Asociación Ronda80. Voluntariado

Blog para los voluntarios de la Asociación Ronda80 y público en general.
Contiene la agenda de actividades para voluntariado organizadas por esta asociación y una recopilación semanal de cinco noticias de interés que se envía por e-mail.

Calendario

viernes, 16 de noviembre de 2007

Siena 306

Ronda80
Siena newsletter
Cinco tendencias de actualidad para tus argumentos públicos
AÑO VII N 306 del 12 al 18 de noviembre de 2007

1
"¿Otra encíclica?'
comentario de diego contreras, en www.laiglesiaenlaprensa.com,
viernes 16 de noviembre de 2007

Informa Marco Tosatti en La Stampa de hoy (link no disponible) que la nueva enciclica de Benedicto XVI tratará sobre la esperanza y se publicará antes de navidad. La noticia, de la que se hacen eco otros medios (ver Il Sole 24 Ore ), supone una verdadera sorpresa, pues hasta ahora se pensaba que la segunda encíclica del Papa abordaría temas de doctrina social.

El "vaticanista" de La Stampa afirma que el Papa trabajó en el texto durante el verano, y que ahora está ya en proceso de traducción. El título provisional latino es: "Spe salvis" (salvados gracias a la esperanza). Se trata de una meditación sobre la esperanza cristiana en un momento en el que el panorama actual puede lleva a los creyentes al desaliento, según ha anotado el Papa en varias ocasiones (sin hacer referencia auna posible encíclica).

El Papa, subraya Tosatti, parte de las reflexiones de San Pablo sobre la esperanza y se coloca así contra Nietzsche, que consideraba la esperanza la virtud de los débiles. Benedicto XVI, por el contrario, se dirige al corazón de los creyentes y les invita a la confianza, a no dejarse arrastrar por el pesimismo, el nihilismo o los fracasos humanos. A la espera de leer el texto, me parece ya obvio que se trata de una invitación mucho más alentadora que la de Nietzsche, que ya sabemos cómo terminó.



2
"La educación de los más jóvenes sobre el sexo"
articulo de jokin de irala, profesor de salud pública de la universidad de navarra y doctor por la universidad de massachussets (USA), en www.aceprensa.com, miercoles 17 de octubre de 2007

Muchas veces los adolescentes reciben mensajes contradictorios en la educación sobre el sexo: primero se les dice que es mejor no tener relaciones sexuales y luego todo se centra en explicarles cómo protegerse si lo hacen. Algunos estudios recientes parecen demostrar que la educación basada solo en la abstinencia no funciona. Pero, igual que en las campañas contra el tabaco o la violencia de género, esto solo significa que hay que hacerlo mejor, no abandonar los esfuerzos.

Los adolescentes pueden vivir peligrosamente, y, en la actualidad, la sociedad les brinda muchas oportunidades para hacerlo. Como consecuencia, nos encontramos ante una ola de borracheras juveniles, enfermedades mentales inducidas por drogas, e infecciones de transmisión sexual, por mencionar solamente tres de los excesos a los que los jóvenes pueden verse involucrados.

El gobierno está intensificando sus esfuerzos para educar a los jóvenes en lo referente a los daños derivados del consumo de alcohol y de cocaína. Dado que, cuanto más joven se empieza con el abuso de substancias, mayor es el daño, la mejor elección para los adolescentes es, claramente, no ingerir alcohol ni fumar ni consumir ningún otro tipo de drogas.

Pero ¿qué sucede con el sexo? ¿Es la abstinencia la mejor elección para los adolescentes, y deberíamos hacer todo lo posible por persuadirles de que se abstengan de la experimentación sexual? ¿O es una meta inalcanzable para la mayoría de los jóvenes, basada en ideales sobre el amor y el sexo que son simplemente un residuo de épocas pasadas? ¿Hacemos todo lo posible cuando decimos que "está bien no mantener relaciones sexuales", y, luego, nos pasamos el día explicando a los chavales cómo protegerse si lo hacen?

Dos modos de enfocar la educación
Estas cuestiones reflejan dos modos de enfocar la educación de los más jóvenes sobre el sexo que, actualmente, parecen estar en conflicto frontal, sobre todo en Estados Unidos, donde el futuro de la financiación gubernamental para los programas de 'sólo abstinencia' pende de un hilo.

Como consecuencia, las conclusiones de las investigaciones del entorno, muy politizadas, pueden ser críticas. Dos estudios publicados recientemente sobre el programa de 'sólo abstinencia' en Estados Unidos han dado lugar a una serie de titulares que manifiestan que "la educación en la abstinencia no funciona". El más reciente de los dos, publicado en la influyente revista British Medical Journal, es el realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford, que revisaron 13 estudios científicos en los que se valoraban los programas de abstinencia. Estos investigadores llegaron a la conclusión de que dichos programas "no eran eficaces".

Los educadores en la abstinencia no deberían desanimarse ante tales resultados. Lo que Kristen Underhill y sus colegas hicieron fue buscar estudios que tratasen sobre el tema de la prevención de la infección por VIH –el punto fundamental en la educación sexual–, y que estuvieran, más o menos, bien diseñados. Sin embargo, dichos estudios constituían una mezcla muy heterogénea, y, aunque los investigadores realizaron un gran trabajo de síntesis del material examinado, sus conclusiones pasaron por alto problemas metodológicos muy serios.

Por ejemplo, ¿cómo comparar programas que oscilan en duración entre 1 sesión y 720 sesiones, o evaluar resultados de forma fiable cuando hay tasas de abandono del 5 al 45%? Dados estos problemas, el número total de jóvenes con los que se llevaron a cabo los estudios revisados –15.940– no tiene especial relevancia, aunque se haga referencia a dicho número para dotar de más autoridad al análisis.

¿Eficaces o no?
A pesar de estas deficiencias, sin embargo, los científicos de Oxford afirman rotundamente que "la evidencia del análisis sugiere que los programas de 'sólo abstinencia' que intentan prevenir la infección por VIH no son eficaces". Y esta afirmación es corroborada por una editorial amiga en el BMJ que, con relación a los 13 estudios examinados, considera que son "notablemente consistentes" cuando sugieren que los programas de 'sólo abstinencia' no aumentaron ni la abstinencia sexual primaria ni la secundaria.

Incluso, los editorialistas van más allá, diciendo que: "En contraste con los programas de 'sólo abstinencia', aquéllos otros que promueven el uso de condones reducen enormemente el riesgo de contraer el VIH". Y, para apoyar dicha afirmación, citan tres artículos, dos de los cuales datan de finales de los 90. El editorial termina argumentando que el dinero no debería ser gastado en programas de 'solo abstinencia', sino más bien en programas que promuevan el uso del condón.

Desconozco bajo qué criterios se excluyeron otros trabajos que mostraban lo contrario, antes de realizar estas afirmaciones. Por ejemplo, los resultados de un ensayo que se realizó en Uganda señalaban un aumento en las conductas de riesgo para el VIH en el grupo de intervención, donde se promovía el uso y el suministro del condón. Y DiCenso y colaboradores llevaron a cabo un meta-análisis, en el que se reflejaba que diversos programas, incluidos algunos de centros de planificación familiar, no resultaban muy eficaces ni a la hora de mejorar el uso de los anticonceptivos, ni de posponer el comienzo de relaciones sexuales, ni de evitar los embarazos imprevistos. Pero, entonces, nadie solicitó que se eliminase la financiación de los centros de planificación familiar.

A la luz de los problemas con los que se topó el equipo de Oxford, quizás habría sido más prudente decir que no había evidencia de que los 13 programas concretos de 'sólo abstinencia' que ellos revisaron hubiesen dado mejores resultados que las alternativas evaluadas. Esto no significa que "la promoción de la abstinencia no funciona", que es lo que algunos medios están intentando transmitir a la gente.

Mensajes contradictorios
En cualquier caso, la verdadera cuestión no es si esos programas son eficaces o no. Lo que realmente importa es saber si nos estamos planteando las preguntas correctas con relación a estos programas. ¿Cree alguien, realmente, que es posible cambiar cualquier conducta humana con una docena de clases en la escuela si los padres, en casa, los programas de la televisión, las películas, las revistas para jóvenes, las autoridades sanitarias y educativas, y la sociedad en general, transmiten el mensaje contrario?

Pensemos en la llamada violencia de género, el sexismo, la discriminación, el fracaso escolar, la falta de ejercicio, la comida basura, el problema de la bebida y de la conducción, del tabaco y de otro tipo de drogas. ¿Cambiarían estas conductas una docena de clases impartidas en 2º y 3º de la E.S.O. si en todas partes el mensaje fuese diferente?

La pregunta para estas cuestiones es "cómo" podemos transmitir los mensajes correctos, y no "si" deberíamos transmitirlos. Si un programa cuya finalidad es prevenir la violencia de género no tiene éxito, sería un gran error concluir que "la educación contra la violencia no es eficaz". Dado que ese programa concreto ha fallado, lo que tendríamos que pensar, más bien, es en la manera de hacerlo mejor, o, al menos, en cómo podríamos conseguir que dicho programa tuviese éxito.

No olvidemos que muchos programas anti-tabaco tienen poco éxito, y, sin embargo, nadie duda que debemos prevenir el tabaquismo en los jóvenes. ¿Esperamos, realmente, que la 'promoción de la abstinencia' a lo largo de unas pocas clases pueda resultar eficaz en una sociedad en la que muchos medios de comunicación están transmitiendo exactamente el mensaje contrario? La cuestión es: ¿creemos, realmente, que la abstinencia es una buena elección para nuestros jóvenes, y queremos, realmente, fomentar la abstinencia?

La educación del carácter
No soy, necesariamente, un defensor de los programas de 'sólo abstinencia'. Al menos, no para los adolescentes mayores. Personalmente, creo que la verdad es lo mejor que podemos dar a nuestros jóvenes para ayudarles a que elijan mejor y de manera más saludable. Pero deberíamos fortalecerlos también para que puedan hacer las mejores elecciones, y, en lo que se refiere a las conductas, la educación del carácter es fundamental.

No podemos limitarnos a darles información y eslóganes; debemos ayudarles a interiorizar los buenos valores, así como a desarrollar las aptitudes, o las costumbres, que se corresponden con éstos. Y éste no es el trabajo de un programa concreto.

Siempre es mejor "evitar riesgos" que "reducir riesgos", y los mensajes deberían adecuarse a los grupos específicos a los que van dirigidos. Existe una evidencia epidemiológica firme en favor de la estrategia de prevención ABC –Abstinencia, Basarse en la fidelidad, y uso del Condón–. La abstinencia y la monogamia mutua son mejor para evitar el riesgo, mientras que los condones pueden reducir, aunque nunca eliminar del todo, el riesgo en aquellas personas que eligen no evitar riesgos con 'A' y 'B'.

Un documento de consenso publicado por The Lancet en 2004 hacía hincapié en la importancia de priorizar mensajes de llamamiento a posponer la iniciación sexual en los jóvenes, o a la vuelta a la abstinencia para los que mantenían relaciones esporádicas. En el caso de que se optase por mantener relaciones sexuales, el consenso priorizaba el mensaje de la monogamia mutua. Y, para aquellos que elegían no aceptar 'A' ni 'B', el documento señalaba que se les debía informar de que, con la opción 'C' se reducía el riesgo de infección, aunque nunca se eliminaba totalmente.

Los firmantes del consenso Lancet consideraban que no era acertado que las políticas de salud pública diesen el mismo tipo de prioridad a un mensaje (el uso del condón) a adolescentes que no han empezado a ser sexualmente activos y a personas que se dedicaban al comercio del sexo. Se debe transmitir toda la verdad, pero los programas llamados de 'abstinencia plus', porque añaden información sobre el preservativo, tienen que estar 'centrados en la abstinencia', y no ser solamente programas que ponen la información sobre el condón y la promoción de la abstinencia en el mismo nivel. Hay evidencias que muestran que los programas "centrados en la abstinencia' son útiles.

Por otro lado, si la promoción del uso del condón (reducción de riesgo) no se lleva a cabo de forma cautelosa, en realidad, puede fomentar una falsa sensación de seguridad en los jóvenes, así como, paradójicamente, conducir a un aumento de las conductas de riesgo y su vulnerabilidad: por ejemplo, iniciación sexual a una edad temprana, mayor número de parejas sexuales. Este fenómeno se conoce como "compensación de riesgo". En ningún país africano se ha conseguido reducir la incidencia del VIH con programas basados exclusivamente en la promoción del condón, mientras que aquellos países que han integrado 'A' y 'B' en programas nacionales integrales han logrado reducir la incidencia del VIH.

¿Qué queremos transmitir?
Nuestro principal problema consiste en decidir qué queremos transmitir a nuestros jóvenes. Es poco probable que un programa ayude a cambiar las conductas de riesgo, a menos que se dé información verdadera a los jóvenes, y a menos también que se les fortalezca con habilidades necesarias para la vida, como sucede a través de la educación del carácter. Pero difícilmente podremos conseguirlo si la sociedad en general, y, especialmente, las autoridades educativas y sanitarias no realizan un verdadero esfuerzo para transmitir mensajes coherentes a los grupos específicos a los que van dirigidos, ayudando, de ese modo, a que los padres puedan realizar también su tarea educativa en el hogar.

¿Estamos preparados para transmitir lo que es mejor para nuestros hijos, así como para confiar en su capacidad para tomar la decisión correcta? ¿O deberíamos decidir por ellos, de manera pesimista y condescendiente, que no pueden conseguir evitar riesgos, y que no tienen otra elección que reducir riesgos?

3
"[Natalidad] Cuando no hay confianza en el futuro...
se deja de crear futuro"
entrevista de santiago mata a george weigel, escritor y biógrafo de juan pablo ii, en la gaceta de los negocios, jueves 15 de noviembre de 2007

Nacido en Baltimore (Maryland, EEUU) en 1951, el teólogo y escritor George Weigel recibió ayer el Doctorado Honoris Causa en la Universidad Abat Oliva CEU de Barcelona. Conocido por su biografía de Juan Pablo II (Testigo de esperanza) y por numerosos ensayos, hablamos sobre el asunto del congreso que inaugurará en el CEU madrileño: los católicos y la vida pública.

¿Cómo explicar a una sociedad secularizada que la Iglesia es garante de los derechos humanos?
No pienso que sea cuestión de explicar, sino de hacer. Tratándose de asuntos como el aborto o la eutanasia, la Iglesia católica no trata de convencer de que hay tres Personas y un solo Dios, dos naturalezas y una persona en Cristo, del primado del Papa o de la estructura jerárquica de la Iglesia, sino que expone el argumento moral de que el derecho a la vida es inviolable, desde la concepción a la muerte natural. Sabemos lo que pasa cuando el Estado pretende arrogarse el derecho de dejar fuera de la protección legal de la sociedad a ciertos grupos: que terminan por matarlos. Es lo que pasó en Europa a mediados del siglo XX, es lo que pasa hoy en Holanda con las leyes de eutanasia. Y nadie necesita tener fe religiosa para entenderlo. Podemos demostrar, sin recurrir a argumentos teológicos, esta verdad moral.

Pero la Iglesia no siempre ha sido adalid de la democracia...
Es cierto que en parte de Europa, el proyecto democrático surgió como un proyecto contra la Iglesia, contra el Antiguo Régimen, etc. Pero eso es el pasado. El presente es la realidad de que la Iglesia es una fuerza liberadora en la sociedad: las de Polonia, Checoslovaquia, Ucrania, etc., fueron revoluciones en nombre del cristianismo. Hay que dejar de pensar en 1789 (Revolución Francesa) y pensar en 1989 (caída del Muro).

Los políticos que se dicen católicos, en España, no defienden la vida o la familia ...
En toda Europa la gente tiende a ignorar el hecho más obvio sobre este continente: que se está muriendo. No se puede vivir generación tras generación por debajo del índice de relevo generacional. El tedio espiritual es una de las razones por las que la fertilidad se ha hundido en Europa. Cuando la gente está espiritualmente agotada, cuando no tiene confianza en el futuro, deja de crear el futuro, en el sentido más elemental. En 10 ó 20 años no se podrá mantener el sistema de bienestar europeo, porque no habrá gente suficiente para pagarlo. El intento de fundar una sociedad basada en el aburrimiento espiritual, se encontrará con dificultades insalvables. Y los políticos que no quieren hablar de ello son ciegos.

¿Qué opina de que el Gobierno trate de imponer su forma de entender la "ciudadanía"?
Un Estado democrático no puede crear por sí mismo las condiciones morales que hacen posible la democracia: conciencia de la dignidad humana, independencia de los poderes, libertad religiosa. Proceden de otra parte: de las familias, las asociaciones. Históricamente, han procedido del cristianismo. Es profundamente antidemocrático tratar de cambiar los fundamentos de la sociedad civil marginando a la Iglesia. Da la impresión, desde lejos, de que en España se está volviendo a poner una cinta de vídeo grabada en los años 30 del siglo pasado: el intento secularizante de remodelar a los seres humanos. Y eso no funcionó en España, no funcionó en otros regímenes autoritarios, y tampoco en la Unión Soviética. ¿Por qué hay gente que no lo entiende?

Argumentan que los católicos son malos ciudadanos porque no reconocen "derechos humanos" como el "matrimonio homosexual"...
Es un profundo error pensar que la tolerancia consiste en ignorar las diferencias, incluyendo las diferencias de juicios morales. El matrimonio ha sido lo que es durante cinco mil años, y no se puede tratar de cambiar su significado para satisfacer a una ideología. Sencillamente, el Estado no puede definir qué es el matrimonio, sólo puede reconocerlo como un hecho social que existe antes que el Estado. Y si el Estado trata de definir la realidad de esa forma, está siendo intolerante en nombre de la tolerancia.
¿La ideología de género será una anécdota en la historia?
Me parece que está habiendo una amplia reacción, también por parte de las mujeres, frente a los excesos de la ideología feminista. Negar los instintos naturales de los hombres y mujeres, y su complementariedad, no puede ser terriblemente atractivo. El problema principal aquí es la fertilidad. Si los europeos no tienen hijos, no se va a crear un vacío demográfico: Europa será ocupada por otra población.



4
" Consultoría doméstica, un servicio en expansión en USA"
articulo de sue shellenbarger en the wall street journal, comentado en www.aceprensa.com, martes 23 de octubre de 2007

En Estados Unidos se extienden los servicios de consultoría doméstica, que asesoran a las familias sobre el modo de organizar bien el trabajo en el hogar, una necesidad urgente para muchos padres de hoy con poco tiempo y sin posibilidades de contratar asistencia permanente. Lo cuenta Sue Shellenbarger en su colaboración semanal sobre trabajo y familia en The Wall Street Journal (18 octubre 2007).

Shellenbarger cuenta el caso de Vicki y Derek Ryan, padres de cuatro hijos de 7 a 17 años. Estaban desbordados. En su casa reinaba el desorden y a menudo desaparecían llaves, documentos, ropa... sepultados en el barullo. Los horarios de los niños eran complejos y caóticos, imposibles de coordinar entre sí y con los de los padres. Llegaban tarde a casi todo, y Vicki se pasaba el día gritando: "¡Deprisa, deprisa, deprisa!" Era frustrante. Hasta que Vicki decidió acudir a una consultoría doméstica.

La asesora, Kathy Peel, después de evaluar la situación, le hizo un plan para reorganizar la casa. Había que empezar por la cocina, el lavado de la ropa y los armarios. Para conseguir que los niños ayudasen, sugirió que asignase a cada uno una cesta propia para la ropa sucia; una vez limpia, cada uno tiene que colocarla en su armario. El que no colabora se queda sin paga semanal. Los juguetes, prendas y demás objetos dejados fuera de sitio son inmediatamente incautados y van a una caja llamada "cárcel de cosas desordenadas"; para rescatarlos hay que pagar una fianza a mamá. Peel también ayudó a Vicki a diseñar una agenda para llevar el control de citas, tareas y facturas. Tras aplicar durante un año las recomendaciones de la asesora, Vicki dice que los resultados son "espectaculares".

Las consultorías de administración doméstica, que funcionan desde hace unos diez años en Holanda al menos (ver Aceprensa 122/98), se han multiplicado últimamente en Estados Unidos. Shallenberger aporta dos indicios: la empresa de Peel ha formado ya cerca de 200 asesores; la experta más quizá famosa, Marla Cilley, ha visto cómo los suscriptores de su sitio www.flylady.net subían a 437.000, más del doble que hace cuatro años.

Los consultores cobran de 25 a 90 dólares la hora. La mayoría no están titulados, y el grado de cualificación es muy variable, advierte Shallenberger. En todo caso, la experiencia de las familias que han recurrido a estos servicios es que un asesor de administración doméstica, por bueno que sea, solo puede facilitar orientación y ayudar a dar el primer paso; pero lograr cambios duraderos exige empeño y constancia por parte de los interesados.

Por ejemplo, los asesores intentan que la familia trabaje en equipo, pero conseguir que los hijos se impliquen puede ser muy difícil, como explica Shallenbarger una madre (que finalmente tuvo éxito). Un matrimonio californiano con tres hijos pequeños cuenta que ganó la batalla contra el desorden gracias al diario "sprint de 7 minutos" que aconsejó la consultora: una especie de juego en que toda la familia repasa la casa entera contra reloj para poner cada cosa en su sitio. En cambio, ese mismo método no funcionó en casa de los Ryan, cuyos hijos son mayores. Por eso, insiste Shallenberger, hay que estar dispuesto a experimentar, pero lo principal es el tesón de los padres, pues "no hay asesoramiento suficiente para mover a quien no está motivado".



5
" Ciencia e ideología [a raíz del cambio climático]"
artículo de ignacio sánchez cámara, catedrático de filosofía del derecho,
en la gaceta de los negocios, lunes 5 de noviembre de 2007

Los hombres tenemos obligaciones con relación a la naturaleza. Y no porque ella tenga derechos. El titular de esos eventuales derechos, correlativos a las obligaciones, es también el hombre y sólo él: las generaciones actuales y las futuras. Sólo la persona es titular de derechos y obligaciones. Estas obligaciones relativas a la naturaleza han sido y son, con frecuencia, incumplidas. No son pocos los desmanes perpetrados. Pero si el hombre es capaz de agredir a la naturaleza, acaso sea porque no es un ser meramente natural.

No es fácil negar la realidad, al menos parcial, de lo que ha venido en denominarse "cambio climático". La agresión a la capa de ozono, junto a otros factores (también conviene evitar el fundamentalismo del factor causal único), ya ha provocado alteraciones y efectos perceptibles, que se manifiestan en un aumento de la temperatura anual media y en el consiguiente deshielo que provoca el aumento del nivel del mar. Es a los científicos, y no a los charlatanes ventajistas, a quienes compete evaluar la dimensión del problema, establecer previsiones verosímiles y proponer las recomendaciones y las medidas políticas supranacionales que habría que adoptar (si bien, esto último ya no les corresponde sólo a ellos).
No es infrecuente que algunas predicciones agoreras se funden en la condición, casi nunca cumplida, de un mantenimiento inalterado de las demás condiciones actuales (lo que en Derecho se llama la cláusula rebus sic stantibus, es decir, el presupuesto de que permanezcan inalteradas las demás circunstancias). Cuando comenzaba mis estudios universitarios, circulaba por ahí el dogma del "crecimiento cero", patraña de la que apenas nadie se acuerda ya. El debate, si ha de serlo auténticamente, tiene que ser científico.

Existen síntomas evidentes de que el debate empieza a transitar más por la senda ideológica que por la científica. Para empezar hay mucho barullo y griterío, y ya decía Galileo que donde se grita no hay verdadera ciencia. El "cambio climático" se está convirtiendo en una poderosa, y rentable, mitología, cuando no en pura superchería. La ciencia nunca impone, silencia o censura, nunca amonesta o insulta, sino que persuade.

Ciertamente, en ocasiones debe ser algo dura con los charlatanes, pero nunca escamoteando el debate e imponiendo una ortodoxia asfixiante. Ortega y Gasset decía que ciencia es aquello sobre lo que siempre cabe discusión. Y los apóstoles de la nueva "religión" seudoecologista pretenden imponer su creencia. El debate ha pasado ya de su lugar natural científico al ámbito ruidoso de la política y de la ideología, en el sentido de conocimiento deformado por intereses o de falsa conciencia, cuando no al del puro negocio. La naturaleza cotiza al alza en el mercado ideológico. Siempre es fácil traficar con los buenos sentimientos.

El futuro de la vida en nuestro planeta es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de demagogos poco escrupulosos que no desean que los hechos les estropeen una buena causa. Los retos que tiene planteados la humanidad van mucho más allá del logro de un descenso de uno o dos grados de temperatura media anual durante los próximos seis años. Ojalá fuera ese el único o el principal reto.

Eso no significa, ciertamente, que no pueda tratarse de un objetivo necesario o conveniente. Por lo demás, como afirmó Popper, nadie cambia mediante argumentos y razones una opinión a la que no ha llegado mediante argumentos y razones. Es cierto que cualquier gobernante responsable debe enfrentarse a las amenazas del "calentamiento global" en toda su gravedad. Pero valorar y determinar las proporciones de esta gravedad no le corresponde a él sino a los científicos, y se da la circunstancia de que en la comunidad científica no existe unanimidad sobre este problema. También hay que evaluar el coste que entrañan las políticas propuestas, pues acaso muchos de los que se adscriben con fervor a la nueva fe no estén dispuestos a asumirlo. Casi siempre el problema son los otros.

El pensamiento simple nunca llega a apresar una realidad compleja. Es muy probable que convenga reducir las emisiones de dióxido de carbono, pero no parece razonable convertirlo en el enemigo público número uno. Como he afirmado al principio, a mi juicio, el problema y su debate son de naturaleza moral, pero sus presupuestos y condiciones son científicos.
Nadie debe ser excluido del debate, salvo los que no estén dispuestos a plantearlo a partir de los conocimientos científicos. También la ciencia puede convertirse en una poderosa mitología, pero sus resultados nunca serán tan devastadores como los que puede producir la sustitución de la ciencia por la ideología. Y toda ideología presta al mal una sola cara, ya sea la clase social, la raza, la propiedad privada o, como en este caso sucede, la emisión de dióxido de carbono. La ideología, en el mejor de los casos, simplifica, siempre engaña, y, en el peor, esclaviza. Sustituyamos la ideología por la ciencia, y el fanatismo por la inteligencia.

Siena 306

Ronda80
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Cinco tendencias de actualidad para tus argumentos públicos
AÑO VII N 306 del 12 al 18 de noviembre de 2007

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"¿Otra encíclica?'
comentario de diego contreras, en www.laiglesiaenlaprensa.com,
viernes 16 de noviembre de 2007

Informa Marco Tosatti en La Stampa de hoy (link no disponible) que la nueva enciclica de Benedicto XVI tratará sobre la esperanza y se publicará antes de navidad. La noticia, de la que se hacen eco otros medios (ver Il Sole 24 Ore ), supone una verdadera sorpresa, pues hasta ahora se pensaba que la segunda encíclica del Papa abordaría temas de doctrina social.

El "vaticanista" de La Stampa afirma que el Papa trabajó en el texto durante el verano, y que ahora está ya en proceso de traducción. El título provisional latino es: "Spe salvis" (salvados gracias a la esperanza). Se trata de una meditación sobre la esperanza cristiana en un momento en el que el panorama actual puede lleva a los creyentes al desaliento, según ha anotado el Papa en varias ocasiones (sin hacer referencia auna posible encíclica).

El Papa, subraya Tosatti, parte de las reflexiones de San Pablo sobre la esperanza y se coloca así contra Nietzsche, que consideraba la esperanza la virtud de los débiles. Benedicto XVI, por el contrario, se dirige al corazón de los creyentes y les invita a la confianza, a no dejarse arrastrar por el pesimismo, el nihilismo o los fracasos humanos. A la espera de leer el texto, me parece ya obvio que se trata de una invitación mucho más alentadora que la de Nietzsche, que ya sabemos cómo terminó.



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"La educación de los más jóvenes sobre el sexo"
articulo de jokin de irala, profesor de salud pública de la universidad de navarra y doctor por la universidad de massachussets (USA), en www.aceprensa.com, miercoles 17 de octubre de 2007

Muchas veces los adolescentes reciben mensajes contradictorios en la educación sobre el sexo: primero se les dice que es mejor no tener relaciones sexuales y luego todo se centra en explicarles cómo protegerse si lo hacen. Algunos estudios recientes parecen demostrar que la educación basada solo en la abstinencia no funciona. Pero, igual que en las campañas contra el tabaco o la violencia de género, esto solo significa que hay que hacerlo mejor, no abandonar los esfuerzos.

Los adolescentes pueden vivir peligrosamente, y, en la actualidad, la sociedad les brinda muchas oportunidades para hacerlo. Como consecuencia, nos encontramos ante una ola de borracheras juveniles, enfermedades mentales inducidas por drogas, e infecciones de transmisión sexual, por mencionar solamente tres de los excesos a los que los jóvenes pueden verse involucrados.

El gobierno está intensificando sus esfuerzos para educar a los jóvenes en lo referente a los daños derivados del consumo de alcohol y de cocaína. Dado que, cuanto más joven se empieza con el abuso de substancias, mayor es el daño, la mejor elección para los adolescentes es, claramente, no ingerir alcohol ni fumar ni consumir ningún otro tipo de drogas.

Pero ¿qué sucede con el sexo? ¿Es la abstinencia la mejor elección para los adolescentes, y deberíamos hacer todo lo posible por persuadirles de que se abstengan de la experimentación sexual? ¿O es una meta inalcanzable para la mayoría de los jóvenes, basada en ideales sobre el amor y el sexo que son simplemente un residuo de épocas pasadas? ¿Hacemos todo lo posible cuando decimos que "está bien no mantener relaciones sexuales", y, luego, nos pasamos el día explicando a los chavales cómo protegerse si lo hacen?

Dos modos de enfocar la educación
Estas cuestiones reflejan dos modos de enfocar la educación de los más jóvenes sobre el sexo que, actualmente, parecen estar en conflicto frontal, sobre todo en Estados Unidos, donde el futuro de la financiación gubernamental para los programas de 'sólo abstinencia' pende de un hilo.

Como consecuencia, las conclusiones de las investigaciones del entorno, muy politizadas, pueden ser críticas. Dos estudios publicados recientemente sobre el programa de 'sólo abstinencia' en Estados Unidos han dado lugar a una serie de titulares que manifiestan que "la educación en la abstinencia no funciona". El más reciente de los dos, publicado en la influyente revista British Medical Journal, es el realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford, que revisaron 13 estudios científicos en los que se valoraban los programas de abstinencia. Estos investigadores llegaron a la conclusión de que dichos programas "no eran eficaces".

Los educadores en la abstinencia no deberían desanimarse ante tales resultados. Lo que Kristen Underhill y sus colegas hicieron fue buscar estudios que tratasen sobre el tema de la prevención de la infección por VIH –el punto fundamental en la educación sexual–, y que estuvieran, más o menos, bien diseñados. Sin embargo, dichos estudios constituían una mezcla muy heterogénea, y, aunque los investigadores realizaron un gran trabajo de síntesis del material examinado, sus conclusiones pasaron por alto problemas metodológicos muy serios.

Por ejemplo, ¿cómo comparar programas que oscilan en duración entre 1 sesión y 720 sesiones, o evaluar resultados de forma fiable cuando hay tasas de abandono del 5 al 45%? Dados estos problemas, el número total de jóvenes con los que se llevaron a cabo los estudios revisados –15.940– no tiene especial relevancia, aunque se haga referencia a dicho número para dotar de más autoridad al análisis.

¿Eficaces o no?
A pesar de estas deficiencias, sin embargo, los científicos de Oxford afirman rotundamente que "la evidencia del análisis sugiere que los programas de 'sólo abstinencia' que intentan prevenir la infección por VIH no son eficaces". Y esta afirmación es corroborada por una editorial amiga en el BMJ que, con relación a los 13 estudios examinados, considera que son "notablemente consistentes" cuando sugieren que los programas de 'sólo abstinencia' no aumentaron ni la abstinencia sexual primaria ni la secundaria.

Incluso, los editorialistas van más allá, diciendo que: "En contraste con los programas de 'sólo abstinencia', aquéllos otros que promueven el uso de condones reducen enormemente el riesgo de contraer el VIH". Y, para apoyar dicha afirmación, citan tres artículos, dos de los cuales datan de finales de los 90. El editorial termina argumentando que el dinero no debería ser gastado en programas de 'solo abstinencia', sino más bien en programas que promuevan el uso del condón.

Desconozco bajo qué criterios se excluyeron otros trabajos que mostraban lo contrario, antes de realizar estas afirmaciones. Por ejemplo, los resultados de un ensayo que se realizó en Uganda señalaban un aumento en las conductas de riesgo para el VIH en el grupo de intervención, donde se promovía el uso y el suministro del condón. Y DiCenso y colaboradores llevaron a cabo un meta-análisis, en el que se reflejaba que diversos programas, incluidos algunos de centros de planificación familiar, no resultaban muy eficaces ni a la hora de mejorar el uso de los anticonceptivos, ni de posponer el comienzo de relaciones sexuales, ni de evitar los embarazos imprevistos. Pero, entonces, nadie solicitó que se eliminase la financiación de los centros de planificación familiar.

A la luz de los problemas con los que se topó el equipo de Oxford, quizás habría sido más prudente decir que no había evidencia de que los 13 programas concretos de 'sólo abstinencia' que ellos revisaron hubiesen dado mejores resultados que las alternativas evaluadas. Esto no significa que "la promoción de la abstinencia no funciona", que es lo que algunos medios están intentando transmitir a la gente.

Mensajes contradictorios
En cualquier caso, la verdadera cuestión no es si esos programas son eficaces o no. Lo que realmente importa es saber si nos estamos planteando las preguntas correctas con relación a estos programas. ¿Cree alguien, realmente, que es posible cambiar cualquier conducta humana con una docena de clases en la escuela si los padres, en casa, los programas de la televisión, las películas, las revistas para jóvenes, las autoridades sanitarias y educativas, y la sociedad en general, transmiten el mensaje contrario?

Pensemos en la llamada violencia de género, el sexismo, la discriminación, el fracaso escolar, la falta de ejercicio, la comida basura, el problema de la bebida y de la conducción, del tabaco y de otro tipo de drogas. ¿Cambiarían estas conductas una docena de clases impartidas en 2º y 3º de la E.S.O. si en todas partes el mensaje fuese diferente?

La pregunta para estas cuestiones es "cómo" podemos transmitir los mensajes correctos, y no "si" deberíamos transmitirlos. Si un programa cuya finalidad es prevenir la violencia de género no tiene éxito, sería un gran error concluir que "la educación contra la violencia no es eficaz". Dado que ese programa concreto ha fallado, lo que tendríamos que pensar, más bien, es en la manera de hacerlo mejor, o, al menos, en cómo podríamos conseguir que dicho programa tuviese éxito.

No olvidemos que muchos programas anti-tabaco tienen poco éxito, y, sin embargo, nadie duda que debemos prevenir el tabaquismo en los jóvenes. ¿Esperamos, realmente, que la 'promoción de la abstinencia' a lo largo de unas pocas clases pueda resultar eficaz en una sociedad en la que muchos medios de comunicación están transmitiendo exactamente el mensaje contrario? La cuestión es: ¿creemos, realmente, que la abstinencia es una buena elección para nuestros jóvenes, y queremos, realmente, fomentar la abstinencia?

La educación del carácter
No soy, necesariamente, un defensor de los programas de 'sólo abstinencia'. Al menos, no para los adolescentes mayores. Personalmente, creo que la verdad es lo mejor que podemos dar a nuestros jóvenes para ayudarles a que elijan mejor y de manera más saludable. Pero deberíamos fortalecerlos también para que puedan hacer las mejores elecciones, y, en lo que se refiere a las conductas, la educación del carácter es fundamental.

No podemos limitarnos a darles información y eslóganes; debemos ayudarles a interiorizar los buenos valores, así como a desarrollar las aptitudes, o las costumbres, que se corresponden con éstos. Y éste no es el trabajo de un programa concreto.

Siempre es mejor "evitar riesgos" que "reducir riesgos", y los mensajes deberían adecuarse a los grupos específicos a los que van dirigidos. Existe una evidencia epidemiológica firme en favor de la estrategia de prevención ABC –Abstinencia, Basarse en la fidelidad, y uso del Condón–. La abstinencia y la monogamia mutua son mejor para evitar el riesgo, mientras que los condones pueden reducir, aunque nunca eliminar del todo, el riesgo en aquellas personas que eligen no evitar riesgos con 'A' y 'B'.

Un documento de consenso publicado por The Lancet en 2004 hacía hincapié en la importancia de priorizar mensajes de llamamiento a posponer la iniciación sexual en los jóvenes, o a la vuelta a la abstinencia para los que mantenían relaciones esporádicas. En el caso de que se optase por mantener relaciones sexuales, el consenso priorizaba el mensaje de la monogamia mutua. Y, para aquellos que elegían no aceptar 'A' ni 'B', el documento señalaba que se les debía informar de que, con la opción 'C' se reducía el riesgo de infección, aunque nunca se eliminaba totalmente.

Los firmantes del consenso Lancet consideraban que no era acertado que las políticas de salud pública diesen el mismo tipo de prioridad a un mensaje (el uso del condón) a adolescentes que no han empezado a ser sexualmente activos y a personas que se dedicaban al comercio del sexo. Se debe transmitir toda la verdad, pero los programas llamados de 'abstinencia plus', porque añaden información sobre el preservativo, tienen que estar 'centrados en la abstinencia', y no ser solamente programas que ponen la información sobre el condón y la promoción de la abstinencia en el mismo nivel. Hay evidencias que muestran que los programas "centrados en la abstinencia' son útiles.

Por otro lado, si la promoción del uso del condón (reducción de riesgo) no se lleva a cabo de forma cautelosa, en realidad, puede fomentar una falsa sensación de seguridad en los jóvenes, así como, paradójicamente, conducir a un aumento de las conductas de riesgo y su vulnerabilidad: por ejemplo, iniciación sexual a una edad temprana, mayor número de parejas sexuales. Este fenómeno se conoce como "compensación de riesgo". En ningún país africano se ha conseguido reducir la incidencia del VIH con programas basados exclusivamente en la promoción del condón, mientras que aquellos países que han integrado 'A' y 'B' en programas nacionales integrales han logrado reducir la incidencia del VIH.

¿Qué queremos transmitir?
Nuestro principal problema consiste en decidir qué queremos transmitir a nuestros jóvenes. Es poco probable que un programa ayude a cambiar las conductas de riesgo, a menos que se dé información verdadera a los jóvenes, y a menos también que se les fortalezca con habilidades necesarias para la vida, como sucede a través de la educación del carácter. Pero difícilmente podremos conseguirlo si la sociedad en general, y, especialmente, las autoridades educativas y sanitarias no realizan un verdadero esfuerzo para transmitir mensajes coherentes a los grupos específicos a los que van dirigidos, ayudando, de ese modo, a que los padres puedan realizar también su tarea educativa en el hogar.

¿Estamos preparados para transmitir lo que es mejor para nuestros hijos, así como para confiar en su capacidad para tomar la decisión correcta? ¿O deberíamos decidir por ellos, de manera pesimista y condescendiente, que no pueden conseguir evitar riesgos, y que no tienen otra elección que reducir riesgos?

3
"[Natalidad] Cuando no hay confianza en el futuro...
se deja de crear futuro"
entrevista de santiago mata a george weigel, escritor y biógrafo de juan pablo ii, en la gaceta de los negocios, jueves 15 de noviembre de 2007

Nacido en Baltimore (Maryland, EEUU) en 1951, el teólogo y escritor George Weigel recibió ayer el Doctorado Honoris Causa en la Universidad Abat Oliva CEU de Barcelona. Conocido por su biografía de Juan Pablo II (Testigo de esperanza) y por numerosos ensayos, hablamos sobre el asunto del congreso que inaugurará en el CEU madrileño: los católicos y la vida pública.

¿Cómo explicar a una sociedad secularizada que la Iglesia es garante de los derechos humanos?
No pienso que sea cuestión de explicar, sino de hacer. Tratándose de asuntos como el aborto o la eutanasia, la Iglesia católica no trata de convencer de que hay tres Personas y un solo Dios, dos naturalezas y una persona en Cristo, del primado del Papa o de la estructura jerárquica de la Iglesia, sino que expone el argumento moral de que el derecho a la vida es inviolable, desde la concepción a la muerte natural. Sabemos lo que pasa cuando el Estado pretende arrogarse el derecho de dejar fuera de la protección legal de la sociedad a ciertos grupos: que terminan por matarlos. Es lo que pasó en Europa a mediados del siglo XX, es lo que pasa hoy en Holanda con las leyes de eutanasia. Y nadie necesita tener fe religiosa para entenderlo. Podemos demostrar, sin recurrir a argumentos teológicos, esta verdad moral.

Pero la Iglesia no siempre ha sido adalid de la democracia...
Es cierto que en parte de Europa, el proyecto democrático surgió como un proyecto contra la Iglesia, contra el Antiguo Régimen, etc. Pero eso es el pasado. El presente es la realidad de que la Iglesia es una fuerza liberadora en la sociedad: las de Polonia, Checoslovaquia, Ucrania, etc., fueron revoluciones en nombre del cristianismo. Hay que dejar de pensar en 1789 (Revolución Francesa) y pensar en 1989 (caída del Muro).

Los políticos que se dicen católicos, en España, no defienden la vida o la familia ...
En toda Europa la gente tiende a ignorar el hecho más obvio sobre este continente: que se está muriendo. No se puede vivir generación tras generación por debajo del índice de relevo generacional. El tedio espiritual es una de las razones por las que la fertilidad se ha hundido en Europa. Cuando la gente está espiritualmente agotada, cuando no tiene confianza en el futuro, deja de crear el futuro, en el sentido más elemental. En 10 ó 20 años no se podrá mantener el sistema de bienestar europeo, porque no habrá gente suficiente para pagarlo. El intento de fundar una sociedad basada en el aburrimiento espiritual, se encontrará con dificultades insalvables. Y los políticos que no quieren hablar de ello son ciegos.

¿Qué opina de que el Gobierno trate de imponer su forma de entender la "ciudadanía"?
Un Estado democrático no puede crear por sí mismo las condiciones morales que hacen posible la democracia: conciencia de la dignidad humana, independencia de los poderes, libertad religiosa. Proceden de otra parte: de las familias, las asociaciones. Históricamente, han procedido del cristianismo. Es profundamente antidemocrático tratar de cambiar los fundamentos de la sociedad civil marginando a la Iglesia. Da la impresión, desde lejos, de que en España se está volviendo a poner una cinta de vídeo grabada en los años 30 del siglo pasado: el intento secularizante de remodelar a los seres humanos. Y eso no funcionó en España, no funcionó en otros regímenes autoritarios, y tampoco en la Unión Soviética. ¿Por qué hay gente que no lo entiende?

Argumentan que los católicos son malos ciudadanos porque no reconocen "derechos humanos" como el "matrimonio homosexual"...
Es un profundo error pensar que la tolerancia consiste en ignorar las diferencias, incluyendo las diferencias de juicios morales. El matrimonio ha sido lo que es durante cinco mil años, y no se puede tratar de cambiar su significado para satisfacer a una ideología. Sencillamente, el Estado no puede definir qué es el matrimonio, sólo puede reconocerlo como un hecho social que existe antes que el Estado. Y si el Estado trata de definir la realidad de esa forma, está siendo intolerante en nombre de la tolerancia.
¿La ideología de género será una anécdota en la historia?
Me parece que está habiendo una amplia reacción, también por parte de las mujeres, frente a los excesos de la ideología feminista. Negar los instintos naturales de los hombres y mujeres, y su complementariedad, no puede ser terriblemente atractivo. El problema principal aquí es la fertilidad. Si los europeos no tienen hijos, no se va a crear un vacío demográfico: Europa será ocupada por otra población.



4
" Consultoría doméstica, un servicio en expansión en USA"
articulo de sue shellenbarger en the wall street journal, comentado en www.aceprensa.com, martes 23 de octubre de 2007

En Estados Unidos se extienden los servicios de consultoría doméstica, que asesoran a las familias sobre el modo de organizar bien el trabajo en el hogar, una necesidad urgente para muchos padres de hoy con poco tiempo y sin posibilidades de contratar asistencia permanente. Lo cuenta Sue Shellenbarger en su colaboración semanal sobre trabajo y familia en The Wall Street Journal (18 octubre 2007).

Shellenbarger cuenta el caso de Vicki y Derek Ryan, padres de cuatro hijos de 7 a 17 años. Estaban desbordados. En su casa reinaba el desorden y a menudo desaparecían llaves, documentos, ropa... sepultados en el barullo. Los horarios de los niños eran complejos y caóticos, imposibles de coordinar entre sí y con los de los padres. Llegaban tarde a casi todo, y Vicki se pasaba el día gritando: "¡Deprisa, deprisa, deprisa!" Era frustrante. Hasta que Vicki decidió acudir a una consultoría doméstica.

La asesora, Kathy Peel, después de evaluar la situación, le hizo un plan para reorganizar la casa. Había que empezar por la cocina, el lavado de la ropa y los armarios. Para conseguir que los niños ayudasen, sugirió que asignase a cada uno una cesta propia para la ropa sucia; una vez limpia, cada uno tiene que colocarla en su armario. El que no colabora se queda sin paga semanal. Los juguetes, prendas y demás objetos dejados fuera de sitio son inmediatamente incautados y van a una caja llamada "cárcel de cosas desordenadas"; para rescatarlos hay que pagar una fianza a mamá. Peel también ayudó a Vicki a diseñar una agenda para llevar el control de citas, tareas y facturas. Tras aplicar durante un año las recomendaciones de la asesora, Vicki dice que los resultados son "espectaculares".

Las consultorías de administración doméstica, que funcionan desde hace unos diez años en Holanda al menos (ver Aceprensa 122/98), se han multiplicado últimamente en Estados Unidos. Shallenberger aporta dos indicios: la empresa de Peel ha formado ya cerca de 200 asesores; la experta más quizá famosa, Marla Cilley, ha visto cómo los suscriptores de su sitio www.flylady.net subían a 437.000, más del doble que hace cuatro años.

Los consultores cobran de 25 a 90 dólares la hora. La mayoría no están titulados, y el grado de cualificación es muy variable, advierte Shallenberger. En todo caso, la experiencia de las familias que han recurrido a estos servicios es que un asesor de administración doméstica, por bueno que sea, solo puede facilitar orientación y ayudar a dar el primer paso; pero lograr cambios duraderos exige empeño y constancia por parte de los interesados.

Por ejemplo, los asesores intentan que la familia trabaje en equipo, pero conseguir que los hijos se impliquen puede ser muy difícil, como explica Shallenbarger una madre (que finalmente tuvo éxito). Un matrimonio californiano con tres hijos pequeños cuenta que ganó la batalla contra el desorden gracias al diario "sprint de 7 minutos" que aconsejó la consultora: una especie de juego en que toda la familia repasa la casa entera contra reloj para poner cada cosa en su sitio. En cambio, ese mismo método no funcionó en casa de los Ryan, cuyos hijos son mayores. Por eso, insiste Shallenberger, hay que estar dispuesto a experimentar, pero lo principal es el tesón de los padres, pues "no hay asesoramiento suficiente para mover a quien no está motivado".



5
" Ciencia e ideología [a raíz del cambio climático]"
artículo de ignacio sánchez cámara, catedrático de filosofía del derecho,
en la gaceta de los negocios, lunes 5 de noviembre de 2007

Los hombres tenemos obligaciones con relación a la naturaleza. Y no porque ella tenga derechos. El titular de esos eventuales derechos, correlativos a las obligaciones, es también el hombre y sólo él: las generaciones actuales y las futuras. Sólo la persona es titular de derechos y obligaciones. Estas obligaciones relativas a la naturaleza han sido y son, con frecuencia, incumplidas. No son pocos los desmanes perpetrados. Pero si el hombre es capaz de agredir a la naturaleza, acaso sea porque no es un ser meramente natural.

No es fácil negar la realidad, al menos parcial, de lo que ha venido en denominarse "cambio climático". La agresión a la capa de ozono, junto a otros factores (también conviene evitar el fundamentalismo del factor causal único), ya ha provocado alteraciones y efectos perceptibles, que se manifiestan en un aumento de la temperatura anual media y en el consiguiente deshielo que provoca el aumento del nivel del mar. Es a los científicos, y no a los charlatanes ventajistas, a quienes compete evaluar la dimensión del problema, establecer previsiones verosímiles y proponer las recomendaciones y las medidas políticas supranacionales que habría que adoptar (si bien, esto último ya no les corresponde sólo a ellos).
No es infrecuente que algunas predicciones agoreras se funden en la condición, casi nunca cumplida, de un mantenimiento inalterado de las demás condiciones actuales (lo que en Derecho se llama la cláusula rebus sic stantibus, es decir, el presupuesto de que permanezcan inalteradas las demás circunstancias). Cuando comenzaba mis estudios universitarios, circulaba por ahí el dogma del "crecimiento cero", patraña de la que apenas nadie se acuerda ya. El debate, si ha de serlo auténticamente, tiene que ser científico.

Existen síntomas evidentes de que el debate empieza a transitar más por la senda ideológica que por la científica. Para empezar hay mucho barullo y griterío, y ya decía Galileo que donde se grita no hay verdadera ciencia. El "cambio climático" se está convirtiendo en una poderosa, y rentable, mitología, cuando no en pura superchería. La ciencia nunca impone, silencia o censura, nunca amonesta o insulta, sino que persuade.

Ciertamente, en ocasiones debe ser algo dura con los charlatanes, pero nunca escamoteando el debate e imponiendo una ortodoxia asfixiante. Ortega y Gasset decía que ciencia es aquello sobre lo que siempre cabe discusión. Y los apóstoles de la nueva "religión" seudoecologista pretenden imponer su creencia. El debate ha pasado ya de su lugar natural científico al ámbito ruidoso de la política y de la ideología, en el sentido de conocimiento deformado por intereses o de falsa conciencia, cuando no al del puro negocio. La naturaleza cotiza al alza en el mercado ideológico. Siempre es fácil traficar con los buenos sentimientos.

El futuro de la vida en nuestro planeta es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de demagogos poco escrupulosos que no desean que los hechos les estropeen una buena causa. Los retos que tiene planteados la humanidad van mucho más allá del logro de un descenso de uno o dos grados de temperatura media anual durante los próximos seis años. Ojalá fuera ese el único o el principal reto.

Eso no significa, ciertamente, que no pueda tratarse de un objetivo necesario o conveniente. Por lo demás, como afirmó Popper, nadie cambia mediante argumentos y razones una opinión a la que no ha llegado mediante argumentos y razones. Es cierto que cualquier gobernante responsable debe enfrentarse a las amenazas del "calentamiento global" en toda su gravedad. Pero valorar y determinar las proporciones de esta gravedad no le corresponde a él sino a los científicos, y se da la circunstancia de que en la comunidad científica no existe unanimidad sobre este problema. También hay que evaluar el coste que entrañan las políticas propuestas, pues acaso muchos de los que se adscriben con fervor a la nueva fe no estén dispuestos a asumirlo. Casi siempre el problema son los otros.

El pensamiento simple nunca llega a apresar una realidad compleja. Es muy probable que convenga reducir las emisiones de dióxido de carbono, pero no parece razonable convertirlo en el enemigo público número uno. Como he afirmado al principio, a mi juicio, el problema y su debate son de naturaleza moral, pero sus presupuestos y condiciones son científicos.
Nadie debe ser excluido del debate, salvo los que no estén dispuestos a plantearlo a partir de los conocimientos científicos. También la ciencia puede convertirse en una poderosa mitología, pero sus resultados nunca serán tan devastadores como los que puede producir la sustitución de la ciencia por la ideología. Y toda ideología presta al mal una sola cara, ya sea la clase social, la raza, la propiedad privada o, como en este caso sucede, la emisión de dióxido de carbono. La ideología, en el mejor de los casos, simplifica, siempre engaña, y, en el peor, esclaviza. Sustituyamos la ideología por la ciencia, y el fanatismo por la inteligencia.

Siena 306

Ronda80
Siena newsletter
Cinco tendencias de actualidad para tus argumentos públicos
AÑO VII N 306 del 12 al 18 de noviembre de 2007

1
"¿Otra encíclica?'
comentario de diego contreras, en www.laiglesiaenlaprensa.com,
viernes 16 de noviembre de 2007

Informa Marco Tosatti en La Stampa de hoy (link no disponible) que la nueva enciclica de Benedicto XVI tratará sobre la esperanza y se publicará antes de navidad. La noticia, de la que se hacen eco otros medios (ver Il Sole 24 Ore ), supone una verdadera sorpresa, pues hasta ahora se pensaba que la segunda encíclica del Papa abordaría temas de doctrina social.

El "vaticanista" de La Stampa afirma que el Papa trabajó en el texto durante el verano, y que ahora está ya en proceso de traducción. El título provisional latino es: "Spe salvis" (salvados gracias a la esperanza). Se trata de una meditación sobre la esperanza cristiana en un momento en el que el panorama actual puede lleva a los creyentes al desaliento, según ha anotado el Papa en varias ocasiones (sin hacer referencia auna posible encíclica).

El Papa, subraya Tosatti, parte de las reflexiones de San Pablo sobre la esperanza y se coloca así contra Nietzsche, que consideraba la esperanza la virtud de los débiles. Benedicto XVI, por el contrario, se dirige al corazón de los creyentes y les invita a la confianza, a no dejarse arrastrar por el pesimismo, el nihilismo o los fracasos humanos. A la espera de leer el texto, me parece ya obvio que se trata de una invitación mucho más alentadora que la de Nietzsche, que ya sabemos cómo terminó.



2
"La educación de los más jóvenes sobre el sexo"
articulo de jokin de irala, profesor de salud pública de la universidad de navarra y doctor por la universidad de massachussets (USA), en www.aceprensa.com, miercoles 17 de octubre de 2007

Muchas veces los adolescentes reciben mensajes contradictorios en la educación sobre el sexo: primero se les dice que es mejor no tener relaciones sexuales y luego todo se centra en explicarles cómo protegerse si lo hacen. Algunos estudios recientes parecen demostrar que la educación basada solo en la abstinencia no funciona. Pero, igual que en las campañas contra el tabaco o la violencia de género, esto solo significa que hay que hacerlo mejor, no abandonar los esfuerzos.

Los adolescentes pueden vivir peligrosamente, y, en la actualidad, la sociedad les brinda muchas oportunidades para hacerlo. Como consecuencia, nos encontramos ante una ola de borracheras juveniles, enfermedades mentales inducidas por drogas, e infecciones de transmisión sexual, por mencionar solamente tres de los excesos a los que los jóvenes pueden verse involucrados.

El gobierno está intensificando sus esfuerzos para educar a los jóvenes en lo referente a los daños derivados del consumo de alcohol y de cocaína. Dado que, cuanto más joven se empieza con el abuso de substancias, mayor es el daño, la mejor elección para los adolescentes es, claramente, no ingerir alcohol ni fumar ni consumir ningún otro tipo de drogas.

Pero ¿qué sucede con el sexo? ¿Es la abstinencia la mejor elección para los adolescentes, y deberíamos hacer todo lo posible por persuadirles de que se abstengan de la experimentación sexual? ¿O es una meta inalcanzable para la mayoría de los jóvenes, basada en ideales sobre el amor y el sexo que son simplemente un residuo de épocas pasadas? ¿Hacemos todo lo posible cuando decimos que "está bien no mantener relaciones sexuales", y, luego, nos pasamos el día explicando a los chavales cómo protegerse si lo hacen?

Dos modos de enfocar la educación
Estas cuestiones reflejan dos modos de enfocar la educación de los más jóvenes sobre el sexo que, actualmente, parecen estar en conflicto frontal, sobre todo en Estados Unidos, donde el futuro de la financiación gubernamental para los programas de 'sólo abstinencia' pende de un hilo.

Como consecuencia, las conclusiones de las investigaciones del entorno, muy politizadas, pueden ser críticas. Dos estudios publicados recientemente sobre el programa de 'sólo abstinencia' en Estados Unidos han dado lugar a una serie de titulares que manifiestan que "la educación en la abstinencia no funciona". El más reciente de los dos, publicado en la influyente revista British Medical Journal, es el realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford, que revisaron 13 estudios científicos en los que se valoraban los programas de abstinencia. Estos investigadores llegaron a la conclusión de que dichos programas "no eran eficaces".

Los educadores en la abstinencia no deberían desanimarse ante tales resultados. Lo que Kristen Underhill y sus colegas hicieron fue buscar estudios que tratasen sobre el tema de la prevención de la infección por VIH –el punto fundamental en la educación sexual–, y que estuvieran, más o menos, bien diseñados. Sin embargo, dichos estudios constituían una mezcla muy heterogénea, y, aunque los investigadores realizaron un gran trabajo de síntesis del material examinado, sus conclusiones pasaron por alto problemas metodológicos muy serios.

Por ejemplo, ¿cómo comparar programas que oscilan en duración entre 1 sesión y 720 sesiones, o evaluar resultados de forma fiable cuando hay tasas de abandono del 5 al 45%? Dados estos problemas, el número total de jóvenes con los que se llevaron a cabo los estudios revisados –15.940– no tiene especial relevancia, aunque se haga referencia a dicho número para dotar de más autoridad al análisis.

¿Eficaces o no?
A pesar de estas deficiencias, sin embargo, los científicos de Oxford afirman rotundamente que "la evidencia del análisis sugiere que los programas de 'sólo abstinencia' que intentan prevenir la infección por VIH no son eficaces". Y esta afirmación es corroborada por una editorial amiga en el BMJ que, con relación a los 13 estudios examinados, considera que son "notablemente consistentes" cuando sugieren que los programas de 'sólo abstinencia' no aumentaron ni la abstinencia sexual primaria ni la secundaria.

Incluso, los editorialistas van más allá, diciendo que: "En contraste con los programas de 'sólo abstinencia', aquéllos otros que promueven el uso de condones reducen enormemente el riesgo de contraer el VIH". Y, para apoyar dicha afirmación, citan tres artículos, dos de los cuales datan de finales de los 90. El editorial termina argumentando que el dinero no debería ser gastado en programas de 'solo abstinencia', sino más bien en programas que promuevan el uso del condón.

Desconozco bajo qué criterios se excluyeron otros trabajos que mostraban lo contrario, antes de realizar estas afirmaciones. Por ejemplo, los resultados de un ensayo que se realizó en Uganda señalaban un aumento en las conductas de riesgo para el VIH en el grupo de intervención, donde se promovía el uso y el suministro del condón. Y DiCenso y colaboradores llevaron a cabo un meta-análisis, en el que se reflejaba que diversos programas, incluidos algunos de centros de planificación familiar, no resultaban muy eficaces ni a la hora de mejorar el uso de los anticonceptivos, ni de posponer el comienzo de relaciones sexuales, ni de evitar los embarazos imprevistos. Pero, entonces, nadie solicitó que se eliminase la financiación de los centros de planificación familiar.

A la luz de los problemas con los que se topó el equipo de Oxford, quizás habría sido más prudente decir que no había evidencia de que los 13 programas concretos de 'sólo abstinencia' que ellos revisaron hubiesen dado mejores resultados que las alternativas evaluadas. Esto no significa que "la promoción de la abstinencia no funciona", que es lo que algunos medios están intentando transmitir a la gente.

Mensajes contradictorios
En cualquier caso, la verdadera cuestión no es si esos programas son eficaces o no. Lo que realmente importa es saber si nos estamos planteando las preguntas correctas con relación a estos programas. ¿Cree alguien, realmente, que es posible cambiar cualquier conducta humana con una docena de clases en la escuela si los padres, en casa, los programas de la televisión, las películas, las revistas para jóvenes, las autoridades sanitarias y educativas, y la sociedad en general, transmiten el mensaje contrario?

Pensemos en la llamada violencia de género, el sexismo, la discriminación, el fracaso escolar, la falta de ejercicio, la comida basura, el problema de la bebida y de la conducción, del tabaco y de otro tipo de drogas. ¿Cambiarían estas conductas una docena de clases impartidas en 2º y 3º de la E.S.O. si en todas partes el mensaje fuese diferente?

La pregunta para estas cuestiones es "cómo" podemos transmitir los mensajes correctos, y no "si" deberíamos transmitirlos. Si un programa cuya finalidad es prevenir la violencia de género no tiene éxito, sería un gran error concluir que "la educación contra la violencia no es eficaz". Dado que ese programa concreto ha fallado, lo que tendríamos que pensar, más bien, es en la manera de hacerlo mejor, o, al menos, en cómo podríamos conseguir que dicho programa tuviese éxito.

No olvidemos que muchos programas anti-tabaco tienen poco éxito, y, sin embargo, nadie duda que debemos prevenir el tabaquismo en los jóvenes. ¿Esperamos, realmente, que la 'promoción de la abstinencia' a lo largo de unas pocas clases pueda resultar eficaz en una sociedad en la que muchos medios de comunicación están transmitiendo exactamente el mensaje contrario? La cuestión es: ¿creemos, realmente, que la abstinencia es una buena elección para nuestros jóvenes, y queremos, realmente, fomentar la abstinencia?

La educación del carácter
No soy, necesariamente, un defensor de los programas de 'sólo abstinencia'. Al menos, no para los adolescentes mayores. Personalmente, creo que la verdad es lo mejor que podemos dar a nuestros jóvenes para ayudarles a que elijan mejor y de manera más saludable. Pero deberíamos fortalecerlos también para que puedan hacer las mejores elecciones, y, en lo que se refiere a las conductas, la educación del carácter es fundamental.

No podemos limitarnos a darles información y eslóganes; debemos ayudarles a interiorizar los buenos valores, así como a desarrollar las aptitudes, o las costumbres, que se corresponden con éstos. Y éste no es el trabajo de un programa concreto.

Siempre es mejor "evitar riesgos" que "reducir riesgos", y los mensajes deberían adecuarse a los grupos específicos a los que van dirigidos. Existe una evidencia epidemiológica firme en favor de la estrategia de prevención ABC –Abstinencia, Basarse en la fidelidad, y uso del Condón–. La abstinencia y la monogamia mutua son mejor para evitar el riesgo, mientras que los condones pueden reducir, aunque nunca eliminar del todo, el riesgo en aquellas personas que eligen no evitar riesgos con 'A' y 'B'.

Un documento de consenso publicado por The Lancet en 2004 hacía hincapié en la importancia de priorizar mensajes de llamamiento a posponer la iniciación sexual en los jóvenes, o a la vuelta a la abstinencia para los que mantenían relaciones esporádicas. En el caso de que se optase por mantener relaciones sexuales, el consenso priorizaba el mensaje de la monogamia mutua. Y, para aquellos que elegían no aceptar 'A' ni 'B', el documento señalaba que se les debía informar de que, con la opción 'C' se reducía el riesgo de infección, aunque nunca se eliminaba totalmente.

Los firmantes del consenso Lancet consideraban que no era acertado que las políticas de salud pública diesen el mismo tipo de prioridad a un mensaje (el uso del condón) a adolescentes que no han empezado a ser sexualmente activos y a personas que se dedicaban al comercio del sexo. Se debe transmitir toda la verdad, pero los programas llamados de 'abstinencia plus', porque añaden información sobre el preservativo, tienen que estar 'centrados en la abstinencia', y no ser solamente programas que ponen la información sobre el condón y la promoción de la abstinencia en el mismo nivel. Hay evidencias que muestran que los programas "centrados en la abstinencia' son útiles.

Por otro lado, si la promoción del uso del condón (reducción de riesgo) no se lleva a cabo de forma cautelosa, en realidad, puede fomentar una falsa sensación de seguridad en los jóvenes, así como, paradójicamente, conducir a un aumento de las conductas de riesgo y su vulnerabilidad: por ejemplo, iniciación sexual a una edad temprana, mayor número de parejas sexuales. Este fenómeno se conoce como "compensación de riesgo". En ningún país africano se ha conseguido reducir la incidencia del VIH con programas basados exclusivamente en la promoción del condón, mientras que aquellos países que han integrado 'A' y 'B' en programas nacionales integrales han logrado reducir la incidencia del VIH.

¿Qué queremos transmitir?
Nuestro principal problema consiste en decidir qué queremos transmitir a nuestros jóvenes. Es poco probable que un programa ayude a cambiar las conductas de riesgo, a menos que se dé información verdadera a los jóvenes, y a menos también que se les fortalezca con habilidades necesarias para la vida, como sucede a través de la educación del carácter. Pero difícilmente podremos conseguirlo si la sociedad en general, y, especialmente, las autoridades educativas y sanitarias no realizan un verdadero esfuerzo para transmitir mensajes coherentes a los grupos específicos a los que van dirigidos, ayudando, de ese modo, a que los padres puedan realizar también su tarea educativa en el hogar.

¿Estamos preparados para transmitir lo que es mejor para nuestros hijos, así como para confiar en su capacidad para tomar la decisión correcta? ¿O deberíamos decidir por ellos, de manera pesimista y condescendiente, que no pueden conseguir evitar riesgos, y que no tienen otra elección que reducir riesgos?

3
"[Natalidad] Cuando no hay confianza en el futuro...
se deja de crear futuro"
entrevista de santiago mata a george weigel, escritor y biógrafo de juan pablo ii, en la gaceta de los negocios, jueves 15 de noviembre de 2007

Nacido en Baltimore (Maryland, EEUU) en 1951, el teólogo y escritor George Weigel recibió ayer el Doctorado Honoris Causa en la Universidad Abat Oliva CEU de Barcelona. Conocido por su biografía de Juan Pablo II (Testigo de esperanza) y por numerosos ensayos, hablamos sobre el asunto del congreso que inaugurará en el CEU madrileño: los católicos y la vida pública.

¿Cómo explicar a una sociedad secularizada que la Iglesia es garante de los derechos humanos?
No pienso que sea cuestión de explicar, sino de hacer. Tratándose de asuntos como el aborto o la eutanasia, la Iglesia católica no trata de convencer de que hay tres Personas y un solo Dios, dos naturalezas y una persona en Cristo, del primado del Papa o de la estructura jerárquica de la Iglesia, sino que expone el argumento moral de que el derecho a la vida es inviolable, desde la concepción a la muerte natural. Sabemos lo que pasa cuando el Estado pretende arrogarse el derecho de dejar fuera de la protección legal de la sociedad a ciertos grupos: que terminan por matarlos. Es lo que pasó en Europa a mediados del siglo XX, es lo que pasa hoy en Holanda con las leyes de eutanasia. Y nadie necesita tener fe religiosa para entenderlo. Podemos demostrar, sin recurrir a argumentos teológicos, esta verdad moral.

Pero la Iglesia no siempre ha sido adalid de la democracia...
Es cierto que en parte de Europa, el proyecto democrático surgió como un proyecto contra la Iglesia, contra el Antiguo Régimen, etc. Pero eso es el pasado. El presente es la realidad de que la Iglesia es una fuerza liberadora en la sociedad: las de Polonia, Checoslovaquia, Ucrania, etc., fueron revoluciones en nombre del cristianismo. Hay que dejar de pensar en 1789 (Revolución Francesa) y pensar en 1989 (caída del Muro).

Los políticos que se dicen católicos, en España, no defienden la vida o la familia ...
En toda Europa la gente tiende a ignorar el hecho más obvio sobre este continente: que se está muriendo. No se puede vivir generación tras generación por debajo del índice de relevo generacional. El tedio espiritual es una de las razones por las que la fertilidad se ha hundido en Europa. Cuando la gente está espiritualmente agotada, cuando no tiene confianza en el futuro, deja de crear el futuro, en el sentido más elemental. En 10 ó 20 años no se podrá mantener el sistema de bienestar europeo, porque no habrá gente suficiente para pagarlo. El intento de fundar una sociedad basada en el aburrimiento espiritual, se encontrará con dificultades insalvables. Y los políticos que no quieren hablar de ello son ciegos.

¿Qué opina de que el Gobierno trate de imponer su forma de entender la "ciudadanía"?
Un Estado democrático no puede crear por sí mismo las condiciones morales que hacen posible la democracia: conciencia de la dignidad humana, independencia de los poderes, libertad religiosa. Proceden de otra parte: de las familias, las asociaciones. Históricamente, han procedido del cristianismo. Es profundamente antidemocrático tratar de cambiar los fundamentos de la sociedad civil marginando a la Iglesia. Da la impresión, desde lejos, de que en España se está volviendo a poner una cinta de vídeo grabada en los años 30 del siglo pasado: el intento secularizante de remodelar a los seres humanos. Y eso no funcionó en España, no funcionó en otros regímenes autoritarios, y tampoco en la Unión Soviética. ¿Por qué hay gente que no lo entiende?

Argumentan que los católicos son malos ciudadanos porque no reconocen "derechos humanos" como el "matrimonio homosexual"...
Es un profundo error pensar que la tolerancia consiste en ignorar las diferencias, incluyendo las diferencias de juicios morales. El matrimonio ha sido lo que es durante cinco mil años, y no se puede tratar de cambiar su significado para satisfacer a una ideología. Sencillamente, el Estado no puede definir qué es el matrimonio, sólo puede reconocerlo como un hecho social que existe antes que el Estado. Y si el Estado trata de definir la realidad de esa forma, está siendo intolerante en nombre de la tolerancia.
¿La ideología de género será una anécdota en la historia?
Me parece que está habiendo una amplia reacción, también por parte de las mujeres, frente a los excesos de la ideología feminista. Negar los instintos naturales de los hombres y mujeres, y su complementariedad, no puede ser terriblemente atractivo. El problema principal aquí es la fertilidad. Si los europeos no tienen hijos, no se va a crear un vacío demográfico: Europa será ocupada por otra población.



4
" Consultoría doméstica, un servicio en expansión en USA"
articulo de sue shellenbarger en the wall street journal, comentado en www.aceprensa.com, martes 23 de octubre de 2007

En Estados Unidos se extienden los servicios de consultoría doméstica, que asesoran a las familias sobre el modo de organizar bien el trabajo en el hogar, una necesidad urgente para muchos padres de hoy con poco tiempo y sin posibilidades de contratar asistencia permanente. Lo cuenta Sue Shellenbarger en su colaboración semanal sobre trabajo y familia en The Wall Street Journal (18 octubre 2007).

Shellenbarger cuenta el caso de Vicki y Derek Ryan, padres de cuatro hijos de 7 a 17 años. Estaban desbordados. En su casa reinaba el desorden y a menudo desaparecían llaves, documentos, ropa... sepultados en el barullo. Los horarios de los niños eran complejos y caóticos, imposibles de coordinar entre sí y con los de los padres. Llegaban tarde a casi todo, y Vicki se pasaba el día gritando: "¡Deprisa, deprisa, deprisa!" Era frustrante. Hasta que Vicki decidió acudir a una consultoría doméstica.

La asesora, Kathy Peel, después de evaluar la situación, le hizo un plan para reorganizar la casa. Había que empezar por la cocina, el lavado de la ropa y los armarios. Para conseguir que los niños ayudasen, sugirió que asignase a cada uno una cesta propia para la ropa sucia; una vez limpia, cada uno tiene que colocarla en su armario. El que no colabora se queda sin paga semanal. Los juguetes, prendas y demás objetos dejados fuera de sitio son inmediatamente incautados y van a una caja llamada "cárcel de cosas desordenadas"; para rescatarlos hay que pagar una fianza a mamá. Peel también ayudó a Vicki a diseñar una agenda para llevar el control de citas, tareas y facturas. Tras aplicar durante un año las recomendaciones de la asesora, Vicki dice que los resultados son "espectaculares".

Las consultorías de administración doméstica, que funcionan desde hace unos diez años en Holanda al menos (ver Aceprensa 122/98), se han multiplicado últimamente en Estados Unidos. Shallenberger aporta dos indicios: la empresa de Peel ha formado ya cerca de 200 asesores; la experta más quizá famosa, Marla Cilley, ha visto cómo los suscriptores de su sitio www.flylady.net subían a 437.000, más del doble que hace cuatro años.

Los consultores cobran de 25 a 90 dólares la hora. La mayoría no están titulados, y el grado de cualificación es muy variable, advierte Shallenberger. En todo caso, la experiencia de las familias que han recurrido a estos servicios es que un asesor de administración doméstica, por bueno que sea, solo puede facilitar orientación y ayudar a dar el primer paso; pero lograr cambios duraderos exige empeño y constancia por parte de los interesados.

Por ejemplo, los asesores intentan que la familia trabaje en equipo, pero conseguir que los hijos se impliquen puede ser muy difícil, como explica Shallenbarger una madre (que finalmente tuvo éxito). Un matrimonio californiano con tres hijos pequeños cuenta que ganó la batalla contra el desorden gracias al diario "sprint de 7 minutos" que aconsejó la consultora: una especie de juego en que toda la familia repasa la casa entera contra reloj para poner cada cosa en su sitio. En cambio, ese mismo método no funcionó en casa de los Ryan, cuyos hijos son mayores. Por eso, insiste Shallenberger, hay que estar dispuesto a experimentar, pero lo principal es el tesón de los padres, pues "no hay asesoramiento suficiente para mover a quien no está motivado".



5
" Ciencia e ideología [a raíz del cambio climático]"
artículo de ignacio sánchez cámara, catedrático de filosofía del derecho,
en la gaceta de los negocios, lunes 5 de noviembre de 2007

Los hombres tenemos obligaciones con relación a la naturaleza. Y no porque ella tenga derechos. El titular de esos eventuales derechos, correlativos a las obligaciones, es también el hombre y sólo él: las generaciones actuales y las futuras. Sólo la persona es titular de derechos y obligaciones. Estas obligaciones relativas a la naturaleza han sido y son, con frecuencia, incumplidas. No son pocos los desmanes perpetrados. Pero si el hombre es capaz de agredir a la naturaleza, acaso sea porque no es un ser meramente natural.

No es fácil negar la realidad, al menos parcial, de lo que ha venido en denominarse "cambio climático". La agresión a la capa de ozono, junto a otros factores (también conviene evitar el fundamentalismo del factor causal único), ya ha provocado alteraciones y efectos perceptibles, que se manifiestan en un aumento de la temperatura anual media y en el consiguiente deshielo que provoca el aumento del nivel del mar. Es a los científicos, y no a los charlatanes ventajistas, a quienes compete evaluar la dimensión del problema, establecer previsiones verosímiles y proponer las recomendaciones y las medidas políticas supranacionales que habría que adoptar (si bien, esto último ya no les corresponde sólo a ellos).
No es infrecuente que algunas predicciones agoreras se funden en la condición, casi nunca cumplida, de un mantenimiento inalterado de las demás condiciones actuales (lo que en Derecho se llama la cláusula rebus sic stantibus, es decir, el presupuesto de que permanezcan inalteradas las demás circunstancias). Cuando comenzaba mis estudios universitarios, circulaba por ahí el dogma del "crecimiento cero", patraña de la que apenas nadie se acuerda ya. El debate, si ha de serlo auténticamente, tiene que ser científico.

Existen síntomas evidentes de que el debate empieza a transitar más por la senda ideológica que por la científica. Para empezar hay mucho barullo y griterío, y ya decía Galileo que donde se grita no hay verdadera ciencia. El "cambio climático" se está convirtiendo en una poderosa, y rentable, mitología, cuando no en pura superchería. La ciencia nunca impone, silencia o censura, nunca amonesta o insulta, sino que persuade.

Ciertamente, en ocasiones debe ser algo dura con los charlatanes, pero nunca escamoteando el debate e imponiendo una ortodoxia asfixiante. Ortega y Gasset decía que ciencia es aquello sobre lo que siempre cabe discusión. Y los apóstoles de la nueva "religión" seudoecologista pretenden imponer su creencia. El debate ha pasado ya de su lugar natural científico al ámbito ruidoso de la política y de la ideología, en el sentido de conocimiento deformado por intereses o de falsa conciencia, cuando no al del puro negocio. La naturaleza cotiza al alza en el mercado ideológico. Siempre es fácil traficar con los buenos sentimientos.

El futuro de la vida en nuestro planeta es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de demagogos poco escrupulosos que no desean que los hechos les estropeen una buena causa. Los retos que tiene planteados la humanidad van mucho más allá del logro de un descenso de uno o dos grados de temperatura media anual durante los próximos seis años. Ojalá fuera ese el único o el principal reto.

Eso no significa, ciertamente, que no pueda tratarse de un objetivo necesario o conveniente. Por lo demás, como afirmó Popper, nadie cambia mediante argumentos y razones una opinión a la que no ha llegado mediante argumentos y razones. Es cierto que cualquier gobernante responsable debe enfrentarse a las amenazas del "calentamiento global" en toda su gravedad. Pero valorar y determinar las proporciones de esta gravedad no le corresponde a él sino a los científicos, y se da la circunstancia de que en la comunidad científica no existe unanimidad sobre este problema. También hay que evaluar el coste que entrañan las políticas propuestas, pues acaso muchos de los que se adscriben con fervor a la nueva fe no estén dispuestos a asumirlo. Casi siempre el problema son los otros.

El pensamiento simple nunca llega a apresar una realidad compleja. Es muy probable que convenga reducir las emisiones de dióxido de carbono, pero no parece razonable convertirlo en el enemigo público número uno. Como he afirmado al principio, a mi juicio, el problema y su debate son de naturaleza moral, pero sus presupuestos y condiciones son científicos.

Nadie debe ser excluido del debate, salvo los que no estén dispuestos a plantearlo a partir de los conocimientos científicos. También la ciencia puede convertirse en una poderosa mitología, pero sus resultados nunca serán tan devastadores como los que puede producir la sustitución de la ciencia por la ideología. Y toda ideología presta al mal una sola cara, ya sea la clase social, la raza, la propiedad privada o, como en este caso sucede, la emisión de dióxido de carbono. La ideología, en el mejor de los casos, simplifica, siempre engaña, y, en el peor, esclaviza. Sustituyamos la ideología por la ciencia, y el fanatismo por la inteligencia.

Siena 306

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Cinco tendencias de actualidad para tus argumentos públicos
AÑO VII N 306 del 12 al 18 de noviembre de 2007

1
"¿Otra encíclica?'
comentario de diego contreras, en www.laiglesiaenlaprensa.com,
viernes 16 de noviembre de 2007

Informa Marco Tosatti en La Stampa de hoy (link no disponible) que la nueva enciclica de Benedicto XVI tratará sobre la esperanza y se publicará antes de navidad. La noticia, de la que se hacen eco otros medios (ver Il Sole 24 Ore ), supone una verdadera sorpresa, pues hasta ahora se pensaba que la segunda encíclica del Papa abordaría temas de doctrina social.

El "vaticanista" de La Stampa afirma que el Papa trabajó en el texto durante el verano, y que ahora está ya en proceso de traducción. El título provisional latino es: "Spe salvis" (salvados gracias a la esperanza). Se trata de una meditación sobre la esperanza cristiana en un momento en el que el panorama actual puede lleva a los creyentes al desaliento, según ha anotado el Papa en varias ocasiones (sin hacer referencia auna posible encíclica).

El Papa, subraya Tosatti, parte de las reflexiones de San Pablo sobre la esperanza y se coloca así contra Nietzsche, que consideraba la esperanza la virtud de los débiles. Benedicto XVI, por el contrario, se dirige al corazón de los creyentes y les invita a la confianza, a no dejarse arrastrar por el pesimismo, el nihilismo o los fracasos humanos. A la espera de leer el texto, me parece ya obvio que se trata de una invitación mucho más alentadora que la de Nietzsche, que ya sabemos cómo terminó.



2
"La educación de los más jóvenes sobre el sexo"
articulo de jokin de irala, profesor de salud pública de la universidad de navarra y doctor por la universidad de massachussets (USA), en www.aceprensa.com, miercoles 17 de octubre de 2007

Muchas veces los adolescentes reciben mensajes contradictorios en la educación sobre el sexo: primero se les dice que es mejor no tener relaciones sexuales y luego todo se centra en explicarles cómo protegerse si lo hacen. Algunos estudios recientes parecen demostrar que la educación basada solo en la abstinencia no funciona. Pero, igual que en las campañas contra el tabaco o la violencia de género, esto solo significa que hay que hacerlo mejor, no abandonar los esfuerzos.

Los adolescentes pueden vivir peligrosamente, y, en la actualidad, la sociedad les brinda muchas oportunidades para hacerlo. Como consecuencia, nos encontramos ante una ola de borracheras juveniles, enfermedades mentales inducidas por drogas, e infecciones de transmisión sexual, por mencionar solamente tres de los excesos a los que los jóvenes pueden verse involucrados.

El gobierno está intensificando sus esfuerzos para educar a los jóvenes en lo referente a los daños derivados del consumo de alcohol y de cocaína. Dado que, cuanto más joven se empieza con el abuso de substancias, mayor es el daño, la mejor elección para los adolescentes es, claramente, no ingerir alcohol ni fumar ni consumir ningún otro tipo de drogas.

Pero ¿qué sucede con el sexo? ¿Es la abstinencia la mejor elección para los adolescentes, y deberíamos hacer todo lo posible por persuadirles de que se abstengan de la experimentación sexual? ¿O es una meta inalcanzable para la mayoría de los jóvenes, basada en ideales sobre el amor y el sexo que son simplemente un residuo de épocas pasadas? ¿Hacemos todo lo posible cuando decimos que "está bien no mantener relaciones sexuales", y, luego, nos pasamos el día explicando a los chavales cómo protegerse si lo hacen?

Dos modos de enfocar la educación
Estas cuestiones reflejan dos modos de enfocar la educación de los más jóvenes sobre el sexo que, actualmente, parecen estar en conflicto frontal, sobre todo en Estados Unidos, donde el futuro de la financiación gubernamental para los programas de 'sólo abstinencia' pende de un hilo.

Como consecuencia, las conclusiones de las investigaciones del entorno, muy politizadas, pueden ser críticas. Dos estudios publicados recientemente sobre el programa de 'sólo abstinencia' en Estados Unidos han dado lugar a una serie de titulares que manifiestan que "la educación en la abstinencia no funciona". El más reciente de los dos, publicado en la influyente revista British Medical Journal, es el realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford, que revisaron 13 estudios científicos en los que se valoraban los programas de abstinencia. Estos investigadores llegaron a la conclusión de que dichos programas "no eran eficaces".

Los educadores en la abstinencia no deberían desanimarse ante tales resultados. Lo que Kristen Underhill y sus colegas hicieron fue buscar estudios que tratasen sobre el tema de la prevención de la infección por VIH –el punto fundamental en la educación sexual–, y que estuvieran, más o menos, bien diseñados. Sin embargo, dichos estudios constituían una mezcla muy heterogénea, y, aunque los investigadores realizaron un gran trabajo de síntesis del material examinado, sus conclusiones pasaron por alto problemas metodológicos muy serios.

Por ejemplo, ¿cómo comparar programas que oscilan en duración entre 1 sesión y 720 sesiones, o evaluar resultados de forma fiable cuando hay tasas de abandono del 5 al 45%? Dados estos problemas, el número total de jóvenes con los que se llevaron a cabo los estudios revisados –15.940– no tiene especial relevancia, aunque se haga referencia a dicho número para dotar de más autoridad al análisis.

¿Eficaces o no?
A pesar de estas deficiencias, sin embargo, los científicos de Oxford afirman rotundamente que "la evidencia del análisis sugiere que los programas de 'sólo abstinencia' que intentan prevenir la infección por VIH no son eficaces". Y esta afirmación es corroborada por una editorial amiga en el BMJ que, con relación a los 13 estudios examinados, considera que son "notablemente consistentes" cuando sugieren que los programas de 'sólo abstinencia' no aumentaron ni la abstinencia sexual primaria ni la secundaria.

Incluso, los editorialistas van más allá, diciendo que: "En contraste con los programas de 'sólo abstinencia', aquéllos otros que promueven el uso de condones reducen enormemente el riesgo de contraer el VIH". Y, para apoyar dicha afirmación, citan tres artículos, dos de los cuales datan de finales de los 90. El editorial termina argumentando que el dinero no debería ser gastado en programas de 'solo abstinencia', sino más bien en programas que promuevan el uso del condón.

Desconozco bajo qué criterios se excluyeron otros trabajos que mostraban lo contrario, antes de realizar estas afirmaciones. Por ejemplo, los resultados de un ensayo que se realizó en Uganda señalaban un aumento en las conductas de riesgo para el VIH en el grupo de intervención, donde se promovía el uso y el suministro del condón. Y DiCenso y colaboradores llevaron a cabo un meta-análisis, en el que se reflejaba que diversos programas, incluidos algunos de centros de planificación familiar, no resultaban muy eficaces ni a la hora de mejorar el uso de los anticonceptivos, ni de posponer el comienzo de relaciones sexuales, ni de evitar los embarazos imprevistos. Pero, entonces, nadie solicitó que se eliminase la financiación de los centros de planificación familiar.

A la luz de los problemas con los que se topó el equipo de Oxford, quizás habría sido más prudente decir que no había evidencia de que los 13 programas concretos de 'sólo abstinencia' que ellos revisaron hubiesen dado mejores resultados que las alternativas evaluadas. Esto no significa que "la promoción de la abstinencia no funciona", que es lo que algunos medios están intentando transmitir a la gente.

Mensajes contradictorios
En cualquier caso, la verdadera cuestión no es si esos programas son eficaces o no. Lo que realmente importa es saber si nos estamos planteando las preguntas correctas con relación a estos programas. ¿Cree alguien, realmente, que es posible cambiar cualquier conducta humana con una docena de clases en la escuela si los padres, en casa, los programas de la televisión, las películas, las revistas para jóvenes, las autoridades sanitarias y educativas, y la sociedad en general, transmiten el mensaje contrario?

Pensemos en la llamada violencia de género, el sexismo, la discriminación, el fracaso escolar, la falta de ejercicio, la comida basura, el problema de la bebida y de la conducción, del tabaco y de otro tipo de drogas. ¿Cambiarían estas conductas una docena de clases impartidas en 2º y 3º de la E.S.O. si en todas partes el mensaje fuese diferente?

La pregunta para estas cuestiones es "cómo" podemos transmitir los mensajes correctos, y no "si" deberíamos transmitirlos. Si un programa cuya finalidad es prevenir la violencia de género no tiene éxito, sería un gran error concluir que "la educación contra la violencia no es eficaz". Dado que ese programa concreto ha fallado, lo que tendríamos que pensar, más bien, es en la manera de hacerlo mejor, o, al menos, en cómo podríamos conseguir que dicho programa tuviese éxito.

No olvidemos que muchos programas anti-tabaco tienen poco éxito, y, sin embargo, nadie duda que debemos prevenir el tabaquismo en los jóvenes. ¿Esperamos, realmente, que la 'promoción de la abstinencia' a lo largo de unas pocas clases pueda resultar eficaz en una sociedad en la que muchos medios de comunicación están transmitiendo exactamente el mensaje contrario? La cuestión es: ¿creemos, realmente, que la abstinencia es una buena elección para nuestros jóvenes, y queremos, realmente, fomentar la abstinencia?

La educación del carácter
No soy, necesariamente, un defensor de los programas de 'sólo abstinencia'. Al menos, no para los adolescentes mayores. Personalmente, creo que la verdad es lo mejor que podemos dar a nuestros jóvenes para ayudarles a que elijan mejor y de manera más saludable. Pero deberíamos fortalecerlos también para que puedan hacer las mejores elecciones, y, en lo que se refiere a las conductas, la educación del carácter es fundamental.

No podemos limitarnos a darles información y eslóganes; debemos ayudarles a interiorizar los buenos valores, así como a desarrollar las aptitudes, o las costumbres, que se corresponden con éstos. Y éste no es el trabajo de un programa concreto.

Siempre es mejor "evitar riesgos" que "reducir riesgos", y los mensajes deberían adecuarse a los grupos específicos a los que van dirigidos. Existe una evidencia epidemiológica firme en favor de la estrategia de prevención ABC –Abstinencia, Basarse en la fidelidad, y uso del Condón–. La abstinencia y la monogamia mutua son mejor para evitar el riesgo, mientras que los condones pueden reducir, aunque nunca eliminar del todo, el riesgo en aquellas personas que eligen no evitar riesgos con 'A' y 'B'.

Un documento de consenso publicado por The Lancet en 2004 hacía hincapié en la importancia de priorizar mensajes de llamamiento a posponer la iniciación sexual en los jóvenes, o a la vuelta a la abstinencia para los que mantenían relaciones esporádicas. En el caso de que se optase por mantener relaciones sexuales, el consenso priorizaba el mensaje de la monogamia mutua. Y, para aquellos que elegían no aceptar 'A' ni 'B', el documento señalaba que se les debía informar de que, con la opción 'C' se reducía el riesgo de infección, aunque nunca se eliminaba totalmente.

Los firmantes del consenso Lancet consideraban que no era acertado que las políticas de salud pública diesen el mismo tipo de prioridad a un mensaje (el uso del condón) a adolescentes que no han empezado a ser sexualmente activos y a personas que se dedicaban al comercio del sexo. Se debe transmitir toda la verdad, pero los programas llamados de 'abstinencia plus', porque añaden información sobre el preservativo, tienen que estar 'centrados en la abstinencia', y no ser solamente programas que ponen la información sobre el condón y la promoción de la abstinencia en el mismo nivel. Hay evidencias que muestran que los programas "centrados en la abstinencia' son útiles.

Por otro lado, si la promoción del uso del condón (reducción de riesgo) no se lleva a cabo de forma cautelosa, en realidad, puede fomentar una falsa sensación de seguridad en los jóvenes, así como, paradójicamente, conducir a un aumento de las conductas de riesgo y su vulnerabilidad: por ejemplo, iniciación sexual a una edad temprana, mayor número de parejas sexuales. Este fenómeno se conoce como "compensación de riesgo". En ningún país africano se ha conseguido reducir la incidencia del VIH con programas basados exclusivamente en la promoción del condón, mientras que aquellos países que han integrado 'A' y 'B' en programas nacionales integrales han logrado reducir la incidencia del VIH.

¿Qué queremos transmitir?
Nuestro principal problema consiste en decidir qué queremos transmitir a nuestros jóvenes. Es poco probable que un programa ayude a cambiar las conductas de riesgo, a menos que se dé información verdadera a los jóvenes, y a menos también que se les fortalezca con habilidades necesarias para la vida, como sucede a través de la educación del carácter. Pero difícilmente podremos conseguirlo si la sociedad en general, y, especialmente, las autoridades educativas y sanitarias no realizan un verdadero esfuerzo para transmitir mensajes coherentes a los grupos específicos a los que van dirigidos, ayudando, de ese modo, a que los padres puedan realizar también su tarea educativa en el hogar.

¿Estamos preparados para transmitir lo que es mejor para nuestros hijos, así como para confiar en su capacidad para tomar la decisión correcta? ¿O deberíamos decidir por ellos, de manera pesimista y condescendiente, que no pueden conseguir evitar riesgos, y que no tienen otra elección que reducir riesgos?

3
"[Natalidad] Cuando no hay confianza en el futuro...
se deja de crear futuro"
entrevista de santiago mata a george weigel, escritor y biógrafo de juan pablo ii, en la gaceta de los negocios, jueves 15 de noviembre de 2007

Nacido en Baltimore (Maryland, EEUU) en 1951, el teólogo y escritor George Weigel recibió ayer el Doctorado Honoris Causa en la Universidad Abat Oliva CEU de Barcelona. Conocido por su biografía de Juan Pablo II (Testigo de esperanza) y por numerosos ensayos, hablamos sobre el asunto del congreso que inaugurará en el CEU madrileño: los católicos y la vida pública.

¿Cómo explicar a una sociedad secularizada que la Iglesia es garante de los derechos humanos?
No pienso que sea cuestión de explicar, sino de hacer. Tratándose de asuntos como el aborto o la eutanasia, la Iglesia católica no trata de convencer de que hay tres Personas y un solo Dios, dos naturalezas y una persona en Cristo, del primado del Papa o de la estructura jerárquica de la Iglesia, sino que expone el argumento moral de que el derecho a la vida es inviolable, desde la concepción a la muerte natural. Sabemos lo que pasa cuando el Estado pretende arrogarse el derecho de dejar fuera de la protección legal de la sociedad a ciertos grupos: que terminan por matarlos. Es lo que pasó en Europa a mediados del siglo XX, es lo que pasa hoy en Holanda con las leyes de eutanasia. Y nadie necesita tener fe religiosa para entenderlo. Podemos demostrar, sin recurrir a argumentos teológicos, esta verdad moral.

Pero la Iglesia no siempre ha sido adalid de la democracia...
Es cierto que en parte de Europa, el proyecto democrático surgió como un proyecto contra la Iglesia, contra el Antiguo Régimen, etc. Pero eso es el pasado. El presente es la realidad de que la Iglesia es una fuerza liberadora en la sociedad: las de Polonia, Checoslovaquia, Ucrania, etc., fueron revoluciones en nombre del cristianismo. Hay que dejar de pensar en 1789 (Revolución Francesa) y pensar en 1989 (caída del Muro).

Los políticos que se dicen católicos, en España, no defienden la vida o la familia ...
En toda Europa la gente tiende a ignorar el hecho más obvio sobre este continente: que se está muriendo. No se puede vivir generación tras generación por debajo del índice de relevo generacional. El tedio espiritual es una de las razones por las que la fertilidad se ha hundido en Europa. Cuando la gente está espiritualmente agotada, cuando no tiene confianza en el futuro, deja de crear el futuro, en el sentido más elemental. En 10 ó 20 años no se podrá mantener el sistema de bienestar europeo, porque no habrá gente suficiente para pagarlo. El intento de fundar una sociedad basada en el aburrimiento espiritual, se encontrará con dificultades insalvables. Y los políticos que no quieren hablar de ello son ciegos.

¿Qué opina de que el Gobierno trate de imponer su forma de entender la "ciudadanía"?
Un Estado democrático no puede crear por sí mismo las condiciones morales que hacen posible la democracia: conciencia de la dignidad humana, independencia de los poderes, libertad religiosa. Proceden de otra parte: de las familias, las asociaciones. Históricamente, han procedido del cristianismo. Es profundamente antidemocrático tratar de cambiar los fundamentos de la sociedad civil marginando a la Iglesia. Da la impresión, desde lejos, de que en España se está volviendo a poner una cinta de vídeo grabada en los años 30 del siglo pasado: el intento secularizante de remodelar a los seres humanos. Y eso no funcionó en España, no funcionó en otros regímenes autoritarios, y tampoco en la Unión Soviética. ¿Por qué hay gente que no lo entiende?

Argumentan que los católicos son malos ciudadanos porque no reconocen "derechos humanos" como el "matrimonio homosexual"...
Es un profundo error pensar que la tolerancia consiste en ignorar las diferencias, incluyendo las diferencias de juicios morales. El matrimonio ha sido lo que es durante cinco mil años, y no se puede tratar de cambiar su significado para satisfacer a una ideología. Sencillamente, el Estado no puede definir qué es el matrimonio, sólo puede reconocerlo como un hecho social que existe antes que el Estado. Y si el Estado trata de definir la realidad de esa forma, está siendo intolerante en nombre de la tolerancia.
¿La ideología de género será una anécdota en la historia?
Me parece que está habiendo una amplia reacción, también por parte de las mujeres, frente a los excesos de la ideología feminista. Negar los instintos naturales de los hombres y mujeres, y su complementariedad, no puede ser terriblemente atractivo. El problema principal aquí es la fertilidad. Si los europeos no tienen hijos, no se va a crear un vacío demográfico: Europa será ocupada por otra población.



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" Consultoría doméstica, un servicio en expansión en USA"
articulo de sue shellenbarger en the wall street journal, comentado en www.aceprensa.com, martes 23 de octubre de 2007

En Estados Unidos se extienden los servicios de consultoría doméstica, que asesoran a las familias sobre el modo de organizar bien el trabajo en el hogar, una necesidad urgente para muchos padres de hoy con poco tiempo y sin posibilidades de contratar asistencia permanente. Lo cuenta Sue Shellenbarger en su colaboración semanal sobre trabajo y familia en The Wall Street Journal (18 octubre 2007).

Shellenbarger cuenta el caso de Vicki y Derek Ryan, padres de cuatro hijos de 7 a 17 años. Estaban desbordados. En su casa reinaba el desorden y a menudo desaparecían llaves, documentos, ropa... sepultados en el barullo. Los horarios de los niños eran complejos y caóticos, imposibles de coordinar entre sí y con los de los padres. Llegaban tarde a casi todo, y Vicki se pasaba el día gritando: "¡Deprisa, deprisa, deprisa!" Era frustrante. Hasta que Vicki decidió acudir a una consultoría doméstica.

La asesora, Kathy Peel, después de evaluar la situación, le hizo un plan para reorganizar la casa. Había que empezar por la cocina, el lavado de la ropa y los armarios. Para conseguir que los niños ayudasen, sugirió que asignase a cada uno una cesta propia para la ropa sucia; una vez limpia, cada uno tiene que colocarla en su armario. El que no colabora se queda sin paga semanal. Los juguetes, prendas y demás objetos dejados fuera de sitio son inmediatamente incautados y van a una caja llamada "cárcel de cosas desordenadas"; para rescatarlos hay que pagar una fianza a mamá. Peel también ayudó a Vicki a diseñar una agenda para llevar el control de citas, tareas y facturas. Tras aplicar durante un año las recomendaciones de la asesora, Vicki dice que los resultados son "espectaculares".

Las consultorías de administración doméstica, que funcionan desde hace unos diez años en Holanda al menos (ver Aceprensa 122/98), se han multiplicado últimamente en Estados Unidos. Shallenberger aporta dos indicios: la empresa de Peel ha formado ya cerca de 200 asesores; la experta más quizá famosa, Marla Cilley, ha visto cómo los suscriptores de su sitio www.flylady.net subían a 437.000, más del doble que hace cuatro años.

Los consultores cobran de 25 a 90 dólares la hora. La mayoría no están titulados, y el grado de cualificación es muy variable, advierte Shallenberger. En todo caso, la experiencia de las familias que han recurrido a estos servicios es que un asesor de administración doméstica, por bueno que sea, solo puede facilitar orientación y ayudar a dar el primer paso; pero lograr cambios duraderos exige empeño y constancia por parte de los interesados.

Por ejemplo, los asesores intentan que la familia trabaje en equipo, pero conseguir que los hijos se impliquen puede ser muy difícil, como explica Shallenbarger una madre (que finalmente tuvo éxito). Un matrimonio californiano con tres hijos pequeños cuenta que ganó la batalla contra el desorden gracias al diario "sprint de 7 minutos" que aconsejó la consultora: una especie de juego en que toda la familia repasa la casa entera contra reloj para poner cada cosa en su sitio. En cambio, ese mismo método no funcionó en casa de los Ryan, cuyos hijos son mayores. Por eso, insiste Shallenberger, hay que estar dispuesto a experimentar, pero lo principal es el tesón de los padres, pues "no hay asesoramiento suficiente para mover a quien no está motivado".



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" Ciencia e ideología [a raíz del cambio climático]"
artículo de ignacio sánchez cámara, catedrático de filosofía del derecho,
en la gaceta de los negocios, lunes 5 de noviembre de 2007

Los hombres tenemos obligaciones con relación a la naturaleza. Y no porque ella tenga derechos. El titular de esos eventuales derechos, correlativos a las obligaciones, es también el hombre y sólo él: las generaciones actuales y las futuras. Sólo la persona es titular de derechos y obligaciones. Estas obligaciones relativas a la naturaleza han sido y son, con frecuencia, incumplidas. No son pocos los desmanes perpetrados. Pero si el hombre es capaz de agredir a la naturaleza, acaso sea porque no es un ser meramente natural.

No es fácil negar la realidad, al menos parcial, de lo que ha venido en denominarse "cambio climático". La agresión a la capa de ozono, junto a otros factores (también conviene evitar el fundamentalismo del factor causal único), ya ha provocado alteraciones y efectos perceptibles, que se manifiestan en un aumento de la temperatura anual media y en el consiguiente deshielo que provoca el aumento del nivel del mar. Es a los científicos, y no a los charlatanes ventajistas, a quienes compete evaluar la dimensión del problema, establecer previsiones verosímiles y proponer las recomendaciones y las medidas políticas supranacionales que habría que adoptar (si bien, esto último ya no les corresponde sólo a ellos).
No es infrecuente que algunas predicciones agoreras se funden en la condición, casi nunca cumplida, de un mantenimiento inalterado de las demás condiciones actuales (lo que en Derecho se llama la cláusula rebus sic stantibus, es decir, el presupuesto de que permanezcan inalteradas las demás circunstancias). Cuando comenzaba mis estudios universitarios, circulaba por ahí el dogma del "crecimiento cero", patraña de la que apenas nadie se acuerda ya. El debate, si ha de serlo auténticamente, tiene que ser científico.

Existen síntomas evidentes de que el debate empieza a transitar más por la senda ideológica que por la científica. Para empezar hay mucho barullo y griterío, y ya decía Galileo que donde se grita no hay verdadera ciencia. El "cambio climático" se está convirtiendo en una poderosa, y rentable, mitología, cuando no en pura superchería. La ciencia nunca impone, silencia o censura, nunca amonesta o insulta, sino que persuade.

Ciertamente, en ocasiones debe ser algo dura con los charlatanes, pero nunca escamoteando el debate e imponiendo una ortodoxia asfixiante. Ortega y Gasset decía que ciencia es aquello sobre lo que siempre cabe discusión. Y los apóstoles de la nueva "religión" seudoecologista pretenden imponer su creencia. El debate ha pasado ya de su lugar natural científico al ámbito ruidoso de la política y de la ideología, en el sentido de conocimiento deformado por intereses o de falsa conciencia, cuando no al del puro negocio. La naturaleza cotiza al alza en el mercado ideológico. Siempre es fácil traficar con los buenos sentimientos.

El futuro de la vida en nuestro planeta es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de demagogos poco escrupulosos que no desean que los hechos les estropeen una buena causa. Los retos que tiene planteados la humanidad van mucho más allá del logro de un descenso de uno o dos grados de temperatura media anual durante los próximos seis años. Ojalá fuera ese el único o el principal reto.

Eso no significa, ciertamente, que no pueda tratarse de un objetivo necesario o conveniente. Por lo demás, como afirmó Popper, nadie cambia mediante argumentos y razones una opinión a la que no ha llegado mediante argumentos y razones. Es cierto que cualquier gobernante responsable debe enfrentarse a las amenazas del "calentamiento global" en toda su gravedad. Pero valorar y determinar las proporciones de esta gravedad no le corresponde a él sino a los científicos, y se da la circunstancia de que en la comunidad científica no existe unanimidad sobre este problema. También hay que evaluar el coste que entrañan las políticas propuestas, pues acaso muchos de los que se adscriben con fervor a la nueva fe no estén dispuestos a asumirlo. Casi siempre el problema son los otros.

El pensamiento simple nunca llega a apresar una realidad compleja. Es muy probable que convenga reducir las emisiones de dióxido de carbono, pero no parece razonable convertirlo en el enemigo público número uno. Como he afirmado al principio, a mi juicio, el problema y su debate son de naturaleza moral, pero sus presupuestos y condiciones son científicos.

Nadie debe ser excluido del debate, salvo los que no estén dispuestos a plantearlo a partir de los conocimientos científicos. También la ciencia puede convertirse en una poderosa mitología, pero sus resultados nunca serán tan devastadores como los que puede producir la sustitución de la ciencia por la ideología. Y toda ideología presta al mal una sola cara, ya sea la clase social, la raza, la propiedad privada o, como en este caso sucede, la emisión de dióxido de carbono. La ideología, en el mejor de los casos, simplifica, siempre engaña, y, en el peor, esclaviza. Sustituyamos la ideología por la ciencia, y el fanatismo por la inteligencia.