Asociación Ronda80. Voluntariado

Blog para los voluntarios de la Asociación Ronda80 y público en general.
Contiene la agenda de actividades para voluntariado organizadas por esta asociación y una recopilación semanal de cinco noticias de interés que se envía por e-mail.

Calendario

domingo, 25 de abril de 2010

Poner a Dios cercano


Artículo de Javier Echevarría, prelado del Opus Dei / www.abc.es

/martes 20 de abril de 2010

Se cumplen ahora cinco años de la elección del Cardenal Joseph Ratzinger como sucesor de San Pedro al frente de la Iglesia Católica. El 2 de abril de 2005 había fallecido Juan Pablo II. Las televisiones efectuaron un despliegue informativo sin precedentes. Y en medio de aquel clima de conmoción y de cariño hacia el Pontífice difunto, que aleteaba todavía por las calles de Roma, el 19 de abril de 2005 vimos por vez primera la figura amable del nuevo Papa en el balcón central de la Basílica de San Pedro.

Entre los motivos de reconocimiento a Benedicto XVI, quisiera resaltar su acción constante por dar a conocer al Dios cercano. Esta expresión -tomada del título de un libro del Cardenal Ratzinger sobre la Eucaristía- es también un modo afectuoso de hablar del Creador, que la fe nos muestra amoroso y próximo, interesado por la suerte de sus criaturas, como afirmaba un santo de nuestros días. En efecto, San Josemaría recordaba con frecuencia que, en medio del ajetreo cotidiano, a veces «vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado. Y está como un Padre amoroso -a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos-, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando» (Camino, 267).

Dios, que no se halla sujeto al tiempo, asume el tiempo en Jesucristo y se entrega a la humanidad. Como recuerda a menudo el Papa, Dios se ha hecho hombre para que nosotros pudiéramos más fácilmente acogerlo y amarlo. Y, a lo largo de estos años, ha mostrado de modo incisivo, incansablemente, que Dios es Amor y que no se comienza a ser cristiano como fruto de una decisión ética o de una gran idea, sino por el encuentro con una Persona -Jesús de Nazaret- que abre un nuevo horizonte a la vida (Deus Caritas est, 1). En un mundo en el que Dios podría aparecer ausente o alejado, desentendido de los hombres, la catequesis del Papa lo acerca a la vida cotidiana, al caminar del hombre y la mujer del siglo XXI.

La tarea apostólica del cristiano consiste precisamente en ayudar a los demás a conocer a Jesús en medio de su existencia ordinaria, para que encuentren a Dios y hablen con Él en todo momento -no sólo en las circunstancias dolorosas-, conjugando un «Tú» y un «yo» llenos de sentido. Un «Tú» que, para los católicos, adquiere su máximo trato en el sacramento de la Eucaristía, fuente de la vida de la Iglesia.

Para quien se esfuerza en «vivir» la Santa Misa, cualquier actividad humana noble puede adquirir -por decirlo así- una dimensión litúrgica, precisamente por esa unión al Sacrificio de Cristo. Con este horizonte, las tareas familiares, profesionales y sociales que ocupan la mayor parte de la jornada de un ciudadano no le apartan del Señor; al contrario, las incidencias, las relaciones y los problemas que esas actividades llevan consigo pueden alimentar su oración. Apoyados en la gracia, hasta la experiencia de la debilidad, los contratiempos, el cansancio que conlleva todo esfuerzo humano, nos hacen más realistas, más humildes, más comprensivos, más hermanos de los demás. Y cualquier posible éxito y alegría, para quien camina al paso de Dios, es ocasión para dar gracias y recordar que hemos de estar siempre a su servicio y al de nuestros hermanos. Vivir en esa amistad con Dios -recuerda Benedicto XVI en su última encíclica- es el modo de transformar los «corazones de piedra» en «corazones de carne» (cfr. Ez 36, 26), haciendo la vida terrena más «divina» y, por tanto, más digna del hombre (Caritas in veritate, 79).

Jesús recorre los caminos de Palestina y advierte enseguida el dolor de sus contemporáneos. Por eso, cuando se conoce y ama al «Dios cercano», el cristiano no permanece indiferente ante la suerte de los demás. Es el «círculo virtuoso» de la caridad: la cercanía de Dios alimenta la cercanía con los hombres, provoca «la disponibilidad con los hermanos y una vida entendida como una tarea solidaria y gozosa» (Caritas in veritate, 78).

Al contrario, la lejanía de Dios, la indiferencia hacia el Creador, conduce antes o después a desconocer los valores humanos, que pierden entonces su fundamento. «La conciencia del amor indestructible de Dios es la que nos sostiene en el duro y apasionante compromiso por la justicia, por el desarrollo de los pueblos, y en la tarea constante de dar un recto ordenamiento a las realidades humanas. El amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos» (Ibidem).

¿Cómo concibe Benedicto XVI su misión de cabeza de la Iglesia universal? En la Misa de comienzo del Pontificado, explicaba que la tarea del Pastor podría parecer gravosa, pero en realidad se alza como una tarea «gozosa y grande, porque es un servicio a la alegría de Dios, que quiere hacer su entrada en el mundo». En aquella misma ocasión afirmaba que «nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo», y «nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con Él» (Homilía, 24-IV-2005). Así entiende su misión el Papa: comunicar a los demás la alegría que procede de Dios. Suscitar en el mundo un nuevo dinamismo de compromiso en la respuesta humana al amor de Dios.

En estos cinco años de pontificado, no le han faltado al Papa ataques provocados por quienes están empeñados en arrojar al Creador del horizonte de la sociedad de los hombres; tampoco han estado ausentes los sufrimientos ante la incoherencia y los pecados de algunas personas llamadas a ser «sal de la tierra» y «luz del mundo» (Mt 5, 14-16). Nada de eso ha de extrañarnos, pues las dificultades forman parte del itinerario normal del cristiano, ya que no es el discípulo más que su maestro, como anunció Jesucristo: «Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15, 20). Al mismo tiempo, no olvidemos lo que añadió el Señor: «Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra» (Ibidem).

Aquí reside el optimismo indestructible del cristiano, alentado por el Espíritu Santo, que no desampara nunca a la Iglesia. Historia docet: ¡cuántas veces, en el curso de veinte siglos, se han alzado voces agoreras, anunciando el fin de la Iglesia de Cristo! Sin embargo, a impulsos del Paráclito, superadas las pruebas, se ha mostrado luego más joven y más bella, más llena de energías para conducir a los hombres por las sendas de la salvación. Lo hemos visto en estos años: la autoridad moral e intelectual del Papa, su proximidad e interés por los que sufren, su firmeza en la defensa de la Verdad y del Bien, siempre con caridad, ha fortalecido a hombres y mujeres de todas las creencias. El Romano Pontífice sigue siendo un foco que ilumina las intrincadas vicisitudes terrenas.

En el cumplimiento de mi tarea episcopal, millares de personas de buena voluntad -católicos y no católicos, también numerosos no cristianos- me han confiado que las respuestas sólidas y esperanzadoras de Benedicto XVI ante los diversos dramas de la Humanidad han supuesto para ellos una confirmación en el Evangelio, o un motivo de acercamiento a la Iglesia y, sobre todo, un renovado interés por aproximarse al «Dios cercano» que el Papa proclama. Somos muchos los que nos sentimos diariamente enriquecidos por este anuncio alegre de Benedicto XVI, sazonado por la luz de la fe, expuesto con todos los recursos de la inteligencia, con un lenguaje cristalino y con el testimonio de su relación personal con Jesucristo. Que el Señor nos los conserve por muchos años como guía de la Iglesia, para bien de la Humanidad entera.

El complicado oficio de Joseph Ratzinger


artículo de rafael navarro-valls, catedrático de derecho de la universidad complutense/ www.elmundo.es /lunes 19 de abril de 2010

Cuando vio inevitable su elección –ahora se cumplen cinco años–, el entonces cardenal Ratzinger exclamó: «Señor, no me hagas esto...». ¿Por qué? Ante todo, por la responsabilidad abrumadora que se le venía encima. Luego, porque sabía que los 265 personajes que le habían precedido en la Sede de Pedro pasaron por todo tipo de situaciones, algunas dolorosas. Hasta 36 antipapas quisieron romper una cadena que arranca de un pescador de Galilea, algunos Papas sufrieron martirio, otros fueron expulsados de Roma, los más fueron calumniados, algunos vivieron épocas en que todo se derrumbaba a su alrededor: los Estados, la cultura y las costumbres. Buen conocedor de la Historia de la Iglesia, Ratzinger sabía que en los 2.000 años de papado había acontecido de todo: «lo mejor y lo peor», por decirlo con Mathieu-Rosay.

En todo caso, hace un lustro cayeron de golpe sobre el cardenal Ratzinger las tragedias, errores y aciertos, alegrías y tristezas de más de1.100 millones de católicos. Se entiende su congoja inicial, que superó con valentía. Desde su elección ha sufrido el ataque combinado de los nuevos medios de acoso modernos. Me refiero al mediático, a las amenazas de reprobación de los Parlamentos (España, Bélgica) e incluso a las sombras de querellas criminales (Turquía, Reino Unido).

Ante ellos ha aderezado la serenidad con una rara cualidad: convertir en diálogo los momentos de dificultad. Así pasó con el incidente de Ratisbona, que aceleró el proceso de conversaciones con los musulmanes; con el caso Williamson, que acabó con una visita de Benedicto XVI a la sinagoga de Roma; con la acogida en la Iglesia católica de miles de anglicanos, que se ha convertido en un gesto ecuménico de primera magnitud. Por no hablar del penoso affaire de los abusos sexuales de algunos clérigos, que le ha dado ocasión de iniciar una profunda reforma en el proceso de selección y formación del clero.

El error de los propagandistas del pánico moral es creer que su táctica contra el celibato dará fruto. Permítanme que disienta. Cuando se han dado ataques contra el celibato en épocas históricas pasadas, la reacción de la Iglesia ha sido reafirmarlo. Así, la penosa situación en esta materia de muchos clérigos en el siglo XI-XII, dio lugar a la vigorosa reforma gregoriana que lo purificó. El ataque luterano al celibato sacerdotal dio ocasión a la reforma de Trento que, entre otras cuestiones, volvió a vigorizarlo.

Por lo demás, para valorar a un determinado Papa hay que proyectar el reflector sobre la misión para la que fue elegido. El entonces cardenal Ratzinger no lo fue en 2005 como mero gestor o consejero delegado de una compleja y gigantesca institución. Fue designado para guiar a la Iglesia Católica hacia el horizonte al que mira desde hace 2.000 años.

Con este objetivo es razonable el mensaje de sus primeros y principales escritos, centrados en redescubrir el Amor de Dios (Deus Caritas est) y el amor al hombre en su dignidad, que históricamente es el destino manifiesto de la Iglesia. Su afirmación de que la Iglesia lo que necesita hoy es santidad, no management, apunta como una flecha a ese blanco. Blanco que incluye, claro está, la lucha contra la pobreza y la injusticia (Caritas in Veritate).

No es fácil esta tarea, pero tampoco nadie ha dicho que el oficio de Papa lo sea.

La lección comunicativa del Papa


Comentario de diego contreras / www.laiglesiaenlaprensa.com /miércoles

21 de abril de 2010

Los expertos dicen que en las situaciones de crisis hay que tener presente lo que ocurre y ha ocurrido en la realidad (los hechos), y la percepción que la gente tiene de los que ocurre o ha ocurrido (lo que publican los medios). La acción comunicativa se dirige a los dos niveles.

Esto provoca que a veces se tomen iniciativas, se hagan declaraciones, gestos, etc. pensando solo en el nivel mediático. No hay que extrañarse de que, en ocasiones, esas medidas puedan aparecer a algunos un poco “falsas”, pensadas para la galería. Evidentemente, una comunicación bien llevada pide que también esas acciones sean verdaderas y no solo cosméticas.

Las iniciativas de ese segundo nivel no son, por tanto, negativas, al contrario: Juan Pablo II era un maestro en ese tipo de gestos. Pero eran gestos espontáneos, sinceros, que nunca usó (que yo recuerde) como atajo para contrarrestar las críticas a su persona.

Durante estas semanas, no han faltado presiones para que Benedicto XVI actuara en ese segundo nivel para salir al paso de la "crisis mediática" en torno a los abusos de menores. Se le pedía que llevara a cabo alguna acción llamativa, como podría ser un “mea culpa” personal o algo así. El Papa no ha caído en esa trampa.

Contrariamente a lo que podrían pensar algunos, me parece que la acción del Papa está siendo impecable en este sentido. Como escribí a propósito de la carta a los católicos de Irlanda, resulta evidente que el Papa sigue una línea pastoral, no “táctica”.

Posiblemente pueda mejorar la maquinaria comunicativa de la Santa Sede, pero el Papa está en su sitio: está dando la cara, interesándose por el dolor de las personas y poniendo los medios a su alcance para que esos crímenes no se vuelvan a repetir. Es decir, está más concentrado en el primer nivel: resolver el problema. Toca a los demás traducir eso al segundo nivel: hacer que se entienda y valore lo que está haciendo.

Cristianos en tierra hostil


reportaje de paula rosas desde fez/ www.diariosur.es / lunes 5 de abril de 2010

La comunidad católica de Marruecos crece pese a que es fuertemente perseguida bajo la acusación de hacer proselitismo

Fuad sonríe y toca de forma distraída la pequeña cruz de plata que le cuelga del cuello. «A mí me bautizaron en el mar», dice con una risa un tanto nerviosa. «Pero mis 'hermanos' -Fuad señala a Yunes y Amal, dos jóvenes amigos con quienes comparte almuerzo en su vivienda de Fez- recibieron el bautismo en un cuarto de baño».

A pesar del hostigamiento policial y del miedo al rechazo social e incluso a la agresión física, el número de conversiones al cristianismo aumenta de manera discreta cada año en Marruecos, donde viven su fe de manera semiclandestina. La Constitución establece que el islam es la religión del Estado, pero garantiza la libertad de culto y no castiga la apostasía o la conversión.

Sin embargo, la última oleada de expulsiones de cristianos extranjeros, acusados de hacer proselitismo, ha puesto de manifiesto que el régimen no está dispuesto a permitir que nadie «sacuda la fe de los musulmanes», como señaló el propio Ministerio del Interior.

El pasado 8 de marzo una veintena de evangélicos de diferentes nacionalidades que regentaban un orfanato en la localidad de Aïn Leuh, en el Medio Atlas, fueron expulsados de Marruecos. Las autoridades locales les acusaron de intentar alejar a los niños del islam, violando así el artículo 220 del Código Penal, que castiga con penas de hasta tres años de cárcel el proselitismo. Las redadas continuaron en los días siguientes en puntos tan distantes como Marrakech o Larache. Oficialmente, se ha obligado a salir del país a veintisiete personas, aunque algunas fuentes como la Alianza Evangélica Española elevan hasta setenta los afectados.

«Desde entonces, la Policía me ha llamado varias veces para preguntarme sobre otros extranjeros... Intentan que suene informal, pero es un interrogatorio en toda regla», se queja Fuad. Tanto él como su mujer, la sudafricana Johnetta, están acostumbrados a ver agentes de paisano sentados en el café de debajo de su piso.

Su hogar es una de las 'casas-iglesia' que utiliza su comunidad religiosa para congregarse. A pesar de existir más de setenta templos cristianos en el país magrebí, los conversos casi nunca acuden a ellos. «En las viviendas hacemos lo mismo que se hace en la iglesia, alabamos a Dios, cantamos, rezamos los unos por los otros y leemos la Biblia», explica Fuad. Los grupos son siempre reducidos, de no más de ocho personas, para no llamar la atención.

Es difícil saber cuántos conversos hay en Marruecos. Entre el revuelo que han causado las expulsiones, algunos medios locales han llegado a hablar de 45.000 cristianos. «Hay quien está interesado en inflar las cifras para convencer a la gente de que hay un problema y hacerlo explotar», asegura Matteo Revelli, párroco de la iglesia católica de San Francisco de Asís en Fez.

Algunos analistas, como el politólogo Mohamed Darif, achacan la oleada de redadas contra los cristianos al mayor control de la esfera religiosa que ha demostrado el reinado de Mohamed VI. En su intento por atar corto al islamismo radical, el Estado lucha contra el proselitismo cristiano y deja sin argumentos «a los islamistas que critican la permisividad con los misioneros evangélicos», argumenta Darif en las páginas del semanario 'Tel Quel'.

Falsos conversos

El padre Matteo es consciente del peligro que supone acoger a marroquíes en la iglesia. «En cualquier momento te acusan de proselitismo y te cierran el templo», explica desde la sacristía. El párroco no se fía de nadie. «Muchas veces viene gente pidiendo una Biblia o me dan su teléfono para que les llame... Pero podría asegurar casi al cien por cien que son espías», dice el italiano, que atiende una comunidad de doscientas personas en Fez, todos extranjeros.

Yunes, convertido hace dos años al cristianismo, no puede ocultar su enfado. «Las autoridades nos ridiculizan y ningunean. Dicen que los extranjeros vienen a confundirnos, a jugar con nuestras mentes, incluso han llegado a decir que nos ofrecen dinero», critica el joven. «Estamos hartos. Queremos que el Gobierno entienda que nadie nos manipula. Somos marroquíes y cristianos. La iglesia marroquí existe», afirma con solemnidad. Amal, que apenas acaba de cumplir 20 años, escucha con atención y asiente. Su familia aún no sabe que hace un mes que abrazó la fe cristiana, y teme su reacción. «No son muy practicantes, pero, para ellos, convertirse al cristianismo es una especie de traición», asegura la joven.

«Puede que vayamos a la cárcel, que nos despidan, que nos peguen, que nos persigan como a los cristianos de la Biblia. pero es un precio que estamos dispuestos a pagar para defender nuestra fe», añade Fuad. «Es nuestro derecho».

Para la felicidad no es necesario estar soltero o casado, sino vivir con amor o sin amor


noticia / www.aciprensa.com /jueves 23 de abril de 2010

Jutta Burggraf, teóloga alemana y presidenta del Simposio de Teología "Conversión cristiana y evangelización" de la Universidad de Navarra, ha señalado que "es posible encontrar la felicidad en el celibato", un asunto cuestionado últimamente por algunos medios de comunicación en una frontal campaña contra el Papa y la Iglesia.

Según Burgraff, "la cuestión clave para la felicidad no creo que sea, necesariamente, estar soltero o casado, sino vivir con o sin amor"."El célibe ha escuchado una llamada específica de Cristo, y se apoya en la ayuda todopoderosa de Dios, no en la propia excelencia", precisó. [El amor, y no el matrimonio, es la clave de la felicidad]

Asimismo, aludiendo al tema del simposio, Burggraf recordó que "por conversión podemos entender aquel giro radical en la vida de una persona tras su encuentro con Jesucristo" por lo que subrayó que "la fidelidad al Evangelio exige cambios en la vida de los cristianos". "El mensaje cristiano siempre resulta actual y fascinante: hay un Dios que ama a cada persona y nos quiere felices ahora y eternamente. Quien cree esto es más capaz de relativizar las dificultades del día a día", agregó.

domingo, 18 de abril de 2010

En la Iglesia católica no hay más abusos que en otros ámbitos


comentario en www.aceprensa.com / fuente: www.newsweek.com

viernes 16 de abril de 2010

Las historias que han emergido estos días sobre abusos sexuales a menores dan la impresión de que este problema está mucho más extendido en la Iglesia católica que en otras confesiones o que en la sociedad en general. Sin embargo, los expertos consultados por Pat Wingert en un artículo para Newsweek (8-04-2010) afirman que no hay datos que permitan hacer tal suposición.

Wingert advierte que “no se ha hecho ningún estudio comparativo entre las distintas confesiones sobre abusos sexuales a menores, y solo la Iglesia católica ha proporcionado datos detallados sobre sí misma. Pero, sobre la base de informes y estudios realizados por diferentes confesiones en los últimos 30 años, los expertos que han investigado los abusos a menores ven pocos motivos para afirmar que este sea un problema especialmente de la Iglesia católica.

‘No vemos que la Iglesia católica sea un semillero de tales abusos o que tenga un mayor problema que los demás’, dice Ernie Allen, presidente del National Center for Missing and Exploited Children. ‘Puedo decirle sin la menor duda que hemos encontrado casos en muy distintos ámbitos religiosos, desde evangélicos a ministros de iglesias protestantes tradicionales, a rabinos y otros’”.

“Los expertos no coinciden a la hora de estimar la tasa de abuso sexual entre la población masculina americana, pero Allen dice que una estimación conservadora sería de 1 de 10. Margaret Leland Smith, investigadora del John Jay College de Criminal Justice, piensa que 1 de 5 sería una proporción más cercana a la realidad. Pero en cualquier caso, la tasa de abuso por parte de sacerdotes católicos no es mayor que estas estimaciones sobre la población en general”.

La mayoría de los que abusan de menores solo tienen una cosa en común: una relación preexistente con su víctima. “Aquí se incluyen, desde luego, sacerdotes, pastores y rabinos, pero también familiares, amigos, vecinos, profesores, entrenadores, líderes scouts, voluntarios de grupos juveniles, y médicos. Según los estudios del gobierno, tres cuartas partes de los abusos se producen en el entorno familiar o en el ‘círculo de confianza’ de la víctima”, en situaciones donde los mayores tienen un acceso fácil y legítimo al trato con los menores.

Según Wingert, un motivo por el que los sacerdotes han aparecido más en este problema es porque los casos de abusos salen a la luz por oleadas. “Una razón es porque las denuncias se producen tarde: menos del 13% de las víctimas de abusos ocurridos entre 1960 y 1980 presentaron denuncia en el año en que se produjo la agresión. Dos tercios presentaron sus denuncias después de 1992, y la mitad de estos entre 2002 y 2003”.

Otra razón es que como la Iglesia no ha sabido castigar a sacerdotes que cometían abusos, “muchos casos salen a la luz solo cuando un sacerdote es finalmente puesto al descubierto. Un solo sacerdote abusador con acceso a niños puede ser responsable de un montón de casos”. Según el estudio del John Jay College, 149 sacerdotes en EE.UU. fueron responsables de más de 25.000 casos de abusos en el periodo estudiado de 52 años.

Otros expertos sugieren otras razones para que se hable más de los abusos en la Iglesia católica que en otras confesiones. La Iglesia católica tiene muchas más escuelas y programas con niños, y también hay que tener en cuenta su gran número de fieles, el segundo en el mundo y el más grande en EE.UU. “Cuando se consideran los datos (de abusos) per capita, no creo que la incidencia sea mayor en la Iglesia católica que en otras confesiones”, dice Allen.

Intelectuales franceses: las simplificaciones y generalizaciones no se corresponde con lo que viven los cristianos católicos


comentario en www.aceprensa.com / fuente: www.appelaverite.fr

miércoles 14 de abril de 2010

La parcialidad en el modo de presentar en la prensa la respuesta de la Iglesia ante los casos de abusos a menores ha provocado ya una reacción de voces críticas. En Francia, se está difundiendo un llamamiento (www.appelaverite.fr) con firmas de intelectuales y personalidades de la sociedad civil, cristianos y no cristianos.

En el llamamiento se lee, entre otras cosas: “Los casos de paidofilia en la Iglesia son, para todos los católicos, un motivo de profunda pena y de gran dolor. Miembros de la jerarquía de la Iglesia han tenido, en algunos casos, graves incumplimientos y mala gestión, y celebramos la voluntad del Papa de hacer la luz sobre estos asuntos”.

Los firmantes se sitúan “del lado de los que sufren más por estos crímenes, es decir, las víctimas, rezando también por los culpables”.

Después de desear que “se haga toda la verdad” sobre este asunto, el texto prosigue: “Al mismo tiempo, rechazamos la precipitación y la escalada mediática que acompañan a estos casos. Más allá del derecho a la información, legítimo y democrático, tenemos que constatar con tristeza, como cristianos pero sobre todo como ciudadanos, que muchos medios de comunicación de nuestro país (y de Occidente en general) tratan estos asuntos con parcialidad, desconocimiento o satisfacción. Entre simplificaciones y generalizaciones, el retrato de la Iglesia que se hace actualmente en la prensa no se corresponde con lo que viven los cristianos católicos”.

Los firmantes declaran también su solidaridad con “tantos sacerdotes que llevan el mensaje de Cristo con coraje y a veces en la soledad”.

Entre los que han firmado el manifiesto se encuentran el escritor François Taillandier; el filósofo Jean-Luc Marion, de la Academia Francesa; los profesores de filosofía Rémi Brague y Chantal Delsol, miembros del Instituto; el matemático –premiado con la medalla Fields– Laurent Lafforgue; el actor Michael Lonsdale; Jacques Arénes, psicoanalista; Alain Joly, pastor luterano; Fabrice Hadjadj, ensayista y dramaturgo, hijo de padres judíos converso al catolicismo.

Junto a personalidades conocidas, entre las que no faltan periodistas, más de 29.000 firmantes han rubricado por ahora el llamamiento.

¿La iglesia es santa?


articulo de armando segura, catedrático de filosofía de la universidad de Granada / www.ideal.es /lunes 12 de abril de 2010

La Iglesia es santa. Y cada día es más santa. Es como un río de fuego que devora todas nuestras maldades, por eso, es precisamente, santa porque las devora. Luego ¿hay maldades? sin duda, los periódicos nos las arrojan al rostro todos los días como si las maldades fueran un escándalo para el fuego devorador. ¿Cómo va a serlo si ese río de fuego, está ahí, justamente, para devorarlas?

¿Cómo explicar que la Iglesia es la asamblea de los santos que fueron pecadores o de los pecadores que luchan para ser santos? Sólo interesan las estadísticas de los que caen y a ser posible, interesa divulgar sus nombres. Nunca, se difundirán, las de los que se levanten y menos aun, se difundirán sus nombres. Un buen tema de reflexión para el "New York Times" y sus imitadores.

La Iglesia no es un poder político indirecto que utilice la estrategia de la fe para incrementar su dominio. Mal negocio comprar lo fugaz a costa de lo eterno. La letanía de los que ven negro todo lo blanco y acusan a los demás de los escándalos que ellos mismos practican y fomentan. Les parece ser hipócrita, el mantener la diferencia entre el bien y el mal a costa de nosotros mismos. ¿Prefieren que lo malo pase por bueno y lo bueno por malo? ¿Son así más honrados?

La Iglesia llama al pan, pan y al vino, vino, aunque ese juicio recaiga sobre ella misma.

No somos tan tontos que no sepamos de la vida y de lo que hay por ahí. Son millones los que cada día se aprestan a ser mejores y sé disponen a hacer sus deberes: las madres de familia, que con riesgo de su vida o de su comodidad, tienen muchos hijos, afrontando burlas y chascarrillos; los trabajadores que asumen los chistes, sabiendo que Dios quiere hacer felices a sus hijos y quiere que los dejemos nacer, los enfermos y los sanos, los capacitados y los discapacitados, los ricos y los pobres, los parados y los pluriempleados. Una sola fe un solo bautismo. Miles de creyentes en todas las latitudes entregan su vida, a diario, por dar testimonio de que Cristo vive, y que la Iglesia tiene el secreto de la santidad porque guarda en su depósito la fe en la vida eterna.

Aquí no hay ninguno santo de nacimiento pero todos somos santos porque los sacramentos de la Iglesia nos hacen santos a diario, porque nos hacen participar de la santidad de Dios.

Hablamos por experiencia. Cuando una familia cristiana tiene seis o siete hijos, o más, se escandalizan. Sin embargo, cierran los ojos, sin compasión alguna, ante el millón largo de abortos anuales en España. Si pagamos impuestos, porque pagamos impuestos, si no nos permitimos ver todo lo que nos echan porque somos anticuados, si tras muchos años de trabajo logramos algún nivel social ¿Quién sabe cómo ha sido? Porque lo que no reconocerán nunca es que estén equivocados y que la fe sea más luminosa que la increencia. ¿Tan difícil es, aceptar que ver sea mejor que no ver?

Casos "de libro" son los dos últimos papas. Juan Pablo TI arrastra multitudes, aun después de muerto, fascina a la juventud, víctima del terrorismo, no tiene miedo, sigue con mayor fuerza cada día, porque hay un manantial en la: Iglesia del que bebemos todos y que nos purifica a todos de nuestras maldades.

Benedicto XVI, desde mucho antes de ser nombrado Papa, era el blanco de todas las críticas: retrógrado, integrista, inquisitorial, oscurantista. Si calló porque encubrió, si habló porque no debió hacerlo. Este es el trato que ha merecido el intelectual más lúcido de Europa, el pontífice de doctrina más ajustada a los últimos avances de las ciencias, el hombre que está informado de la última novedad del progreso científico, el que afronta los problemas cara a cara, el que prefiere preguntas a respuestas. No perdonan que un creyente sea inteligente, o peor aún, más inteligente; les parece una contradicción, "un hierro de madera".

Nosotros los creyentes no tenemos miedo ni a la vida ni a la muerte porque estamos hechos en la misma fragua de otros miles, millones que ya murieron dando testimonio.

Esos médicos que, por ser fieles a su conciencia, no dispensan abortivos, nunca alcanzarán" puestos de confianza". Esos maestros que se nieguen a enseñar los dogmas de la ideología de género, a la que están obligados, "por imperativo legal", no gozarán de grandes destinos ni privilegios. Ni las enfermeras tendrán un puesto adecuado sino hacen la vista gorda cuando se precipite en los hospitales, la muerte a los ancianos terminales. Tampoco llegarán muy lejos los políticos honestos, los diputados decentes que no transijan con la mentira sistemática al pueblo. De ellos dirán: "no son de fiar". Y así infinidad de casos.

Esos son la Iglesia ¡Vaya con la estrategia y el poder indirecto de la iglesia! En China, en África, en la India, en Próximo Oriente, nos echan de todas partes, nos matan a diario, nos acorralan, nos despojan de nuestras tierras y nos impiden alcanzar puestos de dirección. Así ha sido siempre en la historia universal.

Sabemos que valemos muy poco, por no decir nada, pero llevamos un río de fuego devorador. Somos felices. No es nuestro pero mana dentro de nosotros y va devorando toda la ganga de nuestras vidas, dejando sólo el oro puro y liquido de la santidad.

No lo duden, la Iglesia es santa. Lo dicen las estadísticas.

Trasparencia con censura. Homosexualidad, celibato y pederastia: Si se trata de acabar con el ocultismo en este tema… ¿por qué silenciarlo?


artículo de juan dominguez / www.aceprensa.com /

viernes 16 de abril de 2010

Las palabras del Cardenal Tarcisio Bertone en Chile sobre homosexualidad y pedofilia han provocado la ira políticamente correcta de quienes, por una parte, piden total transparencia en los casos de abusos, y, por otra, censuran los datos que no les gustan. Ante la pregunta de si se da una relación entre el celibato y los casos de pedofilia, el cardenal Bertone respondió: “Muchos psicólogos, psiquiatras, han demostrado que no hay relación entre celibato y pedofilia, y en cambio muchos otros han demostrado, y me lo han dicho recientemente, que hay una relación entre homosexualidad y pedofilia”.

Desde luego, hay que tener en cuenta que se trataba de una rueda de prensa, no de un simposio científico. Como después aclaró el portavoz de la Santa Sede, padre Lombardi, “no es competencia de las autoridades eclesiásticas hacer afirmaciones generales de carácter específicamente psicológico o médico, para las cuales remiten naturalmente a los estudios de especialistas y a las investigaciones en curso”. La afirmación de Bertone, precisó, “se refería evidentemente al problema de los abusos cometidos en el seno del clero y no a los cometidos en el conjunto de la población”.

Los datos disponibles sobre los abusos sexuales entre el clero obligan a plantearse la influencia de las tendencias homosexuales en este problema.

Informe de John Jay College of Criminal Justice: 81 por ciento varones

El informe publicado en 2004 por el John Jay College of Criminal Justice, considerado como el más completo sobre el tema en EE.UU., constata que el 81% de las víctimas eran varones y, en su mayoría, se trataba de adolescentes que habían superado la pubertad.

La pedofilia, la atracción por niños antes de la pubertad, ha sido un fenómeno menor en los casos de abusos de sacerdotes.

También en las estadísticas facilitadas recientemente por monseñor Charles J. Scicluna sobre los casos remitidos a la Congregación para la Doctrina de la Fe entre los años 2001-2010, resulta que solo un 10 por ciento de los casos eran de pederastia en sentido estricto, mientras que el 90 por ciento tenían que ver con adolescentes: el 60 por ciento hacen referencia a actos sexuales con personas del mismo sexo y el 30 por ciento de carácter heterosexual (cfr. Aceprensa, 15-03-2010).

Es decir, en la gran mayoría de los casos se trata de varones que abusan de menores del mismo sexo.

A partir de estos datos, llama la atención que el periodista pregunte por la relación entre celibato y pedofilia, y en cambio nadie pregunte por la posible relación entre sacerdotes con tendencias homosexuales y abusos de menores.

Curioso

Lo curioso es que desde el comienzo de la crisis se haya dado por buena la sospecha –cuando no la afirmación tajante– de que el celibato es el caldo de cultivo de los abusos, mientras se pasa por alto que quienes han incurrido en esa mala conducta han cometido en su mayor parte actos de naturaleza homosexual.

Cualquier generalización sin pruebas es mala, y esto vale tanto para el celibato como para la homosexualidad. Bertone tiene razón cuando dice que los estudios han demostrado que no hay relación entre celibato y pedofilia (cfr. Aceprensa 23-03-2010).

Los datos confirman que entre el clero católico no se dan más casos de abusos a menores que en otros ámbitos, ya sea la familia, las escuelas laicas, los entrenadores deportivos o los ministros de otras confesiones, que no están obligados al celibato (cfr. Aceprensa 23-03-10). Y si un sacerdote no quiere vivir el celibato, como varón heterosexual lo que le interesarán serán las mujeres, no los niños.

Ciertamente, nadie ha dicho –tampoco Bertone– que cualquier homosexual sea un pederasta ni que cualquier sacerdote con tendencia homosexual abuse de menores. Pero igualmente habría que reconocer que en la Iglesia el problema de los abusos a menores no proviene de los sacerdotes que viven el celibato, sino de los que no lo viven y que, según se ha visto, en su gran mayoría se sienten atraídos por adolescentes varones.

Lo que molesta es que las palabras de Bertone hayan suscitado un tema que hoy es tabú, como si cualquier dato que vaya en desdoro de la conducta homosexual debiera silenciarse. Como ha declarado a Zenit el profesor Massimo Introvigne, los que se rasgan las vestiduras “buscan prohibir la cita de aquellos datos estadísticos que consideran como políticamente incorrectos. Es una forma de censura inaceptable, en ocasiones disfrazada de científica”.

Pero los datos estadísticos son números y “estos números, en cuanto tales, no deberían ofender a nadie y no se les puede hacer decir más –ni menos– de lo que dicen”.

Si se trata de acabar con el ocultismo en este tema, no hay por qué silenciar lo que molesta a los nuevos bienpensantes.

Trasparencia de la Iglesia: Guía [abierta al público] sobre procedimientos en casos de abusos sexuales


traducción del vatican Information Service/ www.vatican.va / lunes 12 de abril 2010

La legislación aplicable es el Motu Proprio “Sacramentorum Sanctitatis tutela" de 30 de abril de 2001, junto con el Código de Derecho Canónico de 1983. Esta es una guía introductoria que puede ser útil para no especialistas.

A. Procedimiento Previo

La diócesis local investiga todas las denuncias de abuso sexual de un menor por parte de un clérigo.

Si la acusación es plausible, el caso se remite a la CDF [Nota de editor: Congregación para la Doctrina de la Fe].

El obispo local transmite toda la información necesaria a la CDF y expresa su opinión sobre los procedimientos que hay que seguir y las medidas que se adoptarán a corto y a largo plazo.

Debe seguirse siempre el derecho civil en materia de información de los delitos a las autoridades competentes.

Durante la etapa preliminar y hasta que el caso se concluya, el obispo puede imponer medidas cautelares para salvaguardar a la comunidad, incluyendo a las víctimas. De hecho, el obispo local siempre tiene el poder de proteger a los niños restringiendo las actividades de cualquier sacerdote de su diócesis.

Esto forma parte de su autoridad ordinaria, que le lleva a ejercer cualquier medida necesaria para asegurar que no se haga daño a los niños y este poder puede ser ejercido a discreción del obispo antes, durante y después de cualquier procedimiento canónico.

B. Procedimientos autorizados por la CDF

La CDF estudia el caso presentado por el obispo local y también pide información complementaria cuando sea necesario.

La CDF tiene una serie de opciones:

B1. Procesos Penales

La CDF podrá autorizar al obispo local para llevar a cabo un proceso penal judicial ante un tribunal local de la Iglesia. En estos casos todo recurso se sometería a un tribunal de la CDF.

La CDF podrá autorizar al obispo local para llevar a cabo un proceso penal administrativo ante un delegado del obispo local con la asistencia de dos asesores. El sacerdote acusado está llamado a responder a las acusaciones y a revisar las pruebas. El acusado tiene derecho a presentar recurso a la CDF contra el decreto que lo condene a una pena canónica. La decisión de los cardenales miembros de la CDF es definitiva.

En caso de que el clérigo sea juzgado culpable, tanto los procesos penales judiciales como administrativos pueden condenarlo a una serie de penas canónicas, la más grave de las cuales es la expulsión del estado clerical. La cuestión de los daños también se puede tratar directamente durante estos procedimientos.

B2. Casos referidos directamente al Santo Padre

En casos muy graves en que el juicio penal civil haya declarado culpable al clérigo de abuso sexual de menores de edad o cuando las pruebas son abrumadoras, la CDF puede optar por llevar el caso directamente al Santo Padre con la petición de que el Papa promulgue con un decreto "ex officio" la expulsión del estado clerical. No hay recurso canónico en contra de tal decisión pontificia.

La CDF también presenta al Santo Padre las peticiones de sacerdotes acusados que, habiendo reconocido sus delitos, piden la dispensa de las obligaciones del sacerdocio y desean volver al estado laical. El Santo Padre concede estas peticiones por el bien de la Iglesia ("pro bono Ecclesiae").

B3. Medidas disciplinarias

En los casos en que el sacerdote acusado haya admitido sus delitos y aceptado vivir una vida de oración y penitencia, la CDF autoriza al obispo local a emitir un decreto que prohíba o restrinja el ministerio público de dicho sacerdote.

Dichos decretos se imponen a través de un precepto penal que implica una pena canónica en caso de violación de las condiciones del decreto, sin excluir la expulsión del estado clerical. Contra tales decretos es posible el recurso administrativo ante la CDF. La decisión de la CDF es definitiva.

C. Revisión del Motu Propio de 2001

Desde hace algún tiempo la CDF ha emprendido una revisión de algunos de los artículos del Motu Proprio "Sacramentorum Sanctitatis tutela", con el fin de actualizar dicho Motu Proprio de 2001 a la luz de las facultades especiales concedidas a la CDF por los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Las modificaciones propuestas bajo discusión no cambiarán los procedimientos antes mencionados (A, B1-B3).

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Original en inglés. Traducción del Vatican Information Service.

miércoles, 14 de abril de 2010

¿Qué enseña la historia? Burke y el nuevo reino del terrorpara destruir la fuerza moral de la Iglesia


Comentario de elizabeth ley, historiadora / www.aciprensa.com /miercoles

24 de marzo de 2010

Elizabeth Lev es una historiadora estadounidense que actualmente trabaja en Roma y que rechaza la campaña mediática actual contra sacerdotes y religiosos. La compara a la de finales del siglo XVIII en Francia cuando los escándalos se magnificaban para hacer creer que esto era endémico en el clero, lo que llevaría años más tarde al asesinato de muchos presbíteros. A partir de la perspectiva de un analista inglés protestante de esa época, la experta explica que la intención de los ataques es destruir la fuerza moral de la Iglesia Católica.

En un artículo titulado "En defensa del clero católico (¿o queremos otro reino del terror?)" publicado en el sitio web Politics Daily, Lev se refiere al clima triunfalista en 1790 en Francia con la revolución y a la postura de Edmund Burke, un protestante miembro del Estado inglés, que en ese año criticaba la campaña anticlerical de los franceses que desenterraban escándalos de décadas e incluso, siglos pasados.

"Viendo el estilo general de las últimas publicaciones, uno podría pensar que el clero de Francia son una especie de monstruos, una horrible composición de superstición, ignorancia, pereza, fraude, avaricia y tiranía. ¿Pero, es cierto esto?", se cuestionaba Burke.

Tras preguntarse sobre lo que Burke habría opinado ante los intentos mediáticos actuales de vincular, a cualquier precio, al Papa con cualquier escándalo de pedofilia, Lev señala que el protestante inglés comentaba en aquel entonces que "no escucho con mucha credibilidad a quien habla del mal de aquellos a quienes van a saquear. Sospecho, en cambio, que los vicios a los que se refieren son fingidos o exagerados cuando se busca solo provecho en el castigo que planean".

Cuando Burke escribía esto, dice Lev, "los revolucionarios franceses estaban alistándose para la confiscación masiva de las propiedades de la Iglesia".

Actualmente, escribe la historiadora, "los salaces informes sobre los abusos sexuales del clero (como si estuvieran limitados solo al clero católico) han sido colocados por encima de las masacres de cristianos en India e Irak. Además, la frase 'abuso sexual del clero' se equipara erróneamente con 'pedofilia' para avivar aún más la indignación. No consideran la perspicacia política de un Edmund Burke que se pregunta por qué la Iglesia Católica es escogida para ser tratada así".

Luego de reconocer que efectivamente es gravísimo el mal producido por una pequeñísima minoría de sacerdotes católicos contra menores, Lev recuerda que son muchísimos más los que "viven santamente en sus parroquias, atendiendo a sus feligreses. Estos buenos hombres han sido manchados por la misma tinta venenosa" de muchos medios.

Seguidamente señala que en Estados Unidos los abusos sexuales de clérigos no llegan al 2 por ciento y que este dato lo presentó el New York Times. Pero al "leer los diarios, parecería que el clero católico tiene un monopolio en acosos a menores".

"Si Burke estuviese vivo hoy día, tal vez habría discernido otro motivo detrás de los ataques al clero católico, además de las propiedades de la Iglesia: principalmente destruir la credibilidad de una voz moral poderosa en el debate público" que se ha hecho evidente, por ejemplo, en la reforma de salud en Estados Unidos.

Ante la posición pro-vida de los prelados, precisa Lev, "y para silenciar la voz moral de la Iglesia, la opción preferida ha sido la de desacreditar a sus ministros".

"A tres años de las reflexiones de Burke, sus predicciones probaron estar en lo cierto. El Reino del Terror llegó en 1793, llevando a cientos de sacerdotes a la guillotina y forzando al resto a jurar lealtad al Estado por encima de la Iglesia. Para Burke estaba claro que la campaña anticlerical de 1790 era 'solo temporal y preparatoria para la abolición última… de la religión cristiana al llevar a sus ministros al desprecio universal'", prosigue la historiadora.

"Uno espera que los estadounidenses tengan el suficiente sentido común para cambiar de curso mucho antes de que lleguemos a este punto", concluye
.

Ex alcalde judío de New York: “¡Basta ya..! [+]… la verdad completa se abre paso en la red


Artículo de ed koch, ex alcalde judío de new york / extraído de www.scriptor.org

fuente: jerusalem post www.jpost.com / + comentario de diego contreras / www.laiglesiaenlaprensa.com jueves 8 de abril de 2010

Ed Koch, el famoso ex-alcalde judío de Nueva York, publicó ayer un artículo en el Jerusalem Post (He that is without sin, let him cast the next stone - enough already), a propósito de la campaña de prensa contra la Iglesia católica y Benedicto XVI. Así la llama, porque se trata -dice- de:

"una procesión de artículos sobre los mismos hechos que -en mi opinión- ya no pretenden informar, sino simplemente abroncar y castigar". (...) Muchos de los que hoy golpean en los medios a la Iglesia y al papa, lo hacen claramente con gusto y algunos incluso con malicia. La razón, me parece, es que hay muchos en los medios, y también algunos católicos y muchos entre el público, a los que no les gustan las posiciones que tiene la Iglesia: su oposición a todo tipo de abortos, oposición al sexo gay y al matrimonio entre personas del mismo sexo, el mantenimiento del celibato para el clero, la exclusión de las mujeres entre el clero, la oposición de las medidas para el control de la natalidad que implican el uso de condones y la prescripción de drogas abortivas, la oposición al divorcio civil.

Mi buen amigo, el cardenal John O'Connor dijo en una ocasión que "la Iglesia no es un "buffet de ensaladas" [salad bar], en el que eliges y tomas lo que te apetece". (...)

Koch insiste en que no es un apologeta católico, e incluso se enfada cuando algunos católicos dicen que la hostilidad de los medios tiene que ver con un "lobby judío de Nueva York". De todos modos, piensa que :

“la Iglesia católica es una fuerza para el bien del mundo, no para el mal. Por otra parte, la existencia de 1.300 millones de católicos en el mundo es importante para la paz y la prosperidad del planeta.

Desde luego que se han cometido terribles actos por parte de algunos miembros del clero católico. Y la Iglesia ha pagado a las víctimas miles de millones en la Estados Unidos, y pagará otros más a otras tantas víctimas en todo el mundo. Y está intentando expiar por el pasado con sus reconocimientos y cargos en procesos por haber tenido que ver con clérigos pedófilos. Quisiera terminar con una paráfrasis de las palabras de Jesús que aparecen en Juan 8:7: "el [la] que esté sin pecado entre vosotros, que tire la siguiente piedra".

El Papa y los abusos: la verdad completa se abre paso en la Red

por de diego contreras / www.laiglesiaenlaprensa.com jueves 8 de abril de 2010

He dedicado unas buenas horas durante los días de Semana Santa y Pascua a leer con más detenimiento todo lo que ha escrito en el último mes The New York Times sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes. El primer dato que llama la atención es la cantidad de textos que han dedicado al asunto: más de setenta en menos de treinta días, y algunos más bien largos; en dos ocasiones, que yo recuerde, en primer página.

El segundo dato que aparece con claridad es que el objetivo de las acusaciones es Benedicto XVI, con insinuaciones sobre su presunta responsabilidad presentes -machaconamente- en todos los textos. Esa es la gran diferencia de esta oleada de informaciones con respecto a las anteriores.

El propósito inmediato de esta lectura detenida -un poco deprimente, la verdad- es la preparación de un “paper” (ponencia) para un congreso sobre comunicación de la Iglesia que se celebrará en Roma dentro de veinte días. Y es que me parece obvio que este bombardeo del New York Times ha jugado un papel esencial en la creación del “frame” que domina ahora mismo en la prensa internacional (con algunas excepciones) sobre este tema: que el Papa actual ha encubierto a culpables, tanto en su etapa como arzobispo de Munich como cuando fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Ese marco interpretativo ha sido construido, en buena parte, con medias verdades. No voy a detenerme ahora, pero de la lectura atenta resulta todavía más evidente que el caso más clamoroso presentado por The NYT para comprometer al entonces cardenal Ratzinger, el del sacerdote Murphy, de Milwaukee, se está demostrado cada vez más un “boomerang” para el diario, con errores muy gordos, incluso de traducción de los documentos. Pero ya se sabe que la rectificación, las puntualizaciones y demás detalles no llegan con tanta facilidad al gran público, que suele quedarse con la idea inicial.

Me parece, sin embargo, que es aquí donde se está manifestando de nuevo la fuerza de la Red, con innumerables blogs dedicados al tema, capaz de hacer llegar la verdad completa a un público de gente interesada en conocer cómo están verdaderamente las cosas. El desafío es saber si también aquí David vencerá a Goliat, si se conseguirá dar la vuelta a la visión profundamente injusta sobre el papel del Papa que hoy prevalece en los medios tradicionales.

El Papa y el escándalo de la pedofilia


articulo de Joaquín navarro-valls, ex portavoz del vaticano, extraído de www.scriptor.org / www.reppublica.it y national catholic rerister/ jueves 1 de abril de 2010

El artículo publicado por Joaquín Navarro-Valls en el diario la Repubblica (01-04-10, pag. 35, $, link o descargar .pdf) ha suscitado gran interés en Italia y lo mismo su traducción en inglés (National Catholic Register: Navarro-Valls on the Abuse Crisis), en Estados Unidos. Personalmente me ha parecido un texto de primera categoría, que sitúa el penoso fenómeno en un contexto real, más amplio que la interesada acusación a la Iglesia. Por todas partes aparecen datos que lo confirman (ver, p.e.: el dossier Just B16, o Il punto sulla pedofilia nella Chiesa, o su traducción en castellano, Pederastia en la Iglesia.)Y ante este amplísimo fenómeno del que se desconocen las fronteras, la profundidad y las repercusiones sociales, politicas y culturales, resulta que la actitud de la Iglesia sigue siendo la de la única institución que se ha tomado la cosa en serio. De esto he hablado con Joaquín Navarro-Valls, colega esporádico de claustro académico, al pedirle permiso para traducir y publicar aquí su texto italiano, cosa que ha aceptado de buen grado. Lo que sigue es mi versión rápida en castellano de un texto original que siempre resulta más rico:

En las dos últimas semanas los medios han llenado el espacio público con la dolorosa y destructiva realidad de los casos criminales de pedofilia.

La acusación se ha ido levantando progresivamente como consecuencia de una serie de revelaciones provenientes de diversos países europeos, tocantes a casos de abusos sexuales perpetrados a menores por parte de sacerdotes. Leyendo las informaciones parece incluso que se trate de un “scoop” gigantesco, y que ahora –gracias a estas geniales revelaciones- esté emergiendo un sotobosque podrido en el seno de la Iglesia católica.

Ciertamente, en Austria, en Alemania y en Irlanda, como en casi todos los países en los que hay una presencia consistente de escuelas y organizaciones educativas eclesiásticas, ha habido fenómenos criminales graves de violaciones de la dignidad de la infancia. El hecho es conocido. Y no es casualidad que en el Vía Crucis de 2005, el entonces cardenal Joseph Ratzinger no usara medias palabras cuando revelaba con disgusto: «!Cuánta suciedad hay en la Iglesia! Incluso entre quienes, en el sacerdocio, deberían pertenecer completamente a Jesús. ¡Cuánta soberbia! ¡Cuánta autosuficiencia!». Quizá lo hemos olvidado. Por tanto, se puede sin temor a un desmentido revelar que el problema existe en la Iglesia, es conocido por la Iglesia, y ha sido y será más adelante afrontado con decisión por parte de la misma Iglesia en el futuro.

Con todo, vamos a intentar reflexionar por un momento sobre la manifestación de la pedofilia en sí misma. Desde mi experiencia como médico puedo evidenciar algunos datos importantes, útiles para entender la gravedad y la difusión del problema.

Las estadísticas más acreditadas son elocuentes. Certifican que 1 chica de cada 3 ha sufrido abusos sexuales, y que 1 chico de cada 5 ha sido objeto de actos de violencia. El hecho verdaderamente inquietante, divulgado no sólo en las publicaciones científicas sino incluso en la CNN, nos dice que el porcentaje de quienes –según una muestra representativa de la población- han molestado sexualmente a un niño se mueve entre el 1 y el 5%. Es decir, una cifra impresionante.

Los actos de pedofilia han sido llevados a cabo por parte de los padres o de parientes cercanos. Hermanos, hermanas, madres, “canguros” o tíos, son los abusadores más comunes de los niños. Según el departamento de Justicia estadounidense casi todos los pedófilos acusados por la policía eran varones en un 90% de los casos. Según Diana Russell, el 90% de los abusos sexuales se lleva a cabo por personas que tienen conocimiento directo de las pequeñas víctimas, y permanecen dentro de la complicidad familiar.

Un aspecto destacado, por desgracia, es que en el 60% de los casos de violencia, quienes la sufren tienen menos de 12 años, y en la inmensa mayoría de los casos los abusadores son personas de sexo masculino y con parentesco de sangre con las víctimas.

Estas estadísticas muestran, por tanto, un cuadro claro y más bien amplio de la práctica de la violencia sobre la infancia. Teniendo en cuenta que estos datos se refieren únicamente a los hechos denunciados, patentes o de todos modos conocidos, podemos fácilmente imaginar la magnitud del dramatismo que se esconde tras esta realidad, aún más difundida en países que por razones culturales no consideran nítidamente que esta violencia sea una obscenidad aberrante.

Con esto, dirigir la atención exclusivamente sobre quienes de modo evidente pueden inscribirse en la categoría general de abusadores sexuales, siendo sin embargo sacerdotes, puede ser verdaderamente una desviación del asunto. En este caso, en efecto, el porcentaje desciende hasta convertirse en un fenómeno estadísticamente mínimo.

Cierto que nada podrá apartar los sentimientos y la vergüenza que se siente ante estas revelaciones recientes referidas a la Iglesia, incluso aunque se refieran a hechos sucedidos hace decenios y probablemente cubiertos con gravísimas formas de complicidad. Podemos estar seguros, partiendo de la carta pastoral a Irlanda, de la semana pasada, de que Benedicto XVI tomará todas las medidas que serán necesarias para expeler a los culpables y juzgarlos sobre los crímenes reales cometidos por las personas implicadas.

¿Por qué no debería hacerlo? ¿Qué utilidad tendría eso?

De todos modos, evitemos caer en la trampa de la hipocresía, sobre todo al estilo de la puesta recientemente en escena por el New York Times al referir el caso del reverendo Murphy. Porque ahí, la autora del artículo no valora, ni saca consecuencias, ni señala con relieve adecuado, el hecho de que la policía –que había recibido denuncias al respecto- lo había dejado libre como inocente.

¿Hay algún Estado que ha hecho una investigación en profundidad sobre este tremendo fenómeno, tomando medidas claras y explícitas –incluso preventivas- contra los abusos de pedofilia que hay entre los propios ciudadanos, en las familias, o en las instituciones educativas públicas? ¿Qué otra confesión religiosa se ha movido para desemboscar, denunciar y asumir públicamente el problema, sacándolo a la luz y persiguiéndolo explícitamente?

Evitemos, sobre todo, la insinceridad: la de concentrarnos sobre el limitado número de casos de pedofilia verificados en la Iglesia católica, sin abrir en cambio los ojos ante el drama de la infancia violada y abusada demasiado a menudo y por todas partes, pero sin escándalos.

Si deseamos combatir los delitos sexuales sobre los menores, al menos en nuestras sociedades democráticas, entonces debemos evitar ensuciarnos la conciencia, mirando exclusivamente hacia donde el fenómeno se produce con gravedad moral quizá incluso mayor, pero en medida ciertamente menor.

Antes de poder juzgar a quien hace algo, se debería tener los redaños y la honestidad de reconocer que no se está haciendo lo suficiente. Y procurar hacer algo semejante a lo que está haciendo el Papa. Si no es así, sería mejor dejar de hablar de pedofilia y comenzar a discutir acerca de la fobia furibunda desencadenada contra la Iglesia católica. Esta última acción, en efecto, parece hecha con gran habilidad y con escrúpulo meticuloso en la investigación, y –sin embargo- con evidente mala fe.