Asociación Ronda80. Voluntariado

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miércoles, 14 de abril de 2010

Sobre los abusos que conciernen a un muy determinado número de sacerdotes…


+ Y sin embargo soy sacerdote…

por philip jenkins, profesor de la universidad de pensilvania, autor de pedophiles and priest. anatomy of a contemporany crisis / extraído de www.aceprensa.com / fuente: www.lemonde.fr /jueves 8 de abril de 2010 + artículo de Pedro maria reyes. editor de www.iuscanonicum.org /martes 16 de marzo de 2010

Philip Jenkins, profesor de la Universidad de Pensilvania, especialista de historia de las religiones y autor de Pedophiles and Priests. Anatomy of a Contemporary Crisis (Oxford University Press, 2001), explica en unas declaraciones a Le Monde (8-04-2010) lo que se desprende de las cifras en EE.UU.

Recuerda que el estudio estadístico más completo es el publicado en 2004 por el John Jay College of Criminal Justice de Nueva Yok, que examina todas las denuncias por abusos sexuales contra el clero católico americano entre 1950 y 2002. Muestra que alrededor del 4,5% de todos los sacerdotes (en ese periodo hubo unos 100.000 sacerdotes en activo fueron acusados de al menos un acto sexual reprensible con un menor de 18 años.

A juicio de Jenkins, “esta cifra sobrestima probablemente la realidad”. Aunque algunos casos nunca hayan sido denunciados a las autoridades judiciales, “ese total engloba un gran número de casos basados en acusaciones con poca base, y, en gran parte de estos casos, los cargos han sido abandonados. Además, de los 4.392 sacerdotes acusados, cerca del 56% lo eran por un solo caso”.

Lo que constata el estudio es que “lo esencial de las acusaciones se concentra en un pequeño número de sacerdotes. Estos ‘agresores compulsivos’ acumulan a veces varios centenares de denuncias cada uno. Un grupo reducido de 149 sacerdotes representan un cuarto de las acusaciones a lo largo de medio siglo”.

“En todo el periodo del estudio, hay unos 200 menores agredidos al año, dentro de una Iglesia que cuenta entre 45 y 55 millones de miembros, y alrededor de 50.000 sacerdotes en activo por año”.

No es fácil establecer comparaciones con otras instituciones porque no se han hecho en ellas estudios del mismo nivel detallado, pero Jenkins recuerda que “ciertos estudios muestran una tasa de abusos superior en las escuelas laicas, aunque las pruebas científicas no sean suficientemente consistentes”.

Jenkins sitúa la respuesta de la Iglesia a estos escándalos dentro del contexto cultural de las distintas épocas en que se producen. “Actualmente, la paidofilia se considera por las autoridades sanitarias y por los medios de comunicación como un comportamiento extremadamente destructor, lo que da lugar a un trato particularmente severo. Pero esta actitud es relativamente reciente. De los años 50 a los años 70, la percepción de la paidofilia era muy diferente”. Mientras que en los años 40 y 50 una serie de escándalos provocaron que estuvieran mal vistos un conjunto de comportamiento sexuales, después, como reacción contra esos excesos, se impusieron “interpretaciones mucho más laxas, que han predominado hasta la mitad de los años 70”.

“Esta actitud desinhibida ha culminado a finales de los años 60, cuando los criminólogos y psiquiatras han reclamado la despenalización de una serie de actos, la reducción de las penas y una flexibilización de los tratamientos para los abusadores. En el mismo momento florecía en EE.UU. la pornografía infantil, libremente accesible en las sex-shops entre 1972 y 1977”.

“La respuesta de la Iglesia a los abusos sexuales cometidos en su seno se inscribe en buena parte en el contexto legislativo, político y moral de la época, y evoluciona en función de él entre 1950 y la actualidad. En los años 60 y 70, la Iglesia ha creído poder tratar el problema transfiriendo a los sacerdotes acusados y incitándoles a someterse a tratamiento. En cambio, desde comienzos de los años 90 se desarrollan los procedimientos a gran escala para prevenir la paidofilia y responder de manera eficaz a las denuncias. Desde 2002, la Iglesia católica americana ha adoptado una actitud de ‘tolerancia cero’ que prevé la suspensión inmediata de todo sacerdote sospechoso de abusos”.

El 0,4% en Inglaterra y Gales

Datos sobre la incidencia de este problema en Inglaterra y Gales se encuentran en un comunicado de prensa firmado por el arzobispo Vincent Nichols, presente de la Conferencia episcopal inglesa (The Times, 26-03-10).

Aunque, dice, “un solo caso es suficiente para justificar enojo y vergüenza”, la realidad es que “en los últimos 40 años, menos del 1% de los sacerdotes católicos en Inglaterra y Gales (exactamente el 0,4%) han sido acusados de abusos a menores. Y menos aún han sido encontrados culpables”.

Respecto a la colaboración con las autoridades civiles, Nichols señala que desde 2001 “la política acordada por los obispos ha sido informar a la policía o a las servicios sociales de todas las acusaciones de abusos contra menores, por muy lejanas que fueran en el pasado”. Nichols recuerda que desde 2002 la Iglesia católica “ha hecho público el número de acusaciones recibidas en la Iglesia, el número de las transmitidas a la policía, las decisiones tomadas y el resultado. Por lo que yo sé, ninguna otra organización en el país hace lo mismo. Lejos de encubrir nada, se trata de una total transparencia”.

Y sin embargo soy sacerdote y estoy orgulloso de mis colegas

por pedro maria reyes. editor de www.iuscanonicum.org /martes 16 de marzo de 2010

De un tiempo a esta parte, algún lector de la prensa podría sacar la impresión de que en los sacerdotes están concentrados los sujetos más viciosos de la humanidad: rara es la semana en la que no se airea algún escándalo protagonizado por un clérigo. Vaya por delante que no pretendo justificar a los sacerdotes que cometen un acto gravemente reprobable. Condeno cualquier acto inmoral cometido por cualquier persona, sea sacerdote o no. Si además el acto es constitutivo de delito, apruebo que la justicia intervenga con toda la fuerza de la ley, sin mirar si el culpable es sacerdote o no.

Sin embargo, pienso que cualquier sacerdote debería estar orgulloso de la valía humana de sus hermanos en el sacerdocio y de su entrega a los demás y su amor a Dios y al prójimo.

Ya ha habido muchos que han mencionado que los casos de corrupción sexual o económica entre los sacerdotes se dan en una auténtica minoría y que los medios de comunicación hacen un cubrimiento desproporcionado de estos casos. Como ha recordado Mons. Lombardi, portavoz de la Santa Sede, “los datos recientemente proporcionados por las autoridades en Austria dicen que en un mismo periodo de tiempo los casos comprobados en instituciones relacionadas con la Iglesia son 17, mientras que ha habido otros 510 en otros ambientes. Es bueno preocuparse también de estos”.

Estoy de acuerdo con esas ideas. Sin embargo, como sacerdote esta argumentación no me resulta suficiente. No se trata solo de que entre los sacerdotes la incidencia delictiva es menor que en otros sectores. El hecho es que entre los sacerdotes se encuentran seguramente los ciudadanos más ejemplares en cualquier país. En una búsqueda sencilla en Santopedia.org se puede comprobar que en el siglo XX ha habido, hasta el momento, 1010 santos y beatos; de ellos, 362 son sacerdotes, 39 obispos y 2 papas, San Pío X y el Beato Juan XXIII.

Esto es, el 40 por ciento de los santos son sacerdotes, lo que da una proporción elevadísima. El lector me disculpará si en este recuento considero todo el siglo XX, pero un proceso de beatificación suele durar varios decenios ‑muchos duran siglos‑ mientras que un proceso penal suele durar un año o dos. Por otro lado, al hablar de los delitos de los sacerdotes se están sacando hechos inmorales que sucedieron a veces hace 40 años.

¿Qué sector de la sociedad en el siglo XX puede ofrecer un elenco de ciudadanos tan entregado al servicio de los demás como el clero? Algunos dieron su vida por el prójimo como San Maximiliano Kolbe, o recogieron ancianos y pobres desamparados como San Luis Orione, denunciaron las atrocidades del régimen nazi y dieron su vida por ello como el Beato Jacobo Gapp, o las del régimen stalinista como el Beato Vicente Eugenio Bossilkov o el genocidio turco con los armenios como el Beato Ignacio Maloyan. San Carlos de Foucauld vivió entre los tuaregs haciéndose uno entre ellos, San Ezequiel Moreno fue misionero en Filipinas.

¿Quiere inspirarse en un activista sindicalista? El jesuita chileno San Alberto Hurtado puede ser su modelo. ¿Conoce a alguien que se haya enfrentado a las tropas soviéticas? El Beato ucraniano Andrés Iscak lo hizo y dio su vida por ello. ¿Y alguien que se haya enfrentado a las tropas nazis? Los Beatos polacos Francisco Stryjas y Francisco Rogaczewski lo hicieron; uno acabó fusilado y el otro murió en Dachau. ¿Ha defendido Ud. a alguna chica de quienes pretendían violarla? San Luis Versiglia y San Calixto Caravario defendieron a tres chicas en China y encontraron la muerte por ello.

¿Considera impenetrable la cultura china? San José Freinademetz, de origen tirolés, se hizo chino entre los chinos para dar a conocer a Cristo. ¿Le gustaría pertenecer a la nobleza? El beato Marcelo Spínola, arzobispo de Sevilla, era hijo de un marqués y se dedicó tanto al servicio de los pobres que le llamaban el arzobispo mendigo. Son solo unos pocos ejemplos, pero se podrían multiplicar por mucho y eso sin salir del siglo XX. ¿Hay algún sector profesional tan entregado al servicio a los demás como el de los sacerdotes?

Soy sacerdote y estoy orgulloso de serlo, no solo porque he meditado muchas veces en la dignidad que tenemos por la gracia de Dios, sino también porque me emociona pensar en los ejemplos de mis hermanos sacerdotes. San Josemaría Escrivá de Balaguer ‑otro sacerdote santo reciente‑ predicó que la santidad no es un privilegio exclusivo de sacerdotes y religiosos y yo me hago eco de sus enseñanzas, pero es innegable que entre los sacerdotes es fácil encontrar ejemplos heroicos de servicio a la sociedad.

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