Un argumento invocado hoy para expulsar a la religión de la vida pública es decir que la religión encierra un germen de intolerancia e impide la convivencia pacífica entre personas de distintos credos. Esta manera de ver las cosas contrasta con la visión positiva de la religión que tiene el ex primer ministro británico Tony Blair, y que le ha llevado a crear una fundación.
Desde que se convirtió al catolicismo el pasado diciembre, Blair se ha referido en distintas ocasiones al papel beneficioso de la religión. La primera vez que abordó el asunto fue en abril en una conferencia pronunciada en la catedral de Westminster ante unas 16.000 personas. En aquella ocasión, el líder laborista apeló a la ayuda que puede prestar la religión para vencer la pobreza y lograr los Objetivos del Milenio fijados por la ONU.
A finales de mayo, Blair lanzó en Nueva York una fundación que aspira a presentar la religión como algo “dinámico, moderno y lleno de relevancia actual”. Se trata de una iniciativa que persigue tres objetivos:
1) servir de foro de encuentro entre fieles de distintas confesiones religiosas;
2) convertir la religión en una fuerza para el bien;
3) promover programas interconfesionales contra la pobreza y el hambre.
En el acto de presentación, en pleno corazón de Manhattan, Blair insistió en los múltiples beneficios que puede traer la religión en el futuro: “Las convicciones religiosas enseñan a convivir en la diversidad, a tratar las diferencias com algo enriquecedor y a respetar a los demás”.
En la web de la fundación promovida por Blair (tonyblairfaithfoundation.org) hay numerosas iniciativas: campañas dirigidas a jóvenes entre 10 y 16 años, cursos para estudiantes universitarios, reuniones entre líderes religiosos… La idea de fondo es enseñar a ver la religión como un instrumento de cohesión al servicio de la convivencia pacífica.
A principios de junio, Blair volvió a referirse a la religión en unas declaraciones a la revista Time (9-06-2008). Destacó la necesidad de salvar a la fe de dos extremos igualmente peligrosos: uno, la indiferencia de quienes ven la religión como una parte interesante de nuestra historia pero no del futuro; y otro, el extremismo de quienes entienden la fe como exclusión.
“La fe –dijo– puede ser una fuerza civilizadora en un mundo globalizado”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario