Asociación Ronda80. Voluntariado

Blog para los voluntarios de la Asociación Ronda80 y público en general.
Contiene la agenda de actividades para voluntariado organizadas por esta asociación y una recopilación semanal de cinco noticias de interés que se envía por e-mail.

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domingo, 28 de marzo de 2010

USA: Por qué avanzan los movimientos provida y gay


comentario en www.aceprensa.com / fuente: www.washingtonpost.com / martes

23 de marzo de 2010

El columnista Michael Gerson analiza en el Washington Post la evolución que han experimentado en Estados Unidos dos de los movimientos sociales más importantes del momento: el pro vida y el partidario del matrimonio gay. La tesis de Gerson es que ambos han hecho grandes avances allí, merced a un discurso más moderado.

Gerson comienza tomando el pulso a la opinión pública. En mayo de 2009, una encuesta Gallup mostraba que, por primera vez, la mayoría de los estadounidenses se declaraba “pro vida” y no “pro-choice” (cfr. Aceprensa, 18-05-2009). En febrero de este año, una encuesta de CNN-Time revelaba que, también por primera vez, la mitad de los norteamericanos piensa que la homosexualidad “no es un asunto moral”.

Pese a las divergencias, estas encuestas –dice Gerson– dan una primera pista sobre él éxito que están teniendo ambos movimientos en Estados Unidos.

“Los activistas pro vida han cosechado menos victorias legales que los partidarios de los derechos de los homosexuales; en parte, porque los tribunales se han empeñado de forma activa en no dejar la cuestión del aborto en manos de la democracia”.

“De todos modos, es un logro reseñable que 37 años después de que [la sentencia] Roe v. Wade intentara zanjar el debate sobre el aborto, siga abierto. El 52% de los estadounidenses cree que provocar un aborto es “moralmente malo”. El 53% se opone a que se financie con dinero público. Practicar un aborto sigue estando mal visto entre los médicos. Y el número de abortos ha caído bastante en Estados Unidos desde los años ochenta”.

Para Gerson, este cambio de postura favorable a la vida se debe en primer lugar “a las innovaciones tecnológicas (…), que han hecho visible la humanidad del desarrollo [del feto]”.

Además, los pro vida han acertado a cambiar de estrategia: “Han dejado atrás los argumentos morales para adoptar un lenguaje centrado en los futuros derechos civiles. (…) Desde esta perspectiva, el aborto no sólo es malo sino también injusto”.

Debates con rostro humano

Respecto al matrimonio homosexual, Gerson constata que sigue siendo un debate que divide a la población. A la vez que persiste una fuerte oposición a las bodas gays, “dos tercios de los estadounidenses apoya las uniones civiles para las parejas homosexuales”.

Un éxito claro de los activistas gay es que, durante los últimos años, han logrado ganarse a las élites culturales. “La universidad, el entretenimiento y la publicidad están de parte del movimiento gay como no lo está de los pro vida”.

Para Gerson, los gays también han ganado puntos al hacerse visibles. “La estrategia de ‘salir del armario’ ha personalizado el debate como lo han hecho las ecografías (…). Un rostro humano siempre hace más difíciles los juicios severos”.

“Al igual que los pro vida, muchos activistas gay han cambiado sus argumentos políticos. El activismo de los años setenta solía estar inspirado por la liberación sexual. (…) Ahora, abraza las instituciones tradicionales en lugar de atacarlas”.

La conclusión de Gerson es que ambos movimientos han tenido éxito por parecidas razones. “Los dos han sabido humanizar sus argumentos teóricos. Los dos se han alejado del moralismo (o antimoralismo) extremo para situar su causa en el contexto de los derechos civiles. Esté usted de acuerdo o no con el reclamo de sus argumentos, lo cierto es que así es como progresan los movimientos sociales en Estados Unidos”.

Carta Pastoral de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda


noticia del vis (vatican information service)/ sábado 20 de marzo de 2010

CIUDAD DEL VATICANO. Ofrecemos a continuación una traducción del texto original en inglés de la Carta pastoral de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda, que se ha hecho pública esta mañana:

1. Queridos hermanos y hermanas de la Iglesia en Irlanda, os escribo con gran preocupación como Pastor de la Iglesia universal. Al igual que vosotros estoy profundamente consternado por las noticias concernientes al abuso de niños y jóvenes indefensos por parte de miembros de la Iglesia en Irlanda, especialmente sacerdotes y religiosos. Comparto la desazón y el sentimiento de traición que muchos de vosotros experimentaron al enterarse de esos actos pecaminosos y criminales y del modo en que fueron afrontados por las autoridades de la Iglesia en Irlanda.

Como sabéis, invité hace poco a los obispos de Irlanda a una reunión en Roma para que informasen sobre cómo abordaron esas cuestiones en el pasado e indicasen los pasos que habían dado para hacer frente a una situación tan grave. Junto con algunos altos prelados de la Curia Romana escuché lo que tenían que decir, tanto individualmente como en grupo, sea sobre el análisis de los errores cometidos y las lecciones aprendidas, que sobre la descripción de los programas y procedimientos actualmente en curso. Nuestras discusiones fueron francas y constructivas. Estoy seguro de que, como resultado, los obispos están ahora en una posición más fuerte para continuar la tarea de reparar las injusticias del pasado y de abordar cuestiones más amplias relacionadas con el abuso de los niños de manera conforme con las exigencias de la justicia y las enseñanzas del Evangelio.

2. Por mi parte, teniendo en cuenta la gravedad de estos delitos y la respuesta a menudo inadecuada que han recibido por parte de las autoridades eclesiásticas de vuestro país, he decidido escribir esta carta pastoral para expresaros mi cercanía, y proponeros un camino de curación, renovación y reparación.

Es verdad, como han observado muchas personas en vuestro país, que el problema de abuso de menores no es específico de Irlanda o de la Iglesia. Sin embargo, la tarea que tenéis ahora por delante es la de hacer frente al problema de los abusos ocurridos dentro de la comunidad católica de Irlanda y de hacerlo con coraje y determinación. Que nadie se imagine que esta dolorosa situación se resuelva pronto. Se han dado pasos positivos, pero todavía queda mucho por hacer. Necesitamos perseverancia y oración, con gran fe en la fuerza salvadora de la gracia de Dios.


Al mismo tiempo, debo también expresar mi convicción de que para recuperarse de esta dolorosa herida, la Iglesia en Irlanda, debe reconocer en primer lugar ante Dios y ante los demás, los graves pecados cometidos contra niños indefensos. Ese reconocimiento, junto con un sincero pesar por el daño causado a las víctimas y sus familias, debe desembocar en un esfuerzo conjunto para garantizar que en el futuro los niños estén protegidos de semejantes delitos.

Mientras os enfrentáis a los retos de este momento, os pido que recordéis la "roca de la que fuisteis tallados" (Isaías 51, 1). Reflexionad sobre la generosa y a menudo heroica contribución ofrecida a la Iglesia y a la humanidad por generaciones de hombres y mujeres irlandeses, y haced que de esa reflexión brote el impulso para un honesto examen de conciencia personal y para un sólido programa de renovación de la Iglesia y el individuo. Rezo para que, asistida por la intercesión de sus numerosos santos y purificada por la penitencia, la Iglesia en Irlanda supere esta crisis y vuelve a ser una vez más testimonio convincente de la verdad y la bondad de Dios Todopoderoso, que se manifiesta en su Hijo Jesucristo.

3. A lo largo de la historia, los católicos irlandeses han demostrado ser, tanto en su patria como fuera de ella, una fuerza motriz del bien. Monjes celtas como San Columba difundieron el evangelio en Europa occidental y sentaron las bases de la cultura monástica medieval. Los ideales de santidad, caridad y sabiduría trascendente, nacidos de la fe cristiana, quedaron plasmados en la construcción de iglesias y monasterios y en la creación de escuelas, bibliotecas y hospitales, que contribuyeron a consolidar la identidad espiritual de Europa. Aquellos misioneros irlandeses debían su fuerza y su inspiración a la firmeza de su fe, al fuerte liderazgo y a la rectitud moral de la Iglesia en su tierra natal.

A partir del siglo XVI, los católicos en Irlanda atravesaron por un largo período de persecución, durante el cual lucharon por mantener viva la llama de la fe en circunstancias difíciles y peligrosas. San Oliver Plunkett, mártir y arzobispo de Armagh, es el ejemplo más famoso de una multitud de valerosos hijos e hijas de Irlanda dispuestos a dar su vida por la fidelidad al Evangelio. Después de la Emancipación Católica, la Iglesia fue libre de nuevo para volver a crecer. Las familias y un sinfín de personas que habían conservado la fe en el momento de la prueba se convirtieron en la chispa de un gran renacimiento del catolicismo irlandés en el siglo XIX. La iglesia escolarizaba, especialmente a los pobres, lo que supuso una importante contribución a la sociedad irlandesa. Entre los frutos de las nuevas escuelas católicas se cuenta el aumento de las vocaciones: generaciones de sacerdotes misioneros, hermanas y hermanos, dejaron su patria para servir en todos los continentes, sobre todo en mundo de habla inglesa. Eran excepcionales, no sólo por la vastedad de su número, sino también por la fuerza de la fe y la solidez de su compromiso pastoral. Muchas diócesis, especialmente en África, América y Australia, se han beneficiado de la presencia de clérigos y religiosos irlandeses, que predicaron el Evangelio y fundaron parroquias, escuelas y universidades, clínicas y hospitales, abiertas tanto a los católicos, como al resto de la sociedad, prestando una atención particular a las necesidades de los pobres.

En casi todas las familias irlandesas, ha habido siempre alguien - un hijo o una hija, una tía o un tío - que dieron sus vidas a la Iglesia. Con razón, las familias irlandesas tienen un gran respeto y afecto por sus seres queridos que dedicaron la vida a Cristo, compartiendo el don de la fe con los demás y traduciéndola en acciones sirviendo con amor a Dios y al prójimo.

4. En las últimas décadas, sin embargo, la Iglesia en vuestro país ha tenido que enfrentarse a nuevos y graves retos para la fe debidos a la rápida transformación y secularización de la sociedad irlandesa. El cambio social ha sido muy veloz y a menudo ha repercutido adversamente en la tradicional adhesión de las personas a las enseñanzas y valores católicos. Asimismo, las prácticas sacramentales y devotas que sustentan la fe y la hacen crecer, como la confesión frecuente, la oración diaria y los retiros anuales se dejaron, con frecuencia, de lado.

También fue significativa en este período la tendencia, incluso por parte de los sacerdotes y religiosos, a adoptar formas de pensamiento y de juicio de la realidad secular sin referencia suficiente al Evangelio. El programa de renovación propuesto por el Concilio Vaticano II fue a veces mal entendido y, además, a la luz de los profundos cambios sociales que estaban teniendo lugar, no era nada fácil discernir la mejor manera de realizarlo. En particular, hubo una tendencia, motivada por buenas intenciones, pero equivocada, de evitar los enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares. En este contexto general debemos tratar de entender el inquietante problema de abuso sexual de niños, que ha contribuido no poco al debilitamiento de la fe y la pérdida de respeto por la Iglesia y sus enseñanzas.

Sólo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que han dado lugar a la crisis actual es posible efectuar un diagnóstico claro de las causas y encontrar las soluciones eficaces. Ciertamente, entre los factores que han contribuido a ella, podemos enumerar: los procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa, la insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados, la tendencia de la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y de la salvaguardia de la dignidad de cada persona. Es necesaria una acción urgente para contrarrestar estos factores, que han tenido consecuencias tan trágicas para la vida de las víctimas y sus familias y han obscurecido tanto la luz del Evangelio, como no lo habían hecho siglos de persecución.

5. En varias ocasiones, desde mi elección a la Sede de Pedro, me he encontrado con víctimas de abusos sexuales y estoy dispuesto a seguir haciéndolo en futuro. He hablado con ellos, he escuchado sus historias, he constatado su sufrimiento, he rezado con ellos y por ellos. Anteriormente en mi pontificado, preocupado por abordar esta cuestión, pedí a los obispos de Irlanda, durante la visita ad limina de 2006 que "establecieran la verdad de lo ocurrido en el pasado y tomasen todas las medidas necesarias para evitar que sucediera de nuevo, para asegurar que los principios de justicia sean plenamente respetados y, sobre todo, para curar a las víctimas y a todos los afectados por estos crímenes atroces " (Discurso a los obispos de Irlanda, el 28 de octubre de 2006).

Con esta carta, quiero exhortaros a todos vosotros, como pueblo de Dios en Irlanda, a reflexionar sobre las heridas infligidas al cuerpo de Cristo, los remedios necesarios y a veces dolorosos, para vendarlas y curarlas , y la necesidad de la unidad, la caridad y la ayuda mutua en el largo proceso de recuperación y renovación eclesial. Me dirijo ahora a vosotros con palabras que me salen del corazón, y quiero hablar a cada uno de vosotros y a todos vosotros como hermanos y hermanas en el Señor.

6. A las víctimas de abusos y a sus familias

Habéis sufrido inmensamente y me apesadumbra tanto. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Vuestra confianza ha sido traicionada y violada vuestra dignidad. Muchos de vosotros han experimentado que cuando tuvieron el valor suficiente para hablar de lo que les había pasado, nadie quería escucharlos. Aquellos que sufrieron abusos en los internados deben haber sentido que no había manera de escapar de su dolor. Es comprensible que os sea difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre, expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos. Al mismo tiempo, os pido que no perdáis la esperanza. En la comunión con la Iglesia es donde nos encontramos con la persona de Jesucristo, que fue Él mismo una víctima de la injusticia y el pecado. Como vosotros aún lleva las heridas de su sufrimiento injusto. Él entiende la profundidad de vuestro dolor y la persistencia de su efecto en vuestras vidas y vuestras relaciones con los demás, incluyendo vuestra relación con la Iglesia.

Sé que a algunos de vosotros les resulta difícil incluso entrar en una iglesia después de lo que ha sucedido. Sin embargo, las heridas de Cristo, transformadas por su sufrimiento redentor, son los instrumentos que han roto el poder del mal y nos hacen renacer a la vida y la esperanza. Creo firmemente en el poder curativo de su amor sacrificial - incluso en las situaciones más oscuras y desesperadas - que libera y trae la promesa de un nuevo comienzo.

Al dirigirme a vosotros como un pastor, preocupado por el bienestar de todos los hijos de Dios, os pido humildemente que reflexionéis sobre lo que he dicho. Ruego que, acercándoos a Cristo y participando en la vida de su Iglesia - una Iglesia purificada por la penitencia y renovada en la caridad pastoral - podáis descubrir de nuevo el amor infinito de Cristo por cada uno de vosotros. Estoy seguro de que de esta manera seréis capaces de encontrar reconciliación, profunda curación interior y paz.

7. A los sacerdotes y religiosos que han abusado de niños

Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos. Habéis perdido la estima de la gente de Irlanda y arrojado vergüenza y deshonor sobre vuestros semejantes. Aquellos de vosotros que son sacerdotes han violado la santidad del sacramento del Orden, en el que Cristo mismo se hace presente en nosotros y en nuestras acciones. Junto con el inmenso daño causado a las víctimas, un daño enorme se ha hecho a la Iglesia y a la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa.

Os exhorto a examinar vuestra conciencia, a asumir la responsabilidad de los pecados que habéis cometido y a expresar con humildad vuestro pesar. El arrepentimiento sincero abre la puerta al perdón de Dios y a la gracia de la verdadera enmienda.

Debéis tratar de expiar personalmente vuestras acciones ofreciendo oraciones y penitencias por aquellos que habéis ofendido. El sacrificio redentor de Cristo tiene el poder de perdonar incluso el más grave de los pecados y extraer el bien incluso del más terrible de los males. Al mismo tiempo, la justicia de Dios nos llama a dar cuenta de nuestras acciones sin ocultar nada. Admitid abiertamente vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia, pero no desesperéis de la misericordia de Dios.

8. A los padres

Os habéis sentido profundamente indignados y conmocionados al conocer los hechos terribles que sucedían en lo que debía haber sido el entorno más seguro para todos. En el mundo de hoy no es fácil construir un hogar y educar a los hijos. Se merecen crecer con seguridad, cariño y amor, con un fuerte sentido de su identidad y su valor. Tienen derecho a ser educados en los auténticos valores morales enraizados en la dignidad de la persona humana, a inspirarse en la verdad de nuestra fe católica y a aprender los patrones de comportamiento y acción que lleven a la sana autoestima y la felicidad duradera. Esta tarea noble pero exigente está confiada en primer lugar a vosotros, padres. Os invito a desempeñar vuestro papel para garantizar a los niños los mejores cuidados posibles, tanto en el hogar como en la sociedad en general, mientras la Iglesia, por su parte, sigue aplicando las medidas adoptadas en los últimos años para proteger a los jóvenes en los ambientes parroquiales y escolares. Os aseguro que estoy cerca de vosotros y os ofrezco el apoyo de mis oraciones mientras cumplís vuestras grandes responsabilidades

9. A los niños y jóvenes de Irlanda

Quiero dirigiros una palabra especial de aliento. Vuestra experiencia de la Iglesia es muy diferente de la de vuestros padres y abuelos. El mundo ha cambiado desde que ellos tenían vuestra edad. Sin embargo, todas las personas, en cada generación están llamadas a recorrer el mismo camino durante la vida, cualesquiera que sean las circunstancias. Todos estamos escandalizados por los pecados y errores de algunos miembros de la Iglesia, en particular de los que fueron elegidos especialmente para guiar y servir a los jóvenes. Pero es en la Iglesia donde encontraréis a Jesucristo que es el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Hb 13, 8). Él os ama y se entregó por vosotros en la cruz. ¡Buscad una relación personal con Él dentro de la comunión de su Iglesia, porque él nunca traicionará vuestra confianza! Sólo Él puede satisfacer vuestros anhelos más profundos y dar pleno sentido a vuestras vidas, orientándolas al servicio de los demás. Mantened vuestra mirada fija en Jesús y su bondad y proteged la llama de la fe en vuestros corazones. Espero en vosotros para que, junto con vuestros hermanos católicos en Irlanda, seáis fieles discípulos de nuestro Señor y aportéis el entusiasmo y el idealismo tan necesarios para la reconstrucción y la renovación de nuestra amada Iglesia.

10. A los sacerdotes y religiosos de Irlanda

Todos nosotros estamos sufriendo las consecuencias de los pecados de nuestros hermanos que han traicionado una obligación sagrada o no han afrontado de forma justa y responsable las denuncias de abusos. A la luz del escándalo y la indignación que estos hechos han causado, no sólo entre los fieles laicos, sino también entre vosotros y vuestras comunidades religiosas, muchos os sentís desanimados e incluso abandonados. Soy también consciente de que a los ojos de algunos aparecéis tachados de culpables por asociación, y de que os consideran como si fuerais de alguna forma responsable de los delitos de los demás. En este tiempo de sufrimiento, quiero dar acto de vuestra dedicación cómo sacerdotes y religiosos y de vuestro apostolado, y os invito a reafirmar vuestra fe en Cristo, vuestro amor por su Iglesia y vuestra confianza en las promesas evangélicas de la redención, el perdón y la renovación interior. De esta manera, podréis demostrar a todos que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (cf. Rm 5, 20).

Sé que muchos estáis decepcionados, desconcertados y encolerizados por la manera en que algunos de vuestros superiores abordaron esas cuestiones. Sin embargo, es esencial que cooperéis estrechamente con los que ostentan la autoridad y colaboréis en garantizar que las medidas adoptadas para responder a la crisis sean verdaderamente evangélicas, justas y eficaces. Por encima de todo, os pido que seáis cada vez más claramente hombres y mujeres de oración, que siguen con valentía el camino de la conversión, la purificación y la reconciliación. De esta manera, la Iglesia en Irlanda cobrará nueva vida y vitalidad gracias a vuestro testimonio del poder redentor de Dios que se hace visible en vuestras vidas.

11. A mis hermanos, los obispos

No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores han fracasado, a veces lamentablemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones. Reconozco que era muy difícil comprender la magnitud y la complejidad del problema, obtener información fiable y tomar decisiones adecuadas en función de los pareceres contradictorios de los expertos. No obstante, hay que reconocer que se cometieron graves errores de juicio y hubo fallos de dirección. Todo esto ha socavado gravemente vuestra credibilidad y eficacia. Aprecio los esfuerzos llevados a cabo para remediar los errores del pasado y para garantizar que no vuelvan a ocurrir. Además de aplicar plenamente las normas del derecho canónico concernientes a los casos de abusos de niños, seguid cooperando con las autoridades civiles en el ámbito de su competencia. Está claro que los superiores religiosos deben hacer lo mismo. También ellos participaron en las recientes reuniones en Roma con el propósito de establecer un enfoque claro y coherente de estas cuestiones. Es imperativo que las normas de la Iglesia en Irlanda para la salvaguardia de los niños sean constantemente revisadas y actualizadas y que se apliquen plena e imparcialmente, en conformidad con el derecho canónico.

Sólo una acción decisiva llevada a cabo con total honestidad y transparencia restablecerá el respeto y el afecto del pueblo irlandés por la Iglesia a la que hemos consagrado nuestras vidas. Hay que empezar, en primer lugar, por vuestro examen de conciencia personal, la purificación interna y la renovación espiritual. El pueblo de Irlanda, con razón, espera que seáis hombres de Dios, que seáis santos, que viváis con sencillez, y busquéis día tras día la conversión personal. Para ellos, en palabras de San Agustín, sois un obispo, y sin embargo, con ellos estáis llamados a ser un discípulo de Cristo (cf. Sermón 340, 1). Os exhorto a renovar vuestro sentido de responsabilidad ante Dios, para crecer en solidaridad con vuestro pueblo y profundizar vuestra atención pastoral con todos los miembros de vuestro rebaño. En particular, preocupaos por la vida espiritual y moral de cada uno de vuestros sacerdotes. Servidles de ejemplo con vuestra propia vida, estad cerca de ellos, escuchad sus preocupaciones, ofrecedles aliento en este momento de dificultad y alimentad la llama de su amor por Cristo y su compromiso al servicio de sus hermanos y hermanas.

Asimismo, hay que alentar a los laicos a que desempeñen el papel que les corresponde en la vida de la Iglesia. Aseguraos de su formación para que puedan, articulada y convincentemente, dar razón del Evangelio en medio de la sociedad moderna (cf. 1 Pet 3, 15), y cooperen más plenamente en la vida y misión de la Iglesia. Esto, a su vez, os ayudará a volver a ser guías y testigos creíbles de la verdad redentora de Cristo.

12. A todos los fieles de Irlanda

La experiencia de un joven en la Iglesia debería siempre fructificar en su encuentro personal y vivificador con Jesucristo, dentro de una comunidad que lo ama y lo sustenta. En este entorno, habría que animar a los jóvenes a alcanzar su plena estatura humana y espiritual, a aspirar a los altos ideales de santidad, caridad y verdad y a inspirarse en la riqueza de una gran tradición religiosa y cultural. En nuestra sociedad cada vez más secularizada en la que incluso los cristianos a menudo encuentran difícil hablar de la dimensión trascendente de nuestra existencia, tenemos que encontrar nuevas modos para transmitir a los jóvenes la belleza y la riqueza de la amistad con Jesucristo en la comunión de su Iglesia. Para resolver la crisis actual, las medidas que contrarresten adecuadamente los delitos individuales son esenciales pero no suficientes: hace falta una nueva visión que inspire a la generación actual y a las futuras generaciones a atesorar el don de nuestra fe común. Siguiendo el camino indicado por el Evangelio, observando los mandamientos y conformando vuestras vidas cada vez más a la figura de Jesucristo, experimentaréis con seguridad la renovación profunda que necesita con urgencia nuestra época . Invito a todos a perseverar en este camino.

13. Queridos hermanos y hermanas en Cristo, profundamente preocupado por todos vosotros en este momento de dolor, en que la fragilidad de la condición humana se revela tan claramente, os he querido ofrecer palabras de aliento y apoyo. Espero que las aceptéis como un signo de mi cercanía espiritual y de mi confianza en vuestra capacidad para afrontar los retos del momento actual, recurriendo, como fuente de renovada inspiración y fortaleza a las nobles tradiciones de Irlanda de fidelidad al Evangelio, perseverancia en la fe y determinación en la búsqueda de la santidad. En solidaridad con todos vosotros, ruego con insistencia para que, con la gracia de Dios, las heridas inflingidas a tantas personas y familias puedan curarse y para que la Iglesia en Irlanda experimente una época de renacimiento y renovación espiritual

14. Quisiera proponer, además, algunas medidas concretas para abordar la situación.

Al final de mi reunión con los obispos de Irlanda, les pedí que la Cuaresma de este año se considerase un tiempo de oración para la efusión de la misericordia de Dios y de los dones de santidad y fortaleza del Espíritu Santo sobre la Iglesia en vuestro país. Ahora os invito a todos a ofrecer durante un año, desde ahora hasta la Pascua de 2011, la penitencia de los viernes para este fin. Os pido que ofrezcáis el ayuno, las oraciones, la lectura de la Sagrada Escritura y las obras de misericordia por la gracia de la curación y la renovación de la Iglesia en Irlanda. Os animo a redescubrir el sacramento de la Reconciliación y a utilizar con más frecuencia el poder transformador de su gracia.

Hay que prestar también especial atención a la adoración eucarística, y en cada diócesis debe haber iglesias o capillas específicamente dedicadas a ello. Pido a las parroquias, seminarios, casas religiosas y monasterios que organicen períodos de adoración eucarística, para que todos tengan la oportunidad de participar. Mediante la oración ferviente ante la presencia real del Señor, podéis cumplir la reparación por los pecados de abusos que han causado tanto daño y al mismo tiempo, implorar la gracia de una fuerza renovada y un sentido más profundo de misión por parte de todos los obispos, sacerdotes, religiosos y fieles.

Estoy seguro de que este programa conducirá a un renacimiento de la Iglesia en Irlanda en la plenitud de la verdad de Dios, porque la verdad nos hace libres (cf. Jn 8, 32).


Además, después de haber rezado y consultado sobre el tema, tengo la intención de convocar una Visita Apostólica en algunas diócesis de Irlanda, así como en los seminarios y congregaciones religiosas. La visita tiene por objeto ayudar a la Iglesia local en su camino de renovación y se establecerá en cooperación con las oficinas competentes de la Curia Romana y de la Conferencia Episcopal Irlandesa. Los detalles serán anunciados en su debido momento.



También propongo que se convoque una misión a nivel nacional para todos los obispos, sacerdotes y religiosos. Espero que gracias a los conocimientos de predicadores expertos y organizadores de retiros en Irlanda, y en otros lugares , mediante la revisión de los documentos conciliares, los ritos litúrgicos de la ordenación y profesión, y las recientes enseñanzas pontificias, lleguéis a una valoración más profunda de vuestras vocaciones respectivas, a fin de redescubrir las raíces de vuestra fe en Jesucristo y de beber a fondo en las fuentes de agua viva que os ofrece a través de su Iglesia.

En este año dedicado a los sacerdotes, os propongo de forma especial la figura de San Juan María Vianney, que tenía una rica comprensión del misterio del sacerdocio. "El sacerdote -escribió- tiene la llave de los tesoros de los cielos: es el que abre la puerta, es el mayordomo del buen Dios, el administrador de sus bienes." El cura de Ars entendió perfectamente la gran bendición que supone para una comunidad un sacerdote bueno y santo: "Un buen pastor, un pastor conforme al corazón de Dios es el tesoro más grande que Dios puede dar a una parroquia y uno de los más preciosos dones de la misericordia divina ".Que por la intercesión de San Juan María Vianney se revitalice el sacerdocio en Irlanda y toda la Iglesia en Irlanda crezca en la estima del gran don del ministerio sacerdotal.


Aprovecho esta oportunidad para dar las gracias anticipadamente a todos aquellos que ya están dedicados a la tarea de organizar la Visita Apostólica y la Misión, así como a los muchos hombres y mujeres en toda Irlanda que ya están trabajando para proteger a los niños en los ambientes eclesiales. Desde el momento en que se comenzó a entender plenamente la gravedad y la magnitud del problema de los abusos sexuales de niños en instituciones católicas, la Iglesia ha llevado a cabo una cantidad inmensa de trabajo en muchas partes del mundo para hacerle frente y ponerle remedio. Si bien no se debe escatimar ningún esfuerzo para mejorar y actualizar los procedimientos existentes, me anima el hecho de que las prácticas vigentes de tutela, adoptadas por las iglesias locales, se consideran en algunas partes del mundo, un modelo para otras instituciones.


Quiero concluir esta carta con una Oración especial por la Iglesia en Irlanda, que os dejo con la atención que un padre presta a sus hijos y el afecto de un cristiano como vosotros, escandalizado y herido por lo que ha ocurrido en nuestra querida Iglesia. Cuando recéis esta oración en vuestras familias, parroquias y comunidades, la Santísima Virgen María os proteja y guíe a cada uno de vosotros a una unión más estrecha con su Hijo, crucificado y resucitado. Con gran afecto y confianza inquebrantable en las promesas de Dios, os imparto a todos mi bendición apostólica como prenda de fortaleza y paz en el Señor.


Desde el Vaticano, 19 de marzo de 2010, Solemnidad de San José.

ORACIÓN POR LA IGLESIA EN IRLANDA


Dios de nuestros padres,

renuévanos en la fe que es nuestra vida y salvación,

en la esperanza que promete el perdón y la renovación interior,

en la caridad que purifica y abre nuestros corazones

en tu amor , y a través de ti en el amor de todos nuestros hermanos y hermanas.

Señor Jesucristo,

Que la Iglesia en Irlanda renueve su compromiso milenario

en la formación de nuestros jóvenes en el camino de la verdad, la bondad, la santidad y el servicio generoso a la sociedad.


Espíritu Santo, consolador, defensor y guía,

inspira una nueva primavera de santidad y entrega apostólica

para la Iglesia en Irlanda.


Que nuestro dolor y nuestras lágrimas,

nuestro sincero esfuerzo para enderezar los errores del pasado

y nuestro firme propósito de enmienda,

produzcan una cosecha abundante de gracia

para la profundización de la fe

en nuestras familias, parroquias, escuelas y asociaciones,

para el progreso espiritual de la sociedad irlandesa,

y el crecimiento de la caridad, la justicia, la alegría y la paz en toda la familia humana.

A ti, Trinidad,

con plena confianza en la protección de María,

Reina de Irlanda, Madre nuestra,

y de San Patricio, Santa Brígida y todos los santos,

nos confiamos nosotros mismos, nuestros hijos,

y confiamos las necesidades de la Iglesia en Irlanda.

El escándalo es el catolicismo…


Artículo de ana marta gonzález, directora de culture& lifestyle del social trends navarra/www.aceprensa.com/ miércoles 4 de noviembre de 2009

It's Catholicism Itself, Stupid!" Con ese eficaz título, Michael Wolff comenta las polémicas de estas semanas y concluye que el problema no son los casos de abuso sexual, sino la misma Iglesia. Su propia columna es una muestra de esa afirmación, pues el periodista norteamericano arremete contra el molino de viento de una Iglesia que -en su visión- es (prácticamente) el peor enemigo de la humanidad. Me parece un buen ejemplo de un tipo de críticas que están abundando durante estas semanas.

Si de verdad el punto central fuera la crisis y las víctimas, supongo que sería oportuno -al menos, como investigación periodística- hacer alguna referencia al problema de la homosexualidad dentro del clero. Es obvio que pederastia y homosexualidad no es la misma cosa. En algunos casos, sin embargo, hay una relación: según los estudios de Philiph Jenkins (el único estudioso que ofrece estadísticas sobre este tema, citadas por Introvigne), el noventa por ciento de los sacerdotes católicos condenados por abusos a menores son homosexuales.

Sorprende que la atención se haya desviado, por ejemplo, hacia el celibato. “Si en la Iglesia católica ha habido efectivamente un problema, subraya Introvigne, éste no ha sido el celibato sino una cierta tolerancia de la homosexualidad en los seminarios, particularmente en los años '70, cuando se ordenó la mayor parte de los sacerdotes que luego fueron condenados por abusos. Es un problema que Benedicto XVI está corrigiendo vigorosamente”.

Junto a silencios y lagunas, está muy presente en la información de estos días un peculiar mecanismo desinformativo que podríamos definir como la insinuación convertida en dato. Me refiero a cómo se vuelven a utilizar como datos ciertos e incontrovertibles algunas insinuaciones o simples calumnias publicadas en el pasado, aún cercano, a pesar de que resultara clara su falsedad. Un ejemplo entre muchos: leo que un comentarista español afirma que “la campanada mayor ha sido en Alemania, donde hasta el propio Papa, cuando era obispo, tapó algún caso de pederastia sacerdotal”.

No dudo de que hay gente trabajando para ver si descubre un solo caso “tapado” por el Papa cuando era obispos de Munich, pero el episodio que ha salido en la prensa (y del que ya hablaron los periódicos en 1986) no es precisamente la demostración. (Aunque es sabido, vale la pena repetirlo: el sacerdote cometió los actos, fue acusado y condenado cuando el cardenal Ratzinger llevaba ya años en Roma). “¡El escándalo es el catolicismo, estúpido!”

Clima artificial de pánico moral [mundial]


artículo de rafael navarro-valls / www.elmundo.es / lunes 22 de marzo de 2010

Un tribunal de la Haya decidió en julio de 2006 que el partido pedófilo Diversidad, Libertad y Amor Fraternal (PNVD, siglas holandesas), “no puede ser prohibido, ya que tiene el mismo derecho a existir que cualquier otra formación”. Los objetivos de este partido político eran: reducir la edad de consentimiento (12 años) para mantener relaciones sexuales, legalizar la pornografía infantil, respaldar la emisión de porno duro en horario diurno de televisión y autorizar la zoofilia. El partido acaba de disolverse esta misma semana. Al parecer, ha contribuido decisivamente la “dura campaña” lanzada desde todos los frentes, internet incluido, por el sacerdote católico F.Di Noto, implacable en la lucha contra la pedofilia.

Esta buena noticia - cuyo protagonista es un sacerdote católico - coincide con otra mala, protagonizada también por sacerdotes de esta confesión. Me refiero a la tempestad mediática desatada por abusos sexuales de algunos clérigos sobre menores de edad. Estos son los datos: 3.000 casos de sacerdotes diocesanos involucrados en delitos cometidos en los últimos cincuenta años, aunque no todos declarados culpables por sentencia condenatoria. Según Charles J. Sicluna – algo así como el fiscal general del organismo de la Santa Sede encargado de estos delitos - : “el 60% de estos casos son de ‘efebofilia’, o sea de atracción sexual por adolescentes del mismo sexo; el 30% son de relaciones heterosexuales, y el 10%, de actos de pederastia verdadera y propia, esto es, por atracción sexual hacia niños impúberes. Estos últimos, son unos trescientos. Son siempre demasiados, pero hay que reconocer que el fenómeno no está tan difundido como se dice”.

Efectivamente, si se tiene en cuenta que hoy existen unos 500.000 sacerdotes diocesanos y religiosos, esos datos –sin dejar de ser tristes, - suponen un tanto por ciento no superior al 0.6%. El trabajo científico más sólido que conozco de autor no católico es el del profesor Philip Jenkins, Pedophiles and Priest, Anatomy of a Contemporary Crisis (Oxford University Press). Su tesis es que la proporción de clérigos con problemas de desorden sexual es menor en la Iglesia Católica que en otras confesiones. Y, sobre todo, mucho menor que en otros modelos institucionales de convivencia organizada.

Si en la Iglesia Católica pueden ahora resaltar más - y antes- es por la centralización eclesiástica de Roma, que permite recoger información, contabilizar y conocer los problemas con más inmediatez que en otras instituciones y organizaciones, confesionales o no. Hay dos ejemplos recientes que confirman los análisis de Jenkins. Los datos que acaban de facilitar las autoridades austriacas indican que, en un mismo período de tiempo, los casos de abusos sexuales señalados en instituciones vinculadas a la Iglesia han sido 17, mientras que en otros ambientes eran 510. Según un informe publicado por Luigi Accatoli (un clásico del Corriere della Sera), de los 210.000 casos de abusos sexuales registrados en Alemania desde 1995, solamente 94 corresponden a personas e instituciones de la Iglesia católica. Eso supone un 0,045%.

Me da la impresión de que se está generando un clima artificial de “pánico moral”, al que no es ajeno cierta pandemia mediática o literaria centrada en las “desviaciones sexuales del clero”, convertidas en una suerte de pantano moral. Nada nuevo, por otra parte, pero que ahora alcanza cotas desproporcionadas, al conocerse hace unos días los casos ocurridos en Alemania, Austria y Holanda. La campaña recuerda las leyendas negras sobre el tema en la Europa Medieval, la Inglaterra de los Tudor, la Francia revolucionaria o la Alemania nacional-socialista.

Coincido con Jenkins cuando observa: “el poder propagandístico permanente de la cuestión pedófila fue uno de los medios de propaganda y acoso utilizados por los políticos, en su intento de romper el poder de la Iglesia católica alemana, especialmente en el ámbito de la educación y servicios sociales”. Esta idea es ilustrativa, si se piensa en aquel comentario de Himmler: “ nadie sabe muy bien lo que ocurre tras los muros de los monasterios y en las filas de la comunidad de Roma…" Hoy también se mezcla la información de datos y hechos con insinuaciones y equívocos provocados. Al final, la impresión es que la única culpable de esa triste situación es la Iglesia católica y su moral sexual.

Dicho esto, es evidente que el problema tiene la gravedad suficiente para abordarlo sin oblicuidades. Vayamos a sus causas. Debo reconocer que me llamó la atención el énfasis que Benedicto XVI puso en la reiterada condena de estos abusos en su viaje a Estados Unidos. Los analistas esperaban, desde luego, alguna referencia al tema. Pero sorprendió que por cuatro veces aludiera a estos escándalos. Y es que, en realidad, esta cuestión hunde sus raíces en los años sesenta y setenta, pero estalla a principios del nuevo milenio con sus repercusiones patrimoniales y de reparación para las víctimas. Algo, pensaba yo, que pertenece al pasado. A un pasado que coincidió con la llamarada de la revolución sexual de los sesenta. Por entonces se descubrió, entre otras filias y fobias, la “novedad” de la pedofilia, apuntando, entre otros objetivos, a la demolición de las “murallas” levantadas para impedir el contacto erótico entre adultos y menores. ¿Quién no recuerda – en torno a aquellos años - a Mrs Robinson y a Lolita…? Si se hurga un poco comprobaremos que algunos de los más inflexibles “moralistas” actuales, fueron apóstoles activos de la liberación sexual de los sesenta/setenta.

Esta revolución ha marcado a una cultura y a su época, dejando una profunda huella, que contagió también a ciertos ambientes clericales. Así, algunas Universidades católicas de América y Europa desarrollaron enseñanzas con una concepción equívoca de la sexualidad humana y de la teología moral. Al igual que toda una generación, algunos de los seminaristas no fueron inmunes y actuaron luego de modo indigno. Contra esa podredumbre se enfrentó decididamente Juan Pablo II, cancelando el permiso de enseñar en esas Universidades a algunos docentes, entre ellos a Charles Curran, exponente cualificado de aquella corriente.

Benedicto XVI, no obstante las raíces antiguas del problema, decidió actuar con tolerancia cero en algo que mancha el honor del sacerdocio y la integridad de las víctimas. De ahí sus reiteradas referencias al tema en Estados Unidos y su rápida reacción convocando a Roma a los responsables, cuando el problema estalló en algunas diócesis irlandesas.

De hecho acaba de hacerse pública una dura carta a la Iglesia en Irlanda donde el Papa viene a llamar “traidores” a los culpables de los abusos y anuncia, entre otras medidas, una rigurosa inspección en diócesis, seminarios y organizaciones religiosas. Resulta sarcástico el intento de involucrarle ahora en escándalos sexuales de algún sacerdote de la diócesis que regentó hace años el arzobispo Ratzinger. Sobre todo si se piensa que fue precisamente el cardenal Ratzinger quien, como prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, firmó el 18 de mayo de 2001 la circular De delictis gravioribus' (“crímenes más graves”) con duras medidas ejecutivas contra esos comportamientos. El propio hecho de reservar a la Santa Sede juzgar los casos de pedofilia (junto con los atentados contra los sacramentos de la Eucaristía y la Confesión) subraya la gravedad que les confiere, así como el propósito de que el juicio no aparezca “condicionado” por otras instancias locales, potencialmente más influenciables.

Desde luego, en todas partes cuecen habas. Nigel Hamilton ha escrito sobre la presidencia de EE.UU: “En la Casa Blanca hemos tenido a violadores, mariposones, y, para decirlo suavemente, personas con preferencias sexuales poco habituales. Hemos tenido asesinos, esclavistas, estafadores, alcohólicos, ludópatas y adictos de todo tipo. Cuando un amigo le preguntó al presidente Kennedy por qué permitía que su lujuria interfiriese en la seguridad nacional, respondió: "No puedo evitarlo".

Ante el problema, la Iglesia es una de las pocas instituciones que no ha cerrado las ventanas ni atrancado las puertas hasta que pase la tormenta. No se ha acurrucado en sí misma “hasta que los bárbaros se retiren a los bosques”. Ha plantado cara al problema, ha endurecido su legislación, ha pedido perdón a las víctimas, las ha indemnizado y se ha tornado implacable con los agresores. Denunciemos los errores, desde luego, pero seamos justos con quienes sí quieren –a diferencia de Kennedy- evitarlos.

Abusos sexuales y homosexuales incontinentes


entrevista de ricardo estarriol a hans-ludwing króber, director del instituto de psiquiatría forense de la universidad libre de berlín / www.aceprensa.com /

martes 23 de marzo de 2010

El Prof. Hans-Ludwig Kröber, ateo ydirector del Instituto de Psiquiatría Forense de la Universidad Libre de Berlín, es uno de los más prestigiosos profesores de su especialidad en Alemania. Preguntado sobre los abusos de menores cometidos por clérigos o religiosos, de los que se habla en las últimas semanas, niega que el problema tenga su origen en el celibato. La probabilidad de que un célibe cometa un abuso sexual es de uno contra 40, dice. El problema viene más bien de que los culpables son homosexuales incontinentes.

Kröber enseña e investiga en la “Charité”, que es una clínica conjunta de la Universidad Libre de Berlín y de la Universidad Humbold. Más de la mitad de los premios Nobel alemanes proceden de esta institución.

Sus declaraciones tienen particular interés porque Kröber, que en su juventud militó en la juventud comunista, se proclama públicamente ateo, aunque sus investigaciones son altamente apreciadas en la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano. El Instituto de Kröber lleva a cabo estudios permanentes sobre antiguos casos de paidofilia, todos los años emite dictámenes sobre los autores y las víctimas de delitos de abuso sexual de menores.

El profesor de ocupó personalmente de la problemática de los eclesiásticos cuando formó parte en 2003 de una comisión de expertos creada por el Vaticano.

En el curso de sus declaraciones, Kröber asegura que “el verdadero problema de la Iglesia católica son sobre todo los sacerdotes homosexuales que no son capaces de vivir o que no quieren vivir la abstinencia sexual y que al mismo tiempo intentan disimularlo, de forma que a veces mantienen relaciones con homosexuales de sectores socialmente marginados”. Las investigaciones llevadas a cabo por el profesor le han convencido también de que “otra fuente de problemas son los sacerdotes que mantienen relaciones heterosexuales”, si bien reconoce que las comunidades parroquiales de

Alemania tienden a tener más comprensión frente a los sacerdotes que tienen una concubina.

“Naturalmente que siempre es posible combatir el celibato y defender el punto de vista de Lutero; pero, en vista de que los delincuentes de abusos sexuales con menores son extraordinariamente raros entre las personas celibatarias, en ningún caso puede decirse que el celibato es la causa de la paidofilia”. “El típico paidófilo no es en ningún caso una persona que se esfuerza por vivir la abstinencia sexual”, concluye Kröber.

La atención se centra en los menos peligrosos

Lo que más preocupa al profesor alemán, que ha emitido dictámenes en juicios famosos –por ejemplo, sobre el terrorista Christian Klar de la Rote Armee Fraktion (RAF)– es que se atrae la atención de la opinión pública al sector menos peligroso para los menores, por lo menos en Alemania. “Puestos a emitir hipótesis de sospecha habría que tener en cuenta que el riesgo es mayor en un club deportivo y que el nuevo compañero de una madre soltera o divorciada puede ser un mayor peligro para un menor, tanto por lo que se refiere a la violencia como el abuso sexual”.

“No sería necesario demostrar estadísticamente que el celibato no causa la paidofilia (si bien, naturalmente, algunos paidófilos optan por el celibato), de la misma manera que tampoco es necesario hacerlo en el caso de un entrenador de fútbol o de un peluquero”, dice Kröber, argumentando que “se trata de un hecho probado por la medicina del sexo, lo mismo como el besar no es la causa del embarazo y la masturbación no produce un reblandecimiento de la columna vertebral”.

Los auténticos paidófilos son personas que tuvieron ya una viva actividad sexual precoz y no personas adultas con un “superproducción hormonal” por falta de pareja. La creencia de que la falta de pareja tarde o temprano desemboca en la pérdida de la orientación sexual original es “científicamente una tontería”.

Según Kröber, que basa sus afirmaciones en estadísticas procedentes de los tribunales alemanes y de la Iglesia, nadie se vuelve paidófilo por carecer de contactos sexuales con una persona adulta. “Después de una fase abstinencia sexual, uno no empieza de repente a soñar en menores y deja de soñar en mujeres atractivas: para un varón heterosexual los niños son y serán sin interés”.

En un detallado estudio estadístico, Kröber demuestra que la probabilidad de que un célibe cometa un abuso sexual en Alemania es de 1 contra 40. Desde 1995 sólo un 0,045% de los autores en casos de sospecha por abusos sexuales registrados en Alemania son sacerdotes o religiosos. En concreto y en el caso de abusos sexuales de menores, el estudio demuestra que la proporción de delincuentes célibes eclesiásticos en comparación personas no célibes es de uno contra 40 (partiendo de la sospecha de delito) y de uno contra 22 en el caso de casos sentenciados.

A Kröber le llama la atención que, después de ocho semanas de debate público no se haya sacado a la luz ninguna sospecha de delito registrado en los últimos años. El hecho de que ahora se documenten hechos ocurridos en 1952 demuestra las dificultades con que tropiezan los hablan de una epidemia de paidofilia (actual) de eclesiásticos. En el Colegio Canisiano de Alemania ha sido preciso retroceder veinte años para detectar tres casos sospechosos. De los 9.500 delitos de este tipo registrados en Berlín desde 1995 no hay ningún caso relacionado con colegios de los jesuitas.

sábado, 27 de marzo de 2010

Celibato sacerdotal y abusos sexuales


noticia/ www.aceprensa.com / jueves 11 de marzo de 2010

Ante los casos de abusos sexuales cometidos por clérigos algunos sectores vuelven a planear su relación con el celibato sacerdotal.

Al salir a la luz pública algunos casos de abusos sexuales contra menores cometidos por clérigos, algunos sectores utilizan estos lamentables hechos para arremeter contra el celibato sacerdotal. Pero esta asociación olvida que abusos de este tipo se dan también en otros ámbitos donde no se exige para nada el celibato: cfr. El celibato y el secretismo(Aceprensa, 3-04-2002).

En la crisis de este tipo en Estados Unidos en 2002, los datos aportados mostraron que no había ninguna prueba de que los abusos tuvieran algo que ver con el celibato sacerdotal. Los datos estadísticos respecto a EE.UU. fueron recogidos en Balance y final de un escándalo (Aceprensa, 10-03-2004).

Otras cuestiones sobre el mismo asunto se abordan en Aceprensa (19-06-2002), que incluía las siguientes preguntas:

¿Qué incidencia tiene el problema de abuso de menores entre el clero?

Philip Jenkins, profesor de Historia y Estudios Religiosos en la Universidad Estatal de Pensilvania, no católico, autor del libro Pedophiles and Priests (Oxford University Press, 1996), recoge un estudio referido a la diócesis de Chicago, que examinó los datos de unos 2.200 sacerdotes que sirvieron en la diócesis de 1963 a 1991. Se consideró prueba de mala conducta no una condena legal en los tribunales, sino el consenso de que una determinada acusación estaba probablemente justificada.

“Con esta baja exigencia de prueba –dice Jenkins–, el informe concluyó que unos 40 sacerdotes, en torno al 1,8% del total, eran probablemente culpables de mala conducta con menores en algún momento de su carrera. Dicho de otro modo, no había ninguna prueba contra más del 98% del clero parroquial. Como otras organizaciones que trabajan con niños no han hecho estudios tan amplios, no podemos saber si la incidencia entre el clero católico es mayor o menor que entre los profesores, asistentes sociales o monitores de scouts”.

¿Es un problema específico o más grave en la Iglesia católica que en otras?

A pesar de que la atención se ha centrado en la Iglesia católica, “la mayoría de las iglesias norteamericanas donde se han producido acusaciones de abusos sexuales a menores son protestantes, y la mayoría de los acusados no son clérigos ni directivos, sino voluntarios”. Así escribe The Christian Science Monitor (abril 2002), revista conocida por su rigor, haciéndose eco de los datos contenidos en los informes nacionales que anualmente publica Christian Ministry Resource (CMR).

CMR hace una encuesta nacional entre unas 1.000 instituciones eclesiásticas (congregaciones, parroquias...) y, desde 1993, ha preguntado también sobre denuncias de abusos sexuales. Como promedio, un 1% de las congregaciones encuestadas comunicaban casos de abusos de este tipo. “Los católicos han acaparado toda la atención de los medios de comunicación, pero este problema es mayor en las iglesias protestantes simplemente porque son muchas más”, dice James Cobble, director ejecutivo de CMR. De las 350.000 iglesias de EE.UU., 19.500 son católicas (un 5%).

Las conclusiones del CMR revelan también que “los abusos se dan más entre los voluntarios [que ayudan en las iglesias] que entre el clero o el personal directivo. Y, lo que es más sorprendente, los menores son acusados de abusos contra otros menores con tanta frecuencia como el clero y los directivos. En 1999, por ejemplo, el 42% de los presuntos autores de abusos fueron voluntarios, un 25% profesionales de las iglesias (incluido el clero) y un 25% otros menores”.

Un 21% de los casos se resolvieron por sentencia judicial o por acuerdos extrajudiciales.

¿La exigencia del celibato sacerdotal puede favorecer conductas sexuales desviadas?

El citado Philip Jenkins explica en unas declaraciones recogidas en First Things (mayo 2002): “Mis investigaciones de estos casos durante los últimos veinte años indican que no hay ninguna prueba de que los sacerdotes católicos u otros clérigos célibes estén más inclinados a incurrir en mala conducta o abusos que los clérigos de cualquier otra Iglesia, o que los laicos. Aunque determinados medios de prensa vean este asunto como una crisis del celibato, no hay nada que pruebe tal cosa”.

Cómo actúa la Iglesia ante los abusos sexuales


noticia/ www.aceprensa.com /fuente: www.avvenire.it / sábado 13 de marzo de 2010

Mons. Charles J. Scicluna es promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En términos más sencillos, es el “fiscal” del tribunal de la Santa Sede encargado de juzgar los delitos más graves contemplados en la ley canónica. Entre ellos están los abusos de menores cometidos por clérigos. Ante la revelación de más casos en Alemania y algunos otros países europeos, en una entrevista de Gianni Cardinali para Avvenire (13-03-2010) explica cómo responde la Congregación a tales hechos.

Los delicta graviora (delitos más graves) reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe están definidos en elmotu proprio de 2001 Sacramentorum sanctitatis tutela (cfr. Aceprensa, 16-01-2002). Son las profanaciones de la Eucaristía, las del sacramento de la Penitencia –como violar el secreto de confesión– y los contactos sexuales de un clérigo con un menor de edad.

La entrevista se centra en la actitud de la Iglesia ante las pruebas o sospechas de contactos sexuales con menores por parte de clérigos. ¿Ha habido ocultamiento? ¿Se ha usado de excesiva tolerancia?

Mons. Scicluna recuerda que la Iglesia siempre ha condenado con claridad estos actos y ha previsto sanciones rigurosas contra los culpables: un ejemplo antiguo es la instrucción Crimen sollicitacionis de 1922. Ahora bien, añade, “puede ser que antes, quizás por un mal entendido sentido de responsabilidad hacia el buen nombre de la institución, algunos obispos, en la práctica, hayan sido demasiado indulgentes con este tristísimo fenómeno”.

No hay prohibición de denunciar a la autoridad civil

La investigación de tales casos por parte de la Santa Sede está sujeta a secreto ya desde las normas anteriores a las hoy vigentes, que son las recogidas de Sacramentorum sanctitatis tutela. Esto ha dado pie a decir, como ha hecho la ministra alemana de Justicia (cfr. Aceprensa, 12-03-2010), que la Iglesia prohíbe comunicar las denuncias a las autoridades civiles.

Mons. Scicluna precisa: “Una mala traducción al inglés dio pábulo a que se pensara que la Santa Sede imponía el secreto para ocultar los hechos. Pero no era así.

El secreto de instrucción servía para proteger la buena fama de todas las personas involucradas, en primer lugar las víctimas, y después los clérigos acusados, que tienen derecho –como cualquier persona– a la presunción de inocencia hasta que se demuestre lo contrario. A la Iglesia no le gusta la justicia espectáculo. La normativa sobre los abusos sexuales no se ha interpretado nunca como prohibición de denuncia a las autoridades civiles”.

De hecho, la praxis de la Iglesia es más bien la contraria. “En algunos países de cultura jurídica anglosajona, y también en Francia, si un obispo se entera, fuera del secreto sacramental de la confesión, de que uno de sus sacerdotes ha cometido abuso de menores, está obligado a denunciarlo a la autoridad judicial”. En tales casos, “nuestra indicación [a los obispos] es respetar la ley”.

Donde no hay obligación legal, “no imponemos a los obispos que denuncien a sus sacerdotes, sino que les alentamos a dirigirse a las víctimas para invitarlas a presentar denuncia ellas mismas. Además, les invitamos a proporcionarles asistencia espiritual, pero no solo espiritual. En un caso reciente, de un sacerdote condenado por un tribunal civil italiano, fue precisamente esta Congregación la que sugirió a los denunciantes, que se habían dirigido a nosotros para un proceso canónico, que lo comunicaran también a las autoridades civiles, en interés de las víctimas y para evitar nuevos crímenes”.

Tampoco tiene base reprochar negligencia o encubrimiento al Papa actual durante su mandato al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1981-2005). Mons. Scicluna señala que “el cardenal Ratzinger demostró sabiduría y firmeza al tratar esos casos. Más aún: dio prueba de gran valor afrontando algunos casos muy difíciles y espinosos, sine acceptione personarum”.

Cómo se han resuelto los procesos

La entrevista explica qué pasos se dan cuando llega una denuncia a la autoridad eclesiástica. “Si la acusación es verosímil, el obispo tiene la obligación de investigar tanto la credibilidad de la denuncia como el objeto de la misma. Y si el resultado de la investigación previa es que hay base para abrir un proceso, [el obispo] no tiene ya competencia sobre el caso y debe remitirlo a nuestra Congregación, donde será tratado por la oficina disciplinaria”.

A continuación, Mons. Scicluna detalla el número y tipología de los casos llegados a la Congregación. “En los últimos nueve años (2001-2010) hemos analizado las acusaciones relativas a unos 3.000 casos de sacerdotes diocesanos y religiosos por delitos cometidos en los últimos cincuenta años”.

“Grosso modo, el 60% son de ‘efebofilia’, o sea de atracción sexual por adolescentes del mismo sexo; el 30% son de relaciones heterosexuales, y el 10%, de actos de pederastia verdadera y propia, esto es, por atracción sexual hacia niños impúberes. Los casos de sacerdotes acusados de pederastia verdadera y propia son, pues, unos trescientos en nueve años. Son siempre demasiados, desde luego, pero hay que reconocer que el fenómeno no está tan difundido como se dice”.

De los tres mil asuntos en total, “en el 20% de los casos se ha celebrado un proceso penal o administrativo, normalmente en las diócesis de procedencia –siempre bajo nuestra supervisión–, y solo algunas veces aquí, en Roma: así se agiliza el procedimiento”. Muchos procesos terminaron en sentencia condenatoria. “Pero tampoco han faltado otros en que el sacerdote fue declarado inocente o en que las pruebas no fueron consideradas suficientes. De cualquier modo, en todos los casos se analiza no solo si el clérigo acusado es culpable o no, sino también si es idóneo para ejercer el ministerio públicamente”.

“En el 60% de los casos no hubo proceso, principalmente por la edad avanzada de los acusados, pero se dictaron contra ellos sanciones administrativas y disciplinarias, como la prohibición de celebrar misa con presencia de fieles y de oír confesiones, y la obligación de llevar una vida retirada y de oración. Hay que subrayar que en estos casos, entre los cuales hubo algunos muy sonados, de los que se ocuparon los medios de comunicación, no se trata de absoluciones. Ciertamente no ha habido una condena formal, pero si a una persona la obligan al silencio y a la oración, por algo será”.

De los demás casos que se resolvieron sin llegar a concluir un proceso judicial canónico, en la mitad, “particularmente graves y con pruebas abrumadoras, el Santo Padre asumió la dolorosa responsabilidad de autorizar un decreto de dimisión del estado clerical”. “En el restante 10% de los casos los mismos clérigos acusados pidieron la dispensa de las obligaciones derivadas del sacerdocio, que fue concedida con prontitud. Los sacerdotes implicados en estos últimos casos tenían en su poder material de pornografía pederasta y por eso fueron condenados por las autoridades civiles”.

Cuántos casos y de dónde

Los casos examinados por la Congregación ocurrieron en su mayor parte en “Estados Unidos: en 2003-2004 eran alrededor del 80% del total. En 2009 la proporción de casos estadounidenses bajó al 25% de los 223 nuevos casos llegados de todo el mundo”. Después de 2007, a la Congregación vienen llegando unos 250 casos anuales; de muchos países tan solo uno o dos. “Aumenta, por lo tanto, el número de los países de procedencia de los casos, pero el fenómeno es muy limitado. Recordemos que en el mundo hay unos 400.000 sacerdotes diocesanos y religiosos. Estos datos no se corresponden con la impresión que se crea cuando casos tan tristes ocupan las primeras planas de los periódicos”.

En Italia, “hasta ahora no parece que el fenómeno tenga dimensiones dramáticas; pero me preocupa una especie de ‘cultura del silencio’ que veo todavía muy difundida. La Conferencia Episcopal Italiana ofrece un óptimo servicio de asesoría técnico-jurídica para los obispos que hayan de tratar esos casos. Observo con gran satisfacción el empeño de los obispos italianos por afrontar cada vez mejor los casos que les llegan”.

¿Deben prescribir?

Ahora se plantea si la ley canónica –a diferencia de las leyes civiles– debería considerar imprescriptibles estos abusos de menores. “En el pasado, es decir antes de 1889, la prescripción de la acción penal era una norma ajena al derecho canónico. Para los delitos más graves, el motu proprio de 2001 introdujo la prescripción al cabo de diez años, que en los casos de abuso sexual se cuentan a partir del día en que el menor cumple 18”.

“La experiencia indica –añade Mons. Scicluna– que el plazo de diez años no es adecuado a este tipo de casos, y sería deseable volver al sistema anterior, en el que no prescribían los delicta graviora. El 7 de noviembre de 2002, el venerable siervo de Dios Juan Pablo II concedió a este dicasterio la facultad de derogar la prescripción caso por caso ante una petición motivada por parte del obispo, y la derogación normalmente se concede”.

Abusos sexuales: máxima claridad y titulares engañosos


noticia / www.aceprensa.com /miércoles10 de marzo de 2010

El escándalo de los abusos sexuales cometidos por clérigos continúa ocupando amplio espacio en los medios informativos europeos. Pero al presentar los casos ocurridos en Alemania, Austria y Holanda -que han concentrado la mayor atención durante esta semana- la prensa ha mezclado la información de datos y hechos con insinuaciones y equívocos provocados. Al final, la impresión es que la única culpable de esa triste situación es la Iglesia católica y sus depravados ministros.

Saliendo al paso de esta impresión, el director de la Oficina de prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, publicó una nota el día 8 en la que mantiene que “los errores cometidos en las instituciones y por responsables eclesiales son particularmente reprobables, dada la responsabilidad educativa y moral de la Iglesia”. “Pero –añade– todas las personas objetivas e informadas saben que la cuestión es mucho más amplia, y concentrar las acusaciones sólo en la Iglesia lleva a falsear la perspectiva”.

Como ejemplo, cita que “los últimos datos facilitados por las autoridades competentes de Austria indican que en el mismo período de tiempo los casos señalados en instituciones vinculadas a la Iglesia eran 17 mientras que en otros ambientes eran 510. Es conveniente preocuparse también por ellos”.

El comunicado señala que las principales instituciones eclesiásticas afectadas han afrontado el problema con “tempestividad y decisión” y “han dado prueba de su voluntad de transparencia”, “invitando a las víctimas a hablar incluso cuando se trataba de casos de hace mucho tiempo”.

“El punto de partida correcto –precisa el comunicado– es el reconocimiento de lo que ha sucedido y la preocupación por las víctimas y las consecuencias de los actos perpetrados contra ellas”.

“Estos hechos –dice la nota refiriéndose a los abusos sexuales– llevan a la Iglesia a elaborar las respuestas apropiadas y se insertan en un contexto y una problemática más amplia que atañe a la protección de los niños y de los jóvenes de los abusos sexuales en la sociedad”. En esta línea se felicita de que en Alemania el Ministerio de la Familia haya convocado una mesa redonda de instituciones educativas y sociales para tratar el problema, iniciativa en la que la Iglesia está dispuesta a participar.

No solo en la Iglesia

Vaticanistas experimentados, como Luigi Accattoli, señalan también el distinto modo de tratar estos casos según que afecten a la Iglesia católica o a otras instituciones. En un artículo publicado en Liberal (9-03-2010), Accattoli da un dato: Desde 1995 se han denunciado en Alemania 210.000 casos de abusos sexuales; de ellos, 94 afectan a personas o instituciones de la Iglesia católica. Incluso en estos días han surgido casos que nada tienen que ver con el clero católico, como los de la prestigiosa escuela Odenwald de Heppenheim; se habla de entre cincuenta y cien casos a partir de 1971.

¿Por qué entonces la atención mediática se centra solo en la Iglesia católica? Según Accattoli, que ha trabajado durante cuarenta años para diarios como La Repubblica y Corriere della Sera, es fácil explicarse el ensañamiento de los medios con el clero católico: “El mundo de los periodistas apoya espontáneamente la ‘revolución sexual’ y encuentra la mayor resistencia a tal orientación en el clero católico: de ahí el ímpetu con el que resalta –si puede– las contradicciones”.

Otra muestra de información no ya sesgada sino falsa ha sido el intento de involucrar en el escándalo de los abusos sexuales al hermano del Papa, Georg Ratzinger, por casos sucedidos en el coro de Ratisbona (Domspatzen) del que fue director musical de 1964 a 1993. Pero ninguno de los casos declarados se refieren a este periodo ni al coro en sí. Según la nota publicada por el obispado de Ratisbona, en la institución hay tres secciones: un liceo (Gymnasium), gestionado por un director laico; un internado, dirigido por un sacerdote, donde se alojan los niños del coro; y el coro, a cargo del director musical.

De los casos mencionados en estos días, el primero es de 1958, por un abuso cometido por el vice-director de la escuela. Cuando fue conocido el delito, fue apartado de su cargo y condenado penalmente. El segundo caso es el de una persona que trabajó allí en 1958 durante siete meses, y que fue condenado doce años después por un caso de abuso sexual. Parece que hay un tercer caso de 1969, que ocurrió diez años después de que el presunto culpable abandonara su relación con el coro. En suma, los casos hasta ahora denunciado se refieren a un periodo en que Georg Ratzinger no era tan siquiera director del coro.

Las precisiones del obispo de Ratisbona, publicadas en L’Osservatore Romano, fueron seguidas de una nota en la que “la Santa Sede se alegra de esta voluntad de transparencia en el seno de la Iglesia y espera que se actúe con la misma claridad en el seno de otras instituciones, públicas y privadas, si verdaderamente preocupa a todos el bien de la infancia”