Asociación Ronda80. Voluntariado

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jueves, 28 de abril de 2011

Por encima de las historias me interesan las personas

entrevista de boquerini a roland joffe/ magazine imagenes /martes 1 de marzo de 2011



Haciendo una pausa de «Singularity», la película que rueda en la India, y de paso hacia China, el director Roland Joffé (Londres, 1945) ha parado en Madrid para hablar de «Encontrarás dragones», la película que ha hecho en torno a la vida de san Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, una superproducción que va mucho más allá de la típica vida de santo y que se estrena en España , un mes antes que en Estados Unidos.



¿Qué referencias tenía de Josemaría Escrivá y del Opus Dei antes de meterse en el proyecto?

Sabía que existía el Opus. Era consciente del debate que se había dado sobre su canonización. Yo había tenido un pequeño encuentro con el Opus cuando estudiaba en la universidad, a través de una residencia regentada por el Opus. Me aloje allí y me echaron porque me retrasaba mucho por las noches. Fueron amables, eso sí, pero yo entonces era demasiado joven y demasiado salvaje.



¿Qué le enganchó del proyecto?

El proyecto me aparecía una y otra vez y lo rechacé tres veces. Uno de de los productores insistía. Y me explicó el proyecto. Yo le dije: No se puede hacer una película sobre un santo. La santidad es algo interior. ¿Por qué iba a hacer una película sobre un tema que es interior? Ya en casa me disponía a escribirle una carta agradeciéndole el ofrecimiento y sugiriéndole que otro director lo haría mejor cuando, en un DVD sobre la vida de san Josemaría que había puesto sin prestarle mucha atención, me llamó la atención una joven que entre muchas personas le decía: soy judía pero me quiero convertir al cristianismo. Y esto a mis padres les sienta muy mal. Y Josemaría le dijo: obedece a tus padres. Si llevas a Dios en el corazón eso es más que suficiente. No requiere que disgustes a tus padres. Me impactó lo que vi. Fue un momento muy sofisticado por su parte. Y pensé: un hombre que supo distinguir entre ideología y humanidad y que entendía el dilema del ser humano. En ese momento vi la escena como director de cine. Pensé que una escena de este tipo querría hacerla. Rompí la carta que estaba escribiendo y escribí que me gustaría hacer una historia que representara lo dicho por Josemaría Escrivá de Balaguer. Uno de sus puntos de fe más fundamentales: la idea de que Dios existe en todos los aspectos de la vida cotidiana.



¿Qué ideas buscó para desarrollar en esta historia?

La primera fue la pasión con que se lleva la idea de Dios en los momentos más duros y difíciles de la vida cotidiana. Pensé en hacer la vida de este hombre durante la guerra civil española con la pregunta de fondo: ¿dónde estaba Dios en esos años de la guerra? He intentado contar dónde pensaba Josemaría que podía estar Dios en estos años tan duros. A cada santo se le exige y se le hace una pregunta distinta según el momento de la historia, según cada país y cada lugar.



Esto podría ser una forma profunda de ver el papel que desempeña el santo. Mi segunda idea fue la tradicional o convencional del santo. Generalmente se ha presentado a los santos como personas sobrehumanas. ¿Cómo puede tener sentido esto? La idea general es que el santo dedica su vida a los demás. Hacer una historia sobre un santo hablando exclusivamente de él sería traicionar la constante de la santidad que es precisamente ocuparse de los demás, y especialmente en la de Josemaría Escrivá de Balaguer, por lo que era importante establecer un contexto temporal para el santo y hablar de aquello por lo que se peleaba en su momento, porque si Dios está en el mundo, entonces Dios está en esa pelea y esta tendría sentido para todas las personas del mundo. Mi último pensamiento fue que, en vez de ver la santidad como el final de una vida, mostrarla como una serie de acciones muy específicas. Un santo realiza muchas acciones a lo largo de un día que nada tienen que ver con ser santo: se enfada, se cae… nada tiene eso que ver con la santidad, pero hay momentos en que el hombre deberá superar sus limitaciones humanas. Todos estos puntos son como las perlas de un collar, una suma de actos individuales que conformarán un collar de santidad. Josemaría decía que cualquier persona era capaz de ser santo, lo que significa que cada uno de nosotros es capaz de realizar actos santos, que cada uno tenemos un collar con una serie de cuentas derivadas de ciertas circunstancias. Y así fue como llegue a la historia en que pude dramatizar las cosas que él decía en un contexto adecuado.



¿No le ha interesado mostrar qué fue de la vida de Josemaría Escrivá después de la guerra civil?

Quise honrar lo que pensé que a Josemaría le hubiese gustado. Mi interpretación de esa idea. No buscaba una apología de Josemaría, ni creo que a él le hubiese gustado, sino la esencia, aquello por lo que pasó, el momento en que se forma su personalidad. Y ver los efectos que esto tiene en otras personas, cómo su pensamiento y acciones se acaban desarrollando en las vidas de otros.



¿Usted sabe que Josemaría y el Opus Dei tienen actualmente una imagen, al menos, controvertida?

Sí, claro. ¿Pero qué cosa que valga la pena no tiene hoy ese efecto? Pero aquí también entra el tema del perdón. Esto es una pregunta que yo, como extranjero, le haría a España: ¿verdaderamente es bueno mantener vivas las «vendettas » de la guerra civil tantos años después? ¿Es esto creativo, productivo? ¿Es una forma de avanzar? ¿No sería hora ya que esa experiencia traumática que sufrió España, que no puede ser ignorada ni olvidada y a la que no se le puede restar importancia, habría que examinarla como experiencia humana, abandonando las posturas ideológicas? ¿Y acaso hay alguna experiencia humana que no sea imperfecta? Hagamos un vínculo común tomado de las imperfecciones imperfecciones. Yendo a una total honradez, nadie sale bien parado de una guerra civil. Nadie. Pero hay algunos que pueden salir más bellamente parados.



Uno de los problemas que se dio en aquella contienda familiar en un momento muy específico de la historia es que se impuso una especie de uniformidad del pensamiento que condujo a unos actos de irracionalidad tremendamente destructivos, con reverberaciones y ecos que perduran hasta el día de hoy.



Se ha dicho que su película quiere lavar un poco la imagen del Opus que mostraba «El código Da Vinci».

Sería una forma un tanto cara de lavarle la cara a alguien o a algo. Y además arriesgada. ¿Qué es el Opus Dei? No existe tal cosa como organización unificada, sino que son un grupo de personas con ideologías muy diferentes con un contexto común para las vidas que llevan como seres humanos. Sus vidas son muy diversas, filosóficamente y políticamente, cosa que Josemaría habría agradecido. Él nunca les dijo a las personas qué tenían que pensar.



¿Conoce la película española «Camino»?

Sí, he oído hablar de ella, pero no la he visto.



Se podría decir que usted, en «Encontrarás dragones», narra el inicio del Opus Dei, y «Camino» narra en lo que se ha convertido ahora.

Es una visión que puede ser crítica y perfectamente válida. En Encontrarás dragones ninguna empresa ni ninguna persona es perfecta. Hay algunos miembros del Opus que son más conservadores, otros menos, toda una gama de pensamiento. Pero a mí lo que me fascina es lo incipiente, el momento en que las cosas toman forma.



¿Dónde se rodó y cómo fue la ambientación?

La película se rodó en Buenos Aires porque hay edificios de la época mientras que Madrid ha cambiado mucho. Nunca se consigue algo perfecto pero sí que nos hemos acercado mucho a la época, tanto en la guerra como en los años 80. Para mí la ambientación es una de las claves de una película. Por ejemplo, en el caso de Los gritos del silencio, a uno de los que habían sido capturados por los khemeres rojos le preguntaron si lo que se veía en la película era exactamente lo que le ocurrió. Y respondió algo muy interesante: no es exactamente pero era así como sentíamos que era la realidad. La realidad tenía ese sabor. Cuando ruedas hay que recoger esos sentimientos e impresiones. La recreación de Madrid está cuidada con mucho detalle.



¿Cómo fue la elección de actores?

Busqué sobre todo la calidad del actor y qué cosas harían bien o se les daría bien decir en la película. No busqué un casting rígido sino que me guié por lo que cada uno podría aportar a la interpretación, teniendo en cuenta incluso sus propias propuestas filosóficas y su forma de ver la vida.



¿Y los españoles surgieron de un «casting»?

Algunos sí y a otros los tenía ya en mente. Mi forma de trabajar es un tanto extraña. Improviso mucho con los actores. Esto me ofrece un patrón en cuanto la química que van a tener unos con otros. Por ejemplo, en la familia de Josemaría, que busqué que hubiese una dinámica que funcionase bien.



¿Qué hay de verdad en la historia de Josemaría y su familia?

Está muy documentado. Hay mucho material que leer sobre su familia. Pero al final haces ficción con lo que piensas que pudo ser algún momento específico. En ese sentido, ¿quién de nosotros no es historiador? Hasta los propios historiadores se encargan de rellenar huecos y vacíos según sus interpretaciones. Cuando, por ejemplo, Josemaría se enfada por la muerte de su hermano y lanza un plato contra la pared, es un hecho real, está relatado. Su capacidad para enfurecerse es algo que también consta en testimonios. También está documentado el altísimo grado de amor que existía entre los miembros de la familia. Pero para abrir la historia he incorporado elementos ficticios basados a su vez en realidades de la época.



En una escena del Madrid en la guerra civil aparece una ikurriña en un balcón. Hubiese sido posible, pero no suena lógico.

Una película es siempre un juego. Yo no soy un creador de gran veracidad histórica y se me permite como director ciertas licencias, hilos que estaban a mi alcance y en algún momento lo cuelas. Por pequeño que sea el protagonismo. Y me pareció oportuno colarlo.



¿Se puede encontrar una línea común entre «Los gritos del silencio», «La misión» y «Encontrarás dragones»?

Sin duda. A mí por encima de las historias me interesan las personas. Las tres son historias de personas, que después hay que enmarcarlas en el contexto adecuado que las alimentan.



¿Es consciente de haber hecho una historia a contracorriente, sin efectos, persecuciones y con la vida de un santo, algo insólito en el cine de hoy?

Ese era el reto. Pero nunca me he movido por las modas. Respeto el cine que hace cada uno, pero a mí la historia de una persona, en su complejidad y con muchas aristas, es mucho más rica y mucho más atractiva para llevar al cine que un superhéroe o personajes sin matices. Hay que olvidarse de la noción de un ser humano perfecto y ser un poco más humildes. Todo ser humano caga antes o después; es lo que tenemos todos en común. Esto permitiría perdonar un poco más y criticar un poco menos.



¿Qué está rodando en La India?

Es una bellísima historia de amor. Estoy en pleno rodaje. Se divide entre escenas en India en 1790 y en Australia en el 2020. Es un viaje entre el amor, la física cuántica y el tiempo.

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