Asociación Ronda80. Voluntariado

Blog para los voluntarios de la Asociación Ronda80 y público en general.
Contiene la agenda de actividades para voluntariado organizadas por esta asociación y una recopilación semanal de cinco noticias de interés que se envía por e-mail.

Calendario

miércoles, 20 de octubre de 2010

Siempre he sido un simple profesor. [Nueva biografía de Benedicto XVI. Editorial Planeta]

Noticia de laura danielle/ www.abc.es / domingo 3 de octubre de 2010

¿Podemos saber quién es en realidad Joseph Ratzinger?

A un mes de su visita a España, una singular biografía descubre la trepidante carrera de una de las personas más influyentes del mundo
No fuma, no bebe y necesita dormir muchas horas por la noche. Es rutinario, tímido y antes de llegar a ser el líder de la Iglesia católica viajaba en clase turista. Nunca tuvo entre sus metas cargos de poder y su mayor aspiración era poder escribir algún día una gran obra teológica. Su padre era policía rural y a su madre siempre le gustó la cocina.

Entre sus postres preferidos el Papa siempre recuerda la tarta de manzana o el «Kaisserschmarrn», un dulce típico austriaco. A pesar de ser muy diferente a Juan Pablo II, se entendieron muy bien desde el principio y pronto pasó a ser su amigo de confianza, su soporte y años después su sucesor. Pero, ¿podemos saber quién es en realidad Joseph Ratzinger?

Esta incógnita, que comparten miles de fieles en todo el mundo, se ha convertido en un gran desafío para Pablo Blanco Sarto, un joven sacerdote que imparte clases de Teología en la Universidad de Navarra. En su último libro, «Benedicto XVI. El Papa alemán» (Editorial Planeta), que saldrá publicado el próximo 6 de octubre, a pocas semanas de la peregrinación del Santo Padre a Santiago de Compostela y de su visita a Barcelona para consagrar el templo de la Sagrada Familia, Blanco propone, a través de una lectura amena y dinámica, abordar «desde la sintonía y la simpatía» el pensamiento y también la historia personal del Santo Padre. «El mejor modo de conocer a una persona —señala— es sintonizar con ella, no tener una mirada inmisericorde sino cercana. Yo me he dedicado a estudiar el pensamiento de Ratzinger y creo que he conseguido entender lo que hay dentro de su cabeza, su visión de los problemas de la Iglesia y del mundo».

Pedagogía y ecuanimidad
Después de diez años de trabajo, y de conocer de primera mano los lugares donde el Papa nació, estudió y pasó gran parte de su vida, este profesor ofrece una biografía hecha de los mejores retazos de la amplia documentación y testimonios que existen sobre la personalidad y las ideas de Joseph Ratzinger, entre las que también se incluyen las impresiones y recuerdos del propio Pontífice a través de algunos de sus escritos más personales.

A modo de un gigante rompecabezas, el autor ha logrado ordenar las piezas con gran pedagogía y ecuanimidad. «Donde hay más información y documentación —explica— es justamente de la primera época de su vida. Conforme nos vamos acercando a nuestros días hay más volumen de información pero menos contrastada. Tienes que seleccionarla mucho mejor, ver lo que te cuadra con el personaje de lo que es puro comentario, alabanza o crítica sin más. He intentado armar el rompecabezas con las piezas que iba teniendo, siguiendo ese hilo conductor que es conocer la personalidad, las ideas de Joseph Ratzinger, es decir, el personaje con sus contrastes, sus luces y sus sombras». El resultado es sin duda interesante.

El gran trauma del nazismo
Entre las experiencias más sorprendentes de sus años de investigación, el autor destaca la marca que dejó el nazismo en la sociedad alemana y en el propio Santo Padre. «Descubrir la tragedia profunda que tienen los alemanes con este tema y la labor de oposición y de lucha que tuvo el cristianismo frente al nazismo —apunta— fue muy interesante». El caso de la familia de Ratzinger fue además «clamoroso», añade.

En el relato, Blanco recupera un recuerdo familiar del Papa de aquella época: “Más adelante se alojaron en nuestra casa dos miembros de las SS (...) Mi padre no pudo evitar verter sobre ellos toda su ira contra Hitler, lo cual habría equivalido normalmente a una condena a muerte. Pero parecía que un ángel de la guarda velaba por nosotros, pues ambos desaparecieron al día siguiente, sin causarnos desgracia alguna”.

El libro recoge también momentos más dulces como los paseos con su padre durante los veranos, la sencilla vida familiar o los días en el seminario menor en los que se le daba mejor los libros que el fútbol: “Estaban previstas todos los días dos horas de deporte en el enorme campo de deportes de la casa. Esta circunstancia llegó a ser para mí una verdadera tortura, ya que no estoy lo que se dice especialmente dotado para el deporte. Tengo que decir, no obstante, que mis compañeros eran muy tolerantes conmigo”. De los primeros pasos de lo que sería una imparable carrera eclesial, el autor rescata el día de su ordenación sacerdotal, «el más importante de su vida», en junio de 1951, o su incorporación a la curia vaticana cuando fue creado cardenal por Pablo VI: “Yo había sido tantos años un simple profesor, muy alejado de la jerarquía de la Iglesia, y no sabía cómo comportarme, y me sentía poco a gusto en aquel ambiente. A pesar de que me sentía demasiado poca cosa, el Papa fue muy bueno y me animó”.

Dios y el diablo

articulo de diego jordá / www.diariomalagahoy.com /sábado 16 de octubre de 2010

Uno de los mineros rescatados en la mina del desierto de Atacama chileno dijo una frase que me llamó la atención: "Estuve con Dios y estuve con el diablo. Me pelearon y ganó Dios". El minero se llama Mario Sepúlveda, y según parece fue quien mantuvo vivo el ánimo de sus compañeros dentro de la mina. Pero lo que me interesa es su frase, una frase casi bíblica, como de predicador trastornado, que es en realidad lo que era este hombre cuando salió de la mina. Conozco el desierto de Atacama, que me parece uno de los lugares más bellos del mundo, aunque a Mario Sepúlveda le debe de parecer uno de los lugares más deprimentes que existen. Y entiendo su frase sobre Dios y el demonio, porque allá, en el desierto, las fuerzas elementales parecen ser las únicas que existen, las únicas reales, las únicas que pueden decidir el destino de una vida.

¿Habría dicho esta frase uno de nuestros mineros, si hubiera sido rescatado tras pasar dos meses bajo tierra? Lo dudo mucho. Esta clase de frases ya han desaparecido de nuestro vocabulario, e incluso de nuestra forma de entender la vida, aunque siguen existiendo en muchos lugares de América Latina. No sé por qué, pero en Latinoamérica hay una mayor cercanía al poder expresivo de la lengua, con toda su carga de significación simbólica, y eso es algo que aquí ya se ha perdido o que hemos dejado perder. Y eso explica que un latinoamericano sin apenas preparación ni estudios pueda expresarse mucho mejor -es decir, con mucha más emotividad y claridad de ideas- que muchos de nuestros políticos e intelectuales y técnicos más cualificados. Podríamos hacer la prueba. Y si uno de nosotros sobrevive a un accidente, o se salva de milagro de una situación desesperada, lo más previsible es que diga alguna banalidad sin mucho sentido, o una simple interjección, o una de esas muletillas que no significan nada ni revelan nada de nosotros, como el famoso "El fútbol es así", ahora ya convertido en un compendio de filosofía práctica.

Y lo malo es que la misma atonía moral y la misma simpleza emocional se van extendiendo a todos los órdenes de la vida, desde la política a la vida sentimental o el lenguaje de los sms. Y parece que ya no nos pasa nada que no se pueda resumir en una fórmula inocua, apenas nada más que un desahogo o un bufido de alivio. Por eso me ha gustado la frase de Mario Sepúlveda, porque si algo puede describir lo que uno siente cuando se ha pasado dos meses enterrado en una mina, sin saber si alguna vez iba a salir de allí, tiene que haber sido algo muy parecido a un combate entre Dios y el diablo. Y no lo digo en términos religiosos, sino como la única forma de describir la angustia y el miedo que Mario Sepúlveda, y todos sus compañeros, han sentido ahí abajo. Bienvenidos a casa.

Los mineros y Dios

Comentario de diego contreras / www.laiglesiaenlaprensa.com /jueves
14 de octubre de 2010

Hay un modo de hablar también en este blog del extraordinario rescate chileno de los 33 mineros que pudieron ver la luz después de pasar 69 días atrapados a casi 700 metros bajo tierra. El ángulo es repasar cómo las noticias se han referido al papel que ha jugado la fe –concretamente, la fe cristiana- en este dramático evento.

La constatación es que han sido muchas las referencias a Dios en los relatos del rescate, cuando las crónicas se hacían eco de las mismas palabras de los mineros que iban saliendo a la superficie. El País ofrece una amplia cita de uno de ello, Mario Sepúlveda. Otros diarios -como ABC o El Mundo, por limitarme a la prensa española- han dejado este aspecto, sin duda importante, en un segundo plano, o apenas lo han mencionado. En este caso, pienso que desde el punto de vista periodístico eran pertinentes esas menciones, pues forman parte de la noticia. Pero ya se sabe que son dimensiones que se tienden a censurar inconscientemente.

Las referencias a Dios no fueron solo de acción de gracias al salir del túnel, sino como algo que explica de algún modo lo sucedido durante todo el periodo. Algunos medios como la CNN subrayan que "La esperanza y la fe mantienen a los mineros después de meses bajo tierra". El canal de televisión norteamericano ofrece asímismo las declaraciones del minero Mario Sepúlveda. También el semanario Time alude a la perspectiva religiosa del evento: "El rescate de los mineros chilenos: circo mediático y revival religioso".

The Guardian, por su parte, ofrece una perspectiva diversa. Publica una crónica en la que afirma que el caso ha provocado una "rivalidad" entre diversas confesiones cristianas para recibir los créditos por el milagro... En realidad, si uno lee el texto, no llega a la misma conclusión que el diario inglés. Tal vez, les parecía que la inclusión de la dimensión religiosa necesitaba de algún ingrediente polémico...

Los debates públicos controvertidos deben girar en torno a la justicia

entrevista de juan meseguer a joseph weiler, judío, catedrático de derecho de la new york university / www.aceprensa.com /miércoles 13 de octubre de 2010

El profesor estadounidense Joseph Weiler, de religión judía, se ha hecho famoso por defender las raíces cristianas de Europa en foros muy diversos: desde su cátedra de la New York University hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Le hemos entrevistado con motivo de su investidura como doctor honoris causa por la Universidad CEU San Pablo en Madrid.

En nombre de la laicidad, algunos argumentan que los ciudadanos deben prescindir de sus convicciones religiosas cuando estén en la esfera pública.Es curioso. A nadie se le ocurre decir lo mismo sobre las convicciones políticas. Los socialistas o los liberales quieren ser socialistas o liberales también en el espacio público. Y es lógico. Entonces, ¿por qué se exige prescindir de las creencias religiosas?

En sociedades multiculturales, lo razonable es que todos podamos expresar libremente nuestros puntos de vista (religiosos o no) y escuchar a los demás con respeto.

Quienes pretenden relegar la religión a la vida privada no son neutrales. Esa falsa laicidad no puede ser neutral. ¿Cómo va a serlo si uno puede discutir en público sobre el marxismo o el capitalismo, pero no sobre la religión?

Si alguien dijera: “Pueden comparecer en la esfera pública todos los ciudadanos, salvo los que tienen ideas socialistas o liberales”, los demás pensaríamos que eso es una discriminación. Por el mismo motivo, no se puede excluir a los creyentes.

¿Qué rasgos debería tener, a su juicio, la auténtica neutralidad?La auténtica neutralidad es respetar todos los puntos de vista y no tomar partido por uno en particular. Pero eso no significa abstenerse de reconocer la importancia del hecho religioso en la vida social.

Puede haber un Estado laico que, por razón de la laicidad, decida no financiar un colegio católico. Si lo hiciera, piensa, dejaría de ser neutral. Pero ésta es una interpretación discutible. Holanda también es un Estado laico. Y su actitud es muy distinta: financia tanto un colegio laico como uno católico, musulmán o judío.

Holanda está siendo verdaderamente neutral, al no tomar partido. En cambio, el Estado que decide financiar sólo a los colegios laicos y se desentiende de los confesionales, no es neutral.

La religión es razonableEn su reciente discurso en Westminster Hall [cfr. Aceprensa, 20-09-2010], Benedicto XVI sostuvo que es necesario entablar un diálogo profundo entre la religión y la política, entre el mundo de las creencias religiosas y el mundo de la racionalidad secular? ¿Qué le pareció el discurso?Creo que Benedicto XVI acertó plenamente. Desde hace al menos dos siglos, algunos vienen repitiendo que la fe es irracional. Y luego añaden con condescendencia: “Como vivimos en una sociedad liberal, cada cual es muy libre de creer y pensar lo que quiera. Usted puede creer en Dios si lo desea, pero sepa que no se está moviendo en el terreno de la razón”.

A quienes piensan así, Benedicto XVI les recuerda que no es honesto dar por sentado que todo lo que afecta a la fe es irracional mientras que lo que no se refiere a la fe es razonable por principio. [Nota del editor. Por ejemplo, basta con pensar cómo los excesos en una exclusiva la razón han conducido a la utilización de la bomba atómica o a la creación de campos de concentración contra la misma persona]

Al mismo tiempo, su discurso es un llamamiento a los creyentes para que no se autoimpongan el mensaje de quienes desean silenciar la voz de la religión, presentándola como irracional. Finalmente, es una lección de coraje al hacer hincapié en el papel purificador de la razón respecto a la religión.

La perspectiva de la justiciaBuena parte de los debates públicos que hoy se plantean en torno a la vida o el matrimonio acaban pareciendo enfrentamientos entre creyentes y laicos. ¿Está de acuerdo con este enfoque?Creo que es un error plantear así las cosas. La libertad religiosa es el derecho más fundamental de todos los derechos. Entre otras cosas, esta libertad supone el derecho de decir ‘no’ a Dios; el derecho a no ser una persona religiosa. Si alguien se opone al aborto o al matrimonio homosexual sólo por razones estrictamente religiosas, entonces no puede imponer su postura a los demás. Porque las convicciones religiosas no se imponen.

Los debates públicos controvertidos tienen que basarse en el patrimonio común de la razón. En otras palabras, deberían girar en torno a valores comunes sustentados en la justicia.

Por otra parte, los planteamientos que sólo se basan en la perspectiva de los derechos individuales me parecen insuficientes. A los derechos fundamentales hay que añadir las responsabilidades fundamentales de cada uno con los demás y con la sociedad.

domingo, 10 de octubre de 2010

Sacerdotes casados y no casados defienden el celibato

noticia extraída de aceprensa.com/fuente www.news.sky.com / miércoles 15 de septiembre de 2010

Con motivo del viaje de Benedicto XVI a Reino Unido, la cadena de televisión inglesa Sky News (14/09/10) reúne tres testimonios para profundizar en el concepto del celibato de los sacerdotes.

Según la cadena de televisión inglesa, es un secreto a voces en la comunidad católica que algunos sacerdotes mantienen relaciones con mujeres y por ello se pregunta si el matrimonio es la solución.
“Paparruchas”, responde un hombre que lo sabe bien, un sacerdote católico casado, porque los hay.

El sacerdote Martin Flatman se encuentra entre los ex pastores anglicanos conversos al catolicismo después de casados y admite que tiene que hacer malabarismos porque su situación es muy exigente. “Es muy difícil porque uno ha contraído matrimonio y tiene que ser fiel a su esposa y a su familia. Un sacerdote célibe puede dedicar todo ese tiempo a la parroquia y a la gente”.

La mujer del sacerdote, Frances, reconoce que se dan muchas tensiones porque todo el mundo quiere una parte de su marido. “Hay momentos en los que una necesita el apoyo de su esposo y algunas veces él no puede estar contigo. Esta situación puede llegar a ser estresante”.

Tanto Flatman como su mujer piensan que permitir a los sacerdotes contraer matrimonio puede causar más problemas de los que en realidad resuelve –sin tener en cuenta las implicaciones económicas que supone mantener una familia. También van más allá y piensan en qué vendrá luego: ¿discusiones matrimoniales, separaciones, divorcios de sacerdotes?

Por otro lado, el sacerdote Stephen Wang señala que para él el celibato ha sido enormemente liberador. “El hecho de no tener familia me permite dedicarme por entero a la labor de la Iglesia. Incluso si fuera una cuestión opcional escogería el celibato para mi vida de sacerdote”. Según Wang, la mala imagen del celibato se debe a que la gente no piensa más allá de la falta de sexo y no tanto en cómo el estilo de vida que uno lleva ayuda a responder a las demandas de su vocación.

“Significa que te pueden llamar por teléfono a las tres de la madrugada para atender a alguien en un hospital”, explica, “que puedes estar durante días al lado de alguien que se está muriendo o que tu obispo puede trasladarte allá donde hagas más falta. Si eres célibe puedes responder a todas estas necesidades incondicionalmente, sin los problemas y preocupaciones que tiene la vida de una familia”.

Mientras los testimonios de los sacerdotes (casados y no casados) son favorables al celibato, la profesora de teología Tina Beattie, dice del celibato que es una práctica un poco desfasada. “Es una tradición histórica que se remonta a la edad media y tuvo más que ver con la defensa de las propiedades de la Iglesia y cuestiones de esa naturaleza que con la propia esencia del sacerdocio”. Sus compañeros de reparto en la cadena no piensan lo mismo.

Ay, ay, ay

Artículo de jose francisco sanchez / revista nuestro tiempo Numero 664 septiembre octubre 2010/

Hace año y medio conté en una columna la curiosa historia de una mesa redonda que moderé en el 2001 ó 2002: “El tema era la gripe. Fui dando la palabra a los cuatro médicos que me acompañaban en la tribuna ante un público de unas ochenta personas. Terminada la primera ronda de intervenciones, comenté un poco asombrado: ‘Han dicho que este año hay la misma gripe de siempre e incluso alguno ha llegado a afirmar que hay menos que nunca. Sin embargo, los telediarios abren desde hace varios días con imágenes sobre hospitales congestionados por la epidemia de gripe…’ Silencio. Ninguno de los ponentes decía nada. El que se sentaba a mi derecha me dijo en voz muy baja, escapando del micrófono: ‘Relenza’. Me asusté. Y sin tener en cuenta la prudencia de mi interlocutor, dije: ‘¿Me están diciendo ustedes que esto es una gripe mediática?, ¿un montaje para lanzar un nuevo medicamento?’ Asintieron con la cabeza. El Relenza, uno de los antivirales que ahora se prescriben para la gripe porcina, mexicana, nueva, o Ah1n1, acababa de salir al mercado. De aquella supuesta epidemia de gripe no se supo más”.

Con tal columna, publicada el 2 de mayo del 2009, inicié una especie de batalla contra el modo en que se estaba gestionando la comunicación referida a la llamada gripe A. Pasado el tiempo, parece que todas las tesis se confirman: la gripe no era para tanto, se ha probado el entendimiento entre la Organización Mundial de la Salud (OMS) y una parte de la industria farmacéutica y se ha demostrado que el periodismo ha sido incapaz de defender a sus audiencias frente a estrategias de comunicación perfectamente diseñadas y globales. Sin contar la debilidad de los propios gobiernos, que tuvieron reacciones atemorizadas o cómplices, carísimas para el erario público y, quizá, para la salud de los gobernados: por lo visto, en los países que evitaron las vacunaciones masivas, como Polonia, hubo menos muertos.

La farmacéutica es una industria clave en nuestro sistema, y no sólo en el económico. Sin embargo, una parte de este sector ha demostrado muy pocos escrúpulos en el último medio siglo. Quizá fueron los primeros en entender a fondo las ventajas de una acertada comunicación estratégica, y como consecuencia, más que a la promoción directa de sus productos, se han orientado a la intervención en el discurso cultural. Para ello han recurrido a muy diversos procedimientos: desde la creación de lobbies con apariencia de institutos de investigación hasta la financiación de sociedades médicas.

Nadie lo dice, pero el alarmismo demográfico característico de los años setenta, ochenta y parte de los noventa tiene ese origen, con la ventaja de que encajaba bien con las llamadas posiciones “progresistas” en materia de moral. Todavía guardo un editorial publicado por El País en marzo de 1990 y titulado “Dos hijos”. El discurso era el de siempre: caminábamos hacia una catastrófica superpoblación y había que planificar y controlar los nacimientos. Las cifras que facilitaba, vistas veinte años después, resultan grotescas, falsas y ridículamente exageradas. Pero vale la pena releer los argumentos finales, característicos de una moral totalitaria, en los que se recogen propuestas como “limitar la libertad de procreación”, con el agravante de que, por el contexto histórico y textual del artículo, se deducía que eso habría que exigírselo al tercer mundo, ya que en España estábamos muy por debajo de la tasa de dos hijos por pareja ¿De dónde procedían esos argumentos? De un informe del CCP. Si lo buscan en la red, verán que ahora se llama Population Action International y se dedica, principalmente, a “la salud reproductiva”, nuevo mantra progresista, una vez agotado el argumento de la superpoblación. Por lo demás, el antiguo CCP como el actual PAI actúa como un lobby de… ¿adivinan quién?

A veces pienso que la moral occidental está en manos de la industria farmacéutica, a la que quizá debamos, por papanatas, la tremenda, casi irrecuperable crisis demográfica que padecemos, además de otras pérdidas graves.

Come, reza, ama

crítica de cine de Fernando gil delgado/www.aceprensa.com/ martes 28 de septiembre de 2010

Director: Ryan Murphy /Guión: Ryan Murphy y Jennifer Salt, basado en las memorias de Elizabeth Gilbert. Intérpretes: Julia Roberts, James Franco, Billy Crudup, Javier Bardem, Richard Jenkins. 140 min.

Come, reza, ama es el título de un libro de memorias de Elizabeth Gilbert, que tuvo una excelente acogida en Estados Unidos, y cuenta cómo esa mujer deja todo: casa, fortuna, marido, para encontrarse a sí misma. El libro, dicen, es ágil e ingenioso. La película se queda en las anécdotas.

Un buen día Liz Gilbert (Julia Roberts) descubre que está aburrida con su existencia, y pide el divorcio a su desconcertado marido. Descubriendo su nueva soltería, tiene un affaire con un joven actor (Jess Franco) al que deja poco después. Finalmente decide que para encontrar la paz debe cambiar de aires, y organiza un año sabático con tres paradas: Italia, India y Bali. En Italia aprenderá el idioma, la cultura del dolce far niente y el placer de la buena comida. En la India, aprende disciplina y meditación. En Bali encuentra la paz interior y vuelve a amar.

Si las cosas sucedieron así, habrá que dar a Liz Gilbert el premio a la mujer más afortunada del mundo, que puede viajar a placer, gastar sin medida y que encuentra a su paso cohortes de gente encantadora dispuesta a echarle una mano siempre que lo necesite. Pero no ha tenido suerte con la película.

Obviamente, Julia Roberts era la persona ideal para darle vida, pero la dirección es lamentable, la película acumula anécdotas sin orden, concierto ni medida, ni más propósito que fotografiar a la actriz con todo tipo de vestuario, peinados y fondos, y hay muchos en un viaje alrededor del mundo. Julia Roberts es una gran actriz y es muy fotogénica, pero ciento cuarenta minutos en pantalla terminan por cansar. Sólo hay un gran momento, cuando Richard Jenkins le da réplica en la India. Javier Bardem es un mero comparsa que aparece al final para bailar con ella y besarla (mejor no hablar de sus diálogos).

En definitiva, una descarada novela rosa con un toque místico tipo New Age.

[Una buena persona es fácil de encontrar]. Dragones interiores, una granada desactivada

reportaje de ismaelmartínez sanchez / www.ideal.es / martes 5 de octubre de 2010

Muchos piensan que las corbatas las diseñan los italianos, las visten los españoles y los franceses las copiaron. Algunos saben que los creadores fueron los croatas, pero muy pocos saben hasta dónde se puede apretar el nudo en la antigua Yugoslavia

Paciencia Darko, paciencia. Estoy agotado, exhausto, nervioso. Sí, no hay prisas ni tiempo en esta habitación. Ni un mal botellín de Fernetgorak. Parezco un animal camino del matadero. Somos 16 prisioneros intentando sobrevivir en un espacio de 8 metros cuadrados. No es una excursión, ni un viaje de placer. Estamos al comienzo de una posible guerra, de la que formamos parte como rehenes. Mercancías para intercambiar o desahuciar. «Pero debo vivir -me digo-. Te esperan en casa. Has prometido un paseo en bicicleta a tu hijo».

La promesa es simplemente un sueño pues, ¿qué importa si no soy una persona en la oscuridad de este zulo? Hemos andado 50 kilómetros en tres noches a punta de pistola. Así que intento cerrar los ojos y cortar los miedos gigantes que produce la imaginación. Los dos heridos duermen. Deliran en el suelo. El hueco de un ladrillo vacío sobre el muro es la única ventilación y el sudor empapa el uniforme. Arrastro el pie unos centímetros en la baldosa para evitar los calambres. Giro la nuca. La mandíbula se abre y cierra demandando oxígeno. En esta situación mi orgullo reside en haber estado en el lugar oportuno. Soy un policía croata de 26 años que vive un conflicto político donde todo es violento.

El 25 de junio de 1991 Croacia se ha declarado independiente del ficticio Estado yugoslavo, formado por distintas culturas, etnias y religiones. Esa misma noche el Ejército Popular Yugoslavo se ha desplegado por Croacia. Cuatrocientos militares irrumpen con artillería ligera en Glina, mi ciudad, localidad de 25.000 habitantes. Los edificios oficiales son asaltados. No hay preguntas, sólo ráfagas de disparos de las tropas yugoslavas. Arde la comisaría. El camarada Tomislav no ha tenido suerte. Muere por ser croata. Y por ser policía.

Amanece.
-«Vamos, vamos, salgan con los brazos en alto. Miren al suelo. Entren en el furgón», gritan desde fuera.
Siendo un niño también madre venía al amanecer. No gritaba, sugería.
-«Vamos, son las 5.30 de las mañana. Darko, tenemos que vender leche en el mercado».

Entonces ignoraba el sufrimiento, pues las horas eran para trabajar. Esa fue mi infancia. Aprendí a pasear en la soledad del horizonte hasta que conocí a Katica, aquella chica de mirada fuerte que observaba mi adolescencia. Con 20 años nos casamos y la mujer de mi vida me ha dado dos hijos: Marin tiene seis años y Martina uno. «¿Seguirán vivos los tres? Si existes, Dios, hazme fuerte».

La banalidad del mal
«Vamos Darko, rápido. Entre ya.», grita el carcelero. El furgón avanza 240 km por carreteras tortuosas hasta Knin, sede de la Armada Serbia en Croacia, en la costa dálmata. Aquí nos espera el campo de concentración, una fortaleza militar. El guardián ríe mientras nos quitan la ropa. No debo levantar la cabeza, ni hablar con otros prisioneros aunque, si agudizo el oído, descubro chasquidos, susurros imperceptibles.

El régimen es de adelgazamiento: agua mezclada con té y sobras de los carceleros. Son las únicas comidas. Durante el día limpiamos baños y letrinas; recogemos restos de basura, papeles o piedras. La canícula y la humedad del mar provocan deshidratación.

Enloquecemos por agotamiento. Así que no me importa cuando los carceleros nos ponen la pistola en la sien. Intuyo que soy como un muñeco troceado al borde de camino, con una casa muy lejana y una mujer que no puede oír los quejidos de mis tres costillas rotas. Y aunque he perdido también los dos colmillos, el dolor de mis dientes es moral. Aislados de noticias exteriores me consumo en pensamientos: «¿Para qué huir?».

Entre los carceleros, Neso Bijelic es el camarada de Satanás. Alto y frío, de andar torcido y pupilas en alcohol, escruta continuamente mis pasos. Neso Bijelic sabe que los gritos y las risas me producen desequilibrios. Para él cualquier excusa justifica un golpe. La banalidad del mal está en el alejamiento de la realidad, en la irreflexión.

Al calor del día, Neso Bijelic, con sus pasos torpes pero decididos, ha puesto su bayoneta sobre mi cuello y el pavor en mis ojos. Jadeante, me doblo sobre la pared. Desconozco los segundos que el cuchillo ha descompuesto el interior de mis ojos y mi estómago. ¡Aj.Dios! ¿Por qué me haces ver la faz del mismísimo diablo? Esta locura me enerva. Sé que no debo, que no puedo. El mal violenta mi ser y juro que le mataré si salgo vivo de esta cárcel.

La Cruz Roja realiza gestiones desde nuestra llegada a Knin. Últimamente hemos oído pasos nerviosos por los pasillos y, aunque la imaginación es mortificante, la ignorancia es una pequeña felicidad que se rompe bruscamente por carceleros que entran a la celda. Pasillos y gritos nos empujan hacia un furgón. Desistimos de ofrecer resistencia, pues hace tiempo que obedecemos como autómatas. «Un bosque, un disparo, una fosa. Ojalá acabe pronto».

Me dicen que para llegar al cielo debes cruzar un purgatorio. Pero yo procedo del infierno. Subir en autobús, contemplar un rostro y ver al fin una sonrisa es un nuevo paraíso. Agotado, nos trasladan a un punto seguro donde la Cruz Roja nos confirma lo que intuíamos durante los dos meses de cautiverio: la guerra se ha extendido por todo el país.

-«¿Y mi familia? Señor Darko, la ciudad de Glina ha sido arrasada, pero algunas familias han huido. Señor Darko, me alegra decirle que su familia ocupa un lugar entre los vivos».

Los ojos me brillan. Tras varias horas de viaje mi mujer e hijos esperan en la puerta del autobús. Los niños (jamás los vi tan limpios y elegantes) se agarran a mis pies y brazos. Katica mantiene las manos en la cara. Sólo desea que sea su marido y no un espectro. Dodite k meni svi koji ste izmoreni i optereceni (venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, leía de niño en el templo). Marin me tira del pantalón mientras le beso. «Papa tengo la bicicleta, tengo la bicicleta. ¿Cuándo me enseñarás a montar?» «Cuando volvamos a casa, hijo. Cuando volvamos a Glina».

Las primeras noches deambulo con alucinaciones y despertares bruscos entre el deseo de acudir al frente o permanecer junto a mi familia. Katica lo entiende. Conoce que soy un patriota sin nacionalismos que ama la tierra de sus padres y. que aquella bayoneta me ha perforado el corazón. Por eso, sólo su serenidad, sus besos y abrazos me confortan con la humanidad perdida.

-«Cariño, intenta olvidar. Hemos de recuperar la confianza en los otros. Nadie puede herirte sin tu consentimiento», me dice.
-«Sí, lo sé. En el campo de concentración aprendí que lo que no mata, fortalece. Alguien dijo que la fuerza está en la cabeza, no en el cuerpo». Katica sonríe dulcemente mientras contempla la delgadez de mi estómago sin arrugas..
-«Me alegra que el odio no entre en esta familia», apunta Katica.

¡Aj me!
Entre 1991 y 1995 hay continuos avances y retrocesos en la guerra serbo-croata. Con la aprobación familiar me alisto en el Ejército. Dos meses confinados en Knin valen como cuatro años de contienda pero, con la operación militar Oluja en agosto del 95, estamos ya cerca del final, cerca de Glina. Las horas nocturnas se suceden con mi subfusil AK-72 y revivo mi infancia: el lugar donde aprendí a fumar, la habitación donde velamos a mi padre, el campo de fútbol donde jugaba de lateral izquierdo. Mi cuerpo aletargado en el uniforme azul, gastado y sucio, espera la segunda liberación de mi alma. La respuesta definitiva.

El 6 de agosto llegamos al pueblo. El recuerdo de Knin nubla mi mente, pero a diferencia de aquella cárcel, no habrá alambradas en mi jardín. Deseo correr campo a través, pero las minas obligan a caminar por la carretera. Hay cascotes y piedras en las calles. Rescoldo de casas incendiadas, metralla en los edificios. El sudor frío recorre mis brazos. Aumentan las pulsaciones.

-«Tranquilo Darko, tranquilo, ya queda menos».
Me arrodillo. Al frente del camino se levanta una estructura de paredes. Nada más. Una carcasa con escombros y maleza. 'Aj me!' (¡Ay de mí!). Han cortado el árbol. pero aquí siguen mis raíces. Prometo que brotarán ramas con la fuerza de mis hijos».

El 15 de agosto de 1995 capitula el Ejército Popular Yugoslavo. La guerra ha terminado. Comienzan las discusiones sobre cifras de muertes, emigrados y damnificados. Glina pasa de 25.000 a 9.000 habitantes. Muchos han muerto y numerosos serbios han sido obligados a regresar hacia Belgrado, la madre patria, ya sea por miedo a represalias croatas, ya sea por las represalias serbias de Milosevic.

En abril de 2000 comienzan los juicios por crímenes contra la humanidad en la antigua Yugoslavia. Junto a otros altos dirigentes, el 14 de noviembre el carcelero de Knin, Neso Bijelic, es acusado y sentenciado a cinco años de prisión.

Glina, en la actualidad
Agosto de 2010. Darko Kauric fuma cigarrillos Rothschild expirando el humo y dibujando chimeneas en esa boca sin colmillos por la que intenta sonreír la vida. Darko ha reconstruido su casa y ha montado un pub, donde se encuentra sentado. «A mis vecinos serbios -a la gente de a pie- sólo puedo desearles suerte en la vida. Me gustaría que muchos puedan regresar y habitar sus casas abandonadas de Glina. Aquí cabemos todos. Entiendo que en la guerra, en medio de la oscuridad, es difícil navegar entre los mares del odio o la ideología, pero cuando parece que todo está perdido, siempre tienes la posibilidad de retomar el rumbo del perdón y de volver a casa».

-«Bueno usted ha ganado», le inquiere alguien. «¿Qué es ganar? No hay propiamente vencedores ni vencidos. Todos hemos perdido algo en el camino. Todos, yo también tengo dragones interiores. Tengo el recuerdo de una bayoneta contra la que luchar. Y sé que la justicia juzga el pasado pero yo -aunque me desespere- intento mirar al futuro. Sólo tengo una vida y no debo malgastarla en la espiral del odio y el rencor», asiente Darko mirando a su mujer.

El sol también aprieta al presidente de la República de Croacia, el socialista Ivo Josipovic, que visita Glina esta mañana. Numeroso público y medios de comunicación siguen expectantes la comitiva, como el hijo de Darko. El pequeño Marín es hoy un joven de 26 años empeñado en «otra guerra»: dirigir un campo de trabajo con universitarios extranjeros. «No somos pobres, pero toda ayuda será buena para Glina», le anima el alcalde que visita junto al presidente este grupo de 45 estudiantes italianos, españoles y croatas que pintan la escuela pública y colaboran con la Cruz Roja. Algunos como Axel Godoy han recorrido 2.300 kilómetros en coche desde Granada con la Asociación Alayos, club promovido por personas de Opus Dei. «Hacemos lo que podemos», dice Axel al presidente, quien agradece el gesto mientras la comitiva avanza.

Darko, con su cigarro entre los dedos, camina tranquilo. «No deseo dragones en mi vida», se repite. «He aprendido a perdonar porque me han enseñado a querer».

Más información:
www.opusdei.es
www.ideal.es/granada/v/20101005/sociedad/dragones-interiores-granada-desactivada-20101005.html
https://docs.google.com/leaf?id=0ByfFMNe8upjNYjc0ZDc3YTktYWE2Ni00ZGI5LTllZjItY2E0ZjdmYzEyMTA2&authkey=CK-UwPwJ&hl=en

Patricia Neal, Gary Cooper y el recuerdo del hijo que no nació

Comentario de diego contreras / www.laiglesiaenlaprensa.com /jueves
11 de agosto de 2010

Hace un tiempo falleció Patricia Neal, ganadora de un Oscar a la mejor actriz en 1964 por su interpretación en la película “Hub”, con Paul Newman (foto). Pocos meses después de recibir el Oscar, Patricia sufrió varios infartos cerebrales que la mantuvieron tres meses en coma. Salió, pero tuvo que volver a aprender a hablar y a caminar. Le ayudó mucho su marido, el escritor Roald Dahl (quien en 1983, y después de cinco hijos y treinta años de matrimonio, la abandonaría por una mujer más joven). Otro drama familiar fue la muerte de una hija de siete años y el accidente de otros hijo de pocos meses, que le produciría una lesión cerebral permanente.

La actriz es conocida también por haber mantenido, a finales de los años cuarenta, un “affaire” con el actor Gary Cooper, veinticinco años mayor que ella, casado y con una hija. Al final, Cooper decidió volver con su mujer, Verónica. Pero Patricia, que tenía 23 años, había quedado embarazada: tomaron la decisión de recurrir al aborto.

La vida de Patricia no fue fácil. Pero cuenta en su autobiografía (1988), según recoger el obituario publicado en The New York Times, que “si tuviera que rehacer una sola cosa en mi vida, tendría ese niño”. Ese sentimiento fue mucho más intenso, pues le llevó a manifestar públicamente en varias ocasiones que todas las noches lloraba por el hijo que no tuvo. En las últimas décadas de su vida fue activa en los movimientos pro-life de inspiración católica. Y es que redescubrió la fe gracias a… Mary, la hija de Gary Cooper y Veronica, de la que llegó a ser buena amiga.

Más información: http://es.wikipedia.org/wiki/Patricia_Neal