Asociación Ronda80. Voluntariado

Blog para los voluntarios de la Asociación Ronda80 y público en general.
Contiene la agenda de actividades para voluntariado organizadas por esta asociación y una recopilación semanal de cinco noticias de interés que se envía por e-mail.

Calendario

sábado, 19 de abril de 2008


USA, ante el viaje de Benedicto XVI: los católicos, bien considerados

comentario de juan josé garcía noblejas en www.scriptor.org, jueves 17 de abril de 2008

Con ocasión del viaje de Benedicto XVI, el Instituto Gallup acaba de publicar los datos de una encuesta en Estados Unidos, acerca de la consideración de los estadounidenses en general acerca de los católicos y la Iglesia Católica, y también de otras confesiones religiosas, o del ateísmo.

Salta a la vista una fuerte consideración positiva de la Iglesia Católica (sólo un 13% es "negativa"), precisamente después de la fuerte y larga campaña de prensa acerca de los penosos casos de pedofilía entre algunos clérigos católicos. Un asunto que Benedicto XVI ha sabido despachar de entrada, con claridad y energía (Dura condena del Papa a los casos de pederastia al comenzar su viaje a EE.UU.), durante el mismo vuelo hacia Washington, de modo que no oculte los otros asuntos que pretende tratar en este viaje.

Y si bien éste no es el asunto de esta anotación, hay que convenir en que resulta poco menos que sorprendente en Usa la falta de información comparativa con otras confesiones religiosas: el escándalo de los clérigos católicos no ha sido acompañado de escándalos de pederastia en pastores protestantes o rabíes judíos, que sin duda -por desgracia, y sin que el celibato tenga mucho que ver en el asunto- también habrá habido. Esto sorprende precisamente en Usa, tan dados a las encuestas comparativas, como ésta misma de Gallup, que acompaña a la anterior:

Se comprende la apreciación negativa circunstancial acerca de los Musulmanes, y llama la atención, precisamente por el contraste con lo que suele aparecer publicado en los medios, la apreciación acerca del Ateismo y del hollywoodiano asunto de la Cientología.

Sin duda que -tras este viaje de Benedicto XVI- la visión americana de los católicos aumentará en respeto y admiración: todo el mundo sabe ya que el Papa no va a negociar ningún dogma ni ningún principio. Y eso gusta mucho, ahora que la moda del relativismo anima a considerar que todo se negocia, y ya se vislumbra que así todo el mundo sale perdiendo.

Benedicto XVI, con su sabio y simple razonar acerca de los fundamentos y exigencias de la fe y religión católica, empieza a ser visto como quien sólo busca el bien común, el bien de todos y cada uno de nosotros los humanos.Y a decir cosas concretas, sin ambages, como ésta: El Papa insta a Bush a seguir solucionando conflictos con apoyo internacional.

Ahora, siguiendo su viaje en USA, es probable que algo así pueda ser visto.


“El Papa con las víctimas de abusos”

noticia de juan vicente boo, enviado especial de abc sobre viaje papa,

en abc, viernes 18 de abril de 2008

Igual que rezó en una mezquita de Estambul para disipar el resentimiento de los musulmanes, Benedicto XVI ha recibido en privado a un media docena de víctimas de abusos para aliviar su dolor y cauterizar las heridas abiertas por una minoría del clero americano que ha enfangado la reputación de todos.

Estados Unidos escuchaba ayer con respeto los comentarios de algunas de las víctimas -hoy personas de mediana edad-, que relataron en televisión detalles de un encuentro en la nunciatura de Washington, preparado discretamente por el cardenal franciscano Sean O´Malley, escogido por Juan Pablo II para hacer borrón y cuenta nueva en la diócesis de Boston, una de las más afectadas, mientras entonces cardenal Ratzinger hacía limpieza desde la Congregacion para la Doctrina de la Fe.

Un «cáncer en su rebaño»

Bernie McDaid, víctima de pederastia cuando era monaguillo, declaró a la CNN haber dicho al Papa que «aquello no era sólo abuso sexual, era también un abuso espiritual, y quiero que usted lo sepa. Santidad, usted tiene un cáncer en su rebaño, y tiene que solucionarlo». Según McDaid, Benedicto XVI «miró hacia el suelo y después me miró a los ojos como diciéndome: entiendo lo que quiere decir».

Olan Horne comentó que el encuentro con el Papa le había devuelto la esperanza pues «tengo la impresión de que entendía perfectamente lo que estábamos hablando». Faith Johnson, una chica que participó en la reunión, estaba tan conmovida «que no fui capaz de decirle nada. Cuando me acerqué a él rompí a llorar, pero creo que mis lágrimas han sido elocuentes».

Aunque ayer predominaban los aplausos al gesto de Benedicto XVI, algunas de las organizaciones de víctimas protestaron por no haber sido invitadas. No era fácil, pues el encuentro requería intimidad, y por eso no se anunció hasta después de haber tenido lugar. Y aun así casi en sordina, como para no quitar protagonismo a los discursos del Papa en público.

Un gesto elocuente

Pero el gesto de reunirse con las víctimas es todavía más elocuente que las palabras de dolor, que Benedicto XVI no ha escatimado desde el momento en que mantuvo su primer encuentro con los periodistas en el avión durante el vuelo desde Roma.

Una vez en tierra americana, el Papa volvió a referirse extensamente al problema en su discurso a los 400 obispos de Estados Unidos y, de nuevo, en la homilía de la misa en el estadio de baseball de Washington. Es posible que lo aborde también hoy en la misa con los sacerdotes de Nueva York en la catedral de San Patricio.

Reuniéndose discretamente con algunas de las víctimas, el Santo Padre ha dado ejemplo a algunos obispos todavía reticentes a reconocer el daño causado y pedir perdón a titulo personal. Es cierto que entre las víctimas hay algunos oportunistas que intentan sobre todo rebañar una parte de los 2.000 millones de dólares pagados hasta ahora en indemnizaciones, pero el hecho de que haya personas indignas entre las víctimas no debe enfangar el nombre de las inocentes. Igual que el comportamiento vergonzoso de los sacerdotes delincuentes, menos del 3 por ciento del total, no debería descalificar globalmente a un clero, el americano, formado por personas idealistas y generosas.

“Un estudio universitario revela que la educación mixta potencia el fracaso escolar de los niños

noticia de josé e. cabrero en ideal granada, viernes 18 de abril de 2008

Un estudio revela que la educación mixta potencia el fracaso escolar en los niños. Investigadores de la Universidad de Granada aseguran que la probabilidad de que un chico repita curso, con respecto a las chicas, es de más del doble en los colegios públicos españoles

En una época llamada a pasar a la Historia por el protagonismo compartido, paritario, entre hombres y mujeres, la educación juega un papel fundamental. Balones y muñecos tienen género pero no sexo. El «como usted diga», ya no está ligado al tipo sentado en su sillón, fumando un puro, escondido detrás de una placa directiva. Ellas también se sientan. Incluso mandan a formar filas. La aspiración no tiene más límites que los personales.


En toda esta amalgama de llamadas al sobresaliente, los resultados del actual sistema académico suspenden. Buscarle solución, evitar ser 'pisados', es el objetivo de investigadores como Manuel Gurpegui, profesor titular de Psiquiatría de la Universidad de Granada, que ha realizado un profundo estudio de los colegios públicos mixtos españoles. La conclusión: los chicos están en desventaja frente a las chicas.


El trabajo analiza el rendimiento de 712 alumnos y alumnas de centros públicos de Almería, y 493 de Ceuta. Gurpegui subraya que la idea surgió de la Asociación de Colegios de Educación Diferencia de Europa (EASSE), que hoy se concentra en Granada para celebrar una jornada formativa.


«Ahora, en el sector público español sólo existe la educación mixta», reflexiona Gurpegui. Considera que «nunca nadie» se ha preocupado de evaluar sistemáticamente las ventajas, inconvenientes, resultados y características de ambos modelos. «Es como si se nos ocurriera meter un nuevo medicamento sin hacer una prueba anterior», ironiza el profesor. Y se pregunta: «¿Cómo es que no hacemos alguna indagación empírica acerca de los resultados de un modelo o de otro?» Ya los datos de la Unión Europea y del Ministerio de Ciencia apuntan que los resultados académicos son más bajos en chicos que en chicas. «Después de hacer el estudio, podemos afirmar que los niños están en desventaja en medidas contra el fracaso académico, sobretodo entre los 15 y 16 años».


Si definimos al fracaso escolar como tener tres o más asignaturas suspensas, la posibilidad de que ellos no pasen el examen se multiplica por 1,5 respecto a ellas. Además, por cada chica que repite -o haya repetido curso alguna vez- hay dos chicos. «Obviamente -señala Gurpegui-, la presencia de síntomas depresivos, así como los trastornos en las conductas alimenticias, aumentan el riesgo de fracaso».María Calvo, presidenta de la delegación española de EASSE, siguió atentamente la explicación del profesor Gurpegui. Apuntó que con un 30% de fracaso escolar en las aulas españolas, «una posible solución es la educación diferenciada». Y subrayó cómo los resultados en colegios unisex son «descaradamente superiores, tanto para niños como para niñas».


Mejores resultados

La explicación que dan es que los procesos de aprendizaje son diferentes en chicos y chicas, y es necesario hacer algún tipo de separación. «No tiene por qué ser total, que sería la mejor opción. Otro modelo es separar en tramos de edad y en determinadas asignaturas para potenciar las habilidades de ambos sexos».

Uno de los factores que más influyen en que las niñas vayan por delante en el colegio es lo sentimental -y lo que no es sentimental-. «Con la llegada de la pubertad, las chicas, que maduran antes, son perfectas señoritas. Ellos son todavía críos. En las clases se generan conflictos y los profesores pierden el 80% de su tiempo salvando crisis entre sexos. Ellas les desprecian por ir detrás. Ellos dicen que estudiar es cosa de niñas... Esto genera violencia sexista», sostiene Calvo. El profesor Gurpegui, por su parte, lo tiene claro: «¿Quién pone en duda que se estudia mejor en un ambiente tranquilo que cuando se tiene un estímulo erótico cerca?»


Pero al hablar de educación diferenciada, una de las grandes dudas que se achacan a este sentido es la lacra en habilidades sociales que pierden los jóvenes. Tanto Gurpegui como Calvo están convencidos de que «no hay ninguna evidencia de esto». Por ahora, sólo nos queda esperar al estudio que deje de buscar las razones del fracaso para encontrar las claves del éxito.


“La naturaleza nos marca desde el nacimiento”

entrevista a maria calvo, presidenta española de la asociación de colegios de educación diferenciada en europa y profesora de la universidad carlos iii de madrid, en ideal granada, jueves 17 de abril de 2008

Para definirse lo tiene claro: «Soy madre de dos niños y dos niñas». María Calvo Charro luce un tono pedagógico, propio de una profesora titular de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III de Madrid. La teoría que quiere hacer llegar es fácil de comprender: supongan que todos participamos en una carrera en la que niños y niñas empiezan en distintos puntos de partida. Cada sexo tiene unas dificultades determinadas a superar, pero todos, sin excepción, somos capaces de llegar a la meta. A grandes rasgos, esa es la teoría de la Asociación de Colegios de Educación Diferenciada en Europa -María es su presidenta en España-, que promueve clases con alumnos de un único sexo. Con motivo de la jornada que se celebrará mañana en la sede de la Diputación Provincial de Granada a partir de las 10:00 horas, Calvo aprovecha para profundizar en el tema.


La primera pregunta es obligada, ¿qué es la educación diferenciada?

Es un modelo pedagógico que está totalmente al margen de religiones, ideologías, políticas y morales. Busca la eficacia académica y la felicidad de los niños. Porque no se puede enseñar a base de hacerles sufrir.

Pero, ¿en qué se basa?

Se basa en el aprovechamiento de las diferencias sexuales que existen en el aprendizaje. Hay un reconocimiento científico de los distintos ritmos y periodos cognitivos en niños y niñas. En según qué momentos las niñas van por delante en algunas materias y viceversa.


¿Cuáles son esas materias?

Por ejemplo, en infantil y primaria, descaradamente las niñas van delante en lectura y escritura y en todo lo que sea habilidades verbales y destrezas lingüísticas. Una niña de 6 años escribe como un niño de 8. En una clase de niños y niñas, ellos se quedan por detrás y si no reconocemos la diferencia se les tacha de torpes, de vagos, e incluso muchos tiran la toalla. De hecho hay un fracaso masculino muy superior al femenino.


Y entonces llegan los informes tipo Pisa...

Efectivamente. El informe nos pone muy por detrás en comprensión lectora. Pero si separamos por sexos, los que se han quedado detrás son los chicos.


¿Cuándo empiezan a destacar los niños?

En la pubertad es al contrario. La testosterona tiene mucho que ver con la capacidad visoespacial, razonamiento abstracto, la lógica matemática Y entonces los niños tienen más facilidad con esas materias que las mujeres. Es el momento en que muchas dicen: «Soy de letras». Y no es así. Lo que necesitan es un refuerzo.


Según tengo entendido, en Alemania la educación diferenciada es algo común, ¿es así?

En Berlín, la ministra de Educación socialista ha separado sin ningún tipo de complejo a las mujeres para dar un refuerzo matemático y restaurar así la igualdad. Si no, se les está discriminando. Ahora, muchas mujeres alemanas están descubriendo vocaciones nuevas.


Lo que empieza a quedar claro es que somos dependientes de nuestro cerebro y su evolución, ¿correcto?

Hay una tendencia por los ideólogos de género a considerar que todo se debe a la cultura y la educación y que nada en absoluto se debe a la naturaleza. Se tiende a pensar que somos idénticos desde que nacemos, que somos bisexuales o neutros. Sin embargo, modernos descubrimientos neuronales demuestran que el cerebro masculino y femenino son diferentes en estructura y funcionamiento. La naturaleza nos marca desde el nacimiento. Basta ver como tenemos ciertas predisposiciones, ellos por los colores fríos y ellas por los cálidos.


¿Qué aceptación tiene esta filosofía en España?

Hay una sinrazón terrible en España a reconocer esas diferencias.


Es que es una teoría que suena antigua...

No, no es antigua. Es modernísima. Somos idénticos en derechos, deberes, dignidad, humanidad, en promedio de inteligencia Podemos llegar a las mismas metas. Yo quiero que mi hija sea astronauta o ministra de ciencia y tecnología. Si tengo que darle un apoyo en matemáticas, se lo daré. No hacerlo sería discriminarla.

Es decir, que todos poder llegar al mismo sitio pero por distintos caminos...

Exacto. Lo que hace falta es dar libertad de elección a los padres. En Estados Unidos, Australia o Alemania no hay ningún tipo de imposición. Aquí nos imponen una educación mixta.


Si se diera la opción, ¿usted cree que sería elegida?

Si se diera la opción muchos la elegirían porque hay mucho fracaso escolar, y muchos padres no saben qué hacer con sus hijos. Es una opción que conduce a un desarrollo personal muy equilibrado, no sólo académico. Es una medida que les ayuda a abstraerse del sexo opuesto en la adolescencia y así poder pensar en sí mismos. A no aparentar algo que no se es porque esté él o ella en clase.


¿También tenemos distintas formas de jugar?

Radical. Una vez le regalé un camión a una niña y terminó arropándolo y poniéndole colonia. Nos empeñamos en educar a niñas con juguetes de chicos y luego la naturaleza irrumpe como puede. Las normas de juego son diferentes: los chicos se entiende a empujones y puñetazos y en sus juegos lo importante es la actividad que están llevando a cabo. En las niñas lo importante es la conversación. Es muy diferente. Mira un recreo: niños corriendo, niñas en corro.

“Discurso íntegro del Papa Benedicto XVI en la ONU”

fuente www.aciprensa.com, viernes 18 de abril de 2008

Señor Presidente

Señoras y Señores

Al comenzar mi intervención en esta Asamblea, deseo ante todo expresarle a usted, Señor Presidente, mi sincera gratitud por sus amables palabras. Quiero agradecer también al Secretario General, el Señor Ban Ki-moon, por su invitación a visitar la Sede central de la Organización y por su cordial bienvenida. Saludo a los Embajadores y a los Diplomáticos de los Estados Miembros, así como a todos los presentes: a través de ustedes, saludo a los pueblos que representan aquí. Ellos esperan de esta Institución que lleve adelante la inspiración que condujo a su fundación, la de ser un «centro que armonice los esfuerzos de las Naciones por alcanzar los fines comunes», de la paz y el desarrollo (cf. Carta de las Naciones Unidas, art. 1.2-1.4). Como dijo el Papa Juan Pablo II en 1995, la Organización debería ser "centro moral, en el que todas las naciones del mundo se sientan como en su casa, desarrollando la conciencia común de ser, por así decir, una 'familia de naciones'" (Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Nueva York, 5 de octubre de 1995, 14).

A través de las Naciones Unidas, los Estados han establecido objetivos universales que, aunque no coincidan con el bien común total de la familia humana, representan sin duda una parte fundamental de este mismo bien. Los principios fundacionales de la Organización –el deseo de la paz, la búsqueda de la justicia, el respeto de la dignidad de la persona, la cooperación y la asistencia humanitaria– expresan las justas aspiraciones del espíritu humano y constituyen los ideales que deberían estar subyacentes en las relaciones internacionales.

Como mis predecesores Pablo VI y Juan Pablo II han hecho notar desde esta misma tribuna, se trata de cuestiones que la Iglesia Católica y la Santa Sede siguen con atención e interés, pues ven en vuestra actividad un ejemplo de cómo los problemas y conflictos relativos a la comunidad mundial pueden estar sujetos a una reglamentación común. Las Naciones Unidas encarnan la aspiración a "un grado superior de ordenamiento internacional" Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 43), inspirado y gobernado por el principio de subsidiaridad y, por tanto, capaz de responder a las demandas de la familia humana mediante reglas internacionales vinculantes y estructuras capaces de armonizar el desarrollo cotidiano de la vida de los pueblos. Esto es más necesario aún en un tiempo en el que experimentamos la manifiesta paradoja de un consenso multilateral que sigue padeciendo una crisis a causa de su subordinación a las decisiones de unos pocos, mientras que los problemas del mundo exigen intervenciones conjuntas por parte de la comunidad internacional.

Ciertamente, cuestiones de seguridad, los objetivos del desarrollo, la reducción de las desigualdades locales y globales, la protección del entorno, de los recursos y del clima, requieren que todos los responsables internacionales actúen conjuntamente y demuestren una disponibilidad para actuar de buena fe, respetando la ley y promoviendo la solidaridad con las regiones más débiles del planeta.

Pienso particularmente en aquellos Países de África y de otras partes del mundo que permanecen al margen de un auténtico desarrollo integral, y corren por tanto el riesgo de experimentar sólo los efectos negativos de la globalización. En el contexto de las relaciones internacionales, es necesario reconocer el papel superior que desempeñan las reglas y las estructuras intrínsecamente ordenadas a promover el bien común y, por tanto, a defender la libertad humana. Dichas reglas no limitan la libertad. Por el contrario, la promueven cuando prohíben comportamientos y actos que van contra el bien común, obstaculizan su realización efectiva y, por tanto, comprometen la dignidad de toda persona humana. En nombre de la libertad debe haber una correlación entre derechos y deberes, por la cual cada persona está llamada a asumir la responsabilidad de sus opciones, tomadas al entrar en relación con los otros. Aquí, nuestro pensamiento se dirige al modo en que a veces se han aplicado los resultados de los descubrimientos de la investigación científica y tecnológica. No obstante los enormes beneficios que la humanidad puede recabar de ellos, algunos aspectos de dicha aplicación representan una clara violación del orden de la creación, hasta el punto en que no solamente se contradice el carácter sagrado de la vida, sino que la persona humana misma y la familia se ven despojadas de su identidad natural.

Del mismo modo, la acción internacional dirigida a preservar el entorno y a proteger las diversas formas de vida sobre la tierra no ha de garantizar solamente un empleo racional de la tecnología y de la ciencia, sino que debe redescubrir también la auténtica imagen de la creación. Esto nunca requiere optar entre ciencia y ética: se trata más bien de adoptar un método científico que respete realmente los imperativos éticos.

El reconocimiento de la unidad de la familia humana y la atención a la dignidad innata de cada hombre y mujer adquiere hoy un nuevo énfasis con el principio de la responsabilidad de proteger. Este principio ha sido definido sólo recientemente, pero ya estaba implícitamente presente en los orígenes de las Naciones Unidas y ahora se ha convertido cada vez más en una característica de la actividad de la Organización. Todo Estado tiene el deber primario de proteger a la propia población de violaciones graves y continuas de los derechos humanos, como también de las consecuencias de las crisis humanitarias, ya sean provocadas por la naturaleza o por el hombre.

Si los Estados no son capaces de garantizar esta protección, la comunidad internacional ha de intervenir con los medios jurídicos previstos por la Carta de las Naciones Unidas y por otros instrumentos internacionales. La acción de la comunidad internacional y de sus instituciones, dando por sentado el respeto de los principios que están a la base del orden internacional, no tiene por qué ser interpretada nunca como una imposición injustificada y una limitación de soberanía. Al contrario, es la indiferencia o la falta de intervención lo que causa un daño real. Lo que se necesita es una búsqueda más profunda de los medios para prevenir y controlar los conflictos, explorando cualquier vía diplomática posible y prestando atención y estímulo también a las más tenues señales de diálogo o deseo de reconciliación.

El principio de la "responsabilidad de proteger" fue considerado por el antiguo ius gentium como el fundamento de toda actuación de los gobernadores hacia los gobernados: en tiempos en que se estaba desarrollando el concepto de Estados nacionales soberanos, el fraile dominico Francisco de Vitoria, calificado con razón como precursor de la idea de las Naciones Unidas, describió dicha responsabilidad como un aspecto de la razón natural compartida por todas las Naciones, y como el resultado de un orden internacional cuya tarea era regular las relaciones entre los pueblos.

Hoy como entonces, este principio ha de hacer referencia a la idea de la persona como imagen del Creador, al deseo de una absoluta y esencial libertad. Como sabemos, la fundación de las Naciones Unidas coincidió con la profunda conmoción experimentada por la humanidad cuando se abandonó la referencia al sentido de la trascendencia y de la razón natural y, en consecuencia, se violaron gravemente la libertad y la dignidad del hombre. Cuando eso ocurre, los fundamentos objetivos de los valores que inspiran y gobiernan el orden internacional se ven amenazados, y minados en su base los principios inderogables e inviolables formulados y consolidados por las Naciones Unidas. Cuando se está ante nuevos e insistentes desafíos, es un error retroceder hacia un planteamiento pragmático, limitado a determinar "un terreno común", minimalista en los contenidos y débil en su efectividad.

La referencia a la dignidad humana, que es el fundamento y el objetivo de la responsabilidad de proteger, nos lleva al tema sobre el cual hemos sido invitados a centrarnos este año, en el que se cumple el 60° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. El documento fue el resultado de una convergencia de tradiciones religiosas y culturales, todas ellas motivadas por el deseo común de poner a la persona humana en el corazón de las instituciones, leyes y actuaciones de la sociedad, y de considerar a la persona humana esencial para el mundo de la cultura, de la religión y de la ciencia. Los derechos humanos son presentados cada vez más como el lenguaje común y el sustrato ético de las relaciones internacionales.

Al mismo tiempo, la universalidad, la indivisibilidad y la interdependencia de los derechos humanos sirven como garantía para la salvaguardia de la dignidad humana. Sin embargo, es evidente que los derechos reconocidos y enunciados en la Declaración se aplican a cada uno en virtud del origen común de la persona, la cual sigue siendo el punto más alto del designio creador de Dios para el mundo y la historia. Estos derechos se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y presente en las diferentes culturas y civilizaciones.

Arrancar los derechos humanos de este contexto significaría restringir su ámbito y ceder a una concepción relativista, según la cual el sentido y la interpretación de los derechos podrían variar, negando su universalidad en nombre de los diferentes contextos culturales, políticos, sociales e incluso religiosos. Así pues, no se debe permitir que esta vasta variedad de puntos de vista oscurezca no sólo el hecho de que los derechos son universales, sino que también lo es la persona humana, sujeto de estos derechos.

La vida de la comunidad, tanto en el ámbito interior como en el internacional, muestra claramente cómo el respeto de los derechos y las garantías que se derivan de ellos son las medidas del bien común que sirven para valorar la relación entre justicia e injusticia, desarrollo y pobreza, seguridad y conflicto. La promoción de los derechos humanos sigue siendo la estrategia más eficaz para extirpar las desigualdades entre Países y grupos sociales, así como para aumentar la seguridad. Es cierto que las víctimas de la opresión y la desesperación, cuya dignidad humana se ve impunemente violada, pueden ceder fácilmente al impulso de la violencia y convertirse ellas mismas en transgresoras de la paz.

Sin embargo, el bien común que los derechos humanos permiten conseguir no puede lograrse simplemente con la aplicación de procedimientos correctos ni tampoco a través de un simple equilibrio entre derechos contrapuestos. La Declaración Universal tiene el mérito de haber permitido confluir en un núcleo fundamental de valores y, por lo tanto, de derechos, a diferentes culturas, expresiones jurídicas y modelos institucionales.

No obstante, hoy es preciso redoblar los esfuerzos ante las presiones para reinterpretar los fundamentos de la Declaración y comprometer con ello su íntima unidad, facilitando así su alejamiento de la protección de la dignidad humana para satisfacer meros intereses, con frecuencia particulares. La Declaración fue adoptada como un "ideal común" (preámbulo) y no puede ser aplicada por partes separadas, según tendencias u opciones selectivas que corren simplemente el riesgo de contradecir la unidad de la persona humana y por tanto la indivisibilidad de los derechos humanos.

La experiencia nos enseña que a menudo la legalidad prevalece sobre la justicia cuando la insistencia sobre los derechos humanos los hace aparecer como resultado exclusivo de medidas legislativas o decisiones normativas tomadas por las diversas agencias de los que están en el poder. Cuando se presentan simplemente en términos de legalidad, los derechos corren el riesgo de convertirse en proposiciones frágiles, separadas de la dimensión ética y racional, que es su fundamento y su fin. Por el contrario, la Declaración Universal ha reforzado la convicción de que el respeto de los derechos humanos está enraizado principalmente en la justicia que no cambia, sobre la cual se basa también la fuerza vinculante de las proclamaciones internacionales.

Este aspecto se ve frecuentemente desatendido cuando se intenta privar a los derechos de su verdadera función en nombre de una mísera perspectiva utilitarista. Puesto que los derechos y los consiguientes deberes provienen naturalmente de la interacción humana, es fácil olvidar que son el fruto de un sentido común de la justicia, basado principalmente sobre la solidaridad entre los miembros de la sociedad y, por tanto, válidos para todos los tiempos y todos los pueblos.

Esta intuición fue expresada ya muy pronto, en el siglo V, por Agustín de Hipona, uno de los maestros de nuestra herencia intelectual. Decía que la máxima no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti "en modo alguno puede variar, por mucha que sea la diversidad de las naciones" (De doctrina christiana, III, 14). Por tanto, los derechos humanos han de ser respetados como expresión de justicia, y no simplemente porque pueden hacerse respetar mediante la voluntad de los legisladores.

Señoras y Señores, con el transcurrir de la historia surgen situaciones nuevas y se intenta conectarlas a nuevos derechos. El discernimiento, es decir, la capacidad de distinguir el bien del mal, se hace más esencial en el contexto de exigencias que conciernen a la vida misma y al comportamiento de las personas, de las comunidades y de los pueblos. Al afrontar el tema de los derechos, puesto que en él están implicadas situaciones importantes y realidades profundas, el discernimiento es al mismo tiempo una virtud indispensable y fructuosa.

Así, el discernimiento muestra cómo el confiar de manera exclusiva a cada Estado, con sus leyes e instituciones, la responsabilidad última de conjugar las aspiraciones de personas, comunidades y pueblos enteros puede tener a veces consecuencias que excluyen la posibilidad de un orden social respetuoso de la dignidad y los derechos de la persona.

Por otra parte, una visión de la vida enraizada firmemente en la dimensión religiosa puede ayudar a conseguir dichos fines, puesto que el reconocimiento del valor trascendente de todo hombre y toda mujer favorece la conversión del corazón, que lleva al compromiso de resistir a la violencia, al terrorismo y a la guerra, y de promover la justicia y la paz. Además, esto proporciona el contexto apropiado para ese diálogo interreligioso que las Naciones Unidas están llamadas a apoyar, del mismo modo que apoyan el diálogo en otros campos de la actividad humana.

El diálogo debería ser reconocido como el medio a través del cual los diversos sectores de la sociedad pueden articular su propio punto de vista y construir el consenso sobre la verdad en relación a los valores u objetivos particulares.

Pertenece a la naturaleza de las religiones, libremente practicadas, el que puedan entablar autónomamente un diálogo de pensamiento y de vida. Si también a este nivel la esfera religiosa se mantiene separada de la acción política, se producirán grandes beneficios para las personas y las comunidades. Por otra parte, las Naciones Unidas pueden contar con los resultados del diálogo entre las religiones y beneficiarse de la disponibilidad de los creyentes para poner sus propias experiencias al servicio del bien común.

Su cometido es proponer una visión de la fe, no en términos de intolerancia, discriminación y conflicto, sino de total respeto de la verdad, la coexistencia, los derechos y la reconciliación.

Obviamente, los derechos humanos deben incluir el derecho a la libertad religiosa, entendido como expresión de una dimensión que es al mismo tiempo individual y comunitaria, una visión que manifiesta la unidad de la persona, aun distinguiendo claramente entre la dimensión de ciudadano y la de creyente. La actividad de las Naciones Unidas en los años recientes ha asegurado que el debate público ofrezca espacio a puntos de vista inspirados en una visión religiosa en todas sus dimensiones, incluyendo la de rito, culto, educación, difusión de informaciones, así como la libertad de profesar o elegir una religión.

Es inconcebible, por tanto, que los creyentes tengan que suprimir una parte de sí mismos –su fe– para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos. Los derechos asociados con la religión necesitan protección sobre todo si se los considera en conflicto con la ideología secular predominante o con posiciones de una mayoría religiosa de naturaleza exclusiva. No se puede limitar la plena garantía de la libertad religiosa al libre ejercicio del culto, sino que se ha de tener en la debida consideración la dimensión pública de la religión y, por tanto, la posibilidad de que los creyentes contribuyan la construcción del orden social.

A decir verdad, ya lo están haciendo, por ejemplo, a través de su implicación influyente y generosa en una amplia red de iniciativas, que van desde las universidades a las instituciones científicas, escuelas, centros de atención médica y a organizaciones caritativas al servicio de los más pobres y marginados. El rechazo a reconocer la contribución a la sociedad que está enraizada en la dimensión religiosa y en la búsqueda del Absoluto –expresión por su propia naturaleza de la comunión entre personas– privilegiaría efectivamente un planteamiento individualista y fragmentaría la unidad de la persona.

Mi presencia en esta Asamblea es una muestra de estima por las Naciones Unidas y es considerada como expresión de la esperanza en que la Organización sirva cada vez más como signo de unidad entre los Estados y como instrumento al servicio de toda la familia humana. Manifiesta también la voluntad de la Iglesia Católica de ofrecer su propia aportación a la construcción de relaciones internacionales en un modo en que se permita a cada persona y a cada pueblo percibir que son un elemento capaz de marcar la diferencia.

Además, la Iglesia trabaja para obtener dichos objetivos a través de la actividad internacional de la Santa Sede, de manera coherente con la propia contribución en la esfera ética y moral y con la libre actividad de los propios fieles. Ciertamente, la Santa Sede ha tenido siempre un puesto en las asambleas de las Naciones, manifestando así el propio carácter específico en cuanto sujeto en el ámbito internacional. Como han confirmado recientemente las Naciones Unidas, la Santa Sede ofrece así su propia contribución según las disposiciones de la ley internacional, ayuda a definirla y a ella se remite.

Las Naciones Unidas siguen siendo un lugar privilegiado en el que la Iglesia está comprometida a llevar su propia experiencia "en humanidad", desarrollada a lo largo de los siglos entre pueblos de toda raza y cultura, y a ponerla a disposición de todos los miembros de la comunidad internacional. Esta experiencia y actividad, orientadas a obtener la libertad para todo creyente, intentan aumentar también la protección que se ofrece a los derechos de la persona. Dichos derechos están basados y plasmados en la naturaleza trascendente de la persona, que permite a hombres y mujeres recorrer su camino de fe y su búsqueda de Dios en este mundo. El reconocimiento de esta dimensión debe ser reforzado si queremos fomentar la esperanza de la humanidad en un mundo mejor, y crear condiciones propicias para la paz, el desarrollo, la cooperación y la garantía de los derechos de las generaciones futuras.

En mi reciente Encíclica Spe salvi, he subrayado "que la búsqueda, siempre nueva y fatigosa, de rectos ordenamientos para las realidades humanas es una tarea de cada generación" (n. 25). Para los cristianos, esta tarea está motivada por la esperanza que proviene de la obra salvadora de Jesucristo.

Precisamente por eso la Iglesia se alegra de estar asociada con la actividad de esta ilustre Organización, a la cual está confiada la responsabilidad de promover la paz y la buena voluntad en todo el mundo. Queridos amigos, os doy las gracias por la oportunidad de dirigirme hoy a vosotros y prometo la ayuda de mis oraciones para el desarrollo de vuestra noble tarea.
Antes de despedirme de esta asamblea, deseo saludar a todas las naciones aquí representadas en las lenguas oficiales.

Paz y prosperidad con la ayuda de Dios!