sin especialidad, sin hijos, sin arraigo, o incluso la próxima Bienal de São Paulo consistente en la exhibición de un espacio vacío, sin las esperables obras de arte, son muestras de un extraño auge de la ausencia. Otros tiempos se representaron a través de la histeria, hoy la patología psíquica tiene en su centro la depresión, la asíntota cero de la ilusión o del proyecto. Igualmente, mientras el cáncer o el sida simbolizaron un tiempo, el Alzheimer se alza ahora como la seña del nuevo padecimiento. A la multiplicación celular del cáncer o la invasión del virus se opone la dirección cerebral hacia la ausencia.

La falta, el vacío, la vaciedad, todo esto se reúne en una atmósfera de ausencia que, como una angustia fina, recubre la actualidad del espacio y ralentiza la acción. Así, la actual crisis financiera desarrolla la metáfora de una falta de fondos, un agujero en los deudores o un vacío de solvencia que se opone a la plenitud de la construcción inmobiliaria en el periodo anterior.

Ciertamente, todo sentimiento de ausencia se parece a un duelo, pero en la ausencia el objeto perdido no golpea duramente ni su dolor desespera, sino que el revés absorbe para sí mismo todo el consuelo. El objeto de la ausencia se ensimisma y segrega la sustancia sedosa que regula la intensidad de una soportable melancolía.

La sensación actual de ausencia se relaciona con la huera condición de la política, la banalización del sexo, la indiferencia del arte, la trivialización general del saber. Sin política, sin sexo, sin arte, sin maestros pensadores, en pleno apogeo de lo virtual, la impresión de pertenecer a este tiempo se confunde con la experiencia de un tránsito intestinal tan fluido que podría abocarnos al sumidero. O nos está colando ya.

No es para tanto. La ausencia se caracteriza por su inherente flacidez y el lacio mareo de su permanencia. Sin fuertes elementos de referencia no sabemos, efectivamente a qué atenernos pero también nos libramos de aquellos elementos macizos y graves capaces de laminarnos.

En la ausencia no hay totalitarismos ni verdades lapidarias, como tampoco se obtienen recompensas gloriosas ni sobresalientes opciones de salvación. Se vive como se habita, al punto de que la existencia tiende a ser una secuencia encarrilada a procurarse tan sólo las condiciones idóneas para durar más y mejor.

Desde la cultura de consumo, consolidada como la cultura total, hasta la "personalización" de las personas en busca de una identidad más apropiada, la biografía se encuentra suficientemente ocupada en rellenar ausencias. Ausencias que empiezan a manifestarse en la vida laboral, donde la mayor parte de la población, pese al aumento de la instrucción y sus opciones, no trabaja en casi nada que le llene y, en consecuencia, se alistan en especialidades y dedicaciones sólo para cobrar.

El trabajo, que lo fue prácticamente todo en el siglo XIX, perdió buena parte de su misión identitaria en la última parte del siglo XX y los ciudadanos fueron, poco a poco, pasando de productores, materiales y espirituales, a consumidores, materiales, espirituales y emocionales.

Pocos abrazan un destino familiar o profesional con fuerza y, en la holgura de ese abrazo, crece la fantasía de una felicidad basada en la variedad, la aventura simulada y la surtida composición del tiempo libre. Libre u ocioso, desocupado o vacío.

Así, el tiempo ausente (de trabajo, de obligación) va convirtiéndose en el ámbito más propicio para conseguir el simulacro de un yo más o menos diferente o tuneado. La briosa construcción de la identidad a partir del trabajo ("somos lo que hacemos", decía el marxismo) se suple con el diseño flexible de un personaje capaz de ser modulado por sus consumos y contraconsumos, los logos y los no-logos o anti-logos.

No hay ciudadanía política que llegue a gran cosa pero hay ciudadanos consumidores que piensan ser algo en la tarea de consumir. No hay sexo fuerte pero hay sexo muy surtido, incluido el no-sexo o el a-sex. No hay arte nuevo pero no falta forma de arte alguno y, en su exasperación, el arte de nada.

El mundo de la Red, como gigantesco paradigma de nuestro tiempo, coincide con el absoluto imperio de la Ausencia. Los nexos personales o comerciales, las web sociales, Google o las wikipedias crean el nuevo universo basado en el juicio de la muchedumbre, un saber magmático e inseguro como corresponde a la ausencia de autoridad en el conocimiento.

Todo el mundo parece presente en la comunicación electrónica pero, a la vez, se traduce en una descomunal constelación de fantasmas. Centenares de millones de personas en MiSpace, Google o YouTube, todas ellas sumándose como intangibles en el planeta de la ausencia. No se trata, sin embargo, de zombies de cuyo rastro se desprendiera un aroma funerario, sino de seres tan extraños como impalpables, tan inesperados como volátiles. Con una particularidad adicional: su apilamiento no produce, su concierto no clama, su presencia se corresponde con el exacto tamaño de su ausencia.

Podemos sentirnos multitudinariamente comunicados, pero basta un clic para provocar la desaparición de lo presente y obtener la sensación de haber abandonado parte del mundo o haber elegido su disipación. Esta facilidad que cruza de lo presente a lo ausente y de lo importante a lo más trivial, se corresponde con la escasa densidad de la presencia.

De hecho, los objetos, las ideas, las religiones, las películas o los móviles, las estaciones o los acontecimientos, pesan cada vez menos. Y apenas valen nada. Los relojes o los periódicos, las enciclopedias o los bolsos, casi cualquier cosa se regala por cualquier pretexto y los promotores inmobiliarios de la crisis han comenzado a donar coches, aparcamientos y larguísimos viajes que ahora circulan con low cost y conocimiento turístico cero.

Todo el conocimiento, turístico o no, ha venido a cebarse de ausencia. El empleo se posa con igual liviandad que la identidad o la pertenencia. La pérdida de territorialidad y fijeza de los empleados se dobla hoy con los cientos de millones de emigrantes arrancados de sus patrias y creando día tras día una masa ingente que vive y respira en permanente estado de ausencia.

El grado de disponibilidad para cambiar la presencia por la ausencia de prejuicios, fidelidades, hábitos o lealtades, define el carácter imperante en nuestros tiempos. La facilidad del cambio, la facilidad de las transferencias, reconversiones, destrucciones y restauraciones, expanden el efecto y la autoridad de las ausencias.

¿Conmemoraciones? ¿Memoria histórica? ¿Reciclajes? ¿Vintages? El pretérito siempre ha pasado dejando una oquedad pero su ausencia aumenta o decrece de acuerdo al impulso de cada época. Descompuesto el proceso histórico, exasperado el presente, declarado el instante perpetuo, la ausencia es la sombra genuina del momento.

¿La muerte? La muerte no. La ausencia es un sucedáneo de la mortalidad y ya no morimos, nada muere, sólo se sufre el mal de la obsolescencia y se queda arrinconado o ausente. Se habita, en fin, sin la tortura del duelo, sólo entre una angustia que no sobrepasa la náusea benévola, aunque constante.

El malestar en la cultura que diagnosticaba Freud no era otra cosa que el malestar de otra ausencia. El flujo de la gran decepción tras constatar que las conquistas científicas y técnicas "no habían sabido elevar la satisfacción placentera que exige la vida".

Ahora, tras la inédita corpulencia de los avances tecnológicos, tras la tumba del comunismo, entre la aparatosa y sofisticada teatralidad del consumismo, hemos reingresado en una nueva hospitalización. No parece desde luego tan grave como la caída de una civilización pero significa un estado cultural de continua ansiedad que no encuentra remedio en objeto alguno. El objeto, el sexo, el padre, la vocación, han ido deshaciendo su cimentación hasta fomentar que el planeta flote sobre la delgada superficie de su plasma y la realidad funde su visión en ese caldo que humea. O, también, que apoye su voz en la gran caracola de los media donde un son vaciado de todo proyecto se complace en la nacarada angustia de su ausencia

1 comentario:

Anónimo dijo...
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